8 ago 2010
Mujeres en el Arte
La Libertad guiando al pueblo es un cuadro pintado por Delacroix en 1830. "He emprendido un tema moderno, una barricada, y si no he luchado por la patria, al menos pintaré para ella ". Dijo Delacroix refiriendose a esta obra.
Delacroix representa a la Libertad como guía que conduce al pueblo, enn forma de mujer con el torso desnudo. La figura de la Libertad recuerda a la Venus de Milo y a la Victoria de Samotracia.
Cuidado!!! Hay Chivatos en la RED
Una línea cada vez más fina separa la privacidad y la publicidad, sobre todo si la batalla se libra en Internet.
Cualquier búsqueda en Google va acompañada de una riada de anuncios que se cuelan en la pantalla del usuario sin opción a elegir. Es la llamada behavioural advertising (publicidad basada en el comportamiento), una técnica que se desarrolla a velocidad de vértigo. Su más valioso aliado son las cookies (literalmente, galletas), instrumentos que permiten hacer realidad el sueño dorado del anunciante: colocar su mensaje, de manera directa y sin intermediarios, en el ordenador del consumidor.
"Internet no puede ser un territorio comanche"
El dictamen aprobado pone coto al alud de publicidad
A partir de mayo de 2011 se deberá informar de manera clara al usuario
Las cookies son una herramienta muy poderosa que almacena información sobre las visitas que realiza el internauta.
Son el mejor sabueso publicitario. Rastrea las características de los navegantes para hacerles un traje a medida. Saber el perfil del consumidor es clave para planificar una campaña, sobre todo teniendo en cuenta que Internet va ganando peso en el sector publicitario.
En el primer semestre de 2010 en España ha facturado 152 millones de euros, un 13,5% más que en el mismo periodo del año anterior, según las estimaciones de la consultora InfoAdex. Los datos de IAB Spain Research atribuyen a Internet una facturación en todo 2009 de 654 millones, el equivalente al 11,6% de la tarta publicitaria. Por volumen de negocio es ya el tercer soporte, por detrás de la televisión y los diarios y por delante de la radio o las revistas.
"Tener la capacidad de seleccionar minuciosamente el perfil del destinatario es fundamental para las marcas", señala Juan Ramón Plana, director general de la Asociación Española de Anunciantes (AEA). Segmentar es la palabra mágica. ¿Para qué gastar recursos en anunciar productos de limpieza en un programa infantil de televisión?
Los expertos aseguran que hace falta replantearse el modelo en el sector publicitario. Las audiencias han bajado y también los impactos de los anuncios. Para colmo, las tarifas han subido.
"Los publicitarios buscan otros medios alternativos. Muchos programas tienen ya audiencias por debajo de la radio o de los periódicos. Las televisiones no garantizan grandes audiencias. Ya no son un medio eficaz", sostiene Eduardo García Matilla, presidente de la consultora Corporación Multimedia.
Así las cosas, el anunciante vuelve a vista a Internet. La web permite que loa publicidad aparezca con la forma adecuada y en el contexto preciso. Algo que acarrea el llamado contextual targeting (anuncios en función de los contenidos) o el behavioural targeting (anuncios según las preferencias). La entrada en juego de las famosas cookies hace el resto.
Gracias a estos programitas, Internet recopila una abrumadora cantidad de información sobre el usuario. Este seguimiento permite trazar un detalladísimo perfil del usuario, una radiografía completa de su vida online a la que las autoridades en protección de datos quieren poner coto. El llamado Grupo de Trabajo del Artículo 29, que reune a las autoridades en la materia de la UE, ha tomado cartas en el asunto. Ha aprobado un dictamen que pone coto al alud de publicidad en la Red.
Este documento deja claro que los proveedores de publicidad online basada en el comportamiento deben ajustarse a las nuevas normas comunitarias sobre privacidad electrónica. La principal: que los usuarios deben autorizar la instalación de las polémicas cookies en sus ordenadores.
