Es sano desayunar con la tira de Calvin y Hobbes. Los personajes creados por Bill Watterson son la pareja más estimulante fuera del ámbito de las revistas del corazón y sus ficciones amorosas. Calvin posee el grado de rebeldía contra la realidad que a uno le gustaría conservar. Hobbes, como todos los tigres de peluche con vida propia, es en cambio acomodaticio, prudente y razonable. En la viñeta de ayer a Calvin su padre le ha quitado el televisor, aduciendo que con uno en casa hay más que suficiente. Subido a la rama del árbol, Calvin fantasea con inventar una serie de televisión llamada Los padres no tienen ni idea de nada.
Esa serie, hecha por Calvin sin aportación de ningún pedagogo, tendría bastante éxito. Porque los padres, en realidad, no tienen ni idea de nada.
Hace un año, una asociación de consumidores norteamericana logró que la productora Disney les devolviera el dinero por la comercialización de una serie de vídeos bajo el espeluznante título de Baby Einstein. Al parecer la publicidad resultó ser engañosa, y la visión del vídeo no provocaba en los bebés un aumento de la inteligencia, una optimización de sus neuronas ni una mejora de sus instintos creativos. Es decir, no pasaba de ser cualquier cosa que echarse a los ojos.
Pero los padres creyeron el camelo de que la genialidad precoz se fabrica con tan solo fastidiarles la niñez, cambiando el ámbito de sus juegos y aficiones por sutiles redireccionamientos psicoformativos con careta lúdica.
Si uno tiene niños cerca, mirar un rato las piezas de Tom y Jerry que pasa el Canal Boomerang a la noche es un goce, pero ¿culpable? La lujuria de diversión podría parecer un rato perdido para los niños si alguien aspira a convertirlos en futuros genios. Pero me tranquilizó saber que el pianista LangLang confesó que su interés por el piano nació gracias a un corto de Tom y Jerry, donde Tom era un concertista pugnando por clavar la Rapsodia húngara de Franz Liszt mientras Jerry le complica la sesión.
Es decir, los niños atraviesan paredes donde nosotros indefectiblemente nos partimos las narices. Y es bueno no olvidar, cuando estás a su lado, la sentencia de Calvin: "Los padres no tienen ni idea de nada".
30 dic 2010
El año que vestimos agitadamente
Alexander McQueen planeó sobre 12 meses que descubrieron el poder de las cibertiendas y en el que brillaron las individualidades excesivas .
A un año terrible le ha seguido otro agitado. Tiempo de recuperación, al menos, para los grandes grupos de lujo que han vuelto a ver cómo sus cuentas de resultados les dan alegrías. Pero hay que mirar algo más que frías cifras para comprender este periodo. Tránsito entre décadas especialmente propicio para las carnales individualidades. Cinco claves para recordar.
Tras décadas de ostracismo, el pecho femenino recuperó protagonismo
- El último vuelo de Ícaro. Las muertes inesperadas de líderes jóvenes ejercen de marcadores temporales con incomparable potencia. De John F. Kennedy a Kurt Cobain. No es exagerado considerar la muerte de Alexander McQueen, de 40 años, como la más importante noticia de moda del año. La tragedia del 11 de febrero planeó sobre los siguientes 10 meses de diversas formas.
En marzo, se reveló la última y póstuma colección del creador británico. En mayo, se anunció que su mano derecha durante 14 años, Sarah Burton, le sucedería y en octubre, se presentó su primera colección. El espectacular funeral que se organizó en septiembre en Londres no fue suficiente para que la moda digiriera su pérdida. La ceremonia definitiva se verá en mayo cuando el Museo Metropolitan de Nueva York inaugure una retrospectiva sobre su carrera.
