FERNANDO DE NORONHA, Brasil -Un asiento de avión, un chaleco salvavidas, escombros metálicos y manchas de combustible fueron descubiertos el martes en medio del Océano Atlántico por pilotos brasileños que buscaban un avión de Air France desaparecido hace más de 24 horas con 228 personas a bordo, sin detectar señales de vida.
La armada brasileña dijo que tres buques mercantes en la zona se unieron a la búsqueda.
Los pilotos de la fuerza aérea vieron los escombros desde el aire a unos 650 kilómetros al norte del archipiélago brasileño de Fernando de Noronha, aproximadamente por la ruta que seguía el avión antes de desaparecer, dijo el vocero Jorge Amaral.
"El lugar donde se localizaron los objetos está a la derecha del punto donde emitió la última señal del avión", dijo Amaral. "Eso indica que tal vez intentó un viraje, tal vez para regresar a Fernando de Noronha, pero eso es sólo una hipótesis", agregó.
Dos de los buques mercantes que participaban de la búsqueda llegaron a los lugares donde se localizaron los restos, dijo una portavoz de la armada. Buscaban los escombros vistos por el avión mientras un tercer buque navegaba hacia allá, dijo la vocera, que habló bajo la condición reglamentaria de anonimato.
"Hasta ahora no hay indicios de cuándo los encontrarían", dijo. "Cuando encuentren los objetos, éstos serán analizados para determinar si son partes del avión o chatarra".
Amaral dijo que las autoridades no podrán confirmar si los restos son del avión hasta recogerlos del mar.
Los restos fueron avistados más de 24 horas después de la desaparición del jet que volaba de Rio de Janeiro a París. Se teme que todos a bordo hayan muerto.
Los rescatistas aún recorrían una vasta zona del océano desde el nordeste brasileño hasta las costas occidentales de Africa. La última comunicación del Airbus A330 fue a las 0214 GMT del lunes.
Los investigadores a ambos lados del océano intentaban descubrir las causas, que pudieran ser viento y granizo de una masa de cúmulos, rayos o una combinación de hechos extraordinarios.
El ministro de transportes francés Jean-Louis Borloo dijo que la policía francesa estudiaba las listas de pasajeros.
Dijo que los investigadores "no creen que un simple rayo, algo relativamente clásico en la navegación, pudiera haber causado la pérdida de la nave".
"Realmente tuvo que producirse una sucesión de hechos extraordinarios para explicar esta situación", dijo Borloo a la radio RTL el martes.
"Ha comenzado la carrera contra el reloj" para hallar las dos cajas negras del avión, que emiten señales durante 30 días, dijo el funcionario.
La probabilidad de hallar sobrevivientes "es muy, muy pequeña, incluso inexistente", acotó.
Aunque no se ha determinado lo que pasó, un funcionario del Pentágono que pidió no ser identificado dijo que no veía ninguna señal de un acto terrorista o criminal.
El ministro francés de Defensa, Hervé Morin, dijo que hasta ahora, no tienen señales de terrorismo, pero que se debían estudiar todas las hipótesis.
Alain Bouillard, quien dirigió la investigación sobre el accidente del Concorde en julio del 2000, quedó a cargo del equipo investigador francés.
El presidente Barack Obama dijo a varias televisoras francesas que Estados Unidos está dispuesto a hacer todo lo necesario para descubrir qué sucedió.
El avión Airbus A330, de cuatro años de antigüedad, partió de Río la noche del domingo con 216 pasajeros y 12 tripulantes a bordo, dijo la vocera de la compañía Brigitte Barrand. Llevaba 61 ciudadanos franceses, 58 brasileños, 26 alemanes, nueve chinos y nueve italianos. También había ciudadanos de otros 27 países, entre ellos dos estadounidenses, dos españoles y un argentino.
Entre los pasajeros había 126 hombres, 82 mujeres, 7 niños y un bebé.
El avión viajaba en forma normal a unos 10.670 metros de altura (35.000 pies) y 840 kilómetros (522 millas) por hora hasta que, cuatro horas tras el despegue, desapareció. Al momento en que dejó la zona cubierta por el radar, más allá del archipiélago brasileño de Fernando de Noronha, a las 10.48 hora local, no había reportado incidentes.
Sin embargo, justo al norte del Ecuador, acechaba una batería de nubes de tormenta. Franjas de clima extremadamente turbulento se extendían a través del Atlántico hasta Africa, como suelen hacerlo en esa área en esta época del año.
El avión "cruzó a través de una zona de truenos con fuerte turbulencia", dijo Air France. Unos 14 minutos después, a las 11.14 hora local (0214 GMT), un mensaje automático reportó fallas en el sistema eléctrico y pérdida de presión en la cabina. Air France dijo que eso fue la última comunicación que recibió desde el vuelo 447.