Hasta ahora bastaba con que los proveedores ofrecieran una información clara y completa, lo que se conoce como sistema opt-out porque se daba la opción de salirse o darse de baja, pero los guardianes de la privacidad creen que este modelo es insuficiente y no preserva los derechos de los navegantes.
Por eso, instan a crear mecanismos sencillos y eficaces para que los usuarios otorguen su consentimiento para esta publicidad. Y también proponen que este consentimiento se pueda revocar.
Al otro lado, las asociaciones de publicidad online han pasado al contrataque para defender sus intereses. La Interactive Advertising Bureau (IAB), que representa al sector de la publicidad y la mercadotecnica digital, encabeza una campaña a favor de las cookies. "Son vitales", argumenta el organismo que engloba a los actores del negocio publicitario digital: agencias de medios, creativos, anunciantes, soportes, redes, buscadores, medios de comunicación y proveedores tecnológicos. Y lo son porque permiten ofrecer al usuario contenidos y publicidad acorde a sus intereses.
El director general de IAB Spain, Antonio Traugott, considera que el plan de la UE no va solo encaminado a preservar la privacidad del usuario -"algo que queremos todos"-, sino que es un freno para el desarrollo de una industria. "Las autoridades europeas proponen el consentimiento expreso del usuario, algo que puede hacer de la navegación un infierno", dice.
Insiste en que hoy por hoy el usuario puede controlar el uso que hace de las cookies. "Puede ser el dueño. Y a esto quieren darle la vuelta y hacerlo mucho más restrictivo". La obligación de que el usuario autorice su instalación "es algo que va contra el sentido común". "Es como si anduvieras por la calle y cada 50 metros tuvieras que darle al OK para poder avanzar.
Los legisladores no acaban de entender la industria publicitaria en medios digitales y se han ido al lado más radical, la restricción total".
Hugo Llebrés, director general de Media Contacts, agencia de medios digitales e interactivos perteneciente a Havas Digital, apuesta por la autorregulación del sector. "Es por el camino por el que hay que ir", apunta, "para llegar a un acuerdo con la industria".
Su receta pasa por buscar soluciones tecnológicas. Coincide con el "espíritu" del dictamen de la UE pero plantea dudas a la hora de llevar a cabo las cuestiones a las que obliga.
"Todos estamos de acuerdo en que hay que proteger los datos personales, pero las cookies no suministran datos personales sino de navegación". Y subraya que la industria nunca utiliza datos personales pese a que técnicamente se podría hacer. "Las cookies son tan viejas como la publicidad.
Pero parece un tanto extraño que este dictamen se circunscriba a la publicidad comportamental.
Proveedores de correo electrónicos con 200 millones de usuarios en el mundo tienen cookies. Pueden escanear el contenido de los mensajes y realizar vínculos para publicidad. Y sin embargo a estos no se les aplica el mismo rasero".
Por su lado, Traugott lamenta que no se hayan tenido en cuenta los informes que indican que los usuarios prefieren recibir una publicidad personalizada. Y, en todo caso, considera que la huella de las galletas no se puede considerar "datos personales" porque "guarda datos de navegación, no datos de la persona que navega".
Anunciantes y agencias de medios coinciden en que la publicidad en el ámbito digital es cada vez más relevante. "Poner trabas a ese buen uso publicitario del medio es un problema para el desarrollo de la publicidad digital.
Si se prohíben las cookies estaríamos no a ciegas, pero sí en penumbra. Pero está claro que la inversión no se va a parar", pronostica Llebrés.
Si la solución pasa por instalar dispositivos que el usuario tenga que activar cuando enciende el ordenador, piensa que sería "molesto inicialmente" pero aceptable, porque "la experiencia de navegación es mucho mejor con las cookies".
