Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."
J. Cortázar. Rayuela.
7 oct 2010
Lo que hay DAVID TRUEBA
.Nada más inoportuno que pararse a analizar las razones por las que afloran los telefilmes sobre personajes reales. La primera, no lo duden, es porque tienen subvención. Pueden incorporarse a la partida de audiovisual comunitario que han de cumplir por ley las cadenas, siempre y cuando no superen los dos episodios. Y allá están plantados en los dos episodios.
Si se subvencionara pintar de rosa a las cucarachas, asistiríamos al nuevo oficio de artista cucarachero, así de flexible es el mercado. Se eligen personajes reales, habituales del corazón, porque de manera sencilla podemos ocupar la ficción también con el cotilleo.
Si pusiéramos todos estos telefilmes juntos certificaríamos que estamos asistiendo a la ambiciosa adaptación cinematográfica de la revista ¡Hola! Si se han adaptado novelas y obras de teatro, por qué no se podrían adaptar los seriales hagiográficos que en nuestra infancia publicaba el Lecturas.
Y además mantener el mismo tono, marca del género, respetuoso, amigable, pero siempre con la puntita de morbillo curioso. Es obvio que si uno quiere poner en imágenes el entrañable noviazgo de Felipe y Letizia, es mejor acudir a la amabilidad del cuché que a la serialización burra que hizo la revista El Jueves y que combinaba la zafiedad de la vida real con el respeto humanizador que la sátira otorga a sus personajes parodiados.
Se anuncian sin parar nuevos asaltos a estos héroes de la aventura en la fama, algunos bordean la vida de santos, o incluso se anuncia un biopic de Mario Conde escrito por Mario Conde, consuelo mientras llega el día en que pueda reescribir los telediarios.
La elección de estos modelos audiovisuales responde más a urgencias de contabilidad, retos de audiencia, que a la búsqueda de dejar para la posteridad una memoria histórica. Es una lástima que no prosperaran otros modelos más rigurosos y exigentes. Hace poco volví a ver la miniserie que Peter Watkins rodó en 1973 sobre el pintor noruego Edvard Munch.
Elegir un maestro del arte, con una biografía compleja de angustias y vaivenes psicológicos, en enfrentamiento sangriento contra los gustos académicos de la época, dotaban a Munch de categoría y trascendencia. Era un modelo de relato televisivo que de haber triunfado nos habría hecho, si no mejores, un poco más inteligentes.
Si se subvencionara pintar de rosa a las cucarachas, asistiríamos al nuevo oficio de artista cucarachero, así de flexible es el mercado. Se eligen personajes reales, habituales del corazón, porque de manera sencilla podemos ocupar la ficción también con el cotilleo.
Si pusiéramos todos estos telefilmes juntos certificaríamos que estamos asistiendo a la ambiciosa adaptación cinematográfica de la revista ¡Hola! Si se han adaptado novelas y obras de teatro, por qué no se podrían adaptar los seriales hagiográficos que en nuestra infancia publicaba el Lecturas.
Y además mantener el mismo tono, marca del género, respetuoso, amigable, pero siempre con la puntita de morbillo curioso. Es obvio que si uno quiere poner en imágenes el entrañable noviazgo de Felipe y Letizia, es mejor acudir a la amabilidad del cuché que a la serialización burra que hizo la revista El Jueves y que combinaba la zafiedad de la vida real con el respeto humanizador que la sátira otorga a sus personajes parodiados.
Se anuncian sin parar nuevos asaltos a estos héroes de la aventura en la fama, algunos bordean la vida de santos, o incluso se anuncia un biopic de Mario Conde escrito por Mario Conde, consuelo mientras llega el día en que pueda reescribir los telediarios.
La elección de estos modelos audiovisuales responde más a urgencias de contabilidad, retos de audiencia, que a la búsqueda de dejar para la posteridad una memoria histórica. Es una lástima que no prosperaran otros modelos más rigurosos y exigentes. Hace poco volví a ver la miniserie que Peter Watkins rodó en 1973 sobre el pintor noruego Edvard Munch.
Elegir un maestro del arte, con una biografía compleja de angustias y vaivenes psicológicos, en enfrentamiento sangriento contra los gustos académicos de la época, dotaban a Munch de categoría y trascendencia. Era un modelo de relato televisivo que de haber triunfado nos habría hecho, si no mejores, un poco más inteligentes.
