Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 feb 2011

Winter¨s BONE

Ree Dolly, de 17 años, decide buscar a su padre después de que este ofrezca la casa familiar como garantía para la fianza que le permitirá salir de la cárcel y desaparecer sin dejar rastro.
Antes de perder su hogar y encontrarse sin techo en medio de los bosques de las montañas Ozark, Ree prefiere enfrentarse a la ley del silencio de sus parientes con tal de salvar a su familia.

La verdad es una película que no deja indiferente, te agobia la historia y te agobia toda las escenas de como se desarrolla esta historia. La Actriz hace un papelón nada agradecido por la situación de marginalidad, pobreza en que se va desarrollando la Historia muy alejada de El Discurso del Rey o del Cisne Negro, nada que ver, es la miseria y la fortaleza hecha imágen.
 Poco a poco, consigue abrirse paso a través de las mentiras, evasivas y amenazas de sus parientes hasta llegar a la verdad.

26 feb 2011

Un ángel de la muerte recorre Internet

William Melchert-Dinkel, un enfermero de EE UU, está acusado de inducir a dos jóvenes al suicidio en foros de la Red. -Su caso plantea dudas sobre los límites de la libertad de expresión .
Esta es la primera de tres entregas en las que EL PAÍS cuenta la historia, reconstruida con documentos judiciales, de cómo Melchert-Dinkel, un enfermero acusado de homicidio múltiple, ha obligado a EE UU plantearse dónde acaba la libertad de expresión en Internet y dónde comienza el crimen.




No hay término medio: o bien William Melchert-Dinkel, un enfermero del Estado de Minesota, es un sádico que disfrutaba empujando a sus víctimas a la muerte, o bien fue una persona que ejerció su derecho a la libertad de expresión en Internet, aconsejando al menos a dos jóvenes sobre cómo ejecutar la amarga decisión de acabar con sus vidas. El juicio contra él ha tenido lugar esta semana en Faribault, Minesota.
 El juez debe ahora decidir si le condena por asistencia al suicidio, una pena por la que puede pasar hasta 30 años en prisión.





"Estas personas eran gente en estado frágil.
Fue el acusado quien les sugirió una solución a largo plazo, muy largo plazo, para un problema de corta duración", dijo el fiscal del condado de Rice, Paul Beaumaster, el jueves ante el juez.
 "El acusado sabía exactamente lo que hacía. Iba tras gente vulnerable... No se puede calificar de libertad de expresión el tratar de convencer a alguien, de forma fraudulenta, de que suicidarse es lo mejor que se puede hacer".
 El enfermero Melchert-Dinkel no ha negado los hechos. Es más: le entregó a la policía un ordenador personal en el que hay registros detallados de conversaciones y correos en los que habla del suicidio, da consejos sobre cómo matarse mejor y deja traslucir su fascinación por la autoaniquilación.



El jueves Melchert-Dinkel compareció en el juzgado, un hombre de 48 años, de pelo cano, frente ancha, figura rotunda, cara compungida. Caminaba con la cabeza gacha al llegar a la corte mientras las cámaras de televisión le perseguían. Se declaró inocente y ha solicitado que el caso lo dirima un juez y no un jurado popular. Su abogado, Terry Watkins, dijo en la corte que los mensajes de su cliente no influyeron en nada en la decisión de suicidarse de las dos personas con las que habló a través de Internet.
Ellos, dijo, ya tenían intención de matarse.
 "Ni siquiera cumplieron totalmente los consejos que mi cliente les ofreció", dijo. Lo cierto, sin embargo, es que Melchert-Dinkel se encubrió en la Red tras identidades falsas: siempre una servicial enfermera, joven, con los nombres exóticos de Li Dao, Cami D y Falcon Girl, que visitaba foros en los que se incita al suicidio y daba consejos con la precisión de una experta.



En su camino se cruzó Mark Drybrough, un joven informático de 32 años de Reino Unido, con problemas psiquiátricos. Mantuvo con Li Dao muchas conversaciones a lo largo de dos meses. Finalmente, el uno de julio de 2005, desde la dirección li_dao05@yahoo.com, Melchert-Dinkel le hizo un detallado resumen de cómo ahorcarse de forma rápida e indolora: "Depende de lo alto que seas, preferiblemente más alto de 1'82 metros, puedes colgarte fácilmente de una puerta usando el pomo, atando a este la otra parte de la cuerda". Dio estos consejos usando el pseudónimo de Li Dao, avatar agradable y servicial que daba todo tipo de detalles para que Mark se provocara la asfixia total. Pasados 26 días, Dyrbrough se ahorcó en su casa, no como Li Dao le dijo, sino usando una escalera.



