La única Miss Universo española ha muerto en su casa de Málaga con 56 años tras sufrir una larga enfermedad .
Muy joven, a los 56 años, ha muerto en Málaga Amparo Muñoz, la mujer más bella. Así se la valoró en 1973, cuando fue coronada a los 19 años como Miss España, y en 1974 cuando en Filipinas fue nominada Miss Universo.
Pero Amparo Muñoz era una mujer de carácter fuerte, y a los seis meses de su reinado rechazó el título al sentirse manipulada por la organización del concurso, que la obligaba a constantes viajes y presentaciones.
Su afán de libertad fue una de sus características, y quizás por ello acabó siendo pisoteada por cierta prensa del corazón.
"Nadie tiene derecho a juzgarme", dice Amparo Muñoz
"Amparo no se reconoce en el espejo"
Había nacido en Vélez Málaga, en una familia de cinco hermanos, cuyos medios económicos no le permitieron estudiar más que lo que entonces se llamaba bachillerato elemental.
Con unos cursos de taquigrafía y mecanografía pudo emplearse como secretaria, actividad a la que parecía destinada.
Pero tras su victoria en el mundo de la belleza, el cine se interesó inmediatamente por ella.
En Vida conyugal sana, dirigida por Roberto Bodegas con guión de José Luis Garci, fue la imagen turbadora para José Sacristán, un hombre casado y obsesionado por la publicidad.
En Tocata y fuga de Lolita, de Antonio Drove, fue la chica rebelde que mostraba su hermoso busto, lo que contribuyó al éxito popular de la película.
En aquellos años setenta el cine español estaba en pleno auge del llamado destape, y la espléndida figura de Amparo Muñoz encontró nuevos títulos para lucirse: Sensualidad (Germán Lorente, 1975), Clara es el precio (Vicente Aranda, 1975) La otra alcoba (Eloy de la Iglesia, 1976), en la que Amparo coincidió con quien sería su primer marido, el actor y cantante Patxi Andión.
Tras intervenir en Volvoreta (José Antonio Nieves Conde, 1976), Mauricio, mon amour (Juan Bosch, 1976), Acto de posesión (Javier Aguirre, 1977), Del amor y de la muerte (Antonio Giménez Rico, 1977), entre otras películas, su carrera cinematográfica dio un notable giro al entablar relación con el productor Elías Querejeta, lo que facilitó su intervención en títulos de la importancia de Mamá cumple cien años (Carlos Saura, 1979) o Dedicatoria (Jaime Chávarri, 1980), actuaciones que llamaron la atención de otros directores, tanto en España como en México (entre ellos, Felipe Cazals, Las siete cucas; Antonio Artero, Trágala perro; Pilar Miró, Hablamos esta noche; Fernando Méndez-Leite, Sonata de estío; Jaime Camino, El balcón abierto; Emilio Martínez Lázaro, Lulú de noche; Imanol Uribe, La luna negra; Fernando León de Aranoa, Familia...)
La carrera cinematográfica de Amparo Muñoz estuvo llena de altibajos en cuanto a la calidad de las películas, pero en todas ellas fue creciendo como actriz.
Sin embargo, paralelamente, su vida personal saltaba con frecuencia a la prensa. Desaparecida del cine durante siete años (1989-1996), fijó provisionalmente su residencia en Filipinas, de donde llegaban noticias de problemas con la justicia al ser denunciada por una marca productora; también en España, a su regreso, fue detenida por presunta posesión de heroína.
Manejada por periodistas amantes de escándalos, ciertos o falsos, se convirtió en su presa.
En 1990, el diario Ya publicó en portada un artículo de Rosa Villacastín en el que se aseguraba que "el sida pone a Amparo Muñoz al borde de la muerte", y dos días más tarde, la misma periodista daba por hecho que se encontraba en "fase terminal", lo que Amparo Muñoz desmintió con análisis médicos en el programa de Julián Lago La máquina de la verdad.
En esa misma entrevista le preguntaron si se había pinchado heroína alguna vez, y hasta el periodista Jesús Mariñas farfulló que la actriz practicaba la prostitución, acusación que la hizo llorar.
En 2005 publicó un libro de memorias, La vida es el precio, en el que repasaba sus relaciones sentimentales y su paso por el mundo de la droga.
"Yo he vivido mi vida lo mejor que he podido, intentando no hacer daño a nadie. Si a alguien le he hecho daño ha sido a mí misma y a mis padres, que han tenido que sufrir mucho por mí.
