Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 nov 2010

"Si ganara el Cervantes daría saltos"ENTREVISTA: ANA MARÍA MATUTE Escritora

La autora de 'Pequeño teatro', figura esencial en la novela española de posguerra, suena con fuerza para el gran premio de las letras españolas.
 Con nuevo libro en cartera, 'La puerta de la luna', recorre en esta entrevista su vida y su obra .
Frágil, pero llena de energía, Ana María Matute celebra estos días la aparición del libro que reúne sus cuentos.
 La puerta de la luna. Cuentos completos (Destino) da cuenta de su inmenso quehacer literario. Incluye además escritos cortos y artículos periodísticos, que escribió para la revista Destino, algunos de ellos hermosos relatos. Son textos publicados entre 1947 y 1998.
 El prólogo a cargo de la especialista María Paz Ortuño Ortín fija minuciosamente el trabajo de Matute. La escritora está harta de que las biografías le quiten un año. "Estoy cansada de repetirlo: tengo 85 años, nací en 1925 y no en 1926 como se emperran en decir".







"La vida te cambia, te apalea, pero yo no me doblego ni que caigan rayos"



"Espero que la novela en la que estoy trabajando no sea la última"

Pregunta. Tenía 17 años cuando escribió la novela Pequeño teatro y un par de años más cuando la llevó a Destino. ¿Cómo logró vencer su timidez?



Respuesta. Iba a por todas. He escrito desde los cinco años. Pensé que Destino era la mejor editorial. Fui tres o cuatro veces, pero el director, Ignacio Agustí, siempre estaba ocupado. Un chico joven que trabajaba en la editorial me dijo "ven tal día y a tal hora y te haré pasar". Fue la confabulación de los jóvenes. Yo temblaba como un flan, pero Agustí fue muy amable. Me dijo que la pasara a máquina y que la leerían. Yo la llevé escrita a mano en uno de esos cuadernos con tapas de hule negro que se utilizaban entonces.



P. Supongo que la mecanografió a toda pastilla.



R. A toda velocidad. La llevé a la editorial y dos semanas después me encontré en la calle con Ignacio Agustí. Me llamó "señorita Matute" y me dijo que estaban asombrados. "¿Cuántos años tienes?", me preguntó. "Diecinueve", dije. "Pues ven con tu padre para que firme la autorización". En aquellos años los padres o los maridos tenían que autorizarlo todo. También me pidió que le llevara algún cuento para darme a conocer literariamente en la revista Destino.



P. ¿Se lo publicaron?



R. Sí, enseguida. El primero que apareció fue El chico de al lado. Me emocioné tanto que compré cuatro ejemplares del semanario. En 1948, Los Abel quedó finalista del Premio Nadal. Agustí me dijo que la veía más madura que Pequeño teatro. Ganó Delibes con La sombra del ciprés es alargada. Quedar finalista detrás de Delibes fue todo un honor. El Nadal fue una bomba para lanzar autores y se lo inventó Ignacio Agustí.



P. ¿Qué pasó con Pequeño teatro?



R. Me la llevé a casa y al cabo de unos años la presenté al Planeta, en 1954. Ganó.



P. En La puerta de la luna aparecen todos los temas que le interesan y que hemos leído en sus novelas: la infancia, la injusticia social, la incomunicación, la incomprensión y el bosque. El bosque siempre está presente en sus historias.



R. El bosque es fundamental. La naturaleza y yo nos entendemos bien. Pertenezco al bosque.



P. La guerra y la posguerra también aparecen como trasfondo en muchas de sus obras.

R. Tenía 11 años cuando empezó la guerra. Terrible, bombardeos, crueldades y barbaridades por ambos lados. Y luego la posguerra, que también fue suculenta. Se prolongó demasiado por culpa de aquella bestia parda que vivía en El Pardo...



P. Ha ganado un montón de premios: dos nacionales de Literatura Infantil, un Nadal (Primera memoria), un Nacional de Literatura y el de la Crítica (Los hijos muertos), el Nacional de las Letras, un Ciudad de Barcelona, un Café Gijón, un Terenci Moix...



