Ningún analista político previó la caída del muro de Berlín ni siquiera un día antes.
De niño mi perro Chevalier comenzaba a ladrar a la hora exacta en que yo salía de la escuela y desde muy lejos percibía el sonido de los lápices Alpino que rebotaban dentro de mi estuche cuando volvía corriendo a casa.
Muchos años después mi perro Toby intuía sin equivocarse nunca si yo había ganado al póquer esa vez y me recibía de madrugada con gran alegría moviendo el rabo de una forma determinada.
Ningún analista político imaginó con unas horas de antelación que el imperio soviético se disolvería en la nada y Europa sería invadida por un ejército de mendigos del Este y el hombre nuevo, que vaticinó Lenin, sería ese ejemplar de multimillonario ruso adscrito a la mafia.
Ningún animal salvaje pereció en el tsunami de Indonesia de 2004.
Elefantes, monos, serpientes e incluso las hormigas se pusieron a salvo antes de que ocurriera la catástrofe.
Ningún director del Banco Mundial y del Fondo Monetario sospechó la llegada de esta crisis económica hasta que se les derrumbó el edificio encima.
La asonada multitudinaria de Túnez y de El Cairo ha supuesto la misma sorpresa que en su momento causó el atentado de las Torres Gemelas sin que ningún político, intelectual y sociólogo acertara con el futuro siniestro que se avecinaba.
Los animales poseen unos sensores para detectar las ondas sísmicas, eléctricas y magnéticas que emiten los cataclismos, un don que está negado a los humanos.
Para nosotros queda reservado solo el ridículo de los análisis del pretérito imperfecto, el enorme guirigay de opiniones entre los profetas del pasado.
Nadie sabe ahora lo que va a suceder en el mundo islámico con las réplicas de la ebullición política de Egipto. Solo una cosa está clara.
Cuando un pulpo sale de la pecera es casi imposible volverlo a introducir en ella.
Los pulpos caminan muy bien fuera del agua.
Tampoco la energía parapsicológica que emerge de las pirámides de Gizeh y la enigmática expresión del rostro carcomido de la esfinge servirán para saber si la rebeldía popular de Egipto se extenderá por todo el Magreb, si llegará allí la democracia previo un baño de sangre o si la CIA a medias con el Ejército egipcio logrará devolver el pulpo a la pecera y aquí no ha pasado nada.
13 feb 2011
Amores de ida y vuelta
En Hollywood abundan las traumáticas separaciones y los sonados reencuentros .
. .Ni siquiera los muñecos se libran de traumáticas separaciones y sonados reencuentros. En 2004 Mattel anunciaba que después de casi cinco décadas juntos, y tras conocerse en un plató de televisión en 1961, Ken y Barbie se separaban "porque necesitaban espacio para sí mismos".
Hace apenas una semana, la empresa de juguetes más potente del planeta anunciaba que Ken, al que le han hecho un lavado de imagen, está dispuesto a recuperar a su chica. Según anuncia la firma, pronto las ciudades estadounidenses se llenarán de carteles que dispararán frases como estas: "Somos de plástico, pero nuestro amor es real" y "Barbie, eres la única muñeca para mí".
Los actores sienna miller y jude law se han dicho adiós por tercera vez
En el mundo de los famosos de carne y hueso, nadie osa hacer esas declaraciones aunque el amor vaya y venga sin reglas fijas.
Muchas parejas se construyen con cimientos aparentemente sólidos y después se derrumban como castillos de naipes para volver a reconstruirse y más tarde sufrir nuevos terremotos sentimentales.
También le ocurre a las parejas corrientes y entonces solo se enteran los amigos, pero los famosos no tienen el lujo de disfrutar de ese bien preciado llamado intimidad, y aunque nadie ponga carteles, sus amores y desamores alimentan las ventas de las revistas del corazón.
El caso de Jude Law y Sienna Miller ha sido el más reciente aunque hay muchos más. La pareja se enamoró en 2003 en el rodaje de Alfi.
Fijaron hasta una fecha de boda, finales de 2004, pero poco antes la niñera de los hijos Law desveló que había tenido un tórrido lío con el actor, así que Miller rompió con él y pasaron meses separados.