Siempre le he tenido respeto a todo el mundo, a todo dios, cosa que no han hecho conmigo.
Espero que empiecen a hacerlo a partir de ahora", dijo en aquel momento, sin sospechar que quizá sólo empezarían a respetarla una vez muerta.
Un bello juguete roto.
1 mar 2011
Niños muertos
DAVID TRUEBA
Los niños muertos son un bocado exquisito para la televisión.
Los niños muertos son casi tan sabrosos como una final de fútbol continental.
Dan para una crónica roja, luego para una pesquisa policial, después para dramáticos testimonios de dolor, luego para la indignación popular y el análisis de las taras psíquicas de los sospechosos, más tarde para un juicio paralelo y exacerbado, y finalmente para el olvido de lo ya gastado.
Los niños muertos son nutriente de plató porque permiten un periodismo de shock.
Si, por ejemplo, se gastara esa energía profesional en la corrupción política, en las maniobras empresariales o en la geopolítica mundial, los espectadores romperían su empatía absoluta con el asunto, porque ahí matizarían ideológicamente, por su propia experiencia, por datos contrastados.
Pero con los niños muertos no.
No hay nadie al otro lado de la pantalla que frente a un niño muerto ponga criterio propio, frialdad analítica, entendimiento crítico.
Telecinco y Ana Rosa Quintana llevan días dedicados a defenderse de las acusaciones de amarillismo tras la confesión a cámara de una de las implicadas en la muerte de una niña.
Tienen la exculpación del padre de la víctima y de todos sus tertulianos habituales, muchos de ellos seguros de que cualquier otro medio habría hecho lo mismo.
En este caso, los fiscales indignados son otros medios de comunicación, que les acusan de exprimir a una presunta retrasada mental.
Es lícito preguntarse qué habrían hecho los acusadores con esa confesión obtenida a cámara.
Es curioso, nadie repara en que al juicio sobre la actuación periodística se le permiten matices, análisis y ausencia de conclusiones absolutas, privilegios que al juicio real no se le concedieron ni por un instante desde que la noticia puso a salivar a los más exitosos programadores de medios.
No existe código. No existe autocontrol. Un niño muerto es golosina mediática.
La justicia real, frente a las demás justicias, será siempre lenta, garantista, fría.
Si además la investigación es floja, la burocracia dañina, el corporativismo incapaz de reconocer los errores y la capacidad de autocontrol de los espectadores tan dudosa como la de un niño a solas frente a un chupachús, no tengan duda, tenemos niños muertos en la tele para toda nuestra eternidad.
Los niños muertos son un bocado exquisito para la televisión.
Los niños muertos son casi tan sabrosos como una final de fútbol continental.
Dan para una crónica roja, luego para una pesquisa policial, después para dramáticos testimonios de dolor, luego para la indignación popular y el análisis de las taras psíquicas de los sospechosos, más tarde para un juicio paralelo y exacerbado, y finalmente para el olvido de lo ya gastado.
Los niños muertos son nutriente de plató porque permiten un periodismo de shock.
Si, por ejemplo, se gastara esa energía profesional en la corrupción política, en las maniobras empresariales o en la geopolítica mundial, los espectadores romperían su empatía absoluta con el asunto, porque ahí matizarían ideológicamente, por su propia experiencia, por datos contrastados.
Pero con los niños muertos no.
No hay nadie al otro lado de la pantalla que frente a un niño muerto ponga criterio propio, frialdad analítica, entendimiento crítico.
Telecinco y Ana Rosa Quintana llevan días dedicados a defenderse de las acusaciones de amarillismo tras la confesión a cámara de una de las implicadas en la muerte de una niña.
Tienen la exculpación del padre de la víctima y de todos sus tertulianos habituales, muchos de ellos seguros de que cualquier otro medio habría hecho lo mismo.
En este caso, los fiscales indignados son otros medios de comunicación, que les acusan de exprimir a una presunta retrasada mental.
Es lícito preguntarse qué habrían hecho los acusadores con esa confesión obtenida a cámara.
Es curioso, nadie repara en que al juicio sobre la actuación periodística se le permiten matices, análisis y ausencia de conclusiones absolutas, privilegios que al juicio real no se le concedieron ni por un instante desde que la noticia puso a salivar a los más exitosos programadores de medios.
No existe código. No existe autocontrol. Un niño muerto es golosina mediática.
