20 oct 2009
Mi amor descubre objetos
Mi amor descubre objetos
mi amor descubre objetos
sedosas mariposas
se ocultan en sus dedos
sus palabras
me salpican de estrellas
bajo los dedos de mi amor la noche
brilla como relámpago
mi amor inventa mundos en que habitan
serpientes cuajadas de brillantes
mundos en que la música es el mundo
mundos en que las casas con los ojos abiertos
contemplan el amanecer
mi amor es un loco girasol que olvida
pedazos de sol en el silencio
Isabel Fraire
Bacon/Caravaggio
Bacon/Caravaggio
Estuve viendo en Roma la exposición Bacon/Caravaggio, o viceversa, montada en Villa Borghese, un centro fantástico para exponer a dos grandes maestros de la pintura. Debo decir, sin embargo, que la superposición opaca a ambos genios, que por separado hacen una guerra estética y moral en la que son imbatibles, pero cuyo diálogo está, me parece, exagerado por la voluntad de juntar para congregar más público en estas galerías en las que la belleza termina apabullando.
Los comisarios de la exposición han aprovechado gran parte de los Caravaggio que guarda Villa Borghese y han importado otros tantos cuadros de Bacon; han aprovechado algunas singularidades biográficas (el carácter violento, o supuestamente violento, de ambos, la pasión compartida por el retrato, la búsqueda de la luz, la discusión con los cuerpos), y han querido crear un clima que acaso hubiera funcionado si alrededor no hubiera tanta competencia pictórica y escultórica de la colección propia de Villa Borghese, con la que convive esta muestra a veces de manera atosigante.
Vi la exposición rodeado de un público que me parece que padecía similares confusiones a las que padecí yo, y eso me alivió, porque en algún momento creí que mi pérdida en el laberinto de las comparaciones era singular, personal y exclusivo. No sé si alguno de ustedes vio ya esa exposición; si es así, me gustaría contrastar esta opinión que se refiere, por supuesto, a la oportunidad del conjunto (juntar a Caravaggio con Bacon, que en principio puede resultar atractivo) y no a la calidad grave, extraordinaria, de ambos artistas.
Un detalle más: en estos museos es cada vez más atosigante entrar, aunque sea muy fácil salir.
Has de comprar las entradas por Internet, y has de ir a una hora precisa; allí has de hacer varios tipos de colas, para recoger la entrada física, para dejar el bolso, para entrar en la exposición... Y la aglomeración hace luego que sea casi imposible mirar los cuadros y las explicaciones. Un gran número de personas optan por escuchar las explicaciones de unos artilugios móviles, lo que ofrece la impresión de que están hablando constantemente por teléfono.
El conjunto ofrece, pues, una cantidad enorme de inconvenientes que contrasta con el atractivo de la muestra y el indudable interés que despierta la posibilidad de ver juntos a estos genios.
Estuve viendo en Roma la exposición Bacon/Caravaggio, o viceversa, montada en Villa Borghese, un centro fantástico para exponer a dos grandes maestros de la pintura. Debo decir, sin embargo, que la superposición opaca a ambos genios, que por separado hacen una guerra estética y moral en la que son imbatibles, pero cuyo diálogo está, me parece, exagerado por la voluntad de juntar para congregar más público en estas galerías en las que la belleza termina apabullando.
Los comisarios de la exposición han aprovechado gran parte de los Caravaggio que guarda Villa Borghese y han importado otros tantos cuadros de Bacon; han aprovechado algunas singularidades biográficas (el carácter violento, o supuestamente violento, de ambos, la pasión compartida por el retrato, la búsqueda de la luz, la discusión con los cuerpos), y han querido crear un clima que acaso hubiera funcionado si alrededor no hubiera tanta competencia pictórica y escultórica de la colección propia de Villa Borghese, con la que convive esta muestra a veces de manera atosigante.
Vi la exposición rodeado de un público que me parece que padecía similares confusiones a las que padecí yo, y eso me alivió, porque en algún momento creí que mi pérdida en el laberinto de las comparaciones era singular, personal y exclusivo. No sé si alguno de ustedes vio ya esa exposición; si es así, me gustaría contrastar esta opinión que se refiere, por supuesto, a la oportunidad del conjunto (juntar a Caravaggio con Bacon, que en principio puede resultar atractivo) y no a la calidad grave, extraordinaria, de ambos artistas.
Un detalle más: en estos museos es cada vez más atosigante entrar, aunque sea muy fácil salir.
Has de comprar las entradas por Internet, y has de ir a una hora precisa; allí has de hacer varios tipos de colas, para recoger la entrada física, para dejar el bolso, para entrar en la exposición... Y la aglomeración hace luego que sea casi imposible mirar los cuadros y las explicaciones. Un gran número de personas optan por escuchar las explicaciones de unos artilugios móviles, lo que ofrece la impresión de que están hablando constantemente por teléfono.
El conjunto ofrece, pues, una cantidad enorme de inconvenientes que contrasta con el atractivo de la muestra y el indudable interés que despierta la posibilidad de ver juntos a estos genios.
Alta traición
Alta traición
No amo mi Patria. Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal) daría la vida
por diez lugares suyos, cierta gente,
puertos, bosques de pinos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
(y tres o cuatro ríos).
José Emilio Pacheco
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