- Bienvenida, tecnología. Alexander McQueen fue uno de los primeros en sacar al sistema de una miopía histórica. Cuesta creer que solo hayan pasado 14 meses desde que el británico decidiera retransmitir por streaming su último desfile en vida. La moda vivía entonces de espaldas a la tecnología y la iniciativa salió regular. Pero prendió una mecha. Poco después, cualquier marca se apuntaba a la carrera por penetrar en las redes sociales y conseguir audiencias globales a través de los ordenadores. Entre otras cosas, porque en este año de tiendas desérticas se ha descubierto que hay un sitio en el que sí se vende: Internet.
El negocio en los comercios electrónicos de ropa sube un 11% respecto al 2,5% que crece el de la calle. Zara empezó a despachar online en septiembre y Google lanzó en noviembre su propio buscador de moda, Boutiques.com.
- Pechos fuera. Uno de los ejercicios más graciosos del año han sido las piruetas semánticas para explicar algo bastante sencillo. Tras años de condena al ostracismo -por parte de la alta moda, al menos- el pecho femenino recuperó el protagonismo.
No hubo más que ver los desfiles de otoño/invierno 2010 de Prada y Louis Vuitton; certificaron el retorno de los senos turgentes. Dado que las modelos de pasarela no disponen, últimamente, de esos atributos se echó mano de otras, famosas por los desfiles de ropa interior de Victoria's Secret.
Alessandra Ambrosio, Adriana Lima o Miranda Kerr, históricamente ninguneadas por las firmas de lujo y las cabeceras de postín, fueron fichadas en tromba para sus publicidades y portadas. Una forma curiosa de rematar uno de los debates más interesantes del año: la necesidad de que la industria abrace cuerpos más diversos. La cuestión se planteó en enero -con un número dedicado a las tallas grandes de la revista estadounidense V Magazine- y ha permitido que modelos con la talla 42 o 44 aparezcan en desfiles de Jean Paul Gaultier o en Vogue.
- La señora de la nada. Phoebe Philo debutó en Céline con la colección para primavera/verano de 2010. No solo dio una alegría a LVMH al devolver el brillo a una casa de marroquinería sedada. Trazó una ruta minimalista que desenredó el entuerto en el que estaba metida una industria a la que la crisis pilló con los reflejos abotargados. Muchos siguieron el rumbo impuesto por la sucesora de Stella McCartney en Chloé, tras dos años de retiro. El alegato por la simplicidad de la británica ha actuado como un enjuague bucal que limpia un paladar saturado.
- A su manera. Paradójicamente en este tiempo de depuración han brillado las individualidades más excesivas. ¿Qué más se puede decir de Lady Gaga y su alucinada estética? Si en 2009 los bloggers se convirtieron en estrellas, en 2010 fueron estos los que transformaron a los editores en celebridades. Un fenómeno que ejemplifica la más extravagante estilista del circuito internacional. Anna dello Russo, directora de moda de Vogue Japón y que pasó 18 años a la sombra de Franca Sozzani, se ha reivindicado como protagonista por sus llamativas apariciones en los desfiles. Aunque a nadie le ha salido tan rentable llevar la contraria como a Tom Ford.
En septiembre presentó su primera colección femenina de la forma más extravagante posible: en secreto. Un centenar de invitados vieron las prendas sobre 32 mujeres formidables, entre ellas, Beyoncé o Julianne Moore. No se distribuyeron imágenes. En la era de la sobreinformación instantánea, el silencio se torna excentricidad.
A un año terrible le ha seguido otro agitado. Tiempo de recuperación, al menos, para los grandes grupos de lujo que han vuelto a ver cómo sus cuentas de resultados les dan alegrías. Pero hay que mirar algo más que frías cifras para comprender este periodo. Tránsito entre décadas especialmente propicio para las carnales individualidades. Cinco claves para recordar.
Tras décadas de ostracismo, el pecho femenino recuperó protagonismo
- El último vuelo de Ícaro. Las muertes inesperadas de líderes jóvenes ejercen de marcadores temporales con incomparable potencia. De John F. Kennedy a Kurt Cobain. No es exagerado considerar la muerte de Alexander McQueen, de 40 años, como la más importante noticia de moda del año. La tragedia del 11 de febrero planeó sobre los siguientes 10 meses de diversas formas.
