La gravedad de la crisis alimentaria, el aumento inusitado en la población de los países menos desarrollados y los efectos del cambio climático son algunas razones para repetir la misma frase: "Somos demasiados".
Y seremos más.
En 2012, la población mundial alcanzará los 7.000 millones de personas. En 2050, la Tierra albergará a 9.100 millones.
La gran mayoría de los nuevos habitantes vivirán en países pobres. Según cálculos de la ONU, en 2050 la población española será prácticamente igual que en 2009.
Unos 42,8 millones de habitantes.
Muy lejos del crecimiento previsto para países como Níger, Somalia y Uganda, cuyas poblaciones crecerán hasta en un 150% en los próximos 40 años.
La población en los países desarrollados se mantendrá prácticamente igual y en algunos incluso disminuirá. En cambio, las naciones más pobres del mundo tendrán un acelerado crecimiento. De los 2.400 millones de personas más que habrá en el mundo en 2050, el 98% vivirá en países pobres. ¿Hay suficiente espacio y recursos para todos?
"Tener más de dos hijos es egoísta e irresponsable"
El 50% de las emisiones de CO2 está causado por el 7% de la población
Sin anticoncepción, en 2050 seríamos 11.000 millones de personas
La natalidad se ha reducido en un 50% en los últimos 30 años
La producción de alimentos debe aumentar un 70% en 2050
Las tasas de natalidad han disminuido en un 50% en los últimos 30 años, y se espera que se reduzcan aún más.
Incluso en los países más pobres del mundo, la natalidad se reducirá a la mitad. Las previsiones de la ONU coinciden en que la tendencia se mantendrá. En 2050 se prevé que la fertilidad mundial sea de tan sólo 1,85 niños por mujer.
Sin los métodos anticonceptivos, la población mundial crecería hasta los 11.000 millones de personas en 2050. Los controles de natalidad han sido fundamentales. Pero no son, ni de lejos, la única solución.
Desde hace más de 200 años, la advertencia ya era explícita: el inglés Thomas Malthus advertía en su célebre Ensayo sobre el principio de la población que los recursos naturales serían insuficientes para abastecer a la población mundial.
La investigadora Rosamund McDougall, directora adjunta de la ONG Fondo para una Población Óptima (OPT, en inglés) advierte que "una población de más de 9.000 millones de personas tendría un impacto terrible sobre la Tierra, no sólo en la calidad de vida. La cantidad de emisión de gases de efecto invernadero haría imposible vivir en el planeta en 2050".
¿Quiénes ocuparán la Tierra entonces? La población en los 49 países más pobres del mundo se duplicará, de 840 millones hasta los 1.700 millones de personas, según apunta el informe Perspectivas sobre la población mundial, difundido en 2008 y elaborado por la División de Investigación Demográfica y Población Mundial de la ONU.
Los países desarrollados, en contraste, no sufrirán un cambio significativo en su población: de 1.230 millones de habitantes en 2009 a 1.280 millones en 2050. Incluso, Japón, Georgia, Rusia y Alemania perderán un 10% de población.
El científico y escritor británico Fred Pearce opina que el problema no está en cuántos somos, sino en la manera en que repartimos los recursos. "Es evidente que el problema es el consumo excesivo de los países desarrollados y no la sobrepoblación de los más pobres", afirma.
El consumo de una persona en EE UU emite 20 toneladas de dióxido de carbono cada año; el equivalente de dos europeos, cuatro chinos, diez hindúes o 20 africanos. El 80% de la población pagaría las consecuencias económicas y ambientales del consumo de un 20%. Stephen Pacala, director del Instituto Ambiental de la Universidad de Princeton (EE UU), calcula que los 500.000 habitantes más ricos del mundo -cerca de un 0,7% de la población actual- son responsables del 50% de las emisiones de dióxido de carbono del mundo.
Y la situación no hará sino agravarse en los próximos años. "El reto es, en realidad, que los recursos se repartan de una manera más equitativa.
Los efectos sobre el medio ambiente son extremadamente difíciles de revertir a través de las tasas de natalidad", advierte Pearce. "Aun si redujéramos a cero la fertilidad en el mundo, las emisiones de gases con efecto invernadero deberían rebajarse, por lo menos, un 50% para mediados de siglo", explica.
Además de los efectos del cambio climático, los países menos desarrollados se enfrentan al hambre, la causa directa o indirecta de un 58% del total de muertes del mundo según un estudio de la ONU difundido en 2004.
El Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en inglés) advirtió la semana pasada de que en 2050 habrá otros 25 millones de niños desnutridos en el mundo, que se añadirán a los 150 millones que sufren hambre en la actualidad.
Los niveles de pobreza continuarán aumentando: entre 1981 y 2001, el número de personas que vivían con menos de un dólar al día en África Subsahariana se duplicó. De 164 millones hasta 316 millones; y en los próximos 40 años, dos tercios de la población mundial vivirá en países en vías de desarrollo.
El hecho es que hoy en día, mil millones de personas (un sexto de la población mundial) sufren hambre. En 2050, serán 1.700 millones, un 18% de la población prevista para entonces.
Además del deterioro ambiental, los conflictos y el bajo desarrollo causan la escasez de alimentos.