Su hermana, Carol, que encontró el cadáver, registró el ordenador de Mark a la búsqueda de pistas que le hicieran comprender por qué había dado un paso semejante. Allí descubrió decenas y decenas de conversaciones con la enfermera. En principio pensó que esta se había suicidado el mismo día que Mark, como había prometido en un macabro y fatídico pacto. Después de comentarle esa posibilidad a Elaine, su madre, ambas acabaron pensando que tal vez Li Dao no hubiera sido otra víctima, sino una despiadada inductora que disfrutó sádicamente al empujar a la muerte a Mark. Elaine avisó inmediatamente de sus pesquisas a la policía de West Midlands, el condado inglés en el que vivía.



Visto que en sus mensajes Li Dao se identificaba como una mujer de Minesota, Elaine escribió también una carta al departamento de policía de la capital del Estado americano, Saint Paul. "Estimado señor, no sé si me podrá ayudar en esto. Mi hijo Mark se suicidó ahorcándose", comenzaba. "Mark había contraído un pacto en Internet. La persona con la que lo hizo, que dijo que estaba en Minesota, dio el nombre de Li y le aseguró que había sido enfermera y que la habían tratado durante 10 años por un trastorno bipolar. Esa persona dijo que suicidaría a la vez que mi hijo. Me preocupa el hecho de que pudiera haberle mentido". La carta le fue devuelta, sin abrir, pasadas unas semanas.



Li Dao, mientras, seguía activa en la Red. A finales de 2006 habló con una joven de 17 años en Sudamérica que, por casualidad, trabó a su vez contacto con una profesora británica jubilada que ahora tiene 65 años. Se trataba de Celia Blay, quien un día abrió su correo electrónico y encontró un mensaje de esa joven: "Me voy a matar, el viernes. Tengo un pacto con otra chica". La chica era, por supuesto, Li Dao. Celia, que ha hablado con EL PAÍS pero ha decidido no ofrecer declaraciones públicas hasta que haya un veredicto en el caso, convenció a su amiga en Sudamérica para que no se suicidara. Luego entró en foros y más foros, siguiendo inagotablemente el rastro de la misteriosa Li Dao. Llegó a identificar a una docena de personas con las que la enfermera había quedado para matarse, desapareciendo siempre tras incitar a la otra persona a la muerte y reapareciendo en un foro distinto poco después. Su patrón era muy similar al de otra enfermera, también veinteañera y estadounidense: Falcon Girl.



Bajo los dos nombres se escondía en ambos casos Melchert-Dinkel.
El enfermero seguía buscando personas con impulsos suicidas y les daba el empujón que necesitaban para acabar matándose.
Mientras, en su vida real, continuaba con su cómoda cotidianidad, trabajando en una pequeña localidad norteamericana, cuidando, junto a su mujer, Joyce, de sus hijas adolescentes Mari y Molly. Una de sus próximas víctimas tenía entonces una edad cercana a la de su prole: 17 años. Nadia Kajouji se disponía a entrar en la universidad de Carleton, en Canadá.
Nada sabía aún de Cami D, una misteriosa enfermera que le iba a incitar a ahorcarse.
Hay que ver que fragilidad manifestamos en diferentes situaciones para que "Alguien " por Internet detecte el ansia de desaparecer, o que limitados podemos estar para que alguien introduzca hacer un deseo realidad: Nuestra Muerte.
No sé que mçetodos emplearía este sujero, creia que lo hacía con enfermos terminales ante el dolor y la desesperación, pero por lo visto no, y como llegaría a la mente de la otra persona para decirle como morir, mientras él, en apariencia se dedicaba a cuidar y ayudar a enfermos en un hosputal. Si que andan locos por la red pero no me imagino un titular que diga "¿Está pensando en matarse? yo tengo lo que usted necesita" es un horror. Pero más horror es ver manifiesta nuestra fragilidad.


MAÑANA: "SI SE TRATA DE AHORCARTE, TE PUEDO AYUDAR". William Melchert-Dinkel ayuda a morir a una joven universitaria de Canadá. Una jubilada británica, detective por accidente, le pisa los talones.