En marzo, se reveló la última y póstuma colección del creador británico. En mayo, se anunció que su mano derecha durante 14 años, Sarah Burton, le sucedería y en octubre, se presentó su primera colección. El espectacular funeral que se organizó en septiembre en Londres no fue suficiente para que la moda digiriera su pérdida. La ceremonia definitiva se verá en mayo cuando el Museo Metropolitan de Nueva York inaugure una retrospectiva sobre su carrera.
- Bienvenida, tecnología. Alexander McQueen fue uno de los primeros en sacar al sistema de una miopía histórica. Cuesta creer que solo hayan pasado 14 meses desde que el británico decidiera retransmitir por streaming su último desfile en vida. La moda vivía entonces de espaldas a la tecnología y la iniciativa salió regular. Pero prendió una mecha. Poco después, cualquier marca se apuntaba a la carrera por penetrar en las redes sociales y conseguir audiencias globales a través de los ordenadores. Entre otras cosas, porque en este año de tiendas desérticas se ha descubierto que hay un sitio en el que sí se vende: Internet.
El negocio en los comercios electrónicos de ropa sube un 11% respecto al 2,5% que crece el de la calle. Zara empezó a despachar online en septiembre y Google lanzó en noviembre su propio buscador de moda, Boutiques.com.
- Pechos fuera. Uno de los ejercicios más graciosos del año han sido las piruetas semánticas para explicar algo bastante sencillo. Tras años de condena al ostracismo -por parte de la alta moda, al menos- el pecho femenino recuperó el protagonismo.
No hubo más que ver los desfiles de otoño/invierno 2010 de Prada y Louis Vuitton; certificaron el retorno de los senos turgentes. Dado que las modelos de pasarela no disponen, últimamente, de esos atributos se echó mano de otras, famosas por los desfiles de ropa interior de Victoria's Secret.
Alessandra Ambrosio, Adriana Lima o Miranda Kerr, históricamente ninguneadas por las firmas de lujo y las cabeceras de postín, fueron fichadas en tromba para sus publicidades y portadas. Una forma curiosa de rematar uno de los debates más interesantes del año: la necesidad de que la industria abrace cuerpos más diversos. La cuestión se planteó en enero -con un número dedicado a las tallas grandes de la revista estadounidense V Magazine- y ha permitido que modelos con la talla 42 o 44 aparezcan en desfiles de Jean Paul Gaultier o en Vogue.
- La señora de la nada. Phoebe Philo debutó en Céline con la colección para primavera/verano de 2010. No solo dio una alegría a LVMH al devolver el brillo a una casa de marroquinería sedada. Trazó una ruta minimalista que desenredó el entuerto en el que estaba metida una industria a la que la crisis pilló con los reflejos abotargados. Muchos siguieron el rumbo impuesto por la sucesora de Stella McCartney en Chloé, tras dos años de retiro. El alegato por la simplicidad de la británica ha actuado como un enjuague bucal que limpia un paladar saturado.
- A su manera. Paradójicamente en este tiempo de depuración han brillado las individualidades más excesivas. ¿Qué más se puede decir de Lady Gaga y su alucinada estética? Si en 2009 los bloggers se convirtieron en estrellas, en 2010 fueron estos los que transformaron a los editores en celebridades. Un fenómeno que ejemplifica la más extravagante estilista del circuito internacional. Anna dello Russo, directora de moda de Vogue Japón y que pasó 18 años a la sombra de Franca Sozzani, se ha reivindicado como protagonista por sus llamativas apariciones en los desfiles. Aunque a nadie le ha salido tan rentable llevar la contraria como a Tom Ford.
En septiembre presentó su primera colección femenina de la forma más extravagante posible: en secreto. Un centenar de invitados vieron las prendas sobre 32 mujeres formidables, entre ellas, Beyoncé o Julianne Moore. No se distribuyeron imágenes. En la era de la sobreinformación instantánea, el silencio se torna excentricidad.
