27 may 2010
TRES GOTAS de D. Valdés
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Tres gotas de agua fluyen de mi alma,
Tres gotas de vida salen del corazón,
Tres gotas que se unen en un solo sentir,
Tres gotas de mi existir… amor, ternura, pasión.
Tres lágrimas de mi dolor acuden a su encuentro,
Tres gotas de cristalina claridad, de fuerza vital,
Tres gotas de sangre que fluyen de mis venas,
Tres gotas de mí mente… Recuerdos, añoranzas, alegrías,
Tres Gotas simplemente, tres gotas de pensamientos,
Pensamientos bohemios que hacen sonar una flauta
De melancolía solitaria en un amanecer huérfano
De amantes que lo admiren, tres gotas nada mas…
Tres gotas de océanos de incompasiva existencias,
Tres gotas de sonrisas que iluminen el mundo,
Que muere se vidas egoístas y soberbias del no saber,
De Saber y no querer saber… tres gotas de nada mas…
Tres gotas de sudor en una noche de placer material,
Tres gotas de sudor en el arte del amar lo condenado,
Tres gotas simplemente, tres gotas de humanidad,
Solo eso soy… solo tres gotas de vida que se disiparan.
26 may 2010
ELVIRA LINDO . LA FIESTA
Es cierto que ni usted ni yo hemos provocado esta crisis, pero también lo es que hasta hace bien poco usted y yo habitábamos en un país equivocado, y unas veces con entusiasmo, otras con indignación sorda, aceptábamos como normal lo que era a todas luces un disparate.
The Economist acuñó el fin del cachondeo español en 2008 con un significativo titular, The party is over (La fiesta se acaba).
Desde entonces vengo apreciando que las palabras "educación" y "esfuerzo" han vuelto a ser aceptadas en el discurso público sin que al que las utiliza se le tache de aguafiestas.
Son muchos los recuerdos que me vienen de aquella España disparatada de la que ahora hay que apearse a la fuerza. Entre los que más indignan, sobresale uno: la manera en que la clase política se granjeaba la simpatía de la juventud. Poco se hablaba en las elecciones municipales o autonómicas de educación, lo que se prometía eran canchas de esparcimiento etílico.
El ocio juvenil se entendía como un derecho irrenunciable. Esa demagogia tramposa apartaba de un plumazo el verdadero deber de las instituciones: la formación de los niños y los jóvenes.
Los intelectuales abajo firmantes también aportaron su granito de arena celebrando la juerga subvencionada. Eso por no hablar de las innumerables fiestas, esencia misma de la España autonómica, que se sucedían y suceden sin tregua y copan la actualidad de los medios durante días.
Las macrofiestas acabaron con las verbenas vecinales.
Sí, los culpables del desastre económico están señalados. Y sí, es injusto pagar por la codicia de otros. Pero hablo de otra situación insostenible, la del inmoral despilfarro que hemos justificado a cuenta de tradiciones, juvenilismos o identidades...
Nos hemos olvidado de que el encanto de nuestro estilo de vida residía en lo modesto, en lo popular. ¿Quién nos habíamos creído que éramos?
The Economist acuñó el fin del cachondeo español en 2008 con un significativo titular, The party is over (La fiesta se acaba).
Desde entonces vengo apreciando que las palabras "educación" y "esfuerzo" han vuelto a ser aceptadas en el discurso público sin que al que las utiliza se le tache de aguafiestas.
Son muchos los recuerdos que me vienen de aquella España disparatada de la que ahora hay que apearse a la fuerza. Entre los que más indignan, sobresale uno: la manera en que la clase política se granjeaba la simpatía de la juventud. Poco se hablaba en las elecciones municipales o autonómicas de educación, lo que se prometía eran canchas de esparcimiento etílico.
El ocio juvenil se entendía como un derecho irrenunciable. Esa demagogia tramposa apartaba de un plumazo el verdadero deber de las instituciones: la formación de los niños y los jóvenes.
Los intelectuales abajo firmantes también aportaron su granito de arena celebrando la juerga subvencionada. Eso por no hablar de las innumerables fiestas, esencia misma de la España autonómica, que se sucedían y suceden sin tregua y copan la actualidad de los medios durante días.
Las macrofiestas acabaron con las verbenas vecinales.
Sí, los culpables del desastre económico están señalados. Y sí, es injusto pagar por la codicia de otros. Pero hablo de otra situación insostenible, la del inmoral despilfarro que hemos justificado a cuenta de tradiciones, juvenilismos o identidades...