La justicia real, frente a las demás justicias, será siempre lenta, garantista, fría.
Si además la investigación es floja, la burocracia dañina, el corporativismo incapaz de reconocer los errores y la capacidad de autocontrol de los espectadores tan dudosa como la de un niño a solas frente a un chupachús, no tengan duda, tenemos niños muertos en la tele para toda nuestra eternidad.
Internautas ROSA MONTERO
Soy una adicta a la microelectrónica.
Como millones de españoles, yo también soy internauta.
No cultivo las redes sociales por el tiempo que consumen, pero son una herramienta maravillosa: el huracán de libertad que está recorriendo los países árabes cabalga sobre ellas.
La tecnología ha creado una realidad paralela, un mundo virtual tan grande como el mundo real.
En las redes hay de todo, desde héroes que alientan revoluciones hasta cretinos que utilizan Internet para insultar.
Hasta aquí, todo normal, porque el ciberespacio reproduce la vida, y la vida es así de contradictoria.
El problema es que la sociedad desconoce y teme ese mundo virtual y todavía no ha aprendido a valorarlo.
Si tú transportaras a un tipo del siglo XIX al año 2011, seguro que la catarata de estímulos lo abrumaría tanto que, de primeras, ni siquiera sabría distinguir la publicidad de las noticias.
Pues bien, creo que hoy nos sucede lo mismo: periodistas y políticos le conceden una indiscriminada importancia a cualquiera que diga representar a los internautas y que llene alguna red social de mensajes furiosos (cosa bastante fácil cuando tienes tiempo).
En medio del guirigay cibernético, aún no sabemos diferenciar lo significativo de lo insustancial, ni aplicamos las normas de evaluación que usamos en la vida real.
Por ejemplo, la protesta de Anonymous cuando la gala de los Goya salió en primera de todos los diarios, aunque eran cuatro gatos; yo he participado en manifestaciones animalistas con mucha más gente y jamás hemos salido en ningún lado (por cierto, mil gracias a Anonymous por perseguir al torturador de perros).
La Red está llena de grupos de una sola persona y las adhesiones son volátiles, pero le otorgamos igual relevancia a una protesta lúcida que a las chillonas chorradas tipo colegio mayor de unos cuantos veinteañeros en Facebook.
No sé si ponerme a llorar o partirme de risa.
Como millones de españoles, yo también soy internauta.
No cultivo las redes sociales por el tiempo que consumen, pero son una herramienta maravillosa: el huracán de libertad que está recorriendo los países árabes cabalga sobre ellas.
La tecnología ha creado una realidad paralela, un mundo virtual tan grande como el mundo real.
En las redes hay de todo, desde héroes que alientan revoluciones hasta cretinos que utilizan Internet para insultar.
Hasta aquí, todo normal, porque el ciberespacio reproduce la vida, y la vida es así de contradictoria.
El problema es que la sociedad desconoce y teme ese mundo virtual y todavía no ha aprendido a valorarlo.
Si tú transportaras a un tipo del siglo XIX al año 2011, seguro que la catarata de estímulos lo abrumaría tanto que, de primeras, ni siquiera sabría distinguir la publicidad de las noticias.
Pues bien, creo que hoy nos sucede lo mismo: periodistas y políticos le conceden una indiscriminada importancia a cualquiera que diga representar a los internautas y que llene alguna red social de mensajes furiosos (cosa bastante fácil cuando tienes tiempo).
En medio del guirigay cibernético, aún no sabemos diferenciar lo significativo de lo insustancial, ni aplicamos las normas de evaluación que usamos en la vida real.
Por ejemplo, la protesta de Anonymous cuando la gala de los Goya salió en primera de todos los diarios, aunque eran cuatro gatos; yo he participado en manifestaciones animalistas con mucha más gente y jamás hemos salido en ningún lado (por cierto, mil gracias a Anonymous por perseguir al torturador de perros).
La Red está llena de grupos de una sola persona y las adhesiones son volátiles, pero le otorgamos igual relevancia a una protesta lúcida que a las chillonas chorradas tipo colegio mayor de unos cuantos veinteañeros en Facebook.
No sé si ponerme a llorar o partirme de risa.
¿Está preparando Quentin Tarantino un 'spaghetti western'?
El mes que viene se estrena en EE UU Kill Bill: the whole bloody affair, una revisión y remontaje de Kill Bill tal y como Quentin Tarantino la escribió en su momento.