Muere la mujer que simbolizó la anorexia más feroz
Isabelle Caro pesaba 31 kilos cuando la publicidad la lanzó a la fama .
La modelo y actriz francesa Isabelle Caro, famosa mundialmente desde que su cuerpo anoréxico salió en una campaña publicitaria para la marca Benetton, ha muerto. La familia ha mantenido en secreto su fallecimiento, ocurrido en noviembre. Tampoco se conoce la causa, aunque un amigo de la actriz, el cantante suizo Vincent Bigler, ha revelado que estuvo ingresada en un hospital durante dos semanas por una afección pulmonar y que últimamente se encontraba fatigada en extremo. Tenía 28 años.
Isabelle Caro posaba sonriente en todas las fotografías de los dos blogs que escribía. En uno de ellos contaba su historia, su vida, su calvario al que llamaba Anna: la anorexia. Sonreía pese a su 1,65 de estatura y los 31 kilos de peso con los que saltó a la fama.
Enferma de anorexia desde los 13 años, la modelo francesa se dio a conocer en 2007 a través de una campaña publicitaria de la firma de ropa Benetton bajo el lema No anorexia, que pretendía concienciar sobre el horror de esta dolencia.
El autor de las instantáneas era el fotógrafo Oliviero Toscani, polémico también por retratar a un enfermo de sida agonizando o la pena de muerte. Aquellas imágenes de Isabelle Caro desnuda, todo huesos, dieron la vuelta al mundo y fueron censuradas en países como Italia por "violar los artículos del código de la lealtad publicitaria y las convicciones morales, civiles, religiosas y de dignidad de las personas".
Después de la campaña publicitaria ella reconocía que empezaba a abandonar la prisión en que había estado. A comienzos de 2010, Caro hacía público que había llegado ya a los 42 kilos. Pero la anorexia es una correosa enfermedad mental, que a veces plantea un largo y difícil combate. Los últimos datos que hay en España, de 2003, revelan que el 4,7% de las mujeres padecen esta dolencia.
La dieta de la chica, durante los años en que estuvo atrapada por la enfermedad, consistía en un poco de líquido, algo de chocolate y dos pastelitos de fresa. Así lo contaba ella misma en su blog: "Esperaba con impaciencia a que llegaran las cinco de la madrugada, hora a la que me concedía el derecho a beber por fin unos tragos de coca-cola light y mis dos tacitas de té, que degustaba en una suerte de ritual eufórico, con la ayuda de la cucharilla más pequeña que pude encontrar en el mercado". Se consideraba "víctima de una secta" de la que ella misma era el "gurú". "Rechazaba todo deseo, todo placer; nociones prohibidas en mi vida, que iba en busca de la perfección de un ideal de pureza".
Para ella la campaña publicitaria había supuesto una liberación y en sus diarios en la Red aseguraba que se sentía capaz de luchar contra la enfermedad. En ellos criticaba sobre todo a los hospitales. En 2006, informa AFP, llegó a estar en coma al bajar hasta los 25 kilos de peso. Tras su paso por una clínica de la región de Hauts-de-Seine escribió: "Querían aislarme del mundo exterior, era el tratamiento de las anoréxicas. No se daban cuenta de que cada caso es diferente".
La modelo culpaba de su enfermedad a una madre posesiva que la recluyó de los 4 a los 11 años en un chalet a las afueras de París, donde vivían con su padrastro. Pese a lo dramático de su historia se describía como "una artista, una actriz, una apasionada del teatro, y sobre todo y ante todo, una enamorada de la vida, de su belleza, y de la riqueza del universo terrestre que nos ofrece la naturaleza"; aunque añadía: "Cada día se me presenta como una lucha permanente contra la anorexia". Una batalla sobre la que ella misma anunciaba sus progresos. Sus blogs estaban ayer fuera de servicio.
La modelo fue admirada por su bello cuerpo, pero solo saltó a la fama cuando dejó que fotografiaran el montón de huesos en que se había convertido: una terrible enseñanza para todos aquellos que pasan por la misma enfermedad.
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