Nos hemos olvidado de que el encanto de nuestro estilo de vida residía en lo modesto, en lo popular. ¿Quién nos habíamos creído que éramos?
GARZÓN
Lamentablemente, Garzón ha sido descabalgado. ¿Momentánea o definitivamente? "Suspensión cautelar", dice la resolución correspondiente. Qué palabras tan suaves para un golpe tan bajo.
Enorme alegría para los torturadores pinochetistas, inmensa satisfacción para los secuestradores y asesinos argentinos, brindis con champán para los corruptos gürtelianos y sus valedores, empeñados en asegurarles la impunidad. Consternación y desesperanza para las víctimas del franquismo que aspiran a recuperar los restos de sus seres queridos que todavía yacen en fosas comunes y clandestinas.
Baltasar Garzón Real
Nacimiento: 26-10-1955Lugar:Torres La Recuperación de la Memoria Histórica
Hay quien no le perdona su investigación sobre la trama Gürtel
España, según la ONU, tiene el récord de cadáveres no identificados
Inevitable complejidad del caso, por una parte, frente a una pavorosa y descarnada simplicidad, por otra. La complejidad se deriva de interpretaciones muy diferentes del derecho y la moral.
Una complejidad de suficiente magnitud para que las actuaciones del juez sean, al mismo tiempo, oficialmente reprobadas por determinadas instancias judiciales y a la vez enérgicamente defendidas por otros jueces y fiscales, nacionales y extranjeros, así como por destacados miembros de la comunidad académica nacional e internacional, que rechazan, con amplia argumentación jurídica, la posibilidad de imputarle el delito de prevaricación.
Nunca se repetirán suficientemente estos tres hechos concurrentes: primero, que la fiscalía no aprecia delito alguno y, en consecuencia, no formula acusación, oponiéndose tenazmente al procesamiento.
Segundo, que tres magistrados de la Audiencia Nacional compartieron en su voto particular la interpretación del juez ahora acusado, posición favorable a su competencia para instruir la investigación sobre los miles de delitos de desaparición forzada producidos durante la Guerra Civil.
Y tercero, que posteriormente algún juzgado local al que se atribuyó la competencia declinó asumirla, por entender -como Garzón- que esta correspondía precisamente a la Audiencia Nacional.
Resulta evidente, por tanto, la diversidad de enfoques posibles entre jueces honrados y, en consecuencia, la inherente complejidad de la cuestión. Pero numerosos juristas en España y en el mundo niegan rotundamente que el juez haya incurrido en esa flagrante injusticia, unívoca, deliberada, evidente, dañina y severamente punible que implica el grave delito de prevaricación. Como resumen de tales argumentos, podemos concentrar su idea central común recogiendo este pronunciamiento de la profesora Araceli Manjón-Cabeza, tras su exhaustivo análisis, rigurosamente legalista.
Su conclusión es esta: "Prevaricación ninguna, incluso si algunas de sus actuaciones pudieran tildarse de erróneas" (diario La Ley, 23 de marzo de 2010).
Pero, junto a esta complejidad interpretativa, filosófica, moral, doctrinal, teórica y práctica (tan difícilmente compatible con el delito de prevaricación), surge el segundo ingrediente: la rotunda evidencia y patética simplicidad del factor central que motiva la situación actual. Y ese factor, de deslumbrante sencillez, no es otro que el ansia clamorosa y febril de muy poderosos sectores por eliminar del escenario judicial precisamente a aquel juez que se ha enfrentado a las más caracterizadas
siguientefuerzas delictivas del escenario político, económico y social.
En términos humanamente realistas, no se puede pretender que un magistrado actúe como viene haciéndolo el juez Garzón desde hace décadas sin pagar por ello un alto precio. Nadie puede enfrentarse con probada eficacia como hizo este magistrado contra el GAL, contra la trama Gürtel, contra ETA, contra los comandos operativos de esta y contra su complejo aparato político-militar (con impresionantes resultados); no se puede proceder impunemente contra los narcotraficantes gallegos y colombianos, contra los mafiosos italianos, contra los grandes blanqueadores de dinero negro en España y su conexión con paraísos fiscales próximos y lejanos; ni encerrar a un bárbaro dictador latinoamericano considerado universalmente como intocable (caso Pinochet, años 1998-2000), ni procesar a la serie de asesinos y torturadores argentinos y chilenos hoy encarcelados en sus países respectivos, en gran parte gracias a los autos dictados por el juez Garzón desde 1996; nadie puede, en una palabra, sacudir tan fuerte y en tantas direcciones saliendo indemne de todas ellas. Nadie puede atreverse a tanto sin pagar por ello, antes o después.