Es decir, que antes de lanzar la nueva versión en DVD, se estrenará en los cines el montaje del director con material nuevo.
Y eso ha mantenido ocupado al cineasta.
A su vez, este lanzamiento le ha vuelto a pasear por los medios de comunicación, y así han comenzado los rumores de su nuevo largometraje tras Malditos bastardos.
Entre ellos, que prepara un spaghetti western con Christoph Waltz, Franco Nero, Treat Williams y Keith Carradine.
El que se ha ido de la lengua es Nero, que por cierto ha rodado decenas de spaghettis westerns, y ha contado cosas interesantes.
. Franco Nero (en la imagen) estaba en el festival de cine italiano en Los Ángeles y, como cuenta el blog The playlist, empezó a hablar de su nuevo proyecto. Solo con que la mitad de lo que dice sea cierto ya es más que suficiente para ponerse nerviosos. Según el veterano Nero, Tarantino por fin va a rodar un spaghetti western, la forma más directa de homenajear a uno de sus maestros, Sergio Leone.
Según Nero: "La película se llamará The angel, the bad and the wise [un título que tiene pinta de cambiar porque es demasiado obvio, ¿no?].
Ya han firmado una docena de cineastas y entre ellos están Quentin Tarantino, Keith Carradine, Treat Williams y yo, y es una película con mucho humor, acción, una gran trama y que esperamos producir fuera de Italia".
Así no queda claro si Tarantino es el productor o solo alguien que puede echar una mano en producción.
Sobre por qué la producción sería de fuera de Italia, Nero asegura que porque en el país de Berlusconi solo se piensa en audiencias televisivas en el estreno en la pequeña pantalla de las películas y no en el cine en sí.
En Ain't it cool news, otro de los grandes chivatos de los movimientos cinematográficos en EE UU, dan más pistas.
Mientras promociona Kill Bill: the whole bloody affair (y aquí teneis sus declaraciones explicando cómo es esta nueva versión), Tarantino está escribiendo algo que espera rodar en Italia y España a finales de este año. Aseguran que el título está equivocado y que sí, podría ser este spaghetti western.
Y que ahí estará también en el reparto Christoph Waltz. Por ahora todo anda un poco verde, pero, ¿y si fuera verdad?
Es decir, que antes de lanzar la nueva versión en DVD, se estrenará en los cines el montaje del director con material nuevo.
Y eso ha mantenido ocupado al cineasta.
A su vez, este lanzamiento le ha vuelto a pasear por los medios de comunicación, y así han comenzado los rumores de su nuevo largometraje tras Malditos bastardos.
Entre ellos, que prepara un spaghetti western con Christoph Waltz, Franco Nero, Treat Williams y Keith Carradine.
El que se ha ido de la lengua es Nero, que por cierto ha rodado decenas de spaghettis westerns, y ha contado cosas interesantes.
. Franco Nero (en la imagen) estaba en el festival de cine italiano en Los Ángeles y, como cuenta el blog The playlist, empezó a hablar de su nuevo proyecto. Solo con que la mitad de lo que dice sea cierto ya es más que suficiente para ponerse nerviosos. Según el veterano Nero, Tarantino por fin va a rodar un spaghetti western, la forma más directa de homenajear a uno de sus maestros, Sergio Leone.
Según Nero: "La película se llamará The angel, the bad and the wise [un título que tiene pinta de cambiar porque es demasiado obvio, ¿no?].
Ya han firmado una docena de cineastas y entre ellos están Quentin Tarantino, Keith Carradine, Treat Williams y yo, y es una película con mucho humor, acción, una gran trama y que esperamos producir fuera de Italia".
Así no queda claro si Tarantino es el productor o solo alguien que puede echar una mano en producción.
Sobre por qué la producción sería de fuera de Italia, Nero asegura que porque en el país de Berlusconi solo se piensa en audiencias televisivas en el estreno en la pequeña pantalla de las películas y no en el cine en sí.
En Ain't it cool news, otro de los grandes chivatos de los movimientos cinematográficos en EE UU, dan más pistas.
Mientras promociona Kill Bill: the whole bloody affair (y aquí teneis sus declaraciones explicando cómo es esta nueva versión), Tarantino está escribiendo algo que espera rodar en Italia y España a finales de este año. Aseguran que el título está equivocado y que sí, podría ser este spaghetti western.
Y que ahí estará también en el reparto Christoph Waltz. Por ahora todo anda un poco verde, pero, ¿y si fuera verdad?
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)