La película 'De dioses y hombres' y Roman Polanski, protagonistas de los César

La noche de los premios del cine galo terminan sin un claro vencedor.- Quentin Tarantino recibe el César de honor .
De dioses y hombres, del realizador Xavier Beauvois, se llevó el premio César del cine francés a la mejor película. Una gala en la que el otro gran protagonista fue el director Roman Polanski, que se hizo con el premio al mejor director por la cinta El escritor. A pesar de estos dos nombres, protagonistas por el peso de los galardones que se han llevado a casa, la ceremonia de los premios del cine francés fue un tanto incierta, ya que no hubo un claro vencedor en la noche del cine galo.




El realizador Quentin Tarantino, con su César de honor.- FRANCE PRESS



La historia de los monjes cistercienses que hacen frente a la violencia desatada en la región de Tibhirine (Argelia) a finales de los años noventa y en pleno apogeo de los yihadistas islámicos se hizo con el premio más importante, pero no logró imponerse más que en tres categorías de las 11 a las que optaba, lo que mitigó mucho su éxito.
 Además de a la mejor película, la obra de Beauvois ganó el César a la mejor fotografía y a la mejor interpretación secundaria por el trabajo del veterano Michael Lonsdale, que con casi 80 años ganó su primer premio del cine francés. Pero quizá poco premio para una cinta que ha logrado un gran éxito de crítica y público en Francia, con más de tres millones de espectadores, y tenía el respaldo de haber ganado el Gran Premio del Festival de Cannes.



Polanski se hizo con un premio más, al ganar cuatro de las ocho estatuillas a las que optaba, lo que convirtió a El escritor en la cinta más premiada, aunque sólo el galardón de mejor director figuraba entre los importantes.
Además de esa distinción, la historia de un escritor contratado para narrar la vida de un primer ministro se hizo con los premios de mejor guión adaptado, música y montaje -montaje que terminó mientras se encontraba en arresto domiciliario en su residencia de Suiza por un delito de abuso sexual cometido en 1977-.
 Quizá por los malos tiempos ya pasados, el director agradeció el galardón a su mujer y "a todos aquellos que me han apoyado".



Los premios interpretativos se saldaron con dos grandes sorpresas. Sobre todo, en el apartado femenino, donde todas las quinielas daban como favorita a Catherine Deneuve por Pitoche pero el César recayó finalmente en Sara Forestier por Le nom des gens. El segundo César para la actriz, tras el que logró como mejor actriz revelación en 2005 por L'Esquive.



En el apartado masculino tampoco se esperaba el triunfo de Eric Elmosnino, el menos conocido de los candidatos que vio así recompensado su papel de Serge Gainsbourg en la película homónima sobre el artista francés.
La película, dirigida por Joann Sfar, obtuvo tres de los ocho César a los que optaba, además del de Elmosnino, ganó el de mejor primera película (ópera prima) y mejor sonido. Elmosnino, un actor de teatro poco visto en la gran pantalla, se impuso a Lambert Wilson, por De dioses y hombres; al veterano Gérard Depardieu, por Mammuth; a Romain Duris, por L'Arnacoeur, y a Jacques Gamblin por Le nom des gens.



La noche tuvo otro nombre masculino: Quentin Tarantino, que recibió en París el César de honor de manos del productor de Hollywood Harry Weinstein, "mi mecenas y padre cinematográfico", dijo Tarantino. El director de películas como Pulp Fiction, Hill Hill o, más recientemente, Malditos bastardos, prometió que no se le subirá a la cabeza un galardón que, según dijo, "permanecerá profundamente anclado en mi corazón".



La gala también tuvo acento latino. Lo puso el intérprete venezolano Edgar Ramírez, mejor actor revelación por su encarnación del terrorista Carlos en la película homónima de Olivier Assayas.



En la categoría de mejor película extranjera el galardón fue para La red social, una de las películas favoritas en los Oscar del próximo domingo.
 El film de David Fincher sobre Facebook dejó atrás a El secreto de sus ojos, del argentino Juan José Campanella; Origen, de Christopher Nolan; Illégal, de Olivier Masset-Depasse; Bright Star, de Jane Campion; Les amours imaginaires, de Xavier Dolan, y Invictus, de Clint Eastwood, que cuenta ya con cuatro César a lo largo de su carrera.