Después decidieron volverlo a intentar sin éxito y rompieron amistosamente en 2006. Hace dos años, cuando ambos estaban en Nueva York protagonizando diferentes obras de teatro, se supo que habían vuelto a reincidir y hasta se les fotografió juntos en Barbados, pero este mes su relación ha vuelto a romperse, como ellos mismos han confirmado a través de sus agentes.
Pero en la historia de los amores de ida y vuelta hay personajes que se llevan la palma, como Elizabeth Taylor.
La actriz se casó ocho veces y dos de ellas con el actor Richard Burton, el hombre a quien más tiempo estuvo unida.
Su primer matrimonio con él duró 10 años. Tras un agrio divorcio en junio de 1974, la pareja volvió a intercambiar anillos en 1975, aunque en esta ocasión la unión apenas duró siete meses.
Curiosamente, en una entrevista publicada este mes en la revista Harper's Bazaar, la actriz, de 78 años, afirma que si Richard Burton estuviera vivo, "sería inevitable que estuviéramos casados, pero no es algo que se pueda discutir".
Otros sonados encuentros y desencuentros los han protagonizado Leonardo DiCaprio y la modelo Bar Rafaeli, que fueron pareja de 2004 a 2009, se separaron a mediados de ese año y volvieron a reincidir en 2010.
El pasado enero estuvieron juntos en Hawai, así que parece que el romance sigue adelante.
Por su parte, la cantante Pink y Carey Hart se casaron en 2006, se separaron en 2008 y se reconciliaron en 2009.
Hoy acuden a un consejero sentimental para mantener a flote la relación.
Otra pareja adicta a los encuentros y los desencuentros ha sido la de Megan Fox y Brian Austin Green.
Comenzaron su romance en 2004 en el plató de la serie Hope and Faith. Se comprometieron en 2006, pero en 2009 rompieron oficialmente el compromiso. A finales de ese año se volvieron a dejar ver juntos y finalmente, en julio de 2010, anunciaban su boda. Hoy siguen, aparentemente, felizmente casados. Entre las rupturas de viejo cuño están las de parejas como Sean Penn y Robin Wright.
Su historia se remonta a 1989, cuando tras divorciarse de Madonna, Penn comenzó a salir con Robin.
Su primer hijo nacía en 1991 y su segundo en 1993.
En 1996 la pareja decidió casarse y estuvo unida hasta que a finales de 2007 presentaron los papeles de divorcio.
Se arrepintieron, volvieron a liarse en mayo de 2008, pero no funcionó y Penn decidió solicitar nuevamente el divorcio en abril de 2009, aunque volvió a arrepentirse y a reconciliarse con su mujer un mes después.
No obstante, en agosto del mismo año fue ella la que decidió separarse y en julio de 2010 se oficializaba su divorcio.
Está claro que, además de ciego, el amor es caprichoso.
. .Ni siquiera los muñecos se libran de traumáticas separaciones y sonados reencuentros. En 2004 Mattel anunciaba que después de casi cinco décadas juntos, y tras conocerse en un plató de televisión en 1961, Ken y Barbie se separaban "porque necesitaban espacio para sí mismos".
Hace apenas una semana, la empresa de juguetes más potente del planeta anunciaba que Ken, al que le han hecho un lavado de imagen, está dispuesto a recuperar a su chica. Según anuncia la firma, pronto las ciudades estadounidenses se llenarán de carteles que dispararán frases como estas: "Somos de plástico, pero nuestro amor es real" y "Barbie, eres la única muñeca para mí".
Los actores sienna miller y jude law se han dicho adiós por tercera vez
En el mundo de los famosos de carne y hueso, nadie osa hacer esas declaraciones aunque el amor vaya y venga sin reglas fijas.
Muchas parejas se construyen con cimientos aparentemente sólidos y después se derrumban como castillos de naipes para volver a reconstruirse y más tarde sufrir nuevos terremotos sentimentales.
También le ocurre a las parejas corrientes y entonces solo se enteran los amigos, pero los famosos no tienen el lujo de disfrutar de ese bien preciado llamado intimidad, y aunque nadie ponga carteles, sus amores y desamores alimentan las ventas de las revistas del corazón.
El caso de Jude Law y Sienna Miller ha sido el más reciente aunque hay muchos más. La pareja se enamoró en 2003 en el rodaje de Alfi.
Fijaron hasta una fecha de boda, finales de 2004, pero poco antes la niñera de los hijos Law desveló que había tenido un tórrido lío con el actor, así que Miller rompió con él y pasaron meses separados.
