15 sept 2010
Los Donoso: un exorcismo literario
Todo el mundo necesita un día poner en orden su existencia. Algunas personas comienzan (y acaban) con su familia.
Es lo que hace Pilar Donoso (1967), la hija del escritor chileno José Donoso (1924-1997) en Correr el tupido velo (Alfaguara). Escribir un libro que es una biografía de su padre. Y como tal, termina siendo su autobiografía. O un exorcismo para liberar esos demonios familiares que todos llevamos, con mayor o menor pesar, dentro.
Correr el tupido velo es una investigación vital, pero también es una investigación espiritual y estética. La historia de ese fervor o esa incurable enfermedad en que José Donoso convirtió su literatura.
Pilar Donoso se busca a sí misma en un atormentado contexto familiar
Donoso se retiró del mundo convencido de que su oficio era lo más cercano a la verdad. Lo expresó siempre que pudo a través de su literatura. O mejor dicho, del lenguaje. Este era su instrumento de comunicación con la vida. Poco antes de morir había afirmado: "La muerte es la falta de lenguaje". Una hermosa frase y una no menos hermosa verdad, como sacada del depósito conceptual del mismísimo Lacan.
Donoso fue autor de varias y valiosas novelas. Pero a veces parece que sólo lo fue de El obsceno pájaro de la noche (1970), novela de parto doloroso que consolidó el prestigio que había comenzado a adquirir con Coronación (1956) unos años antes, además de situarlo en la órbita del legendario boom. De su vida tuvimos noticias a través de su Historia personal del boom (1972).
Este fue el retrato de un fenómeno literario, de un grupo de novelistas que coincidieron con obras muy distintas en propósitos estéticos, incluso en fundamentos ideológicos, pero muy vinculadas por un evanescente espíritu de tribu de la palabra.
También fue un intento de definir quién era quién, de respetuosa jerarquización de sus componentes, de tasar sus obras. Pero al mismo tiempo fue una crónica donde su autor nos daba información de su situación dentro del grupo, de las relaciones y los eventos (públicos y privados) que los trenzaban y los separaban con no poca acritud y eco mediático.
La familia bien avenida que todos creyeron que conformaba el boom, no lo era tanto: de ahí la eficacia desmitificadora de ese libro que todavía sigue vigente, y que sirve como metáfora de la irritante susceptibilidad egocéntrica de los escritores, sean de donde sean y escriban en el idioma que escriban. (Recuérdese, de paso, que la edición de 1987 de este libro incluye un texto de su mujer, María Pilar, titulado con inequívoca ironía El boom doméstico)
Correr el tupido velo es la pieza que faltaba para completar la mirada sobre la familia Donoso: el padre, la madre y, ahora, la hija, Pilar. Escribir sobre los padres puede decirse que se ha convertido en una especie de género literario. Tan meritorio y digno como el que más, siempre y cuando no se utilice para medrar a costa de los progenitores.
Comprendo que alguien se acerque a estas investigaciones familiares con la sospecha del resentimiento, la venganza, la ingratitud o la venalidad. No es el caso del libro de Pilar Donoso. La hija del escritor chileno ejercita un género en el cual han descollado en libros recientes Patrick Modiano (Un pedigrí) y Richard Ford (Mi madre); y en nuestro país Soledad Puértolas (Con mi madre) y Marcos Giralt Torrente (Tiempo de vida).
El libro de Pilar Donoso se inscribe en esta línea, en la búsqueda de respuestas, en la búsqueda de sí misma en un contexto familiar sumamente conflictivo y atormentado, pero donde a la vez aprende que la palabra es el instrumento más idóneo para llevar a cabo esta difícil y arriesgada indagación.
Se trata de descorrer algunos velos. Allí donde su padre (la autora es hija adoptiva) y su madre los corrían, ella debe atreverse a enfrentarse con lo que encuentra detrás.
El libro es un recorrido por la vida de sus padres: llena de exilios voluntarios, tocados por ese sublime y autodestructivo síndrome de la generación perdida. Pilar estructura su libro en dos grandes bloques: la estancia de Donoso y su familia, a partir de 1967, fuera de Chile, y el regreso en 1980.
Hay un capítulo dedicado a la relación del escritor con el psicoanálisis y otro sobre su muerte. La autora alterna su relato familiar con fragmentos de los polémicos diarios de su padre. También participan cartas del escritor y páginas del diario de su madre.
Resulta enjundioso que Pilar Donoso no juzgue. Deja que seamos los lectores los que emitamos algún veredicto.
