22 feb 2010
MADEIRA
Madeira
Nunca estuve en Madeira, y ahora muchos de mis paisanos ya han estado allí, en esa tierra tan próxima y tan parecida a la nuestra. No sólo nos acerca la geografía, ese Atlántico incansable, e inalcanzable; nos acerca también la historia. Y ahora nos acerca tanto la desgracia. Las imágenes terribles de lo que ha sucedido allí eran, han sido, están siendo, para nosotros, imágenes de una tragedia propia, porque además pudo haber sucedido perfectamente en nuestro propio martirizado suelo de estos días; la lluvia que cayó inclemente en las calles de Funchal es la misma lluvia que pasó sin piedad por encima y por debajo de los municipios canarios; llegó allí, a Madeira, con una fuerza imponente, y allí se quedó, haciendo un daño del que brotaron lágrimas de desesperación, gritos que ahora se han calmado tan sólo porque los hombres sufren hasta que el sufirmiento es un llanto interior. Solidaridad con Madeira. Cuando Cristiano Ronaldo se levantó su camiseta del Real Madrid para celebrar el primer gol de su equipo y mostró la escritura torcida pero generosa de aquel nombre propio, Madeira, el nombre propio de su tierra, me emocioné con él y con todos los que vieron en ese gesto un grito grande, otro grito, una señal de ayuda desde una isla que de pronto recibió la bofetada de la mala suerte en forma de diluvio. Solidaridad con Madeira, ese jardín herido.
Juan Cruz
Nunca estuve en Madeira, y ahora muchos de mis paisanos ya han estado allí, en esa tierra tan próxima y tan parecida a la nuestra. No sólo nos acerca la geografía, ese Atlántico incansable, e inalcanzable; nos acerca también la historia. Y ahora nos acerca tanto la desgracia. Las imágenes terribles de lo que ha sucedido allí eran, han sido, están siendo, para nosotros, imágenes de una tragedia propia, porque además pudo haber sucedido perfectamente en nuestro propio martirizado suelo de estos días; la lluvia que cayó inclemente en las calles de Funchal es la misma lluvia que pasó sin piedad por encima y por debajo de los municipios canarios; llegó allí, a Madeira, con una fuerza imponente, y allí se quedó, haciendo un daño del que brotaron lágrimas de desesperación, gritos que ahora se han calmado tan sólo porque los hombres sufren hasta que el sufirmiento es un llanto interior. Solidaridad con Madeira. Cuando Cristiano Ronaldo se levantó su camiseta del Real Madrid para celebrar el primer gol de su equipo y mostró la escritura torcida pero generosa de aquel nombre propio, Madeira, el nombre propio de su tierra, me emocioné con él y con todos los que vieron en ese gesto un grito grande, otro grito, una señal de ayuda desde una isla que de pronto recibió la bofetada de la mala suerte en forma de diluvio. Solidaridad con Madeira, ese jardín herido.
Juan Cruz
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