Después decidieron volverlo a intentar sin éxito y rompieron amistosamente en 2006. Hace dos años, cuando ambos estaban en Nueva York protagonizando diferentes obras de teatro, se supo que habían vuelto a reincidir y hasta se les fotografió juntos en Barbados, pero este mes su relación ha vuelto a romperse, como ellos mismos han confirmado a través de sus agentes.
Pero en la historia de los amores de ida y vuelta hay personajes que se llevan la palma, como Elizabeth Taylor.
La actriz se casó ocho veces y dos de ellas con el actor Richard Burton, el hombre a quien más tiempo estuvo unida.
Su primer matrimonio con él duró 10 años. Tras un agrio divorcio en junio de 1974, la pareja volvió a intercambiar anillos en 1975, aunque en esta ocasión la unión apenas duró siete meses.
Curiosamente, en una entrevista publicada este mes en la revista Harper's Bazaar, la actriz, de 78 años, afirma que si Richard Burton estuviera vivo, "sería inevitable que estuviéramos casados, pero no es algo que se pueda discutir".
Otros sonados encuentros y desencuentros los han protagonizado Leonardo DiCaprio y la modelo Bar Rafaeli, que fueron pareja de 2004 a 2009, se separaron a mediados de ese año y volvieron a reincidir en 2010.
El pasado enero estuvieron juntos en Hawai, así que parece que el romance sigue adelante.
Por su parte, la cantante Pink y Carey Hart se casaron en 2006, se separaron en 2008 y se reconciliaron en 2009.
Hoy acuden a un consejero sentimental para mantener a flote la relación.
Otra pareja adicta a los encuentros y los desencuentros ha sido la de Megan Fox y Brian Austin Green.
Comenzaron su romance en 2004 en el plató de la serie Hope and Faith. Se comprometieron en 2006, pero en 2009 rompieron oficialmente el compromiso. A finales de ese año se volvieron a dejar ver juntos y finalmente, en julio de 2010, anunciaban su boda. Hoy siguen, aparentemente, felizmente casados. Entre las rupturas de viejo cuño están las de parejas como Sean Penn y Robin Wright.
Su historia se remonta a 1989, cuando tras divorciarse de Madonna, Penn comenzó a salir con Robin.
Su primer hijo nacía en 1991 y su segundo en 1993.
En 1996 la pareja decidió casarse y estuvo unida hasta que a finales de 2007 presentaron los papeles de divorcio.
Se arrepintieron, volvieron a liarse en mayo de 2008, pero no funcionó y Penn decidió solicitar nuevamente el divorcio en abril de 2009, aunque volvió a arrepentirse y a reconciliarse con su mujer un mes después.
No obstante, en agosto del mismo año fue ella la que decidió separarse y en julio de 2010 se oficializaba su divorcio.
Está claro que, además de ciego, el amor es caprichoso.
Relato de un viaje imposible
Leila Guerriero y Juan José Millás desmenuzan su trabajo en el primer coloquio de "Testigos del olvido"
. .No es nada fácil escribir un buen reportaje, encontrar el equilibrio entre la información y la expresión.
Abarcarlo todo, no traicionar a nadie, atrapar al lector. La insatisfacción acompaña siempre al cronista que se acerca a un lugar para contarlo.
Peor aún si se trata de un lugar remoto y perdido del que ya nadie se acuerda. La periodista argentina Leila Guerriero y el escritor español Juan José Millas han desmenuzado esta tarde en el salón de actos de la sede central del Instituto Cervantes (en Madrid) su trabajo para El País Semanal en dos lugares lejanos: Zimbaue y Cachemira. Mientras Guerriero se mostró como una tozuda cronista en busca de los demás y, por extensión, de sí misma, Millás confensó que esta vez el resultado lo asume como un fracaso.
"No acerté con este reportaje", admitió.
Se le escapó, dijo, la verdad que buscaba ante la presión de querer contarlo todo, de querer "complacer" a todos.
El escritor fracasó en las vestiduras del periodista.
La pareja ha abierto la serie de mesas redondas que se celebrarán sobre la exposición Testigos del olvido, que reúne en el Cervantes fotografías, manuscritos y extractos de los reportajes que realizaron entre 2009 y 2010 ocho autores de primera fila sobre ocho rincones remotos del mundo.