R. No escribo para ganar premios, gano premios porque he escrito libros.



P. ¿Le gustaría ganar el Cervantes, que se entrega la próxima semana?



R. Claro que me gustaría ganar el Cervantes. Si lo ganara daría saltos de alegría, bueno, saltos espirituales... [Muestra la muleta que utiliza para andar].



P. Tiene usted una mala salud de hierro.



R. He pasado por el quirófano 11 veces, me he roto el fémur. Soy frágil, pero estoy llena de energía. Ya lo decía el médico de pequeña: "Esta niña es frágil, pero sana". Soy Sanamaría... je, je, je, qué burra soy, ya estoy diciendo burradas.



P. Tuvo usted una producción literaria extraordinaria en los años cincuenta y sesenta.



R. Me casé con aquel espécimen [su primer marido] y pasamos verdaderos apuros económicos. La Matute se convirtió en el sostén de la familia. Solo entraba en casa el dinero que ganaba yo. Me levantaba a las seis de la mañana, ¡qué horror!, cuando ahora tengo que levantarme a las diez me parece que es la madrugada. Escribía un cuento semanal para la revista Garbo, para Destino, novelas, relatos. Mi vida ha sido, es, la literatura y mi hijo. Al revés, mi hijo y la literatura.



P. Consiguió separarse del "espécimen", como usted dice.



R. En esto sí que fui una verdadera heroína, eran los años cincuenta cerca de los sesenta. Sufrí mucho. Automáticamente le dieron la custodia al padre y estuve sin mi hijo dos años y pico. Lo único que me salvó es que mi suegra y mi cuñada, muy buenas personas, me dejaban verlo los sábados. Al espécimen no le interesaba tener el niño, se lo pasó a su madre, solo lo hizo para chincharme.



P. Su vida no ha sido fácil.



R. He vivido momentos terribles. La vida te cambia, te apalea bien, pero yo no me doblego, ni que caigan rayos y tormentas. También he vivido momentos maravillosos. Con mi segundo marido fui muy feliz. Cuando llega el desánimo siempre me digo "p'alante Matute, no para adelante, no, p'alante Matute".



P. Usted siempre tiene proyectos. Seguro que está ya con una nueva novela.



R. Sí, pero no quiero hablar de ella, porque aún no sé en qué época la ambientaré. Espero que no sea la última.



P. Cuando publicó Paraíso inhabitado, en 2008, ya dijo que era la última.



R. Me entrego tanto cuando escribo algo que lo hago pensando siempre que es lo último.



P. ¿Y memorias?



R. Nunca escribiré memorias, solo pensar en las fechas me da pavor. Tendría que consultar tanto, uff.



P. ¿Le disgusta recordar el pasado?



R. No es eso. Pero me llega la etapa en que la memoria flaquea. Si pierdes la memoria, pierdes la vida, es como si no hubieses vivido y a veces me cuesta tanto vivir...

15 nov 2010

LIBROS DIGITALES




 Esta guía para acertar en la compra de un libro electrónico puede resultar interesante, ya que nos orienta acerca de estos aparatos que aún no están demasiado extendidos y para muchos aún representan grandes desconocidos.



No se trata de un listado de mejor a peor, sino una guía comparativa entre 6 modelos de libros electrónicos, los más populares en España: Illiad, Kindle, Papyre 6.1 /Hanlin V3, CyBook Gen3 y Sony Reader PRS-505.



En una tabla encontraremos desde los datos de la pantalla, almacenamiento interno o duración de la batería hasta el precio o las tiendas donde se pueden comprar, constituyendo una información práctica bastante completa.







Deberemos fijarnos en el uso que le queremos dar (eventual o habitual, estudio…), en el tamaño de la pantalla, en el peso, en la duración de la batería y en los formatos que lee para saber cuál se adapta mejor a nuestras necesidades. Claro, todo esto sin olvidar el precio y su disponibilidad.



