13 ene 2011
"Yo no alimento mi mito"
Harrison Ford asegura que seguirá actuando hasta que el cuerpo diga basta en la presentación en Madrid de 'Morning Glory'.
España es uno de los mercados más importantes del cine en el mundo, así que película que se estrena, actor que para a promocionarla. Y hoy le ha tocado a Harrison Ford, que a sus 68 años, ahí queda eso, pasar por Madrid porque el viernes 21 estrena Morning glory. Llegó ayer procedente de Berlín en avión privado, cenó cocina española en un restaurante tradicional madrileño, vio un espectáculo de flamenco -no le gusta bailar- y se levantó en un hotel de cinco estrellas dispuesto a lidiar con preguntas varias antes de volver al avión con destino a París.
Ford ya no está para papeles protagonistas, pero ha aceptado de buen grado eso de secundario de lujo, y si el año pasado vino a promocionar Medidas extraordinarias -en aquella ocasión, ni miraba a los ojos a los periodistas- en esta ocasión encarna a un mito de la información televisiva que para salvar su contrato debe copresentar el programa matinal de la cadena.
Así que la charla con la prensa (solo dejan una pregunta por periodista) contiene algunas autorreferencias. Por ejemplo, qué tipos de medios le interesan más: "Hay noticias que necesitan imágenes, que una imagen a veces vale más que mil palabras, pero en mi país tenemos buena radio pública. Me gusta mezclar televisión, radio y prensa. Si fuera informador, me gustaría contar historias humanas, de esas que enseñan cómo somos dentro de, por ejemplo, catástrofes o guerras".
Ford ha interpretado a pilotos espaciales, científicos, soldados, agentes de la CIA, presidentes de EE UU y a arqueólogos. ¿Qué le falta? "Curiosamente nunca he encarnado a un actor, pero me gusta mucho mi trabajo. Porque siempre me interesó conocer otras vidas, otras gentes y trabajar con otras personas en el proceso de creación de una película, para contar historias.
El trabajo de actor es el mejor del mundo". Incluso ha encarnado a heroicos pilotos espaciales, ¿le debe mucho a los héroes? "Nunca he hecho de héroe, sino dramas y filmes de aventuras con gente que salva obstáculos y problemas. Si de ahí salen bien parados, puede que les llamemos héroes. Yo me preocupo más de trabajar con buenos profesionales. ¡Ah! Y la suerte es importante".
Abierto a su estilo -pocas palabras dichas al cuello de su camisa- para hablar de cualquier cosa (en la rueda de prensa previa le llegaron a preguntar por la Ley Sinde; tras la explicación oportuna, aseguró: "Siempre estaré a favor de la protección de los derechos de autor"), solo explica de Morning glory que fue un placer trabajar con Diane Keaton: "No nos conocíamos, y es una de las grandes. Me dio mucho material e hizo algo que agradecí: nunca habla de la actuación". Otra que no se retira: "Para mí hablar de retirada me suena a tumbarme hasta morir.
Y no voy a hacerlo. Disfruto de mi trabajo y aquí seguiré mientras encuentre historias en las que yo sea útil o que me interesen como actor, aquí estaré. La edad no es barrera". El de Chicago dice no tener ni película ni personaje suyo favorito ("no entiendo de egos, y una película es una labor conjunta: un actor debe sacar adelante y dar vida a una historia"), y no tiene muy en consideración al mito Ford, ni cuando escoge guiones ni cuando sale a la calle: "Yo no creo en mi mito, no lo alimento. No pienso en leyendas, ni cosas así, sino en el material que recibo".
Y esto lo dice mirando los ojos. Oído mensaje.
España es uno de los mercados más importantes del cine en el mundo, así que película que se estrena, actor que para a promocionarla. Y hoy le ha tocado a Harrison Ford, que a sus 68 años, ahí queda eso, pasar por Madrid porque el viernes 21 estrena Morning glory. Llegó ayer procedente de Berlín en avión privado, cenó cocina española en un restaurante tradicional madrileño, vio un espectáculo de flamenco -no le gusta bailar- y se levantó en un hotel de cinco estrellas dispuesto a lidiar con preguntas varias antes de volver al avión con destino a París.
Ford ya no está para papeles protagonistas, pero ha aceptado de buen grado eso de secundario de lujo, y si el año pasado vino a promocionar Medidas extraordinarias -en aquella ocasión, ni miraba a los ojos a los periodistas- en esta ocasión encarna a un mito de la información televisiva que para salvar su contrato debe copresentar el programa matinal de la cadena.