Michelle Obama, la mujer más poderosa del mundo
La primera dama de EE UU encabeza la lista 'Power women' de Forbes seguida de Irene Rosenfeld y Oprah Winfrey .
Michelle Obama, se coloca como la mujer más poderosa del mundo, superando a jefas de Estado, directoras ejecutivas y famosas, según el listado anual Power women que anualmente elabora la revista Forbes.
Irene Rosenfeld, la presidenta ejecutiva de Kraft, se sitúa en el segundo lugar, seguida por la presentadora de televisión y magnate de medios Oprah Winfrey, quien tras 25 años la próxima temporada dará por concluido su programa, The Oprah Winfrey Show , para lanzar su propia red de cable.
La canciller alemana, Angela Merkel, a la cabeza del ránking el pasado año , fue elegida como la cuarta mujer más poderosa. La Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, encargada de las conversaciones de paz en Oriente Medio, completa los cinco primeros puestos.
"Han construido empresas y marcas, a veces por medios no tradicionales, y han roto las barreras de género en las áreas de comercio, política, deportes y medios de comunicación. Ellas están presentes en las vidas de millones, y a veces miles de millones, de personas ", ha afirmado Moira Forbes, vicepresidenta y responsable de la lista editada por la revista.
Sobre la posición de Michelle Obama en el primer lugar, ha expresado que ella "ha hecho de la oficina de la primera dama la suya propia sin dejar de ser popular". "En un claro signo de su carisma, la Casa Blanca está dejando en su mano la recaudación de fondos para la campaña en Estados como California y
Michelle Obama, se coloca como la mujer más poderosa del mundo, superando a jefas de Estado, directoras ejecutivas y famosas, según el listado anual Power women que anualmente elabora la revista Forbes.
Irene Rosenfeld, la presidenta ejecutiva de Kraft, se sitúa en el segundo lugar, seguida por la presentadora de televisión y magnate de medios Oprah Winfrey, quien tras 25 años la próxima temporada dará por concluido su programa, The Oprah Winfrey Show , para lanzar su propia red de cable.
La canciller alemana, Angela Merkel, a la cabeza del ránking el pasado año , fue elegida como la cuarta mujer más poderosa. La Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, encargada de las conversaciones de paz en Oriente Medio, completa los cinco primeros puestos.
"Han construido empresas y marcas, a veces por medios no tradicionales, y han roto las barreras de género en las áreas de comercio, política, deportes y medios de comunicación. Ellas están presentes en las vidas de millones, y a veces miles de millones, de personas ", ha afirmado Moira Forbes, vicepresidenta y responsable de la lista editada por la revista.
Sobre la posición de Michelle Obama en el primer lugar, ha expresado que ella "ha hecho de la oficina de la primera dama la suya propia sin dejar de ser popular". "En un claro signo de su carisma, la Casa Blanca está dejando en su mano la recaudación de fondos para la campaña en Estados como California y
Habla el jazz, calla la política
El estadounidense Wynton Marsalis y su orquesta triunfan en La Habana - La flexibilidad de la Administración de Obama ha hecho posible el viaje .
El jazz vuelve a desdibujar las fronteras entre Cuba y Estados Unidos. Como era antes. Cuando Dizzy Gillespie y Chano Pozo revolucionaron el ritmo y surgió el afrocuban jazz; cuando el flujo de música y artistas entre ambos países era trepidante e imparable.
Con ese mismo espíritu de unión, como heredero de un largo legado de creación compartida, el trompetista estadounidense Wynton Marsalis se presentó el martes ante el público cubano al frente de los 15 músicos de la Orquesta del Lincoln Center (JLCO). En dos horas cortas, la big band más famosa del mundo recreó con preciosismo la evolución y filosofía del jazz en Estados Unidos, en el primero de cinco históricos conciertos en La Habana.
La noche entera fue una obra de arte. Desde el principio al final. Una delicada selección de clásicos de Ellington, Gillespie o Thelonius Monk, combinada con arreglos y composiciones propias e hilvanadas como una lección magistral, rigurosa y vibrante, y no solo para neófitos; entre el público había un centenar de músicos cubanos, empezando por el pianista Chucho Valdés, anfitrión de Marsalis en La Habana. Fue emocionante para todos.