Somos nuestra infancia

La memoria se fija en la niñez y nos da identidad: lo primero que se aprende es lo último que se olvida - Según se pierden recuerdos uno se despide de sí mismo .

.Cuando Pasqual Maragall, el expresidente de Cataluña, que sufre alzhéimer, subió al estrado de los Goya a recoger el premio que correspondió al documental Bicicleta, cuchara, manzana sobre su experiencia, probablemente tenía en la mente el poderoso influjo de su infancia, acaso sus recuerdos más felices o sólidos.




Un nuevo lenguaje desde el alzhéimer


El alzhéimer afecta al hipocampo, que almacena los recuerdos



Los medicamentos no impiden la acción del tiempo sobre el cerebro

Su mujer, Diana Garrigosa, vicepresidenta de la fundación que preside su marido, dice que "todo lo que cuenta del colegio, todo lo que se refiere a su madre, a su padre, a su hermano, le da seguridad. La suya fue una infancia muy feliz". De los recuerdos sólidos, los que tiene de cuando se inauguraron los Juegos Olímpicos de 1992, "él, ante una multitud, hablando catalán". Fue siempre una persona positiva, así que almacena "los mejores recuerdos, así fue toda la vida; los malos los aparcó siempre".



Le gustó hacer la película, y verla; "recreó situaciones y sitios, como la casa en la que vivimos en Nueva York". Y cuando agradeció el premio, ante tanto artista, "se sintió cómodo; con gente siempre dice cosas con sentido; lo sintió como una gratificación, y ese cariño es muy positivo para él. Y sí, en este tiempo recibe como postales de la niñez; cuando siente que le quieren recuerda a su madre, a su padre, a su hermano, aquella época. Y del mismo modo siente el cariño a sus nietos, la preocupación por ellos es un síntoma de su cariño por la infancia".



La infancia es la primera memoria, y es la última que se pierde. A la infancia se vuelve, siempre, ahí está la raíz de la memoria; cuando los recuerdos se evaporan, el último bastión es la infancia. Julio Llamazares, el poeta y narrador que escribió Memoria de la nieve y, aún más, La lluvia amarilla, dice: "La memoria es la identidad. En la infancia se determina nuestro ADN".



El poeta alemán Michael Krüger escribió en su libro Previsión del tiempo (NorteySur, traducción de J. L. Reina Palazón) unos versos que resumen la importancia que la infancia tiene en ese ADN del que habla Llamazares: "A veces me escribe la infancia / una tarjeta postal: ¿Te acuerdas?"



La infancia es la caja negra de la memoria. En la ahora famosa película El discurso del Rey, candidata a 12 oscars, el personaje que encarna Colin Firth (Jorge VI) le confiesa detalles de su infancia a Lionel Logue (Geoffrey Rush), su excéntrico logopeda. Y en ese relato sobre las maldades que sufrió de niño descubre Lionel la raíz de la tartamudez de su ilustrísimo cliente.



La memoria, dice el doctor Carlos Belmonte, director del Instituto de Neurociencias de Alicante, almacena "los recuerdos intensos, las amenazas; y cuando esos recuerdos proceden de la infancia son más difíciles de eliminar".
Durante un periodo de tiempo, eso que está en la memoria desde la infancia "puede ser borrado, reforzado o cambiado, pero pervive sobre todo lo que viene de la niñez, que es la memoria más vívida". "Mire, por ejemplo", dice Belmonte, "Ciudadano Kane... Lo único que Kane recuerda es Rosebud, el nombre de su trineo...".



La infancia, en efecto, envía postales. Hay un libro de Llamazares, Escenas de cine mudo, en el que aparecen "muchas de esas postales que la infancia nos envía". "El metabolismo sentimental de las personas lo marca la infancia". Y la memoria que se nutre de ese metabolismo "es un campo de arenas movedizas, como un banco de nubes que dejan pasar la luz o que la niegan".



La memoria, dice Soledad Puértolas, novelista, "nos sitúa en la infancia; en ese recuerdo estás".
Ella recibe postales, por decirlo así, "de compañía y de soledad". Y cuando son de compañía le viene la imagen de su abuela materna.
"Ella es la referencia del cariño incondicional, la metáfora de la persona que nunca te deja". Y la postal de su soledad es el balcón del piso que tenían en Zaragoza. Sería imposible vivir sin olvido, por mucha insistencia que ponga la infancia en enviar postales. "Así que borras aquello que no quieres que haya sucedido". Pero vuelve; es la esencia de la literatura, "que deja volver también los recuerdos indeseados".



