10 jul 2010
Siempre mañana quizá
Los días se deshacen como pétalos de geranios caídos a la terraza, quién sabe desde qué piso. Se deslizan por el cielo blanco, por el calor sofocante, y escurren sus mensajes. Ésa es también la sustancia del verano, con los pies descalzos, con la carne próxima, y los párpados caídos de alivio cuando atardece. El total olvido.
¿Hubo alguna vez un verano distinto, cuando todo era promesa más allá del tiempo de la vendimia, el eco de los disparos desdoblándose por las paredes de los barrancos?
Todo era asomarse para ver, a ras de la maleza, a ras de las brechas abiertas en la tierra; a ras del agua que llevaba hasta el horizonte.
La golondrina solitaria pasa sosegada con la imagen de unas tijeras, y el azul de fondo se enrojece como si fuera a surgir la luna.
Sigues descalzo, por los caminos largos de la infancia rozando los perales, acariciando el boj de brezo, ebrio del perfume de los eucaliptos y de la cal todavía caliente de la calle, en espera de la sábana con estrellas de la noche. Del sueño azul e inmutable.
Mañana quizá. Siempre mañana quizá.
Publicado por JOSÉ CARLOS CATAÑO
¿Hubo alguna vez un verano distinto, cuando todo era promesa más allá del tiempo de la vendimia, el eco de los disparos desdoblándose por las paredes de los barrancos?
Todo era asomarse para ver, a ras de la maleza, a ras de las brechas abiertas en la tierra; a ras del agua que llevaba hasta el horizonte.
La golondrina solitaria pasa sosegada con la imagen de unas tijeras, y el azul de fondo se enrojece como si fuera a surgir la luna.
Sigues descalzo, por los caminos largos de la infancia rozando los perales, acariciando el boj de brezo, ebrio del perfume de los eucaliptos y de la cal todavía caliente de la calle, en espera de la sábana con estrellas de la noche. Del sueño azul e inmutable.
Mañana quizá. Siempre mañana quizá.
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