De la mano de Médicos sin Fronteras, El País Semanal envió a Mario Vargas Llosa, Manuel Vicent, John Carlin, Guerrier y Millás, entre otros, para contar estos conflictos perdidos. El periodista y comisario de la exposición, Jesús Ruiz Mantilla, ha conducido un veloz taller de escritura y periodismo en el que se ha puesto sobre la mesa una tarea en la que regatear los tópicos y buscar una voz propia es una meta harto complicada.
Junto a él y los dos autores, Javier Sancho, "uno de los padres del proyecto", evocó la matriz de los ocho viajes, escoltados siempre por él y el fotógrafo de Médicos sin Fronteras, Juan Carlos Tomasi. "La idea surgió cuando en 2005 leí un reportaje de Martin Amis sobre la violencia en Colombia. Me pareció muy interesante ver aquel conflicto desde la mirada de un escritor. Por ello pensamos en trasladarlo a escritores hispanohablantes, embarcados en viajes a lugares cuyas crisis ya no eran foco de atención de los medios de comunicación. No se trataba de volver con periodistas al uso".
Guerriero tituló su reportaje sobre la nación con la tasa más alta del mundo de VIH "Un país que se desangra" y para recordar su experiencia leyó ("no soy buena improvisando") un relato cuyo temblor puso contra las cuerdas emocionales a un salón de actos hipnotizado con lo que escuchaba.
Evocaciones infantiles de tierras lejanas que finalmente chocaron con una realidad imposible de asumir desde el calor del primer mundo.
Guerriero leyó sin un respiro, como probablemente vivió sin un respiro sus 12 días en un país aterrado y aterrador.
Pese a ello, ahí estaba su obstinado instinto de cronista para narrar lo inenarrable.
Millás viajó a la guerra eterna de Cachemira y se equivocó, según su propia confesión, al no atreverse a contar lo que de verdad le obsesionaba: la vida en el manicomio local de un lugar señalado en el mapa como la tierra con más locos por metro cuadrado del mundo. "El psiquiátrico me obsesionaba pero opté por lo fragmentario, por los fogonazos frente al relato, la sucesión de horrores costumbrista.
Lo quise contar todo y fracasé al querer dar satisfacción a todos menos a mí mismo".
. .No es nada fácil escribir un buen reportaje, encontrar el equilibrio entre la información y la expresión.
Abarcarlo todo, no traicionar a nadie, atrapar al lector. La insatisfacción acompaña siempre al cronista que se acerca a un lugar para contarlo.
Peor aún si se trata de un lugar remoto y perdido del que ya nadie se acuerda. La periodista argentina Leila Guerriero y el escritor español Juan José Millas han desmenuzado esta tarde en el salón de actos de la sede central del Instituto Cervantes (en Madrid) su trabajo para El País Semanal en dos lugares lejanos: Zimbaue y Cachemira. Mientras Guerriero se mostró como una tozuda cronista en busca de los demás y, por extensión, de sí misma, Millás confensó que esta vez el resultado lo asume como un fracaso.
"No acerté con este reportaje", admitió.
Se le escapó, dijo, la verdad que buscaba ante la presión de querer contarlo todo, de querer "complacer" a todos.
El escritor fracasó en las vestiduras del periodista.
La pareja ha abierto la serie de mesas redondas que se celebrarán sobre la exposición Testigos del olvido, que reúne en el Cervantes fotografías, manuscritos y extractos de los reportajes que realizaron entre 2009 y 2010 ocho autores de primera fila sobre ocho rincones remotos del mundo.
De la mano de Médicos sin Fronteras, El País Semanal envió a Mario Vargas Llosa, Manuel Vicent, John Carlin, Guerrier y Millás, entre otros, para contar estos conflictos perdidos. El periodista y comisario de la exposición, Jesús Ruiz Mantilla, ha conducido un veloz taller de escritura y periodismo en el que se ha puesto sobre la mesa una tarea en la que regatear los tópicos y buscar una voz propia es una meta harto complicada.
Junto a él y los dos autores, Javier Sancho, "uno de los padres del proyecto", evocó la matriz de los ocho viajes, escoltados siempre por él y el fotógrafo de Médicos sin Fronteras, Juan Carlos Tomasi. "La idea surgió cuando en 2005 leí un reportaje de Martin Amis sobre la violencia en Colombia. Me pareció muy interesante ver aquel conflicto desde la mirada de un escritor. Por ello pensamos en trasladarlo a escritores hispanohablantes, embarcados en viajes a lugares cuyas crisis ya no eran foco de atención de los medios de comunicación. No se trataba de volver con periodistas al uso".