La escritora Ángeles Mastretta tiene dos memorias: "Una es diestra, pero caprichosa: elige, abandona y en el caso de la infancia siempre recompensa", dice. "La otra me tilda de idiota, me hace sentir inferior, no me acompaña en los nombres y los hechos diarios".



Pero la memoria no solo tiene su lugar de nacimiento (en la infancia), a partir de los tres años, sino que tiene un sitio. El doctor Jorge Tizón, psiquiatra, psicólogo y neurólogo, autor de varios libros de su especialidad, está de acuerdo con Llamazares: hay muchas memorias (la psicológica, la neurológica, la endocrina, la inmunitaria...), todas nos permiten reacciones (el amor, el odio...), pero la que más nos importa, la que el común de los mortales llama simplemente memoria, "es la que nos proporciona identidad".



Hay maneras de agredir a esta memoria, hay formas de traumatizarla con sufrimientos y otras alteraciones. Cuando esto se produce en la infancia, cuando más postales estamos percibiendo para enfrentarnos luego a la vida, "se producen estragos que duran en forma de alergias y otros inconvenientes". Entre estas alteraciones está, por ejemplo, la afección que ahora resulta tan famosa que parece de ficción: la tartamudez del rey Jorge VI.



Todo lo que recordamos más nítidamente nace a los tres años, y ese almacenamiento más puro dura hasta la adolescencia.
Luego, la memoria empieza a ser quebradiza; a los 40 años tenemos charcos, a los cincuenta ya hay lagunas, y la memoria empieza a causar malas pasadas cuando superamos los sesenta. Y hay un momento, dice el doctor Tizón, en que se deshace la memoria; por ejemplo, a causa del alzhéimer. "No solo se deshacen los recuerdos; se deshace la identidad... Las experiencias están ahí, en el hipocampo, donde se almacenan". En esa "unidad central de procesamiento" están. El alzhéimer los aleja. La infancia los hace durar.



Estamos programados genéticamente, dice el doctor Tizón; el sistema nervioso va diciendo cuánta memoria nos queda, y nada detiene ese proceso cuya intensidad marca la infancia. Los medicamentos no impiden la acción del tiempo sobre el hipocampo. Ahí se concentra el temor que animaba esta frase de Henry James que recuerda Tizón: "La mayor fuente de terror en la infancia es la soledad". Y la felicidad es lo que hace sólido el recuerdo que más cuesta perder. Esas postales de las que habla Krüger y en las que insiste, por ejemplo, la memoria de Maragall.



Andrés Trapiello, que narra su vida en diarios, considera que fijar lo que sucede "sirve para reconstruir la memoria, pues si esta actúa te ha de hallar recordando". La memoria es "un movimiento continuo"; "hay un libro mío, El arca de las palabras, que nace de mi recuerdo de cómo aprendí el significado de una serie de palabras que descubrí en mi infancia. Ahí relaciono los recuerdos con las primeras palabras, y por tanto con la infancia". La infancia "es intensiva (la edad adulta es extensiva). Nos obliga a sumergirnos, a ahondar (la memoria involuntaria de Proust). La edad adulta discurre, se extiende. La infancia es un territorio ilimitado, insondable; la edad adulta tiene límites".



Trapiello recuerda lo que decía Wordsworth: "El niño es el padre del hombre". Y José Saramago (uno de cuyos últimos libros fue Las pequeñas memorias) decía que uno va con el niño que fue. Un ejemplo literario de que esto es así es toda la obra de Juan Marsé, y sobre todo el libro que el premio Cervantes acaba de presentar ahora, Cartografía de los sueños.
Esta novela es como una recolección de "postales" recibidas de la infancia.



Y le pregunté a Marsé qué "postales", siguiendo lo que dice Krüger, son esas que recibe más a menudo. "Las postales están en la novela... Recuerdo esas correrías por los campos del Penedés, hacia las albercas. Corríamos con los chavales del pueblo, robábamos frutas. Iba con mi abuela a buscar hierba para los conejos.
Para mí esa es la imagen de la felicidad".



