Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 dic 2010

El secreto del Nobel TRIBUNA: JUAN CRUZ

. .Juan Carlos Onetti decía que todo periodista debería tener al lado una mano que le golpeara cada vez que estuviera a punto de escribir una estupidez, informativa o sintáctica.






La Academia sueca mantiene la reserva sobre el ganador hasta el último momento

A mí tendría que haberme golpeado fuerte esa mano cuando conté en mi libro Egos revueltos que el académico sueco Knut Ahnlund, acompañado de su amigo el periodista Gabi Gleichman, había ido a ver a Camilo José Cela antes de que este recibiera la noticia de que él iba a ser Nobel de Literatura. Se infería en ese texto que el escritor español pudo haber sabido de antemano que iba a ser premiado.
 Eso es imposible, y haberlo dado a entender es, como digo, una estupidez que deploro. La visita se produjo luego, y la memoria, que actúa, como decía Fernando Arrabal, en golpes de teatro, puso antes lo que fue después, causando un embrollo que ahora aclaro.






Dicho esto, con mi gratitud retrospectiva a la mano de Onetti, que vino tarde pero que vino gracias a Ahnlund y a Gleichman, diré por qué es imposible que esa ensoñación falaz de mi memoria tenga que ver, antes, ahora o quizá jamás, con la realidad.






El premio sueco, que ahora la Academia le ha otorgado a Mario Vargas Llosa, se basa en un código absoluto de confidencialidad, y ese secreto es parte integrante de su galardón. La naturaleza de las fichas que manejan los académicos, el tenor de sus discusiones, e incluso el estilo de la Academia, mantiene esa confidencialidad hasta tal punto que los escritores que son galardonados, cuando reciben la noticia, preguntan incluso cómo fue y reciben como respuesta una de esas sonrisas evasivas que han ganado para el gesto el apodo que tiene esta sueca manera de ser: hacerse el sueco.






Vargas Llosa contó en un artículo ahora célebre, Catorce minutos de reflexión, cómo le llegó la noticia, mientras estaba leyendo un libro de Alejo Carpentier; y que su sorpresa fue tan grande, en él y en su mujer, Patricia, que durante 14 minutos, hasta que no sonó la voz oficial de la Academia diciendo que era Nobel de Literatura, no fue plenamente consciente de que lo podía contar.






Mi compañero Sealtiel Alatriste y muchos más editores de José Saramago estábamos en Fráncfort, en 1998, con el autor portugués la noche anterior a que le concedieran el mayor galardón literario de todo el mundo. Y ni Saramago supo nada esa noche, nadie le alertó de nada, ni al día siguiente, cuando marchaba con su gabardina por el aeropuerto de la ciudad alemana, tuvo idea del acontecimiento que se le vino encima hasta que le avisó una azafata de que le requerían para darle esta buena noticia. Fue entonces cuando se encontró con su editora Isabel de Polanco y se fundieron ambos en un abrazo que lamentablemente ya no puede rememorar ninguno de los dos...






El prestigio del Nobel se basa en el secreto. Y este es un cajón guardadísimo. Hay especulaciones, claro, y algunas de esas especulaciones a veces se hacen ciertas, por lo que luego hay gente que dice: "Ah, yo ya lo sabía". Se puede saber en el último estadio, quizá, cuando la maquinaria de la Academia se pone en funcionamiento, para traducir los méritos del que va a ser declarado Nobel o para buscar su teléfono sin que esa búsqueda alerte al propio ganador.






Es cierto que un año antes de que lo ganara Cela, el escritor español recibió una especulación periodística que le ponía en la lista de los que podían tenerlo el octubre siguiente. El acertijo era plausible, y se hizo verdad esta vez tan solo porque ese año los suecos de la Academia pararon ahí el giro de la ruleta, pero podía haber estado Cela esperando el turno que los entendidos creían, con razón, que tenía cerca.






La incertidumbre que genera este secreto a veces exalta y a veces disuade a los propios aspirantes. Borges hizo muchas bromas sobre el premio, que muchos dijeron que no tendría jamás por razones políticas.






El premiado más cercano, Mario Vargas Llosa, dijo que este año, cuando en efecto lo tuvo, fue cuando menos amigos lo llamaron para saber qué haría ese día en que a lo mejor... Y lo tuvo, y al principio se creyó que era una broma que incluía la palabra Estocolmo.