Las especificaciones técnicas de la tabla comparativa son las proporcionadas por los fabricantes, mientras que los precios de venta son los más baratos de los encontrados en tiendas españolas.



Se echa de menos lectores como el Nuut o el Netronix EB-300, aunque a estas alturas ya es difícil conocer todos los modelos que están en el mercado…



El más barato de los analizados es el Sony Reader PRS-505, y le sigue el famoso Kindle (unos 260 euros). No me extraña que se agotara, entre el precio y la gran promoción que tuvo… Sin embargo, los precios bajarán. Desde el mismo sitio nos recuerdan que tanto la tecnología temprana como el precio hacen conveniente esperar para hacernos con uno de estos libros.

La espía que se pasó a Hollywood

.Valerie Plame era una agente secreta de la CIA hasta que el Gobierno Bush la delató en represalia por las críticas de su marido, ex embajador en Irak. Una película cuenta su historia. La realidad supera la ficción. Hablamos con la pareja.




Si quieres empezar con mal pie, no tienes más que decirle a Valerie Plame que se ha pasado a Hollywood. Da igual que estemos en el corazón de Beverly Hills, y que su vida sea el centro de una película,



"Cuando esto saltó a la luz, he de admitir que me quedé paralizada. Me costó comprender lo que estaba pasando"



"La CIA es disfuncional, pero sigo estando a favor de un férreo servicio de inteligencia"

Caza al espía, dirigida por Doug Liman, el realizador de filmes como El caso Bourne. Plame te mirará muda, fría, elegante y superior, como una estrella de cine, con su melena de rubio idéntico al de su álter ego en la pantalla, Naomi Watts. Pero en Hollywood o fuera de aquí, en activo o víctima de una, digamos, jubilación forzosa a los 47 años, Valerie Plame es y será una espía. Ex espía ahora. A su pesar. "Yo estaba enamorada de mi carrera. Orgullosa de servir a mi país y de defender uno de los trabajos más interesantes que existen. Nunca sentí la necesidad de que los demás supieran lo que hacía. Mi satisfacción venía de mi trabajo, y si nada de esto hubiera pasado, yo estaría ahora con mi familia en el extranjero luchando contra la proliferación del armamento nuclear. Las cosas han cambiado de un modo que nunca imaginé. Y sigo acostumbrándome a lo más duro, ser una figura pública", dice rompiendo su silencio inquisitivo.



Basada en la autobiografía homónima, Caza al espía se centra en uno de los momentos menos honrosos de la presidencia de George W. Bush. Fuentes de la Casa Blanca filtraron a la prensa que Valerie Plame era una agente de la CIA. Querían castigar a su marido, el ex embajador Joe Wilson, por el artículo que escribió contra el Gobierno en un momento en el que se estaba con él o contra él. En 2003, durante la invasión estadounidense en Irak, no había más opciones. Lo recuerda el propio Wilson. "La Administración, deliberadamente, quiso confundir a la población poniendo en marcha una campaña de desinformación cuyo único objetivo fue desanimar a cualquiera que quisiera expresarse contra el Gobierno. Decirles: 'Si haces lo que Wilson, haremos a tu familia lo que le hicimos a la suya'. Una campaña que confundió hasta a los periodistas, que deberían buscar la certeza. ¡Una vergüenza!", expone Wilson, al que da vida en pantalla el actor Sean Penn.