La norma prevé también que las redes de publicidad (entidades que segmentan la audiencia por los perfiles de navegación para ofrecer anuncios a la carta) y los editores de las páginas web que incluyan este tipo de publicidad tendrán que informar de ello de manera clara al usuario y este se podrá dar de baja. Estas obligaciones entrarán en vigor en mayo de 2011 y hasta entonces todo indica que las partes en conflicto mantendrán las espadas en alto.
WAGNER según Mario Vargas Llosa.
Cuando Richard Wagner concibió la idea de El anillo del nibelungo y comenzó a trabajar en su famosa Tetralogía, era un joven insumiso y genial, contaminado de lecturas anarquistas, sobre todo Proudhon, y amigo de Bakunin, con quien compartió barricadas y distribuyó bombas de mano durante el alzamiento de Dresde de 1849. Cuando 26 años más tarde terminó su obra maestra -una de las más ambiciosas empresas artísticas que haya conocido la humanidad, comparable a la hechura de la Capilla Sixtina en pintura y, en literatura, a la elaboración de La Comedia Humana o En busca del tiempo perdido- era un reaccionario, nacionalista y antisemita al que sus cuatro lecturas minuciosas de El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, habían ayudado a adoptar una visión del mundo y del arte en las antípodas de la que exaltó su juventud.
Hay algo denso y funeral en el ambiente del Festival, sin dejar de ser electrizante
La corrección del público contrasta con el enloquecido aquelarre de que es escenario el teatro
Pero, pese a esa radical transformación ideológica, en el Ring, que se dio por primera vez completo, aquí, en Bayreuth, en 1876, en el teatro que Wagner hizo construir de acuerdo a un pormenorizado y maniático proyecto, ha prevalecido ese espíritu ácrata de sus años mozos y la lección de Ludwig Feuerbach, cuyo libro La esencia del cristianismo lo convenció de que no eran los dioses los que creaban a los hombres sino éstos a los dioses, impregnándolos de todas sus virtudes y defectos. Entre otras muchas cosas, ése es uno de los principales designios de El anillo: la recusación de una trascendencia teológica, la convicción de que sólo el arte da vida y vigencia a unos dioses y un más allá tan frágiles, vulnerables y confusos como los mismos seres humanos.
Asisto por primera vez a la representación integral de la Tetralogía en el curso de una semana en este Festival de Bayreuth que tiene más de peregrinación y ceremonia religiosa que de fiesta operática.
Odiado y adorado en vida, y todavía más después de muerto, Wagner es probablemente el único artista cuyo culto trasciende la pura admiración estética y ha generado una adhesión tan aguerrida e intolerante como la que las sectas esperan de sus adeptos. Ésa es la impresión que dan aquí, en estas tardes plomizas y encapotadas -wagnerianas- las damas y caballeros de este club tan exclusivo -para adquirir un abono al Festival es preciso ahora esperar unos 12 años o, en caso contrario, pagar una astronómica reventa que puede llegar a 3.000 o 4.000 euros por entrada-, que, enfundados en trajes y vestidos de etiqueta, beben sus heladas copas de champagne como quien comulga y esperan en silencio respetuoso la fanfarria que, desde el balcón que sobrevuela la puerta principal del teatro, los llame a la función. Mayores y ancianos, acomodados y conservadores, cambian saludos que parecen santo y señas.
Estoicos y enfervorecidos, permanecerán inmóviles las cuatro o cinco horas que dura cada espectáculo en los rígidos asientos de madera que Wagner diseñó para que sus óperas fueran vistas y escuchadas en estado de alerta marcial y espiritual, en una postura física reñida con toda forma de abandono, descuido o complacencia. Ningún aplauso interrumpirá la función y, si algún imprecavido forastero rompe esa regla, cientos de miradas admonitorias lo vitrificarán en la oscuridad. Los aplausos vienen solo al final, generosos y repetidos, si se trata del director de la orquesta, Christian Thielemann, o de Albert Dohmen, un soberbio Wotan, o el eximio Alberich, Andrew Shore, o del joven Lance Ryan, Siegfried, y Linda Watson, la valquiria Brünnhilde, pero también los abucheos y zapateos, como los que reciben al veterano Tankred Dorst, cuyo montaje la mayoría de los espectadores descalifica con irritación a mi juicio exagerada.