Para Valdés, la iniciativa del trompetista norteamericano y la JLCO marca "un verdadero hito" en los intercambios culturales entre ambos países. Por varios motivos. El primero, porque Marsalis y sus músicos no llegaron a La Habana simplemente a mostrar su arte. "Vinieron sobre todo a interactuar, y a algo todavía más importante: a enseñar a los más jóvenes, a dar continuidad a la tradición". Según Chucho, "su mensaje educativo es una lección para todos".
Así es. Desde que desembarcaron en Cuba, los músicos estadounidenses han pasado por varias escuelas de música de enseñanza elemental y media ofreciendo clases magistrales y transmitiendo a los alumnos su experiencia. El viernes dedicarán el día entero a dar talleres en el conservatorio y en el Instituto Superior de Arte, mientras que el sábado por la mañana ofrecerán un concierto especial para estudiantes y jóvenes músicos de jazz, a algunos de los cuales invitarán a tocar por la noche en su última presentación, concebida como una gran descarga, un cierre apoteósico y multitudinario.
"Nuestro lema es unir a personas a través del swing, por eso estamos aquí", afirmó Marsalis poco después de llegar. Y contó una anécdota: "Cuando yo era un niño de 12 años, un día llegó mi padre [el pianista Ellis Marsalis] con un disco de Chucho e Irakere, y me dijo: 'Mira, mira lo que están haciendo los cubanos". Wynton estudiaba entonces trompeta y el disco tenía unos arreglos innovadores para metales. "Cuando lo puso, todo el rato era: '¡Oh, mira esto! ¡Oh, fíjate lo que hacen!". El cuento era para decir que entre ambos países la música y el jazz es "una cuestión de familia". "Vamos a hacer ahora lo que querían nuestros padres", dijo. Simplemente eso.
Desde que Marsalis aterrizó en Cuba —había estado en un viaje exploratorio en 1997, cuando tocó con el pianista Frank Emilio en el club La Zorra y el Cuervo— todo ha sido muy intenso.
El domingo se presentó en los estudios Abdala de La Habana para acompañar a Chucho y Omara Portuondo, que terminaban un disco a piano y voz con clásicos del filin. Marsalis improvisó de tal modo en Esta tarde vi llover, que Omara acabó llorando como una niña.
Fue algo mágico, lo mismo que todas las andanzas cubanas de la Orquesta de Jazz del Lincoln Center neoyorquino, quizá porque la visita llevaba mucho tiempo preparándose. Ha sido ahora, con la Administración de Obama, cuando se materializa.
Y también es simbólico que sea este mismo fin de semana, después de siete años sin poder actuar en Estados Unidos, cuando Chucho Valdés inicia una gira de un mes por San Francisco, Chicago, Los Ángeles, Washington, Boston, Nueva York y otras ciudades estadounidenses. El propósito es presentar su disco Chucho's steps, realizado con su nueva banda, The Afro-Cuban Messengers.
Es lo natural, el jazz de ida y vuelta. El segundo concierto de Marsalis en La Habana trató precisamente de eso, de las conexiones jazzísticas entre Cuba y Estados Unidos. Los músicos de la JLCO y los de Chucho se unieron en una sola big band para interpretar clásicos cubanos, como Siboney, el danzón Almendra o Como fue, y composiciones de Valdés como Misa negra y New Orleans, un tributo del pianista a la familia Marsalis.
El concierto de esta noche será un mano a mano entre Marsalis y Valdés con sus grupos pequeños, otro lujo más en esta semana en que no se ha hablado ni una sola palabra de política, y sí mucho de arte y música y de los puentes familiares que han existido siempre entre ambas orillas.
El jazz vuelve a desdibujar las fronteras entre Cuba y Estados Unidos. Como era antes. Cuando Dizzy Gillespie y Chano Pozo revolucionaron el ritmo y surgió el afrocuban jazz; cuando el flujo de música y artistas entre ambos países era trepidante e imparable.
Con ese mismo espíritu de unión, como heredero de un largo legado de creación compartida, el trompetista estadounidense Wynton Marsalis se presentó el martes ante el público cubano al frente de los 15 músicos de la Orquesta del Lincoln Center (JLCO). En dos horas cortas, la big band más famosa del mundo recreó con preciosismo la evolución y filosofía del jazz en Estados Unidos, en el primero de cinco históricos conciertos en La Habana.
