Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 ene 2011

La retratista de los parias modernos

Mercedes Cebrián diseca el alma de seres melancólicos en 'La nueva taxidermia' .
"Mis personajes no temen ser señalados con el dedo por no cumplir las normas de integración en el mundo", dice Mercedes Cebrián (Madrid, 1971).
Deudora de la literatura anglosajona, en su nuevo libro, La nueva taxidermia (Mondadori), experimenta con una nueva estructura narrativa de prosa fresca, rápida, casi eléctrica, de la que se sirve para contar cómo sus personajes son capaces de escapar de los estándares de normalidad socialmente establecidos sin levantar sospechas.






"Me interesa el impacto de la tecnología en nuestras vidas"

Dos cuentos largos o dos novelas cortas (nouvelles) componen La nueva taxidermia. Son relatos que abofetean desde la primera línea en su afán por diseccionar las consecuencias de las costumbres de la vida moderna. El libro roza de manera tangencial los principios de la generación Nocilla, Afterpop o Mutante. Lo que el común de los mortales conoce como el grupo de escritores españoles nacidos entre 1960 y 1976.



"Soy un satélite de este colectivo", especifica la autora. "Me identifico con ellos en el interés que muestran por cómo la tecnología, el consumo y el capitalismo trascienden nuestras vidas".
Un impacto que revoluciona las relaciones sociales hasta convertirlas en "terroríficas". "Es insoportable pensar cuántas cosas se ponen en juego cuando nos relacionamos con otras personas", explica. "Un pequeño comentario de broma puede suponer que alguien no vuelva a hablarte. Y el mejor ejemplo sucede cada día en el micromundo de Facebook", cuenta.
Por esta razón, la patología de la protagonista de la segunda historia le impide hacerse responsable de su voz y decide hacer de la ventriloquia su truco de magia socializadora.



"La idea de no ser uno mismo me parece muy sugerente.
 Trabajé un mes, hace unos 15 años, en una party line donde pude desarrollar un par de personajes.
Llegué a la conclusión de que servían como escudo protector", confiesa.
"Yo también me he hecho una muñeca de trapo, aunque estoy un poco decepcionada porque no se parece a mí", confiesa con una sonrisa.



"La obsesión es una manera de sentirse seguro en un mundo que genera angustia por todas las posibilidades que ofrece", explica Cebrián.
Así, una de sus criaturas literarias inicia, en busca de respuestas, un camino obsesivo de acumulación de objetos, casi diogesiano, para recrear escenarios pasados. "La vorágine actual impide pensar, retomar la memoria.
Y deberíamos tener tiempo para pensar sobre el tiempo", plantea la escritora.



En su narración hay un ejercicio de memoria al tratar de revivir la melancolía, como la taxidermia hace con los animales.
 A punto de entrar en los cuarenta, Cebrián ha empezado a darse cuenta de que los pequeños cambios que la sociedad imprime en su cotidianeidad se transforman en algo importante.
"Es todo resultado de la actuación del tiempo. Noto las desapariciones de los personajes, objetos o situaciones que me han acompañado a lo largo de la vida como un acto de duelo, un sentimiento de funeral", explica.



El quinto asalto a las librerías de Mercedes Cebrián huye de esos ingredientes adictivos propios de los best-sellers, lo que ella define como "la nicotina de las novelas que inundan los vagones de metro".
"Yo escribo y espero que piquen en el anzuelo. Me he resignado a pensar que puedo tener miles de lectores".

Los dispositivos de lectura digital se disparan... la piratería también

Los editores lanzarán una campaña contra las descargas sin autorización .
Ls Libros cada vez están mas caros, no hay un verdadero ánimo de sacarlos gratis de la bibliotecas.
Se hacen campaña para leer más y se quejan que se descarguen libros? Cuando un prepotente escritor como es Arturo Pérez Reverte es soberbio porque el vende mucho, yo la primera en comprarle pero su chulería se la va a atragantar, lo advertí no compraré ni un libro más de él, me los descargaré gratis si quiero, pero no le doy un euro a él.
El libro digital ya no es un futurible.
Por si había alguna duda, la encuesta sobre hábitos de lectura y compra de libros en España en 2010 que realiza la Federación de Gremios de Editores desde hace una década se encargó ayer de despejarla.
El 5,3% de los entrevistados para este barómetro lee ya libros en soporte digital (ordenador, móvil, agenda electrónica o lectores electrónicos). Aunque es un porcentaje inferior al que recurre a los soportes digitales para leer otros materiales como revistas (6,2%) o periódicos (30,7%), el estudio constata su crecimiento gradual a lo largo del año.






