Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 ene 2011

Norman Foster, huida hacia

Una biografía dibuja el humilde origen y la tremenda ascensión del arquitecto - Grandes obras maestras, pero también algunos fracasos configuran su carrera .
Norman Foster nació en el lado equivocado de las vías que separaban el centro de Manchester de los húmedos suburbios.
Hijo de una camarera y del dueño de una tienda de empeño, el arquitecto creció con la ambición de huir de su suerte y con la desazón de discrepar del conformismo de sus padres.
 Robert y Lillian Foster estaban orgullosos de que su único hijo consiguiera trabajo en el Ayuntamiento tras hacerlo en una panadería y en un garaje.
Corría el año 1957 y Foster tenía 22 años.
 La familia ascendía socialmente, pero tantas horas encerrado ahogaron pronto al joven.





Es hijo de una camarera y del dueño de una tienda de empeño



América le permitió escapar de la frustración que sentía en Inglaterra



Sus "obras torpes" pudieron deberse al miedo a problemas financieros



Su biógrafo: "De ninguna manera se trata de un hombre de izquierdas"

No había teléfono en casa de los Foster.
Tampoco libros. La televisión no existía. Leían el Manchester Evening News. Foster no fue un chico alegre.
Vivía con la sensación de estar siempre fuera de sitio: sabía demasiado para jugar con los chicos de su barrio pero no lograba codearse con naturalidad con sus compañeros de instituto. Una fotografía en blanco y negro retrata a la familia en aquellos años.
 Con sus mejores galas, posan sobre un puente.
Sus padres, devotamente entregados, malvivían de trabajos mal pagados. "Ellos fallaron en lo que trataron de hacer con sus vidas.
Él no iba a hacer lo mismo", escribe Deyan Sudjic en Norman Foster, arquitectura y vida (que la editorial Turner pondrá a la venta en marzo).
Arquitecto y director del Design Museum de Londres, Sudjic retrata a un hombre con una circunstancia de tan escaso futuro que se ve abocado a convertirse en un personaje del futuro.



América era el lugar que le permitiría escapar de la frustración que sentía en Inglaterra: "En América uno puede borrar el incómodo pasado y empezar de nuevo. El éxito allí dependería solo de su talento. Ir era reinventarse".
Tanto el azar que lo llevó a ser arquitecto -cuando un psicólogo sugirió que buscara empleo en "algo creativo"- como el empeño en serlo -copiando por la noche los dibujos de sus compañeros en la firma donde trabajaba como administrativo- están presentes en el libro.
 También lo están la decisión de no ser piloto por no tener dinero para comprar un aeroplano, el hueco que supo encontrar en la descuidada arquitectura industrial, su asociación y matrimonio con Wendy Foster, el primer estudio-vivienda en Hampstead -donde un cajón cubría la cama para mostrar los proyectos- y la muerte de Wendy cuando realizaban el Hong Kong and Shanghai Bank, el rascacielos que lo lanzó internacionalmente en 1985. Igualmente, el cáncer que padeció Foster se desveló -en la edición inglesa de esta biografía- por primera vez.



Los dos aspectos de la naturaleza de Foster, la clarividencia y el pragmatismo, organizan una biografía que, como la propia vida del arquitecto, tiene dos mitades: el camino hacia la cumbre y la vida en la cima.
El camino es, evidentemente, mucho más interesante.
Tal vez por eso, la pregunta que Sudjic no logra contestar es qué hizo que su biografiado "pasara de producir pocas obras maestras a levantar muchos edificios de calidad, pero también algunas obras torpes".
Desde Londres, Sudjic explica que "pudo ser el miedo a afrontar problemas financieros".



Precisamente porque la huida, más que la ambición, está presente en la primera mitad de esta biografía, sorprende que, tras una titánica escalada vital, Foster nunca se haya preocupado de cuantos quedaron atrás, en el lado equivocado de la vía.
No le ha interesado hacer arquitectura para los pobres.
"Algo hizo", matiza Sudjic. "En Milton Keynes levantó unas viviendas sociales que fueron un fracaso técnico. Pero... de ninguna manera se trata de un hombre de izquierdas".



Sí parecía serlo cuando se preocupó de que en el Banco de Hong Kong, los oficinistas tuvieran luz natural.
 Los 50.000 obreros que levantaron en un tiempo récord su aeropuerto de Pekín, el mayor del mundo, no corrieron la misma suerte.
El libro describe con sutileza pero con datos esas contradicciones. En la segunda parte, la velocidad es de vértigo.
 Los proyectos proliferan a escala mundial y hasta que el arquitecto toma las riendas financieras de su empresa, ésta pierde dinero. Es la vida de un fenómeno y hay pocas palabras para lo personal.
Apenas una frase para su segundo matrimonio y poco más de un párrafo para las virtudes de Elena Ochoa.