Las depresiones abismales de María Pilar, sus incalculables ingestiones de alcohol, las depresiones de Donoso, su enfermizo afán de reconocimiento, sus ataques de paranoia, sus enfermedades (reales e imaginarias), la constante falta de liquidez del matrimonio.
Tales circunstancias, parecen no haber dejado ninguna huella de resentimiento en la autora. Comprensión sí. Y cierto aire de paraíso perdido, cuando evoca el pueblo fronterizo de Calaceite. Y gratitud, a pesar de todo, por los escasos momentos de felicidad plena que sus padres trataron, siempre que pudieron, que no le faltara.
Los diarios de Donoso, tan cercanos a los de John Cheever. Alcohol, hirientes reproches matrimoniales, angustia, el fantasma de la homosexualidad. El síndrome de Scott Fitzgerald y Zelda. Y en medio, una niña que mira atrás sin ira y escribe un libro de prosa sencilla.
Esa sencillez que exigen la sinceridad y la inteligencia.
El Odio Elvira Lindo
Los que acentúan la división entre personas de distinta ideología hasta hacer la convivencia insoportable, deberían pagarlo.
Deberían pagarlo los que agitan la idea de que es imposible la amistad entre personas que votan a partidos enfrentados. Deberían pagar su enorme capacidad de hacer daño los que extienden la idea de que es imposible convivir con individuos de cierta religión.
Deberían pagarlo. El 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos padecía la era Bush. El entonces presidente no se presentó de inmediato en la ciudad del atentado. La demora fue interpretada como falta de reflejos por unos y como rechazo a una ciudad en la que nunca se sintió querido por otros.
Aun así, aun sucediendo el atentado bajo uno de los gobiernos más emparentados con el extremismo religioso, los neoyorquinos supieron comportarse a la altura de su propia naturaleza: en la ciudad conformada por aluviones migratorios, se contuvieron los intentos de agresión hacia los numerosos musulmanes que pueblan sus cinco barrios. ¿Qué ha pasado entonces para que tras dos años de presidencia demócrata se haya elevado el número de americanos que demonizan a Obama por considerarle musulmán y para que un porcentaje considerable de ciudadanos estén en contra de que se construya un centro islámico cerca de la zona cero?
A la vista está que para recuperar el poder el partido republicano no duda en valerse de mentiras y prejuicios hacia lo ajeno. Lo hace con furia. Sin importarle que el país se divida en dos.
Algunos medios de comunicación, fieles también a esa táctica de alimentar la saña, hacen su trabajo. Lo han hecho concediéndole una importancia desmedida al patético quemador de coranes, el pastor Jones.
En tiempos la mierda se extendía por un humilde ventilador, ahora el odio viaja mucho más rápido. Los que lo propagan, me temo, nunca lo pagarán.
Pues no sé, pero la Mezquita en la zona O de las Torres gemelas con el terrible crimen terrorista islámico, como diría Pérez Reverte, con dos cojones, es que si lo digo yo queda feo, pero hay que tener bemoles para poner una mezquita y de paso pongan una tienda tipo chino con babuchas, chilabas y burcas, o pañuelos para qe la mujer se cubra el pelo, algún cucchillo o sable, y si se quiere llaveros con las torres gemelas, eso manda cojones Elvira que eso es al revés y ponemos una ermita en afganistan y nos sueltan un par de bombas de aqui te espero.
Yo no amo a Al Qaeda, ni lo quiero, los rechazo y repudio, son terroristas fanáticos que es un grado super, por lo visto hay terroristas que no son fanáticos, que me lo expliquen.
Odiarlos es otra cosa, y hay mucha gente que odia a Obama y cosas de la vida uno de sus secretarios se dice Marxista, si, así como suena.
No hay que quemar nada , esa es otra manía de las religiones, no les gusta una cosa y a quemar coranes y biblias y a personas, eso es lo que lleva el fanatismo de las religiones, ponerse trapos, matar mujeres a pedradas, y quemar la partida de nacimiento, o lo que se tenga más a mano.
Eso tampoco es odio es mala leche de la buena.
Yo puedo tener compañeros de diferentes tendencias y nos repetamos mutuamente, pero amigos así no puedo tener, no tendríamos la misma conversación, porque un amigo le puede chiflar el futbol y dormirse en un concierto, me puede encantar determinado tipo de cine y un amigo todo lo contrario, pero un amigo no me puede decir nada de derechas, no sería amigo si revate todo sin posibilidad de respeto.
Elvira Lindo creo que patinaste en tu tolerancia con la Mezquita en la zona 0.
14 sept 2010
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