Guerriero tituló su reportaje sobre la nación con la tasa más alta del mundo de VIH "Un país que se desangra" y para recordar su experiencia leyó ("no soy buena improvisando") un relato cuyo temblor puso contra las cuerdas emocionales a un salón de actos hipnotizado con lo que escuchaba.
Evocaciones infantiles de tierras lejanas que finalmente chocaron con una realidad imposible de asumir desde el calor del primer mundo.
Guerriero leyó sin un respiro, como probablemente vivió sin un respiro sus 12 días en un país aterrado y aterrador.
Pese a ello, ahí estaba su obstinado instinto de cronista para narrar lo inenarrable.
Millás viajó a la guerra eterna de Cachemira y se equivocó, según su propia confesión, al no atreverse a contar lo que de verdad le obsesionaba: la vida en el manicomio local de un lugar señalado en el mapa como la tierra con más locos por metro cuadrado del mundo. "El psiquiátrico me obsesionaba pero opté por lo fragmentario, por los fogonazos frente al relato, la sucesión de horrores costumbrista.
Lo quise contar todo y fracasé al querer dar satisfacción a todos menos a mí mismo".
La libertad y los árabes MARIO VARGAS LLOSA
¿Qué mejor prueba que la caída de Mubarak de que la historia no está escrita y que toma direcciones que escapan a todas las teorías? El Occidente liberal y democrático debería celebrarlo .
El movimiento popular que ha sacudido a países como Túnez, Egipto, Yemen y cuyas réplicas han llegado hasta Argelia, Marruecos y Jordania es el más rotundo desmentido a quienes, como Thomas Carlyle, creen que "la historia del mundo es la biografía de los grandes hombres".
Ningún caudillo, grupo o partido político puede atribuirse ese sísmico levantamiento social que ha decapitado ya la satrapía tunecina de Ben Ali y la egipcia de Hosni Mubarak, tiene al borde del desplome a la yemenita de Ali Abdalá Saleh y provoca escalofríos en los gobiernos de los países donde la onda convulsiva ha llegado más débilmente como en Siria, Jordania, Argelia, Marruecos y Arabia Saudí.
Lo que sí sabemos es que, en su origen, este movimiento ha sido civil, no religioso
Lo ocurrido debería haber barrido reticencias inspiradas en prejuicios culturales y racistas
Es obvio que nadie podía prever lo que ha ocurrido en las sociedades autoritarias árabes y que el mundo entero y, en especial, los analistas, la prensa, las cancillerías y think tanks políticos occidentales se han visto tan sorprendidos por la explosión socio-política árabe como lo estuvieron con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y sus satélites.
No es arbitrario acercar ambos acontecimientos: los dos tienen una trascendencia semejante para las respectivas regiones y lanzan precipitaciones y secuelas políticas para el resto del mundo.
¿Qué mejor prueba que la historia no está escrita y que ella puede tomar de pronto direcciones imprevistas que escapan a todas las teorías que pretenden sujetarla dentro de cauces lógicos?
Dicho esto, no es imposible discernir alguna racionalidad en ese contagioso movimiento de protesta que se inicia, como en una historia fantástica, con la inmolación por el fuego de un pobre y desesperado tunecino de provincia llamado Mohamed Bouazizi y con la rapidez del fuego se extiende por todo el Oriente Próximo.
Los países donde ello ha ocurrido padecían dictaduras de decenas de años, corruptas hasta el tuétano, cuyos gobernantes, parientes cercanos y clientelas oligárquicas habían acumulado inmensas fortunas, bien seguras en el extranjero, mientras la pobreza y el desempleo, así como la falta de educación y salud, mantenían a enormes sectores de la población en niveles de mera subsistencia y a veces en la hambruna.
La corrupción generalizada y un sistema de favoritismo y privilegio cerraban a la mayoría de la población todos los canales de ascenso económico y social.