Así que la charla con la prensa (solo dejan una pregunta por periodista) contiene algunas autorreferencias. Por ejemplo, qué tipos de medios le interesan más: "Hay noticias que necesitan imágenes, que una imagen a veces vale más que mil palabras, pero en mi país tenemos buena radio pública. Me gusta mezclar televisión, radio y prensa. Si fuera informador, me gustaría contar historias humanas, de esas que enseñan cómo somos dentro de, por ejemplo, catástrofes o guerras".
Ford ha interpretado a pilotos espaciales, científicos, soldados, agentes de la CIA, presidentes de EE UU y a arqueólogos. ¿Qué le falta? "Curiosamente nunca he encarnado a un actor, pero me gusta mucho mi trabajo. Porque siempre me interesó conocer otras vidas, otras gentes y trabajar con otras personas en el proceso de creación de una película, para contar historias.
El trabajo de actor es el mejor del mundo". Incluso ha encarnado a heroicos pilotos espaciales, ¿le debe mucho a los héroes? "Nunca he hecho de héroe, sino dramas y filmes de aventuras con gente que salva obstáculos y problemas. Si de ahí salen bien parados, puede que les llamemos héroes. Yo me preocupo más de trabajar con buenos profesionales. ¡Ah! Y la suerte es importante".
Abierto a su estilo -pocas palabras dichas al cuello de su camisa- para hablar de cualquier cosa (en la rueda de prensa previa le llegaron a preguntar por la Ley Sinde; tras la explicación oportuna, aseguró: "Siempre estaré a favor de la protección de los derechos de autor"), solo explica de Morning glory que fue un placer trabajar con Diane Keaton: "No nos conocíamos, y es una de las grandes. Me dio mucho material e hizo algo que agradecí: nunca habla de la actuación". Otra que no se retira: "Para mí hablar de retirada me suena a tumbarme hasta morir.
Y no voy a hacerlo. Disfruto de mi trabajo y aquí seguiré mientras encuentre historias en las que yo sea útil o que me interesen como actor, aquí estaré. La edad no es barrera". El de Chicago dice no tener ni película ni personaje suyo favorito ("no entiendo de egos, y una película es una labor conjunta: un actor debe sacar adelante y dar vida a una historia"), y no tiene muy en consideración al mito Ford, ni cuando escoge guiones ni cuando sale a la calle: "Yo no creo en mi mito, no lo alimento. No pienso en leyendas, ni cosas así, sino en el material que recibo".
Y esto lo dice mirando los ojos. Oído mensaje.
Haití un año después
Haití un año después
Hay pueblos que parece que sobre ellos ha caído una maldición. Haití es uno de ellos, un lugar en el que se mezcla la extrema pobreza con los sistemas políticos corruptos y la ignorancia que es manipulada por creencias esotéricas como el vudú o el convencimiento de que los muertos vuelven físicamente del más allá (zombis). Con estos ingredientes no hay manera de que u pueblo avance, sobre todo cuando sus dirigentes se aprovechan de todo eso para amasar fortunas inmorales a costa del sufrimiento ajeno.
Así era Haití hace un año. Pero encima la tierra se movió, con una intensidad que en países como Japón significaría un contratiempo (6,5), pero que en lugares de construcciones endebles es la destrucción total. También parece que a los pueblos más pobres les ha tocado habitar en los lugares más peligrosos del planeta.
Luego ha llegado el cólera, y la comunidad internacional no ha cumplido lo que prometió en la conferencia de donantes, pero sí que ha habido dinero para misiles, portaaviones y tanques.
La verdadera maldición de Haití es la crueldad del ser humano, lo mismo que sucede en Darfour, en el Congo, en Somalia, en Liberia o en Birmania (o como se llame ahora). Lo único que saben hacer las grandes potencias es venderles armas y expoliar sus recursos.
Emilio Gonzáles Deniz, de Bardinia
Hay pueblos que parece que sobre ellos ha caído una maldición. Haití es uno de ellos, un lugar en el que se mezcla la extrema pobreza con los sistemas políticos corruptos y la ignorancia que es manipulada por creencias esotéricas como el vudú o el convencimiento de que los muertos vuelven físicamente del más allá (zombis). Con estos ingredientes no hay manera de que u pueblo avance, sobre todo cuando sus dirigentes se aprovechan de todo eso para amasar fortunas inmorales a costa del sufrimiento ajeno.