Hay algo denso y funeral en este ambiente, sin dejar de ser electrizante. Pero tanta corrección y formalismo contrastan fantásticamente con el enloquecido aquelarre de que es escenario el teatro de Bayreuth cada tarde, cuando se levanta el telón, irrumpe la música y se desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes que van tejiéndose en torno y a partir de ese pecado original, el robo del oro que perpetra el nibelungo Alberich a las ninfas encargadas de cuidarlo en el fondo del Rin, para adquirir poder, ese poder maldito que solo se alcanza renunciando al amor y cuyo diabólico atractivo desquiciará el Valhalla, precipitando a dioses, semidioses, gigantes, valquirias, consortes y nibelungos, en una orgía de violencia que acabará por desintegrarlos a todos en un Apocalipsis ígneo.
No hay tabú que no se viole ni demasía que no se cometa en este panteón pagano de origen nórdico, que Wagner remodeló a la medida de sus íncubos y súcubos. Incesto, apostasía, filicidio, deicidio, sacrilegios, traiciones, codicias, filtros mágicos que destruyen la soberanía y la identidad de los individuos, y, llamaradas de luz en esas macabras peripecias, unas heterodoxas historias de amor, lírica como la de los mellizos Siegmund y Sieglinde, o épicas, como la de Siegfried y Brünnhilde, pero que no duran porque el entorno las corroe.
Tanta ferocidad y horror serían irresistibles si la hermosura de los textos y la riqueza y originalidad de la música que modelan cada episodio con delicadeza, profundidad, elegancia, y por momentos una intensidad milagrosa, como la de la marcha fúnebre a la muerte de Siegfried, no distanciaran todo aquello de la experiencia vivida y lo transmutaran en imágenes plásticas y espectáculo sonoro, una realidad otra, creada -como los dioses que fabrican el miedo y la soledad de los hombres- por la imaginación visionaria y la sensibilidad impregnada de truculencia y desmesura románticas de un compositor y poeta que, como Victor Hugo, se creía también, además de artista, un ser superior, casi olímpico. Varias veces, ante la representación de tanto lujo bárbaro y barroco, tuve la sensación de que en el escenario La muerte de Sardanápalo, de Delacroix, reaparecía encarnada y se echaba a vivir.
El único ser humano que ambula por este territorio de dioses, diosecillos, semidioses y engendros, es Siegfried, hijo de los amores trágicos e incestuosos de dos hermanos. Es una criatura natural, criado por un malvado codicioso, el nibelungo Mime, a quien aniquilará sin escrúpulo alguno al descubrir su entraña pérfida.
Aunque es tosco, directo e inocente como un animal, ignora el miedo y las formas, actúa guiado por una buena entraña, y se dignifica cuando vive el amor de la valquiria Brünnhilde a la que con un beso saca del sueño en el que la ha sumido Wotan por haber cedido a la piedad, pasión de débiles. Pero este ser puro y limpio, una vez que sucumbe a la pócima del olvido que le hacen beber Hagen, Gunther y Gutrune, traiciona a su amada y precipita el enredo que culminará en el holocausto final.
Nadie se salva. La codicia del poder, simbolizada por el oro, arrastra a todo lo existente a su perecimiento. ¿Qué hubiera permitido un destino distinto para esos infelices heroicos, fatalistas y supersticiosos? Acaso no haberse apartado de la Naturaleza, como se lo advertía la ecológica Erda, evitando un progreso solo aparente que contenía los venenos que terminarían liquidándolos.
