El abuso de las inyecciones paralizantes refleja la presión social para aparentar ser jóvenes - Se uniformiza un tipo de rostro poco expresivo entre los famosos .
A Martin Scorsese le cuesta cada vez más encontrar actrices que transmitan emociones en los planos cortos.
El director de cine estadounidense se ha declarado contrario al efecto que conlleva el abuso del botox y de los lifting que bombardean cualquier atisbo natural de comunicación no verbal.
En Hollywood la plasticidad de las caras retocadas empieza a ser un inconveniente más que un bálsamo estético.
La actriz Nicole Kidman lamenta ahora haberse retocado
España es uno de los países que más operaciones de estética realiza
Un 3% de los que se operan se convierten en asiduos de la cirugía plástica
La esperanza de vida se ha alargado y con ella los años de juventud
La batalla para parecer eternamente joven en un mundo cada vez más competitivo no solo atañe al ámbito del espectáculo, también se libra en la calle, aunque los hombres y las mujeres, huyen ya de los excesos y buscan una aparente naturalidad. ¿Pero cuál es el precio de parecer más jóvenes? ¿Cuál es la edad que se quiere aparentar?
Las personas cada vez viven más años.
En España, la esperanza de vida se ha elevado hasta los 78,55 años en los hombres y 84,56 para las mujeres en 2009.
Además, la crisis del modelo social actual, que los expertos hablan de cambiante, líquido, instalado en lo reversible, lo provisional, hace un buen maridaje con las cirugías estéticas no invasivas. Se trata del ahora me pongo, ahora me quito.
La creencia de que la felicidad consiste en tener un buen aspecto físico está muy implantada. Según los expertos, la sociedad occidental tiene sobrevalorados la juventud y el culto al cuerpo.
Testimonios de mujeres famosas y de a pie que empiezan a mostrar signos de arrepentimiento por la falta de expresividad en sus rostros tras hacer uso de infiltraciones de la toxina botulínica, más conocida como botox, evidencian una tendencia a la reflexión y abren un debate sobre la necesidad de verse jóvenes sin perder el valor de la expresión.
La actriz Nicole Kidman confesó hace poco en público que no solo había sido una asidua a las inyecciones de botox, sino que estaba arrepentida y que "no le había gustado el efecto". La cantante Sharon Osbourne, esposa de Ozzy Osbourne, ya renegó hace un par de años de su adicción al botox.
Llegó a decir que le daba miedo acabar como "esa gente que parece que tiene el rostro planchado y congelado".
Casi todo el mundo está ya familiarizado con el botox.
La toxina botulínica es uno de los tratamientos antienvejecimiento más demandados actualmente.
Se aplica principalmente en la mitad superior del rostro, el entrecejo es una de las zonas más habituales. Según los especialistas, esta sustancia paraliza temporalmente los músculos evitando que se contraigan, de esta forma, se previene la formación de arrugas y las existentes se suavizan hasta ser casi inapreciables.
Pacientes y cirujanos lo recomiendan porque, según dicen, no requiere preparación ni cuidados posteriores, no es doloroso y no deja cicatrices. Y además, es más barato que el lifting.
No hay nada nuevo en el hecho de que las personas expuestas al público se retoquen, tampoco hay nada nuevo en que el resto de mujeres y hombres sigan los cánones de belleza que marcan el cine y la televisión. Lo que sí está cambiando es que cada vez se hace a una edad más temprana.
Según un estudio realizado por la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre), el 43% de las intervenciones quirúrgicas se realizaron a pacientes de 30 a 44 años, el 35% a aquellos de más de 45 y el 22% restante, a los menores de 30. En EE UU, el 20% de las pacientes tiene menos de 34.
El auge del lifting en los años ochenta y noventa, cuando evolucionaron las técnicas quirúrgicas agresivas para modificar los signos de la vejez a edades entre los 60 y 65 años, dio paso a fórmulas menos invasivas, como el botox, que según los expertos ha revolucionado la cirugía estética en los últimos 20 años.