Fue Foster quien invitó a Sudjic a escribir su biografía.
Éste aceptó porque lo considera "un hombre extraordinario que ha conseguido logros extraordinarios". También porque nunca había escrito biografía. El resultado es el intento del autor de comprender lo que Foster quiere.
Qué le ha dado la energía y la motivación para hacer lo que ha hecho. Y la respuesta parece estar más en la huida que en la cima.

Trio Los Panchos - llévame -

Miénteme - Bolero romántico

Vente a Alemania, ingeniero Pepe

El anuncio de Angela Merkel de contratar jóvenes cualificados ha destapado viejos recuerdos de las corrientes migratorias - ¿Puede permitirse una España que tiene que salir de la crisis perder a la población mejor.
Madrid, mayo de 1961. Jesús Laurido, 18 años, acaba de terminar su formación de contable y de perder su primer trabajo.
Tiene un contacto con un empleado en la oficina de inmigración que le cuenta que en el exterior hay posibilidades.
 Es joven y tiene ganas de aventura, da igual a donde le manden. En Kassel, Alemania, la empresa AEG de energía eléctrica necesita trabajadores invitados.
Laurido se va solo, en tren de Madrid a Hendaya, de Hendaya a Colonia, y de Colonia en autobús llega a Kassel.
Lo asignan a una residencia donde hay otros 530 españoles. Más tarde vivirá en Berlín tanto la construcción como la caída del muro.




Una buena oportunidad, pero que regresen

DOS GENERACIONES CON UN MISMO DESTINO

"Estoy dispuesta a irme a Alemania, por supuesto"



El 19% de los licenciados entre 19 y 25 años está en el paro



110.000 personas han emigrado en 12 meses para buscar trabajo

Madrid, Junio de 2007. Diego Ruiz del Árbol, 27 años, un título de ingeniero informático, desarrolla software para el control del tráfico aéreo para la empresa Indra, pero no está satisfecho con las condiciones y el ambiente de trabajo. Una beca Erasmus en Praga le ha abierto las miras acerca de la vida en el exterior.
Quiere volver a hacerlo. Encuentra trabajo en Berlín, como desarrollador de software para juegos. Un mejor sueldo y la perspectiva de otra vida lo empujan hacia una experiencia en Alemania. "Quizás solo por dos o tres años", se dice a sí mismo.



Medio siglo después, los españoles vuelven a emigrar a Alemania, aunque sus historias son radicalmente distintas. La realidad de España ha dado un vuelco desde aquellos años de hambre que empujaron a más de dos millones de personas a buscarse la vida en Europa sin más aval que las ganas de trabajar y sus manos.



Los nuevos emigrantes españoles han estudiado. Y mucho. Saben idiomas, han viajado, han vivido la experiencia de una beca Erasmus. Pero en España tienen dificultades para encontrar un empleo acorde a su formación. El 19% de los licenciados de entre 25 y 29 años está en el paro. Un 44% desempeña un trabajo por debajo de su cualificación (según la OCDE). Y sus sueldos están a la cola de Europa.
 Emigran para buscar un empleo que cumpla sus expectativas, para mejorar su situación laboral y sus perspectivas.
 Y la locomotora de Europa -Alemania- sigue siendo uno de sus destinos preferidos.



La crisis ha alejado de España a 110.000 personas entre abril de 2008 y abril de 2010, según un estudio de Adecco, lo que supone un aumento de un 9,2% en el número de españoles que residen en el extranjero (1.333.693 personas).
 El perfil del demandante de empleo en el extranjero es un hombre de entre 25 y 35 años, altamente cualificado: ingeniero, arquitecto, informático.
A ellos se dirige precisamente ahora la canciller alemana Angela Merkel.
Según adelantaba el semanario Der Spiegel, Merkel tiene intención de contratar a jóvenes cualificados del sur y este de Europa para dar respuesta a las necesidades del mercado alemán.
Es uno de los puntos que la canciller pretende tratar con Rodríguez Zapatero durante la próxima cumbre hispano-germana, que se celebra en Madrid el jueves que viene.



A priori, la propuesta suena beneficiosa para ambos países. Mientras que España ostenta el triste récord de desempleo en Europa, Alemania prevé reducir este año el paro del 7,7% al 7% y crecer un 2,3%. Para ello, necesita entre 500.000 y 800.000 trabajadores cualificados.