La noche entera fue una obra de arte. Desde el principio al final. Una delicada selección de clásicos de Ellington, Gillespie o Thelonius Monk, combinada con arreglos y composiciones propias e hilvanadas como una lección magistral, rigurosa y vibrante, y no solo para neófitos; entre el público había un centenar de músicos cubanos, empezando por el pianista Chucho Valdés, anfitrión de Marsalis en La Habana. Fue emocionante para todos.
Para Valdés, la iniciativa del trompetista norteamericano y la JLCO marca "un verdadero hito" en los intercambios culturales entre ambos países. Por varios motivos. El primero, porque Marsalis y sus músicos no llegaron a La Habana simplemente a mostrar su arte. "Vinieron sobre todo a interactuar, y a algo todavía más importante: a enseñar a los más jóvenes, a dar continuidad a la tradición". Según Chucho, "su mensaje educativo es una lección para todos".
Así es. Desde que desembarcaron en Cuba, los músicos estadounidenses han pasado por varias escuelas de música de enseñanza elemental y media ofreciendo clases magistrales y transmitiendo a los alumnos su experiencia. El viernes dedicarán el día entero a dar talleres en el conservatorio y en el Instituto Superior de Arte, mientras que el sábado por la mañana ofrecerán un concierto especial para estudiantes y jóvenes músicos de jazz, a algunos de los cuales invitarán a tocar por la noche en su última presentación, concebida como una gran descarga, un cierre apoteósico y multitudinario.
"Nuestro lema es unir a personas a través del swing, por eso estamos aquí", afirmó Marsalis poco después de llegar. Y contó una anécdota: "Cuando yo era un niño de 12 años, un día llegó mi padre [el pianista Ellis Marsalis] con un disco de Chucho e Irakere, y me dijo: 'Mira, mira lo que están haciendo los cubanos". Wynton estudiaba entonces trompeta y el disco tenía unos arreglos innovadores para metales. "Cuando lo puso, todo el rato era: '¡Oh, mira esto! ¡Oh, fíjate lo que hacen!". El cuento era para decir que entre ambos países la música y el jazz es "una cuestión de familia". "Vamos a hacer ahora lo que querían nuestros padres", dijo. Simplemente eso.
Desde que Marsalis aterrizó en Cuba —había estado en un viaje exploratorio en 1997, cuando tocó con el pianista Frank Emilio en el club La Zorra y el Cuervo— todo ha sido muy intenso.
El domingo se presentó en los estudios Abdala de La Habana para acompañar a Chucho y Omara Portuondo, que terminaban un disco a piano y voz con clásicos del filin. Marsalis improvisó de tal modo en Esta tarde vi llover, que Omara acabó llorando como una niña.
Fue algo mágico, lo mismo que todas las andanzas cubanas de la Orquesta de Jazz del Lincoln Center neoyorquino, quizá porque la visita llevaba mucho tiempo preparándose. Ha sido ahora, con la Administración de Obama, cuando se materializa.
Y también es simbólico que sea este mismo fin de semana, después de siete años sin poder actuar en Estados Unidos, cuando Chucho Valdés inicia una gira de un mes por San Francisco, Chicago, Los Ángeles, Washington, Boston, Nueva York y otras ciudades estadounidenses. El propósito es presentar su disco Chucho's steps, realizado con su nueva banda, The Afro-Cuban Messengers.
Es lo natural, el jazz de ida y vuelta. El segundo concierto de Marsalis en La Habana trató precisamente de eso, de las conexiones jazzísticas entre Cuba y Estados Unidos. Los músicos de la JLCO y los de Chucho se unieron en una sola big band para interpretar clásicos cubanos, como Siboney, el danzón Almendra o Como fue, y composiciones de Valdés como Misa negra y New Orleans, un tributo del pianista a la familia Marsalis.
El concierto de esta noche será un mano a mano entre Marsalis y Valdés con sus grupos pequeños, otro lujo más en esta semana en que no se ha hablado ni una sola palabra de política, y sí mucho de arte y música y de los puentes familiares que han existido siempre entre ambas orillas.
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