Es vivir destinado
a sentimientos
iluminados por la claridad
del cielo en tu cuerpo;
pues, centinela de la vida,
supone un recorrer angosto
de dolores anhelantes
vibrando en tonos agudos
el galope de su andar.
Te anhelo ahí tendida
y percibo en esa promesa
la generosidad de la luna
en una oferta de dioses,
y se despierta la inmensa,
la dura ansiedad
por dibujarle suspiros a tu cuerpo,
en este sismo causado
por la oferta generosa
de las fugas que escondes
tras las fronteras de tu anatomía.
Haces que lo carnal
se vuelva exuberante y fructífero,
una selecta pasión
de lúcidas temeridades
acumuladas en las raíces
de lo masculino
que se escapan entre los dedos
camino del destierro,
pues no encuentran el camino
de entrada a tus paraísos.