Y eran tiempos duros, se ve en Cartografía de los sueños. Pero incluso en esos tiempos de la posguerra, Marsé recuerda ese fulgor feliz "de los chicos contando aventis porque no teníamos ni juguetes ni pelotas para jugar al fútbol.
Lo siento así, como el paraíso perdido.
Ya sé que era una época atroz, pero esa es la sensación que me ha dejado, la de un paraíso perdido. Y convivo con esas postales como una colección que llevara en la cartera".



Jorge Semprún, el autor de La escritura o la vida, también recuerda un tiempo atroz, que aparece en ese libro, y que le lleva también a la Guerra Civil, cuando tenía 13 años y veraneaban en Lekeitio hasta que fue precisa la diáspora... Esas postales marcarían su vida... "Pero afirmaron mi identidad; la infancia es mi identidad. Sin memoria, después de haber usado tantas identidades falsas, yo no hubiera sido nada, y esa memoria es la de la infancia.
La memoria corrige la esquizofrenia del exilio, de los nombres falsos, de mi propio ser bilingüe. Me aferro a la memoria para decir: 'Yo soy aquel niño de Santander que veía a su padre recitar versos ante la bahía".



Cristina Fernández Cubas, la escritora de Cosas que ya no existen, nació en Arenys de Mar. Allí reside su memoria, "que antes que nada fue de sueños, que nos contábamos en casa a la hora de comer".
 Luego de los sueños vino la escritura, "como un juego con el que vencía los largos inviernos de Arenys... Y esa niña sigue estando en mí, porque uno no deja de ser jamás la personita que fue".
de la Memoria en la Universidad Autónoma de Madrid, cree que, para los creadores, y para todo el mundo, "la memoria es como un cesto de cerezas; nos esforzamos un poco, y ahí está la memoria enviándonos postales, casi siempre de la infancia". ¿Y por qué de la infancia? "Porque a esa edad estamos abiertos a todo tipo de estímulos; somos esponjas, inmaduros, y guardaremos esas memorias hasta que nos muramos".
Además, dice Ruiz Vargas, "a partir de los 35 años ya recordamos mucho más nítidamente todo lo que nos ocurrió hasta los quince. Ahí hay una avalancha de recuerdos que son los que, por decirlo con esa metáfora, nos vienen en las postales...".



Ruiz Vargas recuerda una frase de Henry Roth (Llámalo sueño): "La vida es una secuela de la infancia". De otra manera, lo que decía Michael Krüger: "A veces me escribe la infancia / una tarjeta postal: ¿Te acuerdas?" Como las postales que reciben Maragall y tantos, padezcan alzhéimer o no, que viven la memoria gracias a aquel periodo en el que empiezan los recuerdos, y también los recuerdos felices.



Un nuevo lenguaje desde el alzhéimer

Da escalofrío escuchar la evidencia de Albert Solé, de 48 años, cuyo padre, el político Jordi Solé Tura, padeció alzhéimer.
El hijo retrató ese episodio en Bucarest, su documental.
 De ahí viene su conocimiento de causa. "Lo último que olvidas es lo primero que aprendes". Es un viaje hacia la infancia, sus gestos. Al final del amargo proceso de olvidar, Jordi "se inventó un lenguaje propio: besitos, gestos de cariño, y nosotros interpretamos también así nuestra relación afectiva con él". En esa reconstrucción "se produjeron postales muy contradictorias". "La mía fue una infancia muy atípica, pero merced a esta experiencia se produjo en mí una reconciliación con los paraísos perdidos de la infancia.
Pues al fin y al cabo en aquel exilio sentí que había vivido en una atmósfera de seguridad". Y Bucarest sirvió "para sacar todas las cosas de los armarios e ir ordenando los recuerdos... Fue un viaje alucinante al fondo de mi propia memoria".



Le pregunté al historiador José Álvarez Junco, que pasó su infancia en un pueblo de Zamora.
Como él ha trabajado en la memoria de este país, y recientemente reconstruyó su pasado en contacto con los dramas de la posguerra, nos contó una experiencia que es ahora como una postal dramática.
"Había una mujer, Remedios, que vestía siempre de negro y que lavaba en casa la ropa, con las manos ateridas. Un día se casó, por poder, con un hombre que vivía en Francia. Yo tendría siete u ocho años, y un día me previno: '¿Ves los falangistas?
No creas que son tan buenos. ¿Sabes cómo humillan a las chicas del pueblo, qué hacen con ellas?'. Me lo dijo, y esa fue la primera noticia que tuve de la guerra. Una postal tremenda".