Ahora bien, este estado de cosas, que ha sido el de innumerables países a lo largo de la historia, jamás hubiera provocado el alzamiento sin un hecho determinante de los tiempos modernos: la globalización. La revolución de la información ha ido agujereando por doquier los rígidos sistemas de censura que las satrapías árabes habían instalado a fin de tener a los pueblos que explotaban y saqueaban en la ignorancia y el oscurantismo tradicionales. Pero ahora es muy difícil, casi imposible, para un gobierno someter a la sociedad entera a las tinieblas mediáticas a fin de manipularla y engañarla como antaño. La telefonía móvil, el internet, los blogs, el Facebook, el Twitter, las cadenas internacionales de televisión y demás resortes de la tecnología audiovisual han llevado a todos los rincones del mundo la realidad de nuestro tiempo y forzado unas comparaciones que, por supuesto, han mostrado a las masas árabes el anacronismo y barbarie de los regímenes que padecían y la distancia que los separa de los países modernos. Y esos mismos instrumentos de la nueva tecnología han permitido que los manifestantes coordinaran acciones y pudieran introducir cierto orden en lo que en un primer momento pudo parecer una caótica explosión de descontento anárquico. No ha sido así. Uno de los rasgos más sorprendentes de la rebeldía árabe han sido los esfuerzos de los manifestantes por atajar el vandalismo y salir al frente, como en Egipto, de los matones enviados por el régimen a cometer tropelías para desprestigiar el alzamiento e intimidar a la prensa.
La lentitud (para no decir la cobardía) con que los países occidentales -sobre todo los de Europa- han reaccionado, vacilando primero ante lo que ocurría y luego con vacuas declaraciones de buenas intenciones a favor de una solución negociada del conflicto, en vez de apoyar a los rebeldes, tiene que haber causado terrible decepción a los millones de manifestantes que se lanzaron a las calles en los países árabes pidiendo "libertad" y "democracia" y descubrieron que los países libres los miraban con recelo y a veces pánico.
Y comprobar, entre otras cosas, que los partidos políticos de Mubarak y Ben Ali ¡eran miembros activos de la Internacional Socialista! Vaya manera de promocionar la social democracia y los derechos humanos en el Oriente Próximo.
La equivocación garrafal de Occidente ha sido ver en el movimiento emancipador de los árabes un caballo de Troya gracias al cual el integrismo islámico podía apoderarse de toda la región y el modelo iraní -una satrapía de fanáticos religiosos- se extendería por todo el Oriente Próximo.
La verdad es que el estallido popular no estuvo dirigido por los integristas y que, hasta ahora al menos, éstos no lideran el movimiento emancipador ni pretenden hacerlo.
Ellos parecen mucho más conscientes que las cancillerías occidentales de que lo que moviliza a los jóvenes de ambos sexos tunecinos, egipcios, yemenitas y los demás no son la sharia y el deseo de que unos clérigos fanáticos vengan a reemplazar a los dictadorzuelos cleptómanos de los que quieren sacudirse.
Habría que ser ciegos o muy prejuiciados para no advertir que el motor secreto de este movimiento es un instinto de libertad y de modernización.
Desde luego que no sabemos aún la deriva que tomará esta rebelión y, por supuesto, no se puede descartar que, en la confusión que todavía prevalece, el integrismo o el Ejército traten de sacar partido.
Pero, lo que sí sabemos es que, en su origen y primer desarrollo, este movimiento ha sido civil, no religioso, y claramente inspirado en ideales democráticos de libertad política, libertad de prensa, elecciones libres, lucha contra la corrupción, justicia social, oportunidades para trabajar y mejorar.
El Occidente liberal y democrático debería celebrar este hecho como una extraordinaria confirmación de la vigencia universal de los valores que representa la cultura de la libertad y volcar todo su apoyo hacia los pueblos árabes en este momento de su lucha contra los tiranos.
No sólo sería un acto de justicia sino también una manera de asegurar la amistad y la colaboración con un futuro Oriente Próximo libre y democrático.
Porque ésta es ahora una posibilidad real.
Hasta antes de esta rebelión popular a muchos nos parecía difícil.
Lo ocurrido en Irán, y, en cierta forma, en Irak, justificaba cierto pesimismo respecto a la opción democrática en el mundo árabe.
Pero lo ocurrido estas últimas semanas debería haber barrido esas reticencias y temores, inspirados en prejuicios culturales y racistas.
La libertad no es un valor que sólo los países cultos y evolucionados aprecian en todo lo que significa.