Nadie puede labrarse una trayectoria con tantos contundentes aciertos (incluso con los inseparables errores que acompañan a la acción humana) sin ser castigado por tan desmesurada osadía.
No resulta posible que alguien se meta en tantos y tan venenosos jardines sin ganarse una larga serie de enemigos mortales, aquí y fuera de aquí, en el ámbito político y también en el judicial, en el partido del Gobierno y en el de la oposición, en las filas terroristas, mafiosas, corruptas y demás diversas calañas, salvando las distancias de sus muy distintos niveles de criminalidad, sin olvidar las tramas madrileñas, valencianas y de otras latitudes, en muy distintas áreas del negocio de la corrupción aledaña al poder.
Fuerzas delictivas de toda laya que, antes o después, tropezaron, para su desgracia, con la resuelta -y muchas veces arriesgada y comprometida- ejecutoria del juez Garzón. Arriesgada, comprometida y cara. La entereza tenía un precio. Y un precio muy caro, que ahora se le hace pagar.
Señalemos, por otra parte, que en su día la ONU recordó a España que seguimos manteniendo un triste récord de dudoso mérito: el mayor número de cadáveres no identificados e ilegalmente enterrados, superior a los existentes en cualquier otro país de nuestro entorno.
Fenómeno ya difícilmente tolerable por su contumaz persistencia siete décadas después del drama que lo generó. Más de 100.000 víctimas secuestradas, asesinadas y desaparecidas en la más flagrante ilegalidad (sin juicio, sin defensa, sin certificado de defunción) se incluían en las listas aportadas por Garzón cuando este se declaró competente para tal investigación. A este crimen (secuestro, asesinato y entierro clandestino) el actual derecho internacional le llama "delito de desaparición forzada", definido y asumido como tal por la ONU con carácter de crimen de lesa humanidad no prescriptible.
Este criterio jurídico, de amplio predicamento desde hace décadas, está permitiendo en otros países juzgar y castigar a numerosos secuestradores, torturadores y asesinos por delitos cometidos décadas atrás.
Aquí, en cambio, no se pretendía ya encarcelar a nadie, sino establecer unas áreas importantes de la verdad histórica, y de una digna y justa reparación. Sin embargo, la existencia de esa figura jurídica, que ya cuenta con una jurisprudencia internacional, es sistemáticamente ignorada por la ruidosa jauría que ha acorralado a Garzón, buscándole con ansia la yugular. Necesitan ignorar ese decisivo dato -con toda su carga jurídica y jurisprudencial- para poder mantener su injusta acusación.
Nadie fuera de España lo comprende. En cambio, aquí, un gran número de ciudadanos lo comprenden demasiado bien. Frente al letal argumento de sus enemigos -prevaricación y punto-, para numerosos españoles el factor clave que subyace tras la suspensión de Garzón es muy distinto: Gürtel y punto.
Es mucho lo que algunos no le perdonan, pero en la coyuntura presente, si hay algo que no le perdonan por encima de cualquier otro factor es precisamente este: su eficaz investigación sobre la escandalosa trama de la corrupción.
He ahí el máximo motivo de algunos para triturarle, y no la inexistente prevaricación.
Prudencio García es profesor del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de la UNED. Fellow del IUS de Chicago.
Hacer cine y no morir en el intento
Jafar Panahi recobró ayer la libertad tras depositar una fianza de 2.000 millones de riales (unos 150.000 euros) y después de 10 días en huelga de hambre. El director de cine iraní pudo abandonar la cárcel de Evin, reunirse con su familia y acudir a una revisión médica.
Pero se trata de una libertad provisional, pendiente de un juicio por un delito que las autoridades judiciales no han dado a conocer, y que no incluye su libertad de expresión como cineasta, un oficio que cada día afronta más trabas en Irán. El caso de Panahi, director de El círculo y uno de los realizadores iraníes más conocidos, ha desatado una fuerte movilización internacional. Pero no es el único.
Los Makhmalbaf, la pesadilla del régimen
Irán
A FONDO
Los fiscales acusan a Panahi de un delito, pero no han concretado de cuál
Teherán niega visados para tomar parte en festivales internacionales
"Sí, ha sido liberado y está bien", confirmó su esposa, Tahereh Saeedi, a la agencia France Presse. Horas antes, un comunicado de la Fiscalía de Teherán había anunciado su puesta en libertad bajo fianza "una vez concluida la investigación y remitido su expediente al tribunal revolucionario".