El vocero en jefe de Air France Francois Brousse dijo que un rayo podría haber dañado al avión. Henry Margusity, meteorólogo principal de AccuWeather.com, subrayó que las tormentas llegaban a 15.000 metros en esa zona, por lo que es posible que el avión se haya adentrado en la parte más severa de la tormenta.
Otros expertos expresaron dudas de que un rayo pudiera ser suficiente para derribar a la nave. Algunos dijeron que la turbulencia es más peligrosa.
Bill Voss, presidente de la Fundación de Seguridad en Vuelo de Alexandria, Virginia, dijo que los aviones están diseñados para que la electricidad se disipe en su fuselaje y son probados para resistir a grandes choques electromagnéticos.
El avión desapareció en una zona del Atlántico que no cubre ningún radar. Operadores de tráfico aéreo de Brasil, Africa, España y Francia intentaron sin suerte ponerse en contacto con el avión.
Menos de dos horas después, dos aviones de la Fuerza Aérea brasileña iniciaron una misión de búsqueda a la que se sumaron luego siete aviones más y tres navíos de la Marina. Sin embargo, la única pista es el último punto donde el vuelo hizo contacto _a unos 1.200 kilómetros (745 millas) al nordeste de la ciudad costera de Natal)— y el operativo enfrenta un área inmensa de mar abierto, con profundidades de hasta 15.000 pies.
En Brasil, familiares acongojados volaron a Río de Janeiro, donde recibieron asistencia de Air France.
En el aeropuerto Charles de Gaulle al norte de París, los familiares se negaron a hablar con los periodistas y fueron llevados a un centro de crisis.
2 jun 2009
LOS LEONES DE BAGDAD
"Los Leones de Bagdad" es un maravilloso relato gráfico en formato de comic, basado en un hecho real: durante el bombardeo de Irak, en el 2003, cuatro leones escapan del zoo de Bagdad. En las geniales manos de los dibujantes Brian K. Vaughan y Niko Henrichon, nos llega esta historia desgarradora y dolorosamente real.
Todo va bien en el Zoo: es un día como otro, ya salió el sol, los animales son alimentados, y viven su vida con toda normalidad. Tampoco es un día especial para el clan de leones (Zill, el macho; Safa, una vieja leona tuerta; Noor, la joven leona madre de Alí, el pequeño cachorro); que entre rencillas e indiferencias ven pasar su vida.
Repentinamente, la ciudad es bombardeada, y el zoológico sufre grandes daños con el ataque aéreo. Los "guardias" del zoo huyen. Los animales, liberados de sus jaulas, escapan, y entre ellos los 4 leones, que se verán en la disyuntiva de separarse o seguir siendo un clan, vagando por una ciudad destruída, hostil y desconocida.
La historia es desgarradora y maravillosa a la vez, porque son los leones sus protagonistas, y a través de sus vivencias podemos percibir lo que la vida, la fidelidad y la libertad significa para ellos. Y podemos percibir muy bien todo esto, porque ellos y nosotros somos animales.
No adelantaré detalles ni trama. Lo que sí declaro con toda seguridad, es que ésta es una historia que debiera estar en la estantería de todos quienes nos cuestionemos el tema de la libertad, la fidelidad, y porqué no: el dilema de la utilidad de los zoológicos y la "propiedad" de los animales no humanos.
Un relato fascinante, publicado por Planeta de Agostini, presentado en una excelente encuadernación y papel, a un precio más que atractivo. Sin duda, una de las mejores adquisiciones de este año. ¡Se los recomiendo fervientemente!
Fuente imagen: Planeta de Agostini.
1 jun 2009
LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES
LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES
of LARSSON, STIEG
DESTINO
El primer volumen de la Trilogía Millennium, de la mano del aclamado autor Stieg Larsson.
El protagonista de la novela se llama Mikael. Ha trabajado durante mucho tiempo en una revista de sociología y de economía. Ese es su único currículo como «investigador». Sin embargo, en el ocaso de su vida recibe un encargo sorprendente. Un hombre llamado Henrik Vanger le pide que investigue una desaparición que se remonta muy atrás en el tiempo. La de su sobrina, que quizás fue asesinada. En cualquier otro momento de su vida Mikael, que ha sido una auténtica estrella del periodismo, hubiera renunciado, pero éste no es un momento cualquiera. Mikael tiene problemas con la justicia, está vigilado y encausado por una querella por difamación y calumnia. Detrás de la querella está un gran grupo industrial que amenaza con derrumbar su carrera y destruir su reputación. De manera que se hace ayudar por Lisbeth Salander. Lisbeth es una mujer turbadora, incontrolable, socialmente inadaptada, con todas las partes del cuerpo o bien tatuadas o bien perforadas por piercings. Pero tiene extraordinarias cualidades como investigadora, entre ellas una excelente memoria fotográfica y un extraordinario dominio informático que le permitirán encontrar lo inencontrable.
31 may 2009
NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL (A SU HIJA)
Nadie dijo que fuera fácil
ARTURO