En Navidad se vendieron 80.000 lectores electrónicos y 75.000 tabletas



Un autor de Roca encontró 20 webs donde descargar gratis su última obra

La encuesta, realizada a partir de 15.000 entrevistas telefónicas, evidencia los saltos generacionales en la familiarización con el mundo online. Los lectores de libros en dispositivos electrónicos crecen conforme baja su edad. De hecho, son los usuarios de entre 14 y 24 años quienes más recurren a la lectura digital de libros (12,6%). Hay también cierta brecha de género (las mujeres leen menos en soporte digital: lo hacen el 41,9% frente al 53,9% de hombres) y de formación (el 74,6% de los universitarios usan los nuevos soportes).



Hasta aquí lo que aflora en esta encuesta del gremio de editores. Pero no es el único termómetro que mide la querencia por lo digital. La última campaña de Navidad y Reyes ha disparado las ventas de tabletas (75.000) y lectores electrónicos (80.000), según datos manejados por Libranda, distribuidora de libros electrónicos, y varias editoriales. Este crecimiento, sin embargo, no ha ido en consonancia con el aumento de las ventas de libros electrónicos.
 De esta desproporción extrae una conclusión nítida Blanca Rosa Roca, directora de la editorial Roca: "Pensamos que muchos de los que ahora tienen lectores electrónicos lo usan para bajarse libros pirateados. La piratería está creciendo muchísimo".Y más que crecerá no se fien de la gente que dice quiero tocar el papel, sentirlo, pero es que si te vas a alguna parte te llevas lectura en el Libro digitalizado y no cargas con el peso, ni en los viajes largos. No me digan que no se les había ocurrido, peor me lo ponen por despreciar ese soporte.



Ofrece un ejemplo reciente. Uno de sus autores, Manuel Francisco Reina, envió alarmado a la editorial una lista con 20 webs donde se podía descargar gratis su última novela, La emperatriz amarga. Obviamente sin su autorización.



Durante 2010 Roca denunció a Cedro, entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual de autores y editores, casi medio centenar de páginas de Internet donde se descargaban sin permiso algunos de sus títulos. "El de Noah Gordon fue pirateado antes incluso de que tuviésemos la versión electrónica", afirma Blanca Rosa Roca.



Según el observatorio de la piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, elaborado por la consultora IDC Research para la Coalición de Creadores, el libro fue el sector donde la piratería creció de forma más alarmante, al pasar de ser un 19,7% en el segundo semestre de 2009 al 35,1% en el primer semestre de 2010. El valor de las obras editoriales descargadas sin autorización alcanzó los 421,5 millones de euros.



"Necesitamos concienciar a la población de que bajarse libros gratis es robar al autor y al editor. La ley Sinde puede mejorar la lucha contra la piratería pero no es lo único", opina. Los editores preparan una campaña de sensibilización para difundirla cuando entre en vigor la traída y llevada ley Sinde. Será de tono amigable, sin culpabilizar al usuario, y hará hincapié en la necesidad de escritores y editores de percibir una remuneración por su trabajo.



Arantza Larrauri, directora general de Libranda, cree que es prematuro alarmarse ante la desigualdad en el incremento de la venta de dispositivos de lectura y de libros electrónicos. "En diciembre y enero también se han incrementado mucho las descargas en Libranda, pero hay que esperar para ver cómo van a utilizar el dispositivo", dice. Libranda no es Amazon. En ningún sentido. El gigante estadounidense es una librería que ya vende más versiones electrónicas que de papel, mientras que Libranda es una mera distribuidora del formato electrónico, "un simple almacén y transportista de archivos", puntualiza Arantza Larrauri. Es, sin embargo, diana de las críticas por el precio de los libros, los dispositivos anticopias (DRM) o la incómoda experiencia de compra virtual, tres factores que algunos consumidores esgrimen para justificar las fugas hacia la piratería.



Larrauri aclara todos los puntos. "Cada editorial fija el precio, pero el electrónico sufre una gran discriminación fiscal al soportar un IVA del 18% frente al 4% del papel". Asegura además que son más baratos que en el resto del Europa, la versión electrónica en España está entre un 30% y un 40% más baja que la impresa.
No es verdad he comprado libros tanto en Inglaterra como Alemania o Francia son más baratos que en España.