La presión dentro y fuera de Irán y la huelga de hambre de Panahi también parecen haber influido en la repentina diligencia judicial después de tres meses de encarcelamiento. La primera visita del director fue al médico para que le prescribiera un régimen alimenticio tras los 10 días de ayuno en la cárcel.
Panahi, de 49 años, se declaró en huelga de hambre el domingo 16, después de 77 días encerrado en la cárcel de Evin, sin haber recibido asistencia letrada. En una carta dictada a su mujer aseguró que no iba a ingerir alimentos o bebidas hasta que se le permitiera ver a un abogado, recibir la visita de su familia y quedar en libertad a la espera de juicio.
El director tomó tan drástica decisión después de que la noche anterior le obligaran, junto a sus compañeros de celda, a permanecer desnudo a la intemperie durante una hora y media. También le amenazaron con encarcelar al resto de su familia.
El efecto de su anuncio fue casi inmediato. El pasado jueves, recibió la visita de su familia, su abogado e incluso el mismísimo fiscal general de Teherán, Abas Yafar Dolatabadí.
El fiscal pidió que se examinaran sus peticiones y las de otro director menos conocido, Mohammad Nurizad, que también estaba en huelga de hambre en esa prisión, tras recibir una paliza en el patio que al parecer le afectó a la vista. Nurizad quedó en libertad el domingo por la noche.
La silla vacía en el Festival de Cannes, el llamamiento de Abbas Kiarostami, las lágrimas de Juliette Binoche y la carta de 85 cineastas iraníes (menos publicitada, pero enormemente valiente) han puesto en el punto de mira a un régimen que intenta silenciar a sus cineastas y ni siquiera les dice de qué les acusa.
En el caso de Panahi, todo parece indicar que su delito es simpatizar con la oposición y haber apoyado a Mir Hosein Musaví, el frustrado candidato a la presidencia en las controvertidas elecciones del año pasado.
Sus seguidores se muestran convencidos de que el Gobierno manipuló los resultados para impedir su triunfo.
El fiscal siempre ha insistido en que a Panahi no se le había detenido "ni por ser un artista ni por motivos políticos", sino porque había cometido un delito, delito que sin embargo nunca se ha concretado. A mediados de abril, el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica dijo que su detención era "un asunto de seguridad" y que el cineasta "preparaba una película contra el régimen sobre los sucesos post electorales".
Da igual cuál sea el tema: en Irán, para lograr el permiso de rodaje, los cineastas tienen antes que someter los guiones a la censura. Luego, una vez que la película está lista, su productor debe solicitar una licencia de distribución. A menudo se les exige que recorten secuencias donde perciben o imaginan una crítica al régimen islámico.
Esas barreras a la creatividad han hecho que en la última década conocidos directores como Abbas Kiarostami, Bahman Ghobadi o el propio Panahi hayan optado por rodar sin autorización al precio de no poder exhibir sus obras dentro de Irán. De la excelencia de su trabajo dan prueba los numerosos premios y galardones que han recibido en distintos festivales internacionales, pero ni Copie Conforme, de Kiarostami, ni Offside, de Panahi, ni Nadie sabe nada de gatos persas , de Ghobadi, pueden verse en las salas iraníes.
Ahora incluso eso molesta a las autoridades. A mediados de este mes, el viceministro de Cultura para Asuntos cinematográficos, Javad Shamaqdarii, anunció la obligatoriedad de obtener autorización también para exhibir cualquier producción en el extranjero, con independencia de que se tenga permiso para la distribución en el mercado nacional. Quienes violen la norma, no rodarán durante un año.
De momento, ya han prohibido que Kitab-e qanun (El libro de la ley), del director Maziar Mirí, se muestre fuera de Irán. En esa comedia, un iraní se casa con una francesa que se convierte al islam y se sorprende de la distancia entre las enseñanzas religiosas que recibe y la práctica cotidiana, mucho más relajada, de su entorno. También han rechazado la difusión internacional de Hich (Nada), de Abdorreza Kahani, un drama social sobre una familia sin recursos.
El pasado diciembre, el Ministerio de Cultura también advirtió que tomaría medidas contra los actores y técnicos que colaboren en el rodaje de películas que se rueden. El aviso se produjo a raíz de que la película Keshtzarha-ye sepid (Las praderas blancas) de Mohammad Rasulof, recibiera dos premios en el VI Festival Internacional de Cine de Dubai. Rasulof fue detenido junto con Panahi el pasado 1 de marzo, aunque quedó en libertad tres semanas después.
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