Klaus Zimmerman, presidente del Instituto Alemán de Economía (DIW) lanzó la alarma en octubre. El progresivo envejecimiento de la población alemana no podrá dar respuesta al crecimiento económico del país. "A partir de 2015 perderemos cada año 250.000 trabajadores", dice. "Necesitamos urgentemente trabajadores inmigrantes, como mínimo 500.000 al año para asegurar nuestra economía".



De momento, se desconocen los detalles de la posible propuesta de Merkel. ¿Será necesario dominar el alemán para acceder a estos puestos? Los contratos, ¿serán temporales o indefinidos? Y el proceso de selección, ¿se hará en Alemania o desde España?



Tampoco ha trascendido las profesiones a las que se dirige, pero teniendo en cuenta el peso de la industria en el mercado alemán, es posible que las ingenierías sean las carreras más solicitadas. En diciembre de 2010 faltaban en Alemania 48.800 puestos de ingeniero por cubrir, según estimaciones de la Asociación de Ingenieros Alemanes. "Unos 53.000 ingenieros se licencian al año en Alemania y se jubilan otros 50.000", explica Tanja Schuman, portavoz de la asociación. "En teoría esto supone un equilibrio, pero no lo es porque no todos los que se licencian se quedan en Alemania y se ponen a trabajar".



Los jóvenes ingenieros españoles están entre quienes menos sufren el paro. Diversas estimaciones hablan de una tasa de desempleo del 10% (frente a un 3% o un 5% hace tres años). Pero la posibilidad de tener un buen empleo no es el único atractivo de trabajar en Alemania. También lo es el sueldo de salida de un joven ingeniero. Mientras que en España lo normal es estrenarse con 25.000 o 30.000 euros al año, según el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales, en Alemania llegan a los 40.000 o 45.000 euros, según la Asociación de Ingenieros Alemanes.



Pero, ¿qué efectos puede tener una fuga de cerebros de este tipo para una España que necesita ser más competitiva para salir de la crisis?
Santos Ruesga, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma, cree que pocos: "Si la propuesta finalmente se materializa no creo que se note mucho cuantitativamente, y por desgracia tampoco va a aliviar nuestras enormes tasas de paro, cuyo mayor problema es la mano de obra menos cualificada.
Eso sí, visto a pequeña escala, para los jóvenes licenciados que acaban de terminar una carrera sí supone un beneficio importante".



José García-Montalvo, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Pompeu Fabra, lo analiza desde un punto de vista pragmático: "España es un caso especial, porque produce mucho capital humano pero lo usa de forma ineficiente. La sobrecualificación de los jóvenes españoles duplica la media europea, y si no encuentran trabajo es mucho mejor irse a Alemania o a Reino Unido a trabajar de lo suyo que la frustración de quedarse y ver que van pasando los meses y nada. Además, la gente que se pasa mucho tiempo trabajando en un empleo por debajo de cualificación lo acaba aceptado como algo natural. Es un mecanismo psicológico muy sencillo y pernicioso por el que vas adaptando tus expectativas a la baja. Saliendo fuera y probando otras cosas se puede evitar".



Carlos Conde, Vicerrector de Ordenación Académica y Planificación Estratégica de la Universidad Politécnica de Madrid, espera que la fuga dure poco y que los ingenieros que se sumen a ella, vuelvan, pues "en el medio plazo, España volverá a necesitarlos. Estamos atravesando una mala coyuntura, pero cuando se remonte, el país va a necesitar a los jóvenes cualificados".



En regresar no es precisamente en lo que está pensando Diego Ruiz del Árbol. Tiene una casa nueva y está esperando a su primer hijo. "Mi decisión de venirme a Alemania no fue laboral, fue más bien una decisión vital", relata.
 "Luego encontré aquí mejores condiciones de trabajo. Gano unos 3.700 euros brutos (2.000 netos) al mes en una empresa alemana que buscaba una persona que hablara castellano para su mercado en España", dice este ingeniero que en su tiempo libre es redactor de berlunes.com, una plataforma de blogueros españoles.
"Me siento un poco como si me hubiera tocado la lotería, porque en Berlín también hay paro y los sueldos son más bajos que en el resto de Alemania",



Desde la experiencia de los años, Laurido aconseja prudencia: "Veo a muchos jóvenes que llegan sin tener idea, sin conocer la ciudad, ni el idioma. ¡Ojo, que aquí también hay paro!".
El septagenario disfruta ahora de su jubilación y asiste a otros españoles mayores que lo necesitan dentro de la organización Solidaridad sin Fronteras.
 "Cuando yo llegué a Berlín se estaba construyendo el muro, las fábricas del oeste necesitaban trabajadores", continúa. "Había trabajo en cada esquina.
Ahora la situación es distinta: los que llegan están más preparados, los tipos de trabajos que se ofrecen son más cualificados, pero no está todo tan fácil como entonces".