Aunque sus años como agente hasta enero de 2002 siguen siendo "información clasificada", lo que se sabe de Plame es que se graduó entre los primeros de su promoción en "la granja" (The Farm), centro de entrenamiento secreto de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense. La idea de ser agente operativo no le vino del cine, sino de su familia, "habituada a vivir entre gente que trabajó en el sector público". Su padre es veterano de la Segunda Guerra Mundial; su hermano fue herido en Vietnam, y su madre es profesora. Plame fue una agente en cuyo entrenamiento "el Gobierno invirtió cientos de miles de dólares". Una formación que "no tiene nada que ver con la forma de operar de Jason Bourne, o James Bond, o trabajar en posición horizontal". Plame se casó con Wilson tras "un flechazo". Para los que dudan de la química entre esta agente fría, calculadora y reservada y su marido de 60 años, lenguaraz y explosivo, hay que decir que el matrimonio tiene gemelos de 10 años y disfrutaba de una vida aparentemente perfecta en Washington en la que los actos públicos de Wilson se combinaban con otra agenda secreta que incluía viajes al extranjero de Plame en misiones de alto nivel de las que no puede dar explicaciones. De ahí arranca Caza al espía.



"Mi artículo fueron 1.500 palabras: Lo que no encontré en África. Y lo único que buscaba es que un profesor que me suspendió en civismo me dijera: 'Has mejorado", recuerda Wilson. El que fue el último embajador en Irak antes del bombardeo aliado en la primera guerra del Golfo, ese al que George Bush (padre) describió como un "héroe americano", quería más. Quería dejar de escuchar como si fuera un hecho que Níger estaba vendiendo uranio a Irak, prueba irrefutable según la Administración de George W. Bush (hijo) de que el régimen de Sadam Husein seguía adelante con su programa de armas de destrucción masiva y justificar así el nuevo enfrentamiento bélico. El vicepresidente Dick Cheney había pedido a la CIA una investigación sobre estas supuestas ventas, y Wilson fue el encargado del informe, no por estar casado con Plame, quien entonces trabajaba en la Agencia Central de Información en la división contra la proliferación de las armas de destrucción masiva, sino por haber formado parte del cuerpo diplomático estadounidense tanto en Níger como en Bagdad. Su artículo, publicado en The New York Times en julio de 2003, no decía más que lo que dijo su informe, que la Administración Bush desoyó.



La reacción ante el artículo no fue la esperada por Wilson. "Esa es la razón por la que presenté una demanda civil contra el señor Cheney, el señor Libby, el señor Rove y el señor Armitage. Por haber utilizado de manera deliberada el dinero de los contribuyentes para enzarzarse en una venganza personal". Wilson señala al entonces vicepresidente estadounidense, su colaborador Lewis Scooter Libby, al consejero Karl Rove y al alto cargo de la Casa Blanca Richard Armitage como culpables de la filtración de la identidad de Plame al columnista conservador Robert Novak. "Lo que hicieron con Valerie fue una violación de la seguridad nacional que debería ser castigada como traición", sigue Wilson, indignado por una campaña que solo quería engañar al país bajo falsos pretextos para justificar una guerra cuestionable. Sin embargo, la investigación concluyó con Libby como único implicado y condenado a 30 meses de cárcel por perjurio y no por traición, pena que Bush conmutó.



"Lo peor fue el efecto dominó que provocó", agrega Valerie Plame. En sus palabras no hay emoción. "Nunca me vi como una víctima y considero la amargura una pérdida de tiempo. Lo único que espero es que algo así nunca vuelva a ocurrir". No habla solo de haber perdido el trabajo al que tanto había dado. O el peligro en el que se vieron ella y su familia, expuestos y sin protección de los que hasta entonces eran sus compañeros. "Irónicamente, el servicio secreto vigiló a todas horas al resto de los mencionados". O del abuso de poder cometido por un Gobierno democrático, contra ella y el resto de la nación. Lo que Plame más lamenta son las operaciones que quedaron por concluir. "Sé que la CIA elaboró un informe sobre los daños causados, pero nunca me dejaron verlo", añade, debatiéndose entre lo que no puede contar y lo que no le han dejado saber sobre posibles víctimas a sumar a la lista de bajas, civiles y militares, de una guerra sobre la que prefiere no opinar.