Masas desinformadas, discriminadas y explotadas pueden también, por caminos tortuosos a menudo, descubrir que la libertad no es un ente retórico desprovisto de sustancia, sino una llave maestra muy concreta para salir del horror, un instrumento para construir una sociedad donde hombres y mujeres puedan vivir sin miedo, dentro de la legalidad y con oportunidades de progreso.
Ha ocurrido en el Asia, en América Latina, en los países que vivieron sometidos a la férula de la Unión Soviética.
Y ahora -por fin- está empezando a ocurrir también en los países árabes con una fuerza y heroísmo extraordinarios.
Nuestra obligación es mostrarles nuestra solidaridad activa, porque la transformación de Oriente Próximo en una tierra de libertad no sólo beneficiará a millones de árabes sino al mundo entero en general (incluido, por supuesto, Israel, aunque el Gobierno extremista de Netanyahu sea incapaz de entenderlo).
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2011. © Mario Vargas Llosa, 2011.
El movimiento popular que ha sacudido a países como Túnez, Egipto, Yemen y cuyas réplicas han llegado hasta Argelia, Marruecos y Jordania es el más rotundo desmentido a quienes, como Thomas Carlyle, creen que "la historia del mundo es la biografía de los grandes hombres".
Ningún caudillo, grupo o partido político puede atribuirse ese sísmico levantamiento social que ha decapitado ya la satrapía tunecina de Ben Ali y la egipcia de Hosni Mubarak, tiene al borde del desplome a la yemenita de Ali Abdalá Saleh y provoca escalofríos en los gobiernos de los países donde la onda convulsiva ha llegado más débilmente como en Siria, Jordania, Argelia, Marruecos y Arabia Saudí.
Lo que sí sabemos es que, en su origen, este movimiento ha sido civil, no religioso
Lo ocurrido debería haber barrido reticencias inspiradas en prejuicios culturales y racistas
Es obvio que nadie podía prever lo que ha ocurrido en las sociedades autoritarias árabes y que el mundo entero y, en especial, los analistas, la prensa, las cancillerías y think tanks políticos occidentales se han visto tan sorprendidos por la explosión socio-política árabe como lo estuvieron con la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y sus satélites.
No es arbitrario acercar ambos acontecimientos: los dos tienen una trascendencia semejante para las respectivas regiones y lanzan precipitaciones y secuelas políticas para el resto del mundo.
¿Qué mejor prueba que la historia no está escrita y que ella puede tomar de pronto direcciones imprevistas que escapan a todas las teorías que pretenden sujetarla dentro de cauces lógicos?
Dicho esto, no es imposible discernir alguna racionalidad en ese contagioso movimiento de protesta que se inicia, como en una historia fantástica, con la inmolación por el fuego de un pobre y desesperado tunecino de provincia llamado Mohamed Bouazizi y con la rapidez del fuego se extiende por todo el Oriente Próximo.
Los países donde ello ha ocurrido padecían dictaduras de decenas de años, corruptas hasta el tuétano, cuyos gobernantes, parientes cercanos y clientelas oligárquicas habían acumulado inmensas fortunas, bien seguras en el extranjero, mientras la pobreza y el desempleo, así como la falta de educación y salud, mantenían a enormes sectores de la población en niveles de mera subsistencia y a veces en la hambruna.
La corrupción generalizada y un sistema de favoritismo y privilegio cerraban a la mayoría de la población todos los canales de ascenso económico y social.
Ahora bien, este estado de cosas, que ha sido el de innumerables países a lo largo de la historia, jamás hubiera provocado el alzamiento sin un hecho determinante de los tiempos modernos: la globalización. La revolución de la información ha ido agujereando por doquier los rígidos sistemas de censura que las satrapías árabes habían instalado a fin de tener a los pueblos que explotaban y saqueaban en la ignorancia y el oscurantismo tradicionales. Pero ahora es muy difícil, casi imposible, para un gobierno someter a la sociedad entera a las tinieblas mediáticas a fin de manipularla y engañarla como antaño. La telefonía móvil, el internet, los blogs, el Facebook, el Twitter, las cadenas internacionales de televisión y demás resortes de la tecnología audiovisual han llevado a todos los rincones del mundo la realidad de nuestro tiempo y forzado unas comparaciones que, por supuesto, han mostrado a las masas árabes el anacronismo y barbarie de los regímenes que padecían y la distancia que los separa de los países modernos. Y esos mismos instrumentos de la nueva tecnología han permitido que los manifestantes coordinaran acciones y pudieran introducir cierto orden en lo que en un primer momento pudo parecer una caótica explosión de descontento anárquico. No ha sido así. Uno de los rasgos más sorprendentes de la rebeldía árabe han sido los esfuerzos de los manifestantes por atajar el vandalismo y salir al frente, como en Egipto, de los matones enviados por el régimen a cometer tropelías para desprestigiar el alzamiento e intimidar a la prensa.