"Somos neutrales respecto a los DRM. Hay autores que no tienen, es una elección de autores y editores", asegura.
En cuanto al proceso de compra, responsabiliza a las librerías del hecho de que sea más o menos cómodo.
 "La voz la tienen los editores y los libreros", destaca.

El comentarista machista despedido demandará a Sky

Su compañero también deja el empleo tras ofender a una linier .
Nuevo capítulo en el escándalo de los comentaristas machistas de la cadena británica Sky.
El locutor y ex futbolista Andy Gray, despedido tras ofender a una juez de línea, prepara, según algunos medios, una demanda contra la compañía y piensa exigir tres millones de libras (3,50 millones de euros) de compensación.
Su compañero en el estudio, Richard Keys, presentador de las retransmisiones de fútbol de la televisión, también perdió el empleo pero conserva el amor de su esposa, Julia.





Ayer, ella salió a la puerta de casa para repartir tazas de té entre los reporteros apostados enfrente y defender a su marido -que dimitió el miércoles, antes de que le despidieran- y a Andy Gray.
"Es muy triste. Los dos han contribuido mucho para poner a Sky en el mapa. Te gusten o no personalmente, profesionalmente hay muy pocos que les puedan superar", declaró a la prensa. "Creo que le han sacado tarjeta roja a los chicos equivocados. No tiene mucho sentido la forma en que se ha manejado todo esto.
 Creo que Sky se ha quedado en fuera de juego al abordar este asunto", añadió.



Keys y Gray realizaron unos comentarios en contra de la presencia de una mujer, Sian Massey, de 25 años, como juez de línea del partido que enfrentaba el sábado al Wolwerhampton y al Liverpool, de la Premier League inglesa.
 Aunque los comentarios eran fuera de antena, fueron reproducidos por la prensa dominical, generando un gran escándalo.
 La cadena les suspendió de forma preventiva, pero la difusión de forma anónima de un vídeo con más comentarios machistas de Gray forzó a la cadena a despedirle. En esa grabación, de un programa emitido en diciembre pasado, Andy Gray se bajaba la bragueta y le decía a una joven copresentadora: "Métete esto por mí, cariño".



Richard Keys, protagonista de otro vídeo machista también difundido luego por Internet, acabó renunciando a su puesto el miércoles. Keys y Gray llevaban 20 años formando pareja en las retransmisiones futbolísticas de Sky y han pedido disculpas públicas por su comportamiento.



"Son bromas de chicos.
Lo que la gente no entiende es la dinámica del estudio. Él [Richard Keys] es muy consciente de la tensión que hay allí y nadie estaría relajado sin estas pequeñas tonterías", insistió ayer Julia Keys ante los medios.
 La pareja de presentadores recibió ayer el apoyo de un popular presentador con fama de machista y homófobo, Jeremmy Clarkson, que denunció el riesgo de ser despedido "por herejía de pensamiento".

"Todavía hoy es como si me quemara por dentro"

A sus 77 años, Abraham Bivas vive secuestrado por los recuerdos del campo de exterminio de Bergen-Belsen .
Las noches en las que Abraham Bivas duerme cuatro horas son las buenas.
En las demás, debe conformarse con dos o tres horas de duermevela, antes de abrir los ojos y comenzar su tránsito diario por una vida secuestrada por los recuerdos.
No puede ni quiere olvidar sus días en Bergen-Belsen, el campo de concentración nazi en el que su madre y su hermano sucumbieron a la enfermedad hambrientos, y en el que él, a sus nueve años, deseó morir con todas sus fuerzas.




"Me dieron por muerto y me tiraron a la pila de cadáveres"



Acabó en un orfanato de Belgrado; llegó a Israel en 1948

"Yo no olvido ni perdono", aclara Bivas.
Para él, es como si el tiempo no avanzara. Hoy, a sus 77 años, recuerda con minuciosidad el año y medio que siendo un niño vivió entre 1943 y 1945 en el campo del norte de Alemania, en el que se calcula que murieron 50.000 judíos, víctimas de la maquinaria nazi.
Bivas recuerda el cazo de lata con la ración de agua templada diaria, el mendrugo de pan que debía durar toda una semana, los barrotes de las literas en las que vivían las familias agolpadas, el suelo encharcado del vagón, el brazalete amarillo con la estrella de David.