En esa visión apocalíptica de la vida no hay otra escapatoria que el arte, en el cual la tragedia se inmuniza a sí misma volviéndose espectáculo y permitiendo a los seres humanos contemplar sus verdades ocultas sin vivirlas de verdad, solo como fantasías y pesadillas.
No se puede disfrutar de la música de Wagner como de las de Mozart, Verdi, Rossini o Strauss. Él no la compuso para celebrar las buenas cosas de la vida y exorcizar las malas, ni para seducir y dar esparcimiento y placer.
A wagner se le disfruta sin ensoñaciones, sin tranquilidad ni sosiego, pero hay veces que nuestro ánimo tiene que conmoverse y lo consigue.(de mi cosecha)
Los Anillos de los Nibelungos, ahora ,entera no la aguanto, pero me la he tragado con un descanso solo y con dos. Y es una maravilla, si es de dios o del diablo que más da. Wagner lo usaran quienes lo usaran es "divino", (Estas acotaciones son mias, a Vargas Llosa hace tiempo que no quiero saber nada de él, esto de Wagner si me pareció interesante aunque discripe)
La compuso convencido de que la música, como creía su maestro Schopenhauer, era acaso el único instrumento con que contaban los hombres para comunicar con aquella dimensión de la vida a la que no llegan el conocimiento ni la razón, esa zona oscura, divina o sagrada, de la que tenemos solo premoniciones y sospechas, nunca evidencias, salvo en aquellos privilegiados estados de trance en que cierta música excelsa nos arranca de nuestro confinamiento en lo terrenal y lo práctico y nos hace entrever, sentir, vivir por un momento de éxtasis, esa elusiva trascendencia, ese estado que los místicos llaman el "espíritu puro" que encara a Dios.
Tal vez la música de Wagner nos acerque más al diablo y al infierno que a Dios y al cielo, pero, no hay duda, gracias a ella salimos de la vida cotidiana y previsible, de lo rutinario y sabido, y accedemos a un mundo de valores y formas distintos a los que estamos acostumbrados, un mundo de excesos y de extremos, de absorbente belleza y aterradores peligros, de pasiones desorbitadas y sensaciones exquisitas. Una música que es siempre una revelación y una catarsis.
Lo extraordinario es que, después de cada una de las óperas de la Tetralogía, los wagnerianos de Bayreuth, en vez de tomarse un Válium y meterse a la cama a recuperarse de la tremenda experiencia, invadan las tabernas de la ciudad y apuren grandes jarras de cerveza y fuentes de salchichas con bratkartoffeln y sauerkraut.(ES como si después de leerse un libro de Mario V. LL. se tomara uno un calmante para el dolor de cabeza y no salir y tomarse una Coca Cola, que como todos saben ahora tiene un cuarto más la botella.)
Está claro que no todos los lectores del País está a la altura intelectual de Mario Vargas LLosa, pedante donde los haya y un ser ya caduco e impresentable.
Ningun amante de la öpera y "experto" diría lo que él dice, para que va y lo escribe? para que nos enteremos que es superior a Wagner? pues parece que para algunos si, para mi que amé sus novelas hace años, pues no.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010.© Mario Vargas Llosa, 2010.
Hay algo denso y funeral en el ambiente del Festival, sin dejar de ser electrizante
La corrección del público contrasta con el enloquecido aquelarre de que es escenario el teatro
Pero, pese a esa radical transformación ideológica, en el Ring, que se dio por primera vez completo, aquí, en Bayreuth, en 1876, en el teatro que Wagner hizo construir de acuerdo a un pormenorizado y maniático proyecto, ha prevalecido ese espíritu ácrata de sus años mozos y la lección de Ludwig Feuerbach, cuyo libro La esencia del cristianismo lo convenció de que no eran los dioses los que creaban a los hombres sino éstos a los dioses, impregnándolos de todas sus virtudes y defectos. Entre otras muchas cosas, ése es uno de los principales designios de El anillo: la recusación de una trascendencia teológica, la convicción de que sólo el arte da vida y vigencia a unos dioses y un más allá tan frágiles, vulnerables y confusos como los mismos seres humanos.