Hoy, crece el uso de materiales de relleno, aplicaciones con láser, mesoterapia y radiofrecuencia, técnicas menos invasivas con el cuerpo pero que buscan lo mismo: detener el paso del tiempo.
La silicona, el botox y las liposucciones siguen siendo reclamo aunque han descendido con la crisis económica.
España es uno de los países que más operaciones de estética efectúa, por detrás de Argentina, México y EE UU.
Las cirugías faciales representaron en 2009 el 41,6% de las 105.000 operaciones de estética que se hicieron en España el año pasado, y en nueve de cada diez operaciones de cirugía la operada era una mujer.
La cifra representa aproximadamente un 27% menos que el año anterior, según la Secpre.
Mientras el lifting baja, el botox sube porque es mucho más económico; 400 euros la sesión frente a los 9.000 o 12.000 euros del lifting.
Aunque el botox requiere de retoques cada seis meses.
Las clínicas ingresaron unos 106 millones de euros por las cirugías plásticas en 2009, lo que supone más de 1.000 euros por cada una, sin contar los honorarios de los médicos, que pueden ser parecidos a esa cifra o seis veces más altos.
Los cirujanos juegan la baza de que la satisfacción con el aspecto físico supone un beneficio para las personas en muchos ámbitos de la vida. "Por eso, carece de sentido pensar en ella como una aplicación frívola o secundaria ya que como hemos visto, la apariencia física supone un elemento central en el bienestar de las personas", opinan en la Secpre.
Hay una frase recurrente en las consultas de cirugía plástica: "Que sea natural". Los pechos exagerados y los labios abultados son ya historia frente a la búsqueda de resultados más naturales y sutiles. Para el cirujano plástico Jaume Masià, la cirugía es cuestión de coherencia.
El responsable de la Unidad Avanzada de Reconstrucción Mamaria, Microcirugía y Linfedema de la Clínica Planas, en Barcelona, cree que hace tiempo que se ha demostrado que los cirujanos plásticos no tienen una varita mágica. "Tener 50 años y querer aparentar 20 no funciona porque se ha visto que se pierde la naturalidad cronológica.
Sí es verdad que antes se abusaba con los excesos.
Se trata de mejorar y optimizar cada momento en la vida de las personas y que se sientan mejor consigo mismas", explica Masià, recientemente nombrado presidente de la Secpre.
El cirujano plástico Juan Peña lleva 30 años ejerciendo la profesión, intentando lograr resultados naturales en sus pacientes.
Trabaja en el Hospital San Rafael de Madrid, además de tener una consulta privada. Asegura que todos los excesos son malos porque el sentido de la belleza es la armonía. "El criterio del médico es fundamental.
Saber decir que no a un paciente a tiempo es una victoria, la fama no te la dan los pacientes que operas sino los que rechazas".
Aunque todo el mundo sueña con la naturalidad, es la "apariencia" de la naturalidad. Joana Bonet, directora de la revista Marie Claire y colaboradora del programa Hoy por hoy de la Cadena SER opina que se trata de una falsa naturalidad.
"Se ha idealizado porque vivimos en pleno apogeo del juvenismo.
Ese elogio hacia la juventud se ha convertido en un icono, cuando en los años sesenta y setenta se proyectaba la belleza como imagen de la madurez y equivalía a plenitud.
Ahora se vive una presión social para parecer joven. Vivimos implantados en esa impostura que por otro lado se justifica por el alargamiento de la esperanza de vida".
Adriana, nombre ficticio, tiene 37 años y hace un año y medio probó a inyectarse botox encima de la ceja.
Le gustó el efecto porque fue mínimo y por eso hace un mes repitió en un centro de estética de Madrid.
Pero no resultó igual y se arrepintió desde el momento en que no sentía la frente. "Tengo la sensación de que se me ha hecho el ojo más pequeño.
