Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 feb 2010

La Cinta Blanca, Trailler

La Cinta Blanca



La perversión acallada: 'La Cinta blanca'





La cinta Blanca- Una historia alemana de niños* (Das Weisse Band -Eine deutsche Kindergeschichte) del veterano director austriaco (aunque nacido en Múnich) Michael Haneke se hizo ayer con el galardón como mejor película europea, al mejor director y mejor guión, otorgado por la Academia Europea de Cine. Ya el director había recogido, este año, la Palma de Oro en Cannes a la mejor película.


Sin duda, el galardón es más que merecido. La película, que demás posee una fotografía de lujo, narra la historia de un pequeño feudo alemán, poco antes del inicio de la Primera guerra Mundial. Haneke nos va presentando la historia como si llegásemos en ese momento al pueblo. Con la misma inocencia o ignorancia de un recién llegado, asistimos como observadores a la vida de campesinos y demás pobladores dentro de un mundo familiar y rural predecible. Poco a poco, los hechos, a veces, en apariencia accidentales, otros desconcertantes, se van sucediendo, y se nos va revelando los pormenores de esta comunidad. Como si nos hubiésemos instalado en la aldea, nos vamos enterando de lo que sucede dentro de las casas, perfilándose sospechas, todo se va volviendo más agrio y doloroso... pero sobre todo, hay una negación rotunda de todas las partes, debida a sus propios egoísmos e intereses.





Un personaje clave es el párroco, hombre severo y con una numerosa familia. La represión y el castigo es una amenaza constante. Pero él tan solo es un reflejo del prototipo de padre de familia del pueblo, como líder espiritual que es. Ciertamente, puede leerse como una metáfora de lo que, pudiera haber servido de semilla y modelo, para lo que luego fue el horror de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto: todos sabían de cierta forma lo que ocurría, pero nadie (o casi nadie) se atrevió a desafiarlo.

Una película magnífica y agria, que es toda una cátedra de buen cine. Hay que verla.

20 feb 2010

Reflejo de Monet en un espejo abstracto


El ojo único y la mano única de los que un día habló Cézanne despliegan su ilimitada capacidad de fascinación en la Fundación Thyssen y en la sede de Caja Madrid. Claude Monet, rey entre los impresionistas, artista adorado por el gran público y eterno objeto de deseo de los coleccionistas, llega a Madrid en forma de una doble exposición que abrirá sus puertas el martes. Y lo hace confrontado a algunos de los grandes de la abstracción sobre los que ejerció su influencia (Rothko, Richter, Pollock...).

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Rothko, Richter, Pollock y Twombly se enfrentan a los óleos de Monet

La exposición subraya la capacidad visionaria del rey impresionista
Desde la primera sala, algunos de los paisajes más conocidos de Monet (Los puentes de Charing Cross y de Waterloo, entre otros), pintados a diferentes horas del día, apuntan a una difuminación casi total de las formas. Son contornos difícilmente apreciables entre las brumas. Se exponen junto a dos paisajes de pintores contemporáneos, Turner y Whistler, que desde lugares distintos buscaban soluciones similares.

Ese afán por resolver problemas idénticos es lo que ha querido mostrar en esta exposición su comisaria, la conservadora de arte contemporáneo Paloma Alarcó. La diferencia es que Monet había encontrado soluciones para los mismos temas que muchos años después se plantearían y resolverían los artistas abstractos. "Después de su liderazgo con los impresionistas y el reconocimiento del momento", cuenta Alarcó, "Monet cae en el olvido. Los primeros abstractos se fijan en los volúmenes de Cezanne y desprecian olímpicamente a Monet. Es en la mitad del siglo pasado cuando, desde diferentes lugares del mundo y de una manera espontánea, los artistas que trabajan la abstracción matérica se fijan en la obra de Monet".

Es entonces, según Guillermo Solana, director artístico del museo Thyssen, cuando Monet deja de ser un abuelo pasado de moda para volver a convertirse en el dios que fue para los impresionistas. La única pena es que había muerto en 1926 en Giverny, en un entorno que consideraba su obra blanda, amorfa y confusa. "Fueron los informalistas europeos y los abstractos norteamericanos los que miran hacia la materialidad de su pintura o a sus pinceladas sueltas y desdibujadas".

Los paisajes de los acantilados de Étretat pintados al atardecer tienen un fondo que inspira el Cuadro en rojo de Mark Rothko creado en 1969. Los efectos de la luz son el tema común en ambas obras. Las complicadas pinceladas de Pollock en la obra titulada Número 9, de 1949, tienen su espejo en la versión de El puente japonés, pintada por Monet entre 1918 y 1924.

El desdibujado de las formas en los últimos cuadros de los nenúfares, que algunos historiadores atribuían a su mala vista, tiene aquí su reflejo en Clyfford Still y Barnet Newman. En la sala final de la Fundación Thyssen, las manchas de los jardines de Monet parecen ser reinterpretadas por Jackson Pollock y Mark Tobey a base de formas caligráficas enlazadas. Esas mismas manchas parecen estar en las composiciones de Cy Twombly y las piezas empastadas de Willen de Kooning.

El espacio de Caja Madrid se centra en la reconstrucción de lo que fue el Jardín de Giverny, donde se instaló el artista en 1890, un tranquilo pueblo cercano a París. Allí construyó su "jardín japonés", con un estanque lleno de ninfeas y nenúfares. Es allí donde creó toda la obra que forma parte del museo parisino de La Orangerie y la que es visualmente más próxima a la pura abstracción. Los paisajes de sauces, campos de labranza y tormentas se enfrentan a obrasde Sam Francis, Robert Ryman y Joan Mitchell. Testigo único de lo que fue este jardín de Giverny son las fotografías de Henri Cartier-Bresson que cierran la exposición.

En otro orden de cosas, y aunque la presentación de la exposición realizada ayer no incluía preguntas de los periodistas, Carmen Thyssen aseguró a la salida que el pasado miércoles almorzó con la ministra de Cultura y que está segura de que su colección permanecerá en el museo.

De momento, no se ha hablado de ninguna fórmula (alquiler, venta o prórroga del préstamo gratuito), pero la baronesa aseguró que le consta el interés del Ministerio de Cultura de que su obra se quede en el museo. Añadió que, en cambio, de momento no empezará a mezclar su colección con la que el Estado adquirió para la Fundación. "Me hacía ilusión empezar ya y por eso hablé de febrero, pero es mejor esperar", dijo.

Ni puedo ni quiero - Amaia Montero (subtitulada)