Asisto por primera vez a la representación integral de la Tetralogía en el curso de una semana en este Festival de Bayreuth que tiene más de peregrinación y ceremonia religiosa que de fiesta operática.
Odiado y adorado en vida, y todavía más después de muerto, Wagner es probablemente el único artista cuyo culto trasciende la pura admiración estética y ha generado una adhesión tan aguerrida e intolerante como la que las sectas esperan de sus adeptos. Ésa es la impresión que dan aquí, en estas tardes plomizas y encapotadas -wagnerianas- las damas y caballeros de este club tan exclusivo -para adquirir un abono al Festival es preciso ahora esperar unos 12 años o, en caso contrario, pagar una astronómica reventa que puede llegar a 3.000 o 4.000 euros por entrada-, que, enfundados en trajes y vestidos de etiqueta, beben sus heladas copas de champagne como quien comulga y esperan en silencio respetuoso la fanfarria que, desde el balcón que sobrevuela la puerta principal del teatro, los llame a la función. Mayores y ancianos, acomodados y conservadores, cambian saludos que parecen santo y señas.
Estoicos y enfervorecidos, permanecerán inmóviles las cuatro o cinco horas que dura cada espectáculo en los rígidos asientos de madera que Wagner diseñó para que sus óperas fueran vistas y escuchadas en estado de alerta marcial y espiritual, en una postura física reñida con toda forma de abandono, descuido o complacencia. Ningún aplauso interrumpirá la función y, si algún imprecavido forastero rompe esa regla, cientos de miradas admonitorias lo vitrificarán en la oscuridad. Los aplausos vienen solo al final, generosos y repetidos, si se trata del director de la orquesta, Christian Thielemann, o de Albert Dohmen, un soberbio Wotan, o el eximio Alberich, Andrew Shore, o del joven Lance Ryan, Siegfried, y Linda Watson, la valquiria Brünnhilde, pero también los abucheos y zapateos, como los que reciben al veterano Tankred Dorst, cuyo montaje la mayoría de los espectadores descalifica con irritación a mi juicio exagerada.
Hay algo denso y funeral en este ambiente, sin dejar de ser electrizante. Pero tanta corrección y formalismo contrastan fantásticamente con el enloquecido aquelarre de que es escenario el teatro de Bayreuth cada tarde, cuando se levanta el telón, irrumpe la música y se desencadenan las pasiones, las hazañas, los crímenes que van tejiéndose en torno y a partir de ese pecado original, el robo del oro que perpetra el nibelungo Alberich a las ninfas encargadas de cuidarlo en el fondo del Rin, para adquirir poder, ese poder maldito que solo se alcanza renunciando al amor y cuyo diabólico atractivo desquiciará el Valhalla, precipitando a dioses, semidioses, gigantes, valquirias, consortes y nibelungos, en una orgía de violencia que acabará por desintegrarlos a todos en un Apocalipsis ígneo.
No hay tabú que no se viole ni demasía que no se cometa en este panteón pagano de origen nórdico, que Wagner remodeló a la medida de sus íncubos y súcubos. Incesto, apostasía, filicidio, deicidio, sacrilegios, traiciones, codicias, filtros mágicos que destruyen la soberanía y la identidad de los individuos, y, llamaradas de luz en esas macabras peripecias, unas heterodoxas historias de amor, lírica como la de los mellizos Siegmund y Sieglinde, o épicas, como la de Siegfried y Brünnhilde, pero que no duran porque el entorno las corroe.