La gente me dice que no se nota mucho pero yo lo noto, pierdes expresividad. Hay que tener cuidado con esto porque hay gente que tiene mucho vicio y se les queda la misma cara ría, llore o esté seria. Eso me horroriza".
A la Asociación del Defensor del Paciente llegan reclamaciones de personas que se han arrepentido porque no era lo que esperaban o porque quieren reclamar por negligencia, como por ejemplo por una parálisis facial.
La presidenta de la asociación, Carmen Flores, advierte de la importancia de acudir a centros especializados para evitar prácticas poco ortodoxas.
"La Administración debería tener un mayor control, porque las inyecciones las está poniendo gente que no son cirujanos, hay mucho intrusismo", dice.
Recientemente, el cirujano facial británico Norman Waterhouse, ex presidente de la Asociación Británica de Estética y Cirujanos Plásticos aseguraba en The Guardian que el rostro edad cero, es un efecto del abuso de las cirugías.
"El uso de sustancias de relleno expande la piel.
Si uno las usa demasiado, a medida que desaparecen necesita más de ellas para cubrir los espacios y así es como uno queda atrapado en el ciclo botox".
Un dato: un 3% de los pacientes que acuden a un cirujano se convierten en consumidores de cirugía estética.
Los especialistas dicen que la cirugía debe servir para mejorar la autoestima o para superar complejos, nunca para parecerse a otra persona.
Mientras la mayoría de la gente que se expone públicamente utiliza estos tratamientos, entre el gran público sí que hay una tendencia hacia la naturalidad, hacia la belleza natural y responsable.
Esto se empieza a ver con el movimiento que se ha levantado contra el uso del photoshop y los retoques fotográficos. "Corremos el peligro de convertirnos en una sociedad con una iconografía muy hierática, con rasgos muy estandarizados, con falta de matiz, de riqueza gestual y expresiva que es lo más dramático del abuso de la cirugía plástica y estética", dice Joana Bonet.
8 feb 2011
Bernadette Chirac, musa de una colección de ropa
A sus 77 años la ex primera dama de Francia es un ídolo juvenil .
Desde que ha dejado el Elíseo, Bernadette Chirac parece una mujer nueva. Lejos ha quedado la imagen de la señora algo anticuada retratada con humor cruel por las marionetas de los guiñoles franceses.
Aparecía con el pelo cardado, agarrada a su bolso y callada, totalmente eclipsada por su carismático y campechano marido, el expresidente Jacques Chirac.
Discreta en su etapa de primera dama, Bernadette multiplica a sus 77 años las apariciones públicas.
Esta semana sin ir más lejos ha sido ella quien ha dado la cara para negar los rumores que le atribuyen la enfermedad de Alzhéimer a su esposo.
La nueva Bernadette incluso se ha convertido en icono fashion: el joven modista suizo Marc Delattre -de 21 años- comercializa con éxito camisetas con su retrato.
Tras el éxito de la línea, ahora llegan las camisetas de Jacques Chirac
"Quería vender algo diferente a las camisetas típicas con la imagen de modelos como Kate Moss", explica el ginebrino.
Estaba de vacaciones leyendo una revista en la playa, con imágenes de la señora Chirac en las que se hacían eco de su paso por la fiesta de celebración de los 20 años de la discoteca VIP Room en Saint-Tropez. "Pensé: 'Esta mujer es increíble'.
Tiene la edad de mi abuela, va a las discotecas, le gusta la moda.... Tiene temperamento, representa a la personalidad francesa por excelencia, es simplemente un icono", añade. "Creí que era tan alternativo que seguro que si utilizaba su cara para hacer camisetas funcionaría". Y así fue.
Delattre empezó a comercializar a través de su web (commemarc.fr) tres tipos de camisetas, pero la que más llamó la atención fue la de la ex primera dama, retratada con unas gafas de sol pilote que le dan un toque moderno.
