Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 jun 2010

Historias de refinamiento y poder


La fascinante mezcla de serenidad, melancolía y emoción encerrada en El retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni, pintado por Domenico Ghirlandaio entre 1489 y 1490, es sin lugar a dudas una de las joyas de la corona de la colección Thyssen. Pieza favorita del mismísimo barón Thyssen, el retrato es, en sí mismo, un punto de peregrinación para los amantes del arte.
Símbolo máximo de la belleza y la bondad de la mujer, en torno a él se aglutina la exposición Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia, más de 60 obras maestras (Pollaiuolo, Botticelli, Verrocchio, Filippo y Filippino Lippi, además del propio Ghirlandaio) que hasta el 10 de octubre se puede ver en la sede madrileña del museo.
El retrato, el amor, el matrimonio y la religión en el ámbito de lo privado son los temas centrales de la exposición.

El Renacimiento, en siete joyas
Fundación Thyssen-Bornemisza



'Retrato de Giovanna Tornabuoni', de Ghirlandaio, es el gran protagonista

La muestra refleja la sensibilidad artística y el poder de los Médicis
La exposición trata de reflejar el ambiente de lo que fue el palacio de los Tornabuoni en Florencia.
El comisario, el historiador holandés, Gert Jan van der Sman, explica que ha querido resaltar la elegancia y poderío de la familia junto a la delicadeza de la protagonista.
La tabla, que se mantiene en perfecto estado de conservación, fue adquirida por el padre del barón Thyssen en 1935, en una subasta. La propiedad era entonces de JP Morgan, pero la obra permaneció casi toda su vida dentro del palacio de los Tornabuoni adornando las estancias familiares.
No sufrió daños ni agresiones, y así lo demuestran los estudios técnicos sobre la pintura, que ocupan toda una sala.

Todas las obras han sido instaladas para destacar la historia de la bellísima Giovanna. Nacida el 18 de diciembre de 1468, la octava hija del matrimonio formado por Masso di Luca Degli Albizzi con Caterina Soderini vio cómo el acontecimiento más importante de su corta vida era su matrimonio con Lorenzo Tornabuoni, un riquísimo heredero vinculado a los poderosos Médicis. Ella tenía 18 años y durante tres días se convirtió en la protagonista absoluta de los festejos nupciales. Al año siguiente, nació su primer hijo, Giovanino. No sobrevivió al segundo embarazo y murió a punto de cumplir los 20.

Sin embargo, su rostro ha sobrevivido al paso de los siglos gracias al retrato póstumo que la familia encargó a Domenico Ghirlandaio para presidir los salones del palacio. En él se ve a la mujer de perfil, vestida con encajes, peinada con un moño y adornada con vistosas joyas de oro, perlas y rubíes. Al fondo cuelga un collar de coral, objeto que, de una forma u otra, aparece en casi todos los cuadros de la época y que servía para conjurar maldiciones. El libro de horas completa la composición de la tabla.

A lo largo de dos salas cuelgan los retratos de otras jóvenes mujeres pintados también por Domenico Ghirlandaio en colaboración con su taller, o por Botticelli (Perfil de una mujer), o por Piero del Pollaiuolo (Retrato de una mujer de perfil). La técnica del perfil no era gratuita: así era como lo exigía la nobleza florentina.

La abundante documentación histórica ha servido para reconstruir lo que fueron los esponsales de la pareja y traer algunas de las muchas obras de arte que encargaron para sus palacios.
Cuatro de aquellas obras se han podido reunir por primera vez desde entonces, algo que constituye el mayor logro del comisario. La pieza más importante es, según Gert Jan van der Sman, La adoración de los Reyes pintada por Ghirlandaio. "Muestran el sentido de la belleza y de la religiosidad", detalla el comisario, "a través de esas insuperables combinaciones de rojos y azules en una composición perfectamente ordenada".

También adornaban el palacio obras escasamente expuestas, como La Anunciación y La Virgen y el Niño, ambas de Philippo Lippi; la Lamentación sobre el Cristo muerto, de Cossimo Rosselli, o un relieve en mármol de La Virgen con el Niño y dos ángeles, de Antonio Rossellino. Las Escenas de la Guerra de Troya, también de Ghirlandaio, exaltan el concepto de la heroicidad en el mundo antiguo, a la vez que ensalzan los ideales cristianos.
Es, en opinión del comisario, la representación más definitiva del optimismo cultural y de la fe en una nueva edad de oro que prima en la sociedad florentina.

El conjunto de la colección permite contemplar el refinamiento de una de las familias más poderosas del Renacimiento y, sobre todo, reconstruir la fuerza de la protagonista de una de las pinturas más importantes de la historia, la de Giovanna Tornabuoni.
Se trata de la gran exposición del verano del museo y una de las más difíciles de conseguir por los numerosos préstamos procedentes de colecciones privadas, según el conservador jefe Guillermo Solana.

21 jun 2010

Andrea Bocelli and Dulce Pontes, "O Mare e Tu"

Dulce Pontes & Ennio Morricone - Cinema Paradiso

Monsiváis, Saramago y Amalia Rodrigues


Monsiváis, Saramago y Amalia Rodrigues

A veces las personas que influyen en el mundo se mueren a pares. Así ha sucedido con Saramago y Carlos Monsiváis, el gran intelectual mexicano, heredero de fernando Novo y Alfonso Reyes. Alguien me dijo una vez que si quería entender el alma de México tenía que leer a Monsiváis, porque Rulfo, Paz, Fuentes, Azuela, Pacheco, Restrepo, Poniatowska y muchos más la han ido reflejando, pero que si prescindes de uno, falta un poco, pero queda lo demás; con Monsiváis no ocurre eso, hay que leerlo obligatoriamente, porque en él está todo, pues entra en sesudos estudios sociológicos, poéticos o históricos y al mismo tiempo habla de lo popular y cotidiano, de eso que los encumbrados intelectuales suelen despreciar. El no, para él México era todo.

Con Saramago se está dando una ironía curiosa. Una vez le hablé del fado y de Amalia Rodrigues, y Saramago se puso serio, casi cabreado, porque decía que el fado era un mecanismo para hacer de Portugal un pueblo débil, y de Amalia Rodrigues no quiso hablar, pero entendí que no era santo de su devoción por la cercanía de ella al régimen salazarista, como Lola Flores con el franquismo. Y la ironía consiste en que, según los noticiarios (la noticia aún no está confirmada), las cenizas de Saramago van a descansar en una panteón de portugueses ilustres que hay en Lisboa, donde reposa también Amalia Rodrigues. Si finalmente eso es esí, no deja de ser un contrasentido.

Publicado por Emilio González Déniz