Las sesiones con el psiquiatra y la dosis diaria de fármacos no le ofrecen demasiado alivio a este hombre corpulento, de cejas y pelo blanco, que mira a los ojos cuando habla. La culpa puede con él.
Se culpa por no haber besado a su madre antes de que se la llevaran al crematorio.
Como tampoco se perdona haber bebido unos sorbos de agua, que piensa tal vez hubieran salvado la vida de Asher, su hermano mayor, el que cuidó de él hasta el final en los barracones.
No le sirve de consuelo recordar que en aquellos días, en el campo y en los vagones de tren en los que los alemanes transportaron amontonados a los judíos, los padres hambrientos les quitaban de las manos la comida a sus hijos.
 Que en la lucha por la supervivencia, la solidaridad se convirtió en un lujo inasequible para muchos.
 Bivas dice ahora en voz alta algo que hace más de medio siglo se repite a sí mismo.
 "Ellos murieron y yo estoy vivo".



Bivas, judío yugoslavo de origen sefardí, nació en Pristina en 1933.
 Allí creció y disfrutó de una vida casi de pueblo en el seno de una comunidad judía que, asegura, estaba muy unida.
 La unión y todo lo demás saltaron por los aires en 1941, cuando los alemanes entraron en Pristina.
Ordenaron a los judíos identificarse con un brazalete y colgar la bandera nazi a las puertas de su casa.
 Luego se llevaron a los hombres. En el 43 sacaron a la fuerza a todos los judíos que quedaban y saquearon sus casas. Les trasladaron a las afueras de Belgrado, donde empezaron las palizas. Al campo de concentración alemán llegaron ya muy debilitados, agolpados en los vagones. Lo que siguió durante el año y medio de cautiverio en Bergen-Belsen fue la barbarie.



El cuerpo de niño de Bivas sobrevivió llagado y a duras penas a una infección cerebral y a la epidemia de tifus que mató a 35.000 prisioneros del campo, incluida a la célebre Ana Frank. "A mí me dieron por muerto y me tiraron a la pila de cadáveres. Cuando llegó el camión para cargar los cuerpos y llevarlos al crematorio, se dieron cuenta de que aún vivía".
Él hubiera preferido morir y en vano se lo imploró a su madre, pero ni siquiera eso estuvo en su mano.



En 1945, los británicos liberaron el campo.
Bivas acabó en un orfanato de Belgrado y llegó por fin a Israel en 1948. Asentarse en el "hogar judío" no fue fácil ni para Bivas, ni para muchos otros supervivientes del Holocausto, cuyo sufrimiento no sería reconocido hasta años más tarde.
A Bivas lo instalaron primero en los inmensos campos de refugiados en los que durante años vivieron los judíos mizrajíes, los que venían de los países árabes.
Tras una breve estancia en un kibutz, Bivas acabó durmiendo en la calle en Jerusalén, donde otra vez le tocó pasar hambre.



Poco a poco logró poner en pie su nueva vida. Se casó, se hizo policía y tuvo tres hijos. Fue hace 10 años cuando decidió hablar por primera vez de lo que vivió durante la shoah. "Aquí la gente no nos entendía [a los supervivientes].
 Además, yo no quería imponer ese pasado a mi familia".



Hoy, Bivas, vestido con una camisa vaquera, a juego con los pantalones, revive todo esto en casa de su hijo Asher en Jerusalén.
Cada uno de sus hijos ha heredado el nombre de los familiares muertos en el Holocausto. Durante tres horas y media de entrevista, Bivas habla en ladino -el español de los judíos sefardíes- , escenifica de pie varios pasajes de su vida y hasta canta con voz triste algunas de las canciones que aprendió en Bergen-Belsen. "Todavía hoy es como si me quemara por dentro cuando me acuerdo de todo esto".



Apenas un recuerdo consigue arrancarle la sonrisa.
 Los ojos de Bivas reviven cuando habla de schwester Betty, la enfermera judía que le cuidó.
 "Esa mujer tenía una sonrisa más bonita que la de la Mona Lisa. Cuando me miraba, se me olvidaba el dolor". Bivas buscó a Betty durante más de 60 años. Hace dos, la encontró.
 Betty es hoy una mujer muy mayor que, como él, vive en Jerusalén.
Cuando Bivas entró en casa de Betty y vio por fin a la enfermera de la sonrisa-bálsamo le besó las manos.
 Ahora cada viernes la llama para desearle un feliz sabbat.