Plame solo habla de lo que sabe. De ahí que cuando saltó el escándalo, el cruce de acusaciones entre la Administración Bush y Wilson se vio acompañado de un mutismo total por su parte. "Cuando saltó a la luz, aún trabajaba para la CIA y tenía prohibido hablar de mi trabajo. Pero he de admitir que me quedé paralizada, me costó tener la capacidad de comprensión y reacción que tuvo Joe". Plame suelta una carcajada cuando se menciona la cobertura mediática del escándalo. "Se supone que la prensa debe poner a raya a un Gobierno corrupto". Wilson añade: "Vivimos la muerte del periodismo de investigación, algo que empezó con Woodward y el Watergate y acabó también con él, con su disculpa por no haber hecho más".



El matrimonio Wilson Palme reside en Santa Fe, alejados de Washington y sus puñaladas traperas. A la productora Janet Zucker, reconocida liberal, le costó convencer a Plame para contar su historia en cine. Hace tres años escribió sus memorias en un libro que le volvió a crear problemas. "La CIA es disfuncional, y no seré yo quien la defienda, pero sigo estando a favor de un férreo servicio de inteligencia", opina la parte de Plame que no ha dejado de ser espía. Finalmente, aceptó el rodaje. Tanto ella como su marido estuvieron disponibles durante el rodaje para Naomi Watts y Sean Penn. "Recuerdo que quedamos en el aeropuerto, algo que me extrañó. ¿Quién queda en un aeropuerto? ¡Los espías!", rememora la actriz. Penn fue a casa de los Wilson, y el actor y el ex funcionario llegaron a una perfecta simbiosis de "días Wilson, serios y sobrios, y noches Penn", según bromea el primero.



En lo que no se ponen de acuerdo es en la clase de película que han hecho. "Es Todos los hombres del presidente y Solo ante el peligro", opina Wilson, que compara la trama con una tragedia griega centrada en el poder -"en el abuso de poder"- y donde él y su esposa no son héroes. "Es una historia de ciudadanía", zanja. Plame prefiere verla como una película que llame a la acción. "Un filme que dice la verdad, que habla de relaciones personales y de espionaje en un contexto político", explica.



El estreno coincide con la salida de las memorias de George W. Bush y su versión de por qué su Gobierno puso en marcha la guerra contra Irak. Además, los nombres de Rove y Cheney han vuelto a la palestra con las elecciones legislativas en EE UU. Aun así, es difícil captar el interés del público en un cine que hace tiempo dejó de tener conciencia. Wilson y Plame confían en que su vivencia haya servido de algo y que el cine sirva de amplificador, dado que el Tribunal Supremo no les ha permitido continuar su lucha contra los que llaman sin reparos traidores a su país. Ellos se están labrando un nuevo futuro, él como presidente de una compañía de construcción y ella siguiendo su labor contra las armas masivas en un documental y preparando una novela, cómo no, de espionaje. "Somos funcionarios sin pensión, y no es el momento de jubilarse", bromea Plame. También es cuestión de civismo. "Tenemos un problema cuando hay más gente que vota en American Idol que en las elecciones", concluye Wilson.

Abran paso a los veteranos

El sábado por la noche fue día de fiesta en Hollywood. La entrega de los Oscar honoríficos meses antes de la ceremonia principal -es el segundo año que se separan los actos- ha convertido esta velada, ahora bautizada como Governors Awards, en una reunión de amigos y en la exaltación del trabajo de los galardonados. Este año fueron el actor Eli Wallach (en activo a sus 94 años), el cineasta francosuizo Jean-Luc Godard y el historiador y restaurador fílmico Kevin Brownlow (el primer estudioso que recibe la estatuilla). Junto a ellos, Francis Ford Coppola, galardonado con el premio Irving G. Thalberg, para los productores que han destacado por la excelencia en su trabajo.




Premios Oscar





Aunque Jean-Luc Godard, puntal de la Nouvelle Vague, no asistió al evento (según su esposa, por no celebrarse a la vez que los Oscar principales), su homenaje fue presentado por el actor francés Vincent Cassel. La estatuilla se quedará en la Academia hasta que sea enviada al cineasta a su casa en Suiza.