Tanta ferocidad y horror serían irresistibles si la hermosura de los textos y la riqueza y originalidad de la música que modelan cada episodio con delicadeza, profundidad, elegancia, y por momentos una intensidad milagrosa, como la de la marcha fúnebre a la muerte de Siegfried, no distanciaran todo aquello de la experiencia vivida y lo transmutaran en imágenes plásticas y espectáculo sonoro, una realidad otra, creada -como los dioses que fabrican el miedo y la soledad de los hombres- por la imaginación visionaria y la sensibilidad impregnada de truculencia y desmesura románticas de un compositor y poeta que, como Victor Hugo, se creía también, además de artista, un ser superior, casi olímpico. Varias veces, ante la representación de tanto lujo bárbaro y barroco, tuve la sensación de que en el escenario La muerte de Sardanápalo, de Delacroix, reaparecía encarnada y se echaba a vivir.
El único ser humano que ambula por este territorio de dioses, diosecillos, semidioses y engendros, es Siegfried, hijo de los amores trágicos e incestuosos de dos hermanos. Es una criatura natural, criado por un malvado codicioso, el nibelungo Mime, a quien aniquilará sin escrúpulo alguno al descubrir su entraña pérfida.
Aunque es tosco, directo e inocente como un animal, ignora el miedo y las formas, actúa guiado por una buena entraña, y se dignifica cuando vive el amor de la valquiria Brünnhilde a la que con un beso saca del sueño en el que la ha sumido Wotan por haber cedido a la piedad, pasión de débiles. Pero este ser puro y limpio, una vez que sucumbe a la pócima del olvido que le hacen beber Hagen, Gunther y Gutrune, traiciona a su amada y precipita el enredo que culminará en el holocausto final.
Nadie se salva. La codicia del poder, simbolizada por el oro, arrastra a todo lo existente a su perecimiento. ¿Qué hubiera permitido un destino distinto para esos infelices heroicos, fatalistas y supersticiosos? Acaso no haberse apartado de la Naturaleza, como se lo advertía la ecológica Erda, evitando un progreso solo aparente que contenía los venenos que terminarían liquidándolos.
En esa visión apocalíptica de la vida no hay otra escapatoria que el arte, en el cual la tragedia se inmuniza a sí misma volviéndose espectáculo y permitiendo a los seres humanos contemplar sus verdades ocultas sin vivirlas de verdad, solo como fantasías y pesadillas.
No se puede disfrutar de la música de Wagner como de las de Mozart, Verdi, Rossini o Strauss. Él no la compuso para celebrar las buenas cosas de la vida y exorcizar las malas, ni para seducir y dar esparcimiento y placer.
A wagner se le disfruta sin ensoñaciones, sin tranquilidad ni sosiego, pero hay veces que nuestro ánimo tiene que conmoverse y lo consigue.(de mi cosecha)
Los Anillos de los Nibelungos, ahora ,entera no la aguanto, pero me la he tragado con un descanso solo y con dos. Y es una maravilla, si es de dios o del diablo que más da. Wagner lo usaran quienes lo usaran es "divino", (Estas acotaciones son mias, a Vargas Llosa hace tiempo que no quiero saber nada de él, esto de Wagner si me pareció interesante aunque discripe)
La compuso convencido de que la música, como creía su maestro Schopenhauer, era acaso el único instrumento con que contaban los hombres para comunicar con aquella dimensión de la vida a la que no llegan el conocimiento ni la razón, esa zona oscura, divina o sagrada, de la que tenemos solo premoniciones y sospechas, nunca evidencias, salvo en aquellos privilegiados estados de trance en que cierta música excelsa nos arranca de nuestro confinamiento en lo terrenal y lo práctico y nos hace entrever, sentir, vivir por un momento de éxtasis, esa elusiva trascendencia, ese estado que los místicos llaman el "espíritu puro" que encara a Dios.
Tal vez la música de Wagner nos acerque más al diablo y al infierno que a Dios y al cielo, pero, no hay duda, gracias a ella salimos de la vida cotidiana y previsible, de lo rutinario y sabido, y accedemos a un mundo de valores y formas distintos a los que estamos acostumbrados, un mundo de excesos y de extremos, de absorbente belleza y aterradores peligros, de pasiones desorbitadas y sensaciones exquisitas. Una música que es siempre una revelación y una catarsis.