Así era Haití hace un año. Pero encima la tierra se movió, con una intensidad que en países como Japón significaría un contratiempo (6,5), pero que en lugares de construcciones endebles es la destrucción total. También parece que a los pueblos más pobres les ha tocado habitar en los lugares más peligrosos del planeta.
Luego ha llegado el cólera, y la comunidad internacional no ha cumplido lo que prometió en la conferencia de donantes, pero sí que ha habido dinero para misiles, portaaviones y tanques.
La verdadera maldición de Haití es la crueldad del ser humano, lo mismo que sucede en Darfour, en el Congo, en Somalia, en Liberia o en Birmania (o como se llame ahora). Lo único que saben hacer las grandes potencias es venderles armas y expoliar sus recursos.
Emilio Gonzáles Deniz, de Bardinia
Respira MARUJA TORRES
Me comprenderán si les digo que retrasé todo lo que pude la contemplación del último estreno off-Broadway de la banda terrorista.
Me fatiga su coreografía y el vestuario me parece penoso. La partitura, cansina. Por no hablar del lirismo: carecen. Añado que ni siquiera ensayan.
Se les nota la falta de interés, pero más que nada se ve claramente que manejan conceptos -"normalización democrática", por ejemplo- robados a libretistas más dotados.
Declaman mal, sin conocimiento profundo y sin convicción.
Además, al llegar al tiempo 0:43, el corista situado a mi derecha pierde la compostura y cambia los guantes de postura. Nos ponemos en el 0:47 y los susodichos envoltorios regresan a su lugar de origen.
En el minuto 1:37, los tres pares de guantes son víctimas de un ligero un movimiento nervioso. El triplet continúa hasta completar 2:20 tediosos, interminables minutos, con un levantamiento de informe puño.
El que estaba a mi izquierda se queda unos instantes con la cosa en alto después de que los otros la replieguen. Parece un pintor sin brocha. Con perdón de los pintores.
Ahora bien. Como diría el clásico, merece la pena verlo por los anuncios.
Lo puse una vez y otra solo por complacerme con las imágenes de gente corriente que aparecen antes. Esas chicas que juegan con los bolsos en las rebajas de El Corte Inglés. Sobre todo, esas personas que, en momentos importantes de su vida -su boda, un examen, una zambullida en la piscina- sienten sus vías respiratorias libres gracias a que se despejan los conductos nasales con un inhalador con oximetazolina.
¡Respira!, se nos repite, estimulándonos. Y, en efecto, podemos comprobarlo: no dejamos de respirar. El mundo no se ha detenido.
Nunca la publicidad me había parecido tan repleta de seres humanos normales, nunca la sentí tan cercana a la realidad.
Me fatiga su coreografía y el vestuario me parece penoso. La partitura, cansina. Por no hablar del lirismo: carecen. Añado que ni siquiera ensayan.
Se les nota la falta de interés, pero más que nada se ve claramente que manejan conceptos -"normalización democrática", por ejemplo- robados a libretistas más dotados.
Declaman mal, sin conocimiento profundo y sin convicción.
Además, al llegar al tiempo 0:43, el corista situado a mi derecha pierde la compostura y cambia los guantes de postura. Nos ponemos en el 0:47 y los susodichos envoltorios regresan a su lugar de origen.
En el minuto 1:37, los tres pares de guantes son víctimas de un ligero un movimiento nervioso. El triplet continúa hasta completar 2:20 tediosos, interminables minutos, con un levantamiento de informe puño.
El que estaba a mi izquierda se queda unos instantes con la cosa en alto después de que los otros la replieguen. Parece un pintor sin brocha. Con perdón de los pintores.
Ahora bien. Como diría el clásico, merece la pena verlo por los anuncios.
Lo puse una vez y otra solo por complacerme con las imágenes de gente corriente que aparecen antes. Esas chicas que juegan con los bolsos en las rebajas de El Corte Inglés. Sobre todo, esas personas que, en momentos importantes de su vida -su boda, un examen, una zambullida en la piscina- sienten sus vías respiratorias libres gracias a que se despejan los conductos nasales con un inhalador con oximetazolina.
¡Respira!, se nos repite, estimulándonos. Y, en efecto, podemos comprobarlo: no dejamos de respirar. El mundo no se ha detenido.
Nunca la publicidad me había parecido tan repleta de seres humanos normales, nunca la sentí tan cercana a la realidad.
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