La lentitud (para no decir la cobardía) con que los países occidentales -sobre todo los de Europa- han reaccionado, vacilando primero ante lo que ocurría y luego con vacuas declaraciones de buenas intenciones a favor de una solución negociada del conflicto, en vez de apoyar a los rebeldes, tiene que haber causado terrible decepción a los millones de manifestantes que se lanzaron a las calles en los países árabes pidiendo "libertad" y "democracia" y descubrieron que los países libres los miraban con recelo y a veces pánico.
Y comprobar, entre otras cosas, que los partidos políticos de Mubarak y Ben Ali ¡eran miembros activos de la Internacional Socialista! Vaya manera de promocionar la social democracia y los derechos humanos en el Oriente Próximo.
La equivocación garrafal de Occidente ha sido ver en el movimiento emancipador de los árabes un caballo de Troya gracias al cual el integrismo islámico podía apoderarse de toda la región y el modelo iraní -una satrapía de fanáticos religiosos- se extendería por todo el Oriente Próximo.
La verdad es que el estallido popular no estuvo dirigido por los integristas y que, hasta ahora al menos, éstos no lideran el movimiento emancipador ni pretenden hacerlo.
Ellos parecen mucho más conscientes que las cancillerías occidentales de que lo que moviliza a los jóvenes de ambos sexos tunecinos, egipcios, yemenitas y los demás no son la sharia y el deseo de que unos clérigos fanáticos vengan a reemplazar a los dictadorzuelos cleptómanos de los que quieren sacudirse.
Habría que ser ciegos o muy prejuiciados para no advertir que el motor secreto de este movimiento es un instinto de libertad y de modernización.
Desde luego que no sabemos aún la deriva que tomará esta rebelión y, por supuesto, no se puede descartar que, en la confusión que todavía prevalece, el integrismo o el Ejército traten de sacar partido.
Pero, lo que sí sabemos es que, en su origen y primer desarrollo, este movimiento ha sido civil, no religioso, y claramente inspirado en ideales democráticos de libertad política, libertad de prensa, elecciones libres, lucha contra la corrupción, justicia social, oportunidades para trabajar y mejorar.
El Occidente liberal y democrático debería celebrar este hecho como una extraordinaria confirmación de la vigencia universal de los valores que representa la cultura de la libertad y volcar todo su apoyo hacia los pueblos árabes en este momento de su lucha contra los tiranos.
No sólo sería un acto de justicia sino también una manera de asegurar la amistad y la colaboración con un futuro Oriente Próximo libre y democrático.
Porque ésta es ahora una posibilidad real.
Hasta antes de esta rebelión popular a muchos nos parecía difícil.
Lo ocurrido en Irán, y, en cierta forma, en Irak, justificaba cierto pesimismo respecto a la opción democrática en el mundo árabe.
Pero lo ocurrido estas últimas semanas debería haber barrido esas reticencias y temores, inspirados en prejuicios culturales y racistas.
La libertad no es un valor que sólo los países cultos y evolucionados aprecian en todo lo que significa.
Masas desinformadas, discriminadas y explotadas pueden también, por caminos tortuosos a menudo, descubrir que la libertad no es un ente retórico desprovisto de sustancia, sino una llave maestra muy concreta para salir del horror, un instrumento para construir una sociedad donde hombres y mujeres puedan vivir sin miedo, dentro de la legalidad y con oportunidades de progreso.
Ha ocurrido en el Asia, en América Latina, en los países que vivieron sometidos a la férula de la Unión Soviética.
Y ahora -por fin- está empezando a ocurrir también en los países árabes con una fuerza y heroísmo extraordinarios.
Nuestra obligación es mostrarles nuestra solidaridad activa, porque la transformación de Oriente Próximo en una tierra de libertad no sólo beneficiará a millones de árabes sino al mundo entero en general (incluido, por supuesto, Israel, aunque el Gobierno extremista de Netanyahu sea incapaz de entenderlo).
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