Los agricultores africanos emplean el equivalente a 1% del fertilizante que utiliza un agricultor en un país rico. Y mientras en los países pobres consumen una dieta basada en vegetales, los ricos consumen comida que come vegetales.
Para producir un kilo de carne son necesarios, por lo menos, 10 kilos de pasto. Un estadounidense promedio consume 120 kilos de carne al año; mientras que en los países en vías de desarrollo, el promedio es de 28 kilos.
"La cooperación marcaría una diferencia significativa", según afirma Stephen Pacala. "Las hambrunas se deben, en la mayoría de las ocasiones, al pobre desarrollo de los países y a que la producción ha sido insuficiente", comenta.
La falta de tecnologías que desarrollen la agricultura en los países menos desarrollados y los efectos de la crisis económica global empeora las circunstancias.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO, en inglés) advirtió en 2008 que el gasto anual en alimentos importados en los países más pobres podría suponer cuatro veces más que en 2000. "Para los consumidores más pobres, que gastan un 60% de su gasto habitual en comida, el aumento significa un golpe brutal para sus finanzas", observa el informe.
La FAO también señala que para combatir el hambre, el mundo debe producir en 2050 un 70% más de alimentos que en la actualidad.
El reto no es nuevo. La llamada revolución verde consiguió duplicar la producción de alimentos entre 1960 y 1990.
Y, en la actualidad, aún existe un 60% de tierra fértil en el mundo. ¿Pero qué garantiza a los países pobres un desarrollo sostenible en los próximos años? Pearce y Pacala coinciden que un buen inicio es la inversión.
Un informe del Ministerio de Desarrollo Británico calculó en 2008 que para reducir el hambre en el mundo serían necesarios, por lo menos, unos 900 millones de libras (unos 987 millones de euros) para garantizar el desarrollo y las tecnologías necesarias para favorecer la agricultura en los países más pobres.
El presupuesto de la FAO sumó en 2008 unos 870 millones de dólares (unos 580 millones de euros). En 2009 ascendió ligeramente, hasta 930 millones de dólares (unos 626 millones de euros).
Al comparar la cifra con los 700.000 millones de dólares (471.000 millones de euros al tipo de cambio actual) que el Gobierno de EE UU destinó para evitar la quiebra del banco de inversión Bear Stearns, las hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae y la aseguradora AIG en septiembre del año pasado. El presupuesto mundial dedicado a combatir el hambre apenas representa un 2% de esa cifra.
Los líderes reunidos en la reciente cumbre del G-20 celebrada en Pittsburgh en septiembre pasado acordaron destinar unos 2.000 millones de dólares (1.370 millones de euros) a ayudas para combatir el hambre del mundo, pero un estudio publicado por el Instituto Internacional para la Investigación de Políticas Agrarias difundido en octubre señala que es insuficiente.
"Son necesarios al menos unos 7.000 millones de dólares [unos 4.710 millones de euros] al año para la investigación agropecuaria y la mejora de la infraestructura rural en los países. De continuar con una política que privilegie las ganancias, las consecuencias serán desastrosas", advierte Gerard Nelson, uno de los autores del informe.
La prioridad para resolver el hambre, un grave efecto de la mala repartición de recursos en el mundo tampoco es nueva.
Preguntado en 1972 en una entrevista con Dick Cavett sobre los efectos de la sobrepoblación, John Lennon fue claro en definir el primer paso: "Tenemos suficiente comida y dinero para alimentar a todos. Hay suficiente espacio, y algunos hasta van a la Luna".
6 nov 2009
5 nov 2009
LA PALOMA DE LA PAZ
La paloma portadora de una rama de olivo en su pico como símbolo de la paz viene de tiempos muy remotos y está fuertemente ligada a la cultura judeo-cristiana. En el Viejo Testamento Noé lanza una paloma blanca con el fin de encontrar tierra tras la inundación, al cabo de un tiempo la paloma regresa al Arca con un ramo de olivo en su pico significando que la inundación había acabado y que por ende Dios estaba de nuevo en paz con la humanidad.
Ahora la paloma blanca puede representar dos tipos de paz: Si se la representa con el ramo de olivo en su pico simboliza el deseo de mantener la paz ya alcanzada; mientras que si se la representa volando, como por ejemplo en los actos donde se lanza una paloma blanca al aire, simboliza el deseo de alcanzar la paz al enviar un mensajero que la transmita.
Pero todo lo que rodea a las palomas no es de color de rosa, al parecer y a pesar de ser el símbolo universal de la paz y del amor eterno, uno de los objetos de culto de la India y figura de la mitología incaica, es también acusada de transmitir graves enfermedades al hombre y de causar importantes daños económicos en las ciudades.
SNOB
¿Saben por qué se le llama 'snob' a quien quiere aparentar una mayor posición social? Pues parece ser que en el siglo XVII, la universidad de Cambridge decidió admitir a algunos plebeyos becados y para distinguirlos del resto de alumnos anotaban en la matrícula la expresión "sine nobilitas" (o lo que es los mismo "sin nobleza" en latín). Posteriormente fueron abreviando el término hasta llegar a la minúscula palabra que tenemos hoy en día.
Una Frase
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