Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 jun 2010

B S O Titanic

bso gladiator

Blancanieves al Anochecer




Atardecía sobre el bosque vestido de niebla. Ya había acabado de ordenar todo el espacio. Era como si jugara con alguna de sus casitas de muñecas.
Era feliz.
Allí vivían seres que parecían niños por el tamaño de sus ropitas, pero trabajaban como debían trabajar los adultos. Alguna cosa le había contado su padre antes de morir, pero ella no le había prestado mucha atención.
Casi seguro que aquellos seres diminutos se alegrarían de su presencia. Todo estaba limpio: hasta las ventanas. Había encendido el fuego que daba el calor de hogar. Se atrevió a preparar la cena con lo que había encontrado por la despensa.
Le gustaba la paz que se respiraba alrededor, a pesar de la niebla.
Pero no sabía si llegarían, o no, aquella noche, u otra. Por los detalles, como retales desperdigados en la casa, suponía que dormían allí y que cada mañana volvían a salir a un trabajo que parecía desarrollarse en un lugar polvoriento, a juzgar por el lamentable estado de la ropa.
Agazapados tras un árbol, siete individuos de aspecto sucio y siniestro, discutían entre susurros el modo de sorprender a quien había invadido su espacio vital, sin más, sin avisar, usurpando su casa, su territorio, su vida.
El miedo se reflejaba en catorce ojos iracundos.


Publicado por Amando Carabias María

Saramago: un prólogo poco conocido


José Saramago era un hombre machadiano. Su bondad infinita, su sencillez, su humildad, se traduce en multitud de actos a lo largo de toda su vida.


Una expresión desconocida de esa humildad para el gran público, pero inolvidable para quienes la vivimos, fue un gesto sencillo con unos autores que tuvimos la osadía de pedirle la redacción del prólogo para el libro que queríamos publicar. La sorpresa nuestra fue cuando, semanas después, recibimos en el correo electrónico un texto firmado nada menos que por el mismo José Saramago. El libro, titulado De volcanes llena: Biblioteca y compromiso social (Gijón, Trea, 2007), trataba sobre el compromiso social de los bibliotecarios,

Tal vez por eso, por ser un libro donde se habla de compromiso y de bibliotecas, o quizá no, quizá simplemente por ser un libro de autores desconocidos e idealistas, nuestro autor no puso obstáculo alguno para escribir ese prólogo memorable.

En él nos habla de sus aventuras en el Paraíso perdido de John Milton o sus andanzas con un tal Alonso Quijano por los campos de Castilla y sus peleas a muerte con gigantes, cuyos brazos no cesaban nunca de girar estrepitosamente como aspas de molino esparciendo el mal por doquier.

Historias que había vivido en las páginas de los libros que leía en la biblioteca de la vieja Lisboa de los años treinta. "Un lugar -nos cuenta Saramago en este prólogo- donde el tiempo parecía haberse detenido, con estantes que cubrían las paredes desde el suelo hasta casi el techo, las mesas con sus pequeños atriles, a la espera de lectores, que nunca eran muchos (...). No puedo recordar con exactitud cuánto duró esta aventura, pero lo que sé, sin sombra de duda, es que si no fuese por aquella biblioteca antigua, oscura, casi triste, yo no sería el escritor que soy. Allí comenzaron a escribirse mis libros".

Saramago era un hombre bueno por su lucha a muerte contra molinos gigantescos de aspas mortíferas, por su compromiso con los más necesitados, por el anhelo y el combate sin tregua contra la ceguera, por un mundo decididamente distinto. Por eso, José Saramago era bueno, era mejor, un hombre imprescindible.