Cuando lo ganó Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda lo esperaba con tanta ansiedad que tuvo un amago de infarto al oír en la radio que su turno había sido sobrepasado por su colega guatemalteco.
 Su teléfono sonó algún tiempo más tarde. Octavio Paz lo esperaba cuando lo tuvo Cela, y hasta un año después no se recuperó de su zozobra.






La Academia sueca es un reloj perfecto; acierta o yerra en sus decisiones, pero sus dispositivos están engrasados al milímetro, y lo que más se cuida de esos mecanismos es el secreto.
 No es una manía, es parte del premio; se puede apostar, y de hecho se apuesta, pero el origen de esas apuestas es más el deseo que la información.






Los que quieran atreverse con un nombre propio, o con una confidencia sobre quién va a ganar el Nobel, deberían (deberíamos) tener al lado la mano de Onetti, golpeando para que no caigamos en la tentación de creer que se puede penetrar en el sacrosanto secreto de la Academia sueca.

Paseando en Navidades por New York

Encendido árbol navidad pepsi más grande del Mundo Ciudad de México

¿Intercambio de ex esposas entre toreros?

Fran Rivera aclara que lo que lo une a Patricia Rato es solo una amistad, mientras Espartaco disfruta de Eugenia Martínez de Irujo y las revistas se vuelven a equivocar .
Mientras Fran Rivera aclara en ¡Hola! que lo une una "profunda amistad" con Patricia Rato, la ex mujer de Espartaco, este aparece en varias fotos de Semana disfrutando de la Sicab en Sevilla precisamente junto a la ex mujer de Rivera, Eugenia Martínez de Irujo. Este insólito intercambio de parejas es lo más interesante que llevan las revistas de los miércoles esta semana.












Espartaco arremete contra su mujer



Y es que cuando Espartaco habló sin tapujos de su separación de la sobrina de Rodrigo Rato y mencionó a una supuesta tercera persona que se interpuso en su matrimonio, muchos pensaron en Fran Rivera, que por primera vez ha salido al paso de esos rumores. "Yo conozco a Patricia como la mujer del maestro y yo a él le tengo mucho cariño, respeto y agradecimiento", declara el torero en ¡Hola!. "Ha sido a raíz de su separación cuando hemos hecho más amistad", continúa, refiriéndose a Patricia, "pero no hay más", aclara.






Mientras tanto, Semana publica varias fotos de Espartaco disfrutando de la Sicab 2010 en Sevilla junto a Eugenia Martínez de Irujo. Según la revista, los asistentes se sorprendieron ante tanta amistad, que no era conocida anteriormente. Cuenta Semana que la pareja estuvo durante por lo menos una hora y media "compartiendo risas, confidencias, miradas y complicidad" y que entre ambos la "química era evidente".






Y, siguiendo el rumbo de la semana pasada, en que alguna de las cabeceras del corazón aseguró que Dani Martín esperaba su primer hijo y fue desmentida por el mismo cantante horas después, esta semana dos revistas vuelven a equivocarse: Sara Carbonero puebla las páginas interiores de las cuatro con su vuelta al trabajo tras la operación de pecho, pero Semana y Lecturas hablan también de la celebración del cumpleaños de la periodista. Telecinco ha tardado poco en aclarar en El programa de Ana Rosa que la novia de Iker Casillas cumplió 26 años el pasado 3 de febrero, y no el 30 de noviembre, como aseguran estas publicaciones.






Otros temas de la semana se repiten en las revistas: Los Príncipes y su visita oficial a Perú, la nueva novia de José Coronado y Ana Obregón celebrando Acción de Gracias con su hijo, que ahora que es mayor de edad posa junto a ella.



Y Diez Minutos se guarda dos ases bajo la manga. La revista publica unas fotos del ex de Lydia Bosch con su nueva y joven conquista y cuenta que Borja Thyssen y Blanca Cuesta se han comprado un chalet en Madrid de cinco millones de euros y 800 metros cuadrados.
Las fotos que muestra justifican el altísimo precio de la vivienda que, según cuenta, han pagado con la herencia que Tita Cervera, por fin, ha entregado a su hijo.