Hace varios meses que lanzó el modelo, y desde entonces ha multiplicado los personajes. Abarcan desde la exministra de Justicia Rachida Dati hasta la escandalosa Paris Hilton. Y sin embargo, el más emblemático sigue siendo el de Bernadette.
"A día de hoy sigue funcionando muy bien, no me esperaba tanto éxito", comenta Delattre. "La clientela es muy amplia. Están los jóvenes por supuesto, pero también personas mayores a las que les hace gracia".
El año pasado, Delattre pudo reunirse con su musa.
"Cuando me contactó su directora de comunicación me dio miedo que se lo hubiera tomado a mal", recuerda el joven modista.
Fue todo lo contrario. "Estaba encantada y me comentó que le sorprendió que funcionara tan bien".
La marca, a punto de cumplir su primer año de existencia, cuenta con algunos puntos de venta en París y en Lyon, pero se vende principalmente a través de Internet por todo el mundo.
Ante el éxito de Bernadette, Delattre cuenta ahora con el tirón de su marido.
Esta semana comercializará también la camiseta del propio Jacques Chirac.
Mientras, la señora Chirac, que desde abril del año pasado es consejera del imperio del lujo LVMH, sigue a lo suyo.
Está volcada con la Fundación Hospitales de Francia que recauda fondos para mejorar las condiciones de niños y personas mayores en los hospitales.
Desde que ha dejado el Elíseo, Bernadette Chirac parece una mujer nueva. Lejos ha quedado la imagen de la señora algo anticuada retratada con humor cruel por las marionetas de los guiñoles franceses.
Aparecía con el pelo cardado, agarrada a su bolso y callada, totalmente eclipsada por su carismático y campechano marido, el expresidente Jacques Chirac.
Discreta en su etapa de primera dama, Bernadette multiplica a sus 77 años las apariciones públicas.
Esta semana sin ir más lejos ha sido ella quien ha dado la cara para negar los rumores que le atribuyen la enfermedad de Alzhéimer a su esposo.
La nueva Bernadette incluso se ha convertido en icono fashion: el joven modista suizo Marc Delattre -de 21 años- comercializa con éxito camisetas con su retrato.
Tras el éxito de la línea, ahora llegan las camisetas de Jacques Chirac
"Quería vender algo diferente a las camisetas típicas con la imagen de modelos como Kate Moss", explica el ginebrino.
Estaba de vacaciones leyendo una revista en la playa, con imágenes de la señora Chirac en las que se hacían eco de su paso por la fiesta de celebración de los 20 años de la discoteca VIP Room en Saint-Tropez. "Pensé: 'Esta mujer es increíble'.
Tiene la edad de mi abuela, va a las discotecas, le gusta la moda.... Tiene temperamento, representa a la personalidad francesa por excelencia, es simplemente un icono", añade. "Creí que era tan alternativo que seguro que si utilizaba su cara para hacer camisetas funcionaría". Y así fue.
Delattre empezó a comercializar a través de su web (commemarc.fr) tres tipos de camisetas, pero la que más llamó la atención fue la de la ex primera dama, retratada con unas gafas de sol pilote que le dan un toque moderno.
Hace varios meses que lanzó el modelo, y desde entonces ha multiplicado los personajes. Abarcan desde la exministra de Justicia Rachida Dati hasta la escandalosa Paris Hilton. Y sin embargo, el más emblemático sigue siendo el de Bernadette.
"A día de hoy sigue funcionando muy bien, no me esperaba tanto éxito", comenta Delattre. "La clientela es muy amplia. Están los jóvenes por supuesto, pero también personas mayores a las que les hace gracia".
El año pasado, Delattre pudo reunirse con su musa.
"Cuando me contactó su directora de comunicación me dio miedo que se lo hubiera tomado a mal", recuerda el joven modista.
Fue todo lo contrario. "Estaba encantada y me comentó que le sorprendió que funcionara tan bien".