Lo extraordinario es que, después de cada una de las óperas de la Tetralogía, los wagnerianos de Bayreuth, en vez de tomarse un Válium y meterse a la cama a recuperarse de la tremenda experiencia, invadan las tabernas de la ciudad y apuren grandes jarras de cerveza y fuentes de salchichas con bratkartoffeln y sauerkraut.(ES como si después de leerse un libro de Mario V. LL. se tomara uno un calmante para el dolor de cabeza y no salir y tomarse una Coca Cola, que como todos saben ahora tiene un cuarto más la botella.)
Está claro que no todos los lectores del País está a la altura intelectual de Mario Vargas LLosa, pedante donde los haya y un ser ya caduco e impresentable.
Ningun amante de la öpera y "experto" diría lo que él dice, para que va y lo escribe? para que nos enteremos que es superior a Wagner? pues parece que para algunos si, para mi que amé sus novelas hace años, pues no.
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2010.© Mario Vargas Llosa, 2010.
Se desprende de Groenlandia el iceberg más grande desde 1962
La isla de hielo se desgajó del glaciar de Petermann, en el circulo polar ártico, el pasado jueves y tiene dos veces y media la superficie de la ciudad de Barcelona.- Si se desplaza hacia el sur, podría provocar problemas a la navegación .
Una isla de hielo con una superficie equivalente a dos veces y media la ciudad de Barcelona se ha separado del glaciar de Petermann , uno de los dos principales de Groenlandia.
El desprendimiento de hielo, que sucedió el pasado jueves y fue descubierto por el Servicio de Hielo Canadiense, es el mayor desde 1962 y se dirige hacia el estrecho de Nares, a unos 1.000 kilómetros al sur del Polo Norte, entre Groenlandia y Canadá.
El desprendimiento era un acontecimiento relativamente previsto, ya que el glaciar había crecido de manera significativa en los últimos siete u ocho años, aunque no se esperaba que el iceberg generado fuera tan grande.
Los expertos estarán ahora alerta para ver si isla de hielo llega a tierra, se rompe en trozos más pequeños o se mueve hacia el sur, donde podría provocar problemas en las rutas marítimas, según ha indicado Andreas Muenchow, profesor de Ciencias del Mar e Ingeniería en la Universidad de Delaware e investigador en la zona donde sucedió el desprendimiento.
El iceberg mide 260 kilómetros cuadrados y su grosor es de casi la mitad del rascacielos neoyorquino Empire State, de 102 pisos, ha explicado Muenchow. "El agua dulce que contiene esta isla de hielo podría mantener el caudal de los ríos Delaware o Hudson por más de dos años" y "podría también proveer a todos los grifos públicos estadounidenses de agua por 120 días", ha añadido el experto.
Según Muenchow, es difícil saber si el evento se debe al calentamiento global porque solo hay registros del agua salada alrededor del glaciar desde 2003. El flujo de agua salada bajo los glaciares es una de las principales causas de l
os desprendimientos de hielo de Groenlanda. "Nadie puede decir que esto haya sido causado por el calentamiento global. Pero tampoco nadie puede decir que no haya sido por ello", ha concluido.
Con todo, los datos científicos revelan que los seis primeros meses de 2010 han sido los más calurosos desde existen registros fiables.
Entre los factores que explican esa subida de temperaturas se encuentra el fenómeno climático El Niño, aunque muchos científicos han insistido también en los elevados niveles de gases de efecto invernadero generados por el ser humano.
Pues ya saben cuidado si van en el Titanic no coger camarotes que no sean de primera clase.Siempre habrá un Glaciar para un descosido, y lo que más me gusta es esp de "Los expertos...dicen? ¿expertos en que? yo quiero ser experta .
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