La marca, a punto de cumplir su primer año de existencia, cuenta con algunos puntos de venta en París y en Lyon, pero se vende principalmente a través de Internet por todo el mundo.
Ante el éxito de Bernadette, Delattre cuenta ahora con el tirón de su marido.
Esta semana comercializará también la camiseta del propio Jacques Chirac.
Mientras, la señora Chirac, que desde abril del año pasado es consejera del imperio del lujo LVMH, sigue a lo suyo.
Está volcada con la Fundación Hospitales de Francia que recauda fondos para mejorar las condiciones de niños y personas mayores en los hospitales.
Las cartas privadas de Magritte desvelan su faceta más comercial
Las misivas, hasta ahora inéditas, se muestran junto a cinco obras del autor que Sotheby's subasta hoy en Londres .
La correspondencia que Magritte mantuvo entre 1947 y 1967 con Alexander Iolas, su marchante de arte en Nueva York, muestran la desconocida faceta comercial del genial pintor surrealista.
En las cartas, completamente inéditas y acompañadas de más de 40 ilustraciones, el pintor belga aparece como un artista profundamente involucrado en todo lo relacionado con la comercialización de su obra.
Aunque Sotheby's no subastará las cartas hasta junio en Nueva York, se encuentran en Londres para ser mostradas junto con cinco obras del autor belga, que saldrán a la venta hoy martes.
Entre ellas, alguna de las imágenes más popularmente identificadas con Magritte, como su hombre con bombín o la acuarela Le Maître d'école, que podría alcanzar el millón y medio de euros.
René Magritte (Lessines, 1898 - Bruselas, 1967), uno de los mayores representantes del surrealismo, ejerció siempre un control absoluto sobre todo lo relacionado con su obra. Las cartas entre el pintor belga e Iolas, en poder de un coleccionista americano durante los últimos 20 años, demuestran con gran detallismo cómo impartía instrucciones precisas acerca de dónde y cómo debían de exponerse o enmarcarse cada una de sus obras, así como el texto exacto que debía colocarse junto a ellas en las exposiciones y dentro de los catálogos.
Para Marsha Malinowski, especialista en libros y manuscritos de Sotheby's, estas cartas son importantes no sólo por su rareza y por las ilustraciones que incluyen, sino porque "descubren la relación que tenía con el galerista que le dió fama internacional tras su primera exposición en Nueva York, en 1947.
Tuvo tanto éxito que después de aquella vendrían otras, y le otorgó prestigio mundial". Magritte, como el artista británico Damien Hirst hoy, "es uno de los pocos artistas que han tenido éxito a la hora de comercializar sus propias obras".
Entre ellos, el histriónico pintor de Figueres, Salvador Dalí.
"Mis cuadros son una manifestación visual de la poesía", dijo Magritte una vez para describir su propia obra.
Así, las cartas vienen a ser una manifestación poética de sus ideas visuales, y revelan la vinculación entre palabra e imagen, que es esencial en su producción artística.
En algunos casos, las explicaciones de Magritte para sus escenas más extrañas son tan crípticas como las propias imágenes, que el crítico de arte Robert Hughes describió como "instantáneas de lo imposible" y cuyos bocetos aparecen en los márgenes de las cartas.
Algunas de sus creaciones más célebres, como el hombre sin rostro de Le Liberateur y la silla sobre la silla en La Légende des siècles, aparecen por primera vez en estos documentos.
Estos motivos se verán más tarde en algunas de sus obras más conocidas, realizadas entre los años 50 y 60.
Viajó a París en 1927 para conocer y aprender de los pintores surrealistas, cosa que hizo, pero decidió regresar a Bélgica al cabo de tres años "al no gustarle las actividades extracurriculares del grupo", en palabras de Malinowski: alcohol y drogas no encajaban en la personalidad de un hombre de orden como Magritte, que volvería a casa "para seguir creando y comercializando su obra".
Las imágenes de Magritte, siempre ingeniosas y provocadoras, no fueron nunca concebidas para una contemplación apacible.
Su objetivo era sorprender y desafiar esa idea preconcebida de la realidad que tiene el observador, forzándole a cuestionarse el entorno que lo rodea.
Un misterio hecho "para ser confrontado, no analizado", en palabras de David Sylvester, experto en el pintor belga.
Según datos de Sotheby's las cartas, que serán vendidas en Nueva York en junio, tienen un valor aproximado de entre 110.000 y 185.000 euros.
La correspondencia que Magritte mantuvo entre 1947 y 1967 con Alexander Iolas, su marchante de arte en Nueva York, muestran la desconocida faceta comercial del genial pintor surrealista.
En las cartas, completamente inéditas y acompañadas de más de 40 ilustraciones, el pintor belga aparece como un artista profundamente involucrado en todo lo relacionado con la comercialización de su obra.
Aunque Sotheby's no subastará las cartas hasta junio en Nueva York, se encuentran en Londres para ser mostradas junto con cinco obras del autor belga, que saldrán a la venta hoy martes.
Entre ellas, alguna de las imágenes más popularmente identificadas con Magritte, como su hombre con bombín o la acuarela Le Maître d'école, que podría alcanzar el millón y medio de euros.
René Magritte (Lessines, 1898 - Bruselas, 1967), uno de los mayores representantes del surrealismo, ejerció siempre un control absoluto sobre todo lo relacionado con su obra. Las cartas entre el pintor belga e Iolas, en poder de un coleccionista americano durante los últimos 20 años, demuestran con gran detallismo cómo impartía instrucciones precisas acerca de dónde y cómo debían de exponerse o enmarcarse cada una de sus obras, así como el texto exacto que debía colocarse junto a ellas en las exposiciones y dentro de los catálogos.
Para Marsha Malinowski, especialista en libros y manuscritos de Sotheby's, estas cartas son importantes no sólo por su rareza y por las ilustraciones que incluyen, sino porque "descubren la relación que tenía con el galerista que le dió fama internacional tras su primera exposición en Nueva York, en 1947.
Tuvo tanto éxito que después de aquella vendrían otras, y le otorgó prestigio mundial". Magritte, como el artista británico Damien Hirst hoy, "es uno de los pocos artistas que han tenido éxito a la hora de comercializar sus propias obras".
Entre ellos, el histriónico pintor de Figueres, Salvador Dalí.
"Mis cuadros son una manifestación visual de la poesía", dijo Magritte una vez para describir su propia obra.
Así, las cartas vienen a ser una manifestación poética de sus ideas visuales, y revelan la vinculación entre palabra e imagen, que es esencial en su producción artística.
En algunos casos, las explicaciones de Magritte para sus escenas más extrañas son tan crípticas como las propias imágenes, que el crítico de arte Robert Hughes describió como "instantáneas de lo imposible" y cuyos bocetos aparecen en los márgenes de las cartas.
Algunas de sus creaciones más célebres, como el hombre sin rostro de Le Liberateur y la silla sobre la silla en La Légende des siècles, aparecen por primera vez en estos documentos.
Estos motivos se verán más tarde en algunas de sus obras más conocidas, realizadas entre los años 50 y 60.
Viajó a París en 1927 para conocer y aprender de los pintores surrealistas, cosa que hizo, pero decidió regresar a Bélgica al cabo de tres años "al no gustarle las actividades extracurriculares del grupo", en palabras de Malinowski: alcohol y drogas no encajaban en la personalidad de un hombre de orden como Magritte, que volvería a casa "para seguir creando y comercializando su obra".
Las imágenes de Magritte, siempre ingeniosas y provocadoras, no fueron nunca concebidas para una contemplación apacible.
Su objetivo era sorprender y desafiar esa idea preconcebida de la realidad que tiene el observador, forzándole a cuestionarse el entorno que lo rodea.
Un misterio hecho "para ser confrontado, no analizado", en palabras de David Sylvester, experto en el pintor belga.
Según datos de Sotheby's las cartas, que serán vendidas en Nueva York en junio, tienen un valor aproximado de entre 110.000 y 185.000 euros.
Catedráticos de la 'modernez'
Cuando el pasado verano la revista neoyorquina n+1 anunció que iba a tomar por una tarde una sala de la New School de Manhattan con un coloquio sobre la realidad de los modernos -hipsters, en adelante-, alumnos de la Universidad y parte de los lectores de esta revista bianual de ensayo sociocultural no ocultaron su indignación.
Un tema tan frívolo no podía entrar en la catedral del conocimiento. Albricias, el fin del mundo... otra vez. "Tratamos de ser ligeramente satíricos en el modo en que enfocamos el debate.
La idea era exagerar su seriedad con el fin de que se apreciara el poder que puede tener el hecho de pensar de manera analítica sobre tu día a día", comenta Mark Greif, editor de la revista y uno de los ponentes del acto.
El resultado fue tan notable que se editó un libro, What was the hipster? (¿Qué fue lo hipster?) que publicará en mayo en España Alpha Decay.
Eso no hizo sino extender la polémica de convertir en objeto de estudio la realidad de los modernos, once años atrás asociados por inercia con las subculturas juveniles, hoy ya casi convertidos en una casta cuyos orígenes parecen hallarse en el triunfo del neoliberalismo.
"Nos criticaron por no haber aportado ninguna solución, por no ser definitivos y por no adelantarnos a lo que, en el futuro, puede suceder en el universo de lo moderno. Estoy de acuerdo con eso", apunta Greif. El libro pues, rompía dos normas clásicas del estudio de fenómenos juveniles: estaba escrito en tiempo real -nada de arqueología pop- y había sido confeccionado por una gente sin ninguna clase de aprecio por su objeto de estudio.
Una de las peculiaridades del libro es la transcripción del evento, que precede a una serie de ensayos más o menos sesudos sobre el tema: desde las pugnas entre judíos ortodoxos y modernos en Brooklyn por la implantación de carriles bici hasta el diluido papel de la mujer en este universo.
En esa transcripción se han mantenido algunas opiniones anónimas, datos incorrectos y ciertas asociaciones de ideas, cuando menos, peculiares.
"Nadie puede pasar por alto que ese extraño y ambiguo estilo de vida que es el de los jóvenes hipsters de muchísimas ciudades está marcando el signo de nuestros tiempos", explica Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay, preguntada sobre por qué se decidió a publicar el libro.
"Puede llevarte a analizar con seriedad algo que a primera vista es absolutamente frívolo".
Más allá de lo acertado o no de considerar esta realidad universal y globalizada objeto digno de estudio, lo que hace especial este libro -y otros artefactos similares como The hipster hanbdbook- es la forma, definida por un equilibrio entre humor y análisis.
"La óptica del texto es muy interesante, es casi un ensayo-parodia de los estudios académicos al uso, y tiene muchas lecturas: las que se desprenden de esta mirada irónica y las puramente informativas.
Nos empujó a publicarlo esa sensación de estar leyendo algo que te divierte demasiado como para ser profundo pero que está logrando que aprendas un montón de cosas valiosas en cada página", apunta Pareja.
En los mismos términos define Dushko Petrovich, artista y coeditor junto a Roger White, de I like your work: Art and etiquette (Me gusta tu obra: Arte y etiqueta), otra edición de n+1 (en realidad, de su publicación hermana, Paper monument).
En esta ocasión se afronta la realidad social del arte contemporáneo.
Como en el caso de ¿Qué fue lo hipster?, esta publicación corre el riesgo de parecer superflua por su vocación en incidir, no tanto en foco de la creación, sino en los aspectos diletantes de las avanzadillas culturales.
En el mundo moderno, cuentan los dos libros, es tan digno de análisis el agente como el artista, el bloguero como el novelista, el séquito como la estrella.
"Lo ideal sería que el arte fuera más interesante que las personas.
Si falla, siempre queda observar lo que gravita alrededor", dice Petrovich.
Un tema tan frívolo no podía entrar en la catedral del conocimiento. Albricias, el fin del mundo... otra vez. "Tratamos de ser ligeramente satíricos en el modo en que enfocamos el debate.
La idea era exagerar su seriedad con el fin de que se apreciara el poder que puede tener el hecho de pensar de manera analítica sobre tu día a día", comenta Mark Greif, editor de la revista y uno de los ponentes del acto.
El resultado fue tan notable que se editó un libro, What was the hipster? (¿Qué fue lo hipster?) que publicará en mayo en España Alpha Decay.
Eso no hizo sino extender la polémica de convertir en objeto de estudio la realidad de los modernos, once años atrás asociados por inercia con las subculturas juveniles, hoy ya casi convertidos en una casta cuyos orígenes parecen hallarse en el triunfo del neoliberalismo.
"Nos criticaron por no haber aportado ninguna solución, por no ser definitivos y por no adelantarnos a lo que, en el futuro, puede suceder en el universo de lo moderno. Estoy de acuerdo con eso", apunta Greif. El libro pues, rompía dos normas clásicas del estudio de fenómenos juveniles: estaba escrito en tiempo real -nada de arqueología pop- y había sido confeccionado por una gente sin ninguna clase de aprecio por su objeto de estudio.
Una de las peculiaridades del libro es la transcripción del evento, que precede a una serie de ensayos más o menos sesudos sobre el tema: desde las pugnas entre judíos ortodoxos y modernos en Brooklyn por la implantación de carriles bici hasta el diluido papel de la mujer en este universo.
En esa transcripción se han mantenido algunas opiniones anónimas, datos incorrectos y ciertas asociaciones de ideas, cuando menos, peculiares.
"Nadie puede pasar por alto que ese extraño y ambiguo estilo de vida que es el de los jóvenes hipsters de muchísimas ciudades está marcando el signo de nuestros tiempos", explica Ana S. Pareja, editora de Alpha Decay, preguntada sobre por qué se decidió a publicar el libro.
"Puede llevarte a analizar con seriedad algo que a primera vista es absolutamente frívolo".
Más allá de lo acertado o no de considerar esta realidad universal y globalizada objeto digno de estudio, lo que hace especial este libro -y otros artefactos similares como The hipster hanbdbook- es la forma, definida por un equilibrio entre humor y análisis.
"La óptica del texto es muy interesante, es casi un ensayo-parodia de los estudios académicos al uso, y tiene muchas lecturas: las que se desprenden de esta mirada irónica y las puramente informativas.
Nos empujó a publicarlo esa sensación de estar leyendo algo que te divierte demasiado como para ser profundo pero que está logrando que aprendas un montón de cosas valiosas en cada página", apunta Pareja.
En los mismos términos define Dushko Petrovich, artista y coeditor junto a Roger White, de I like your work: Art and etiquette (Me gusta tu obra: Arte y etiqueta), otra edición de n+1 (en realidad, de su publicación hermana, Paper monument).
En esta ocasión se afronta la realidad social del arte contemporáneo.
Como en el caso de ¿Qué fue lo hipster?, esta publicación corre el riesgo de parecer superflua por su vocación en incidir, no tanto en foco de la creación, sino en los aspectos diletantes de las avanzadillas culturales.
En el mundo moderno, cuentan los dos libros, es tan digno de análisis el agente como el artista, el bloguero como el novelista, el séquito como la estrella.
"Lo ideal sería que el arte fuera más interesante que las personas.
Si falla, siempre queda observar lo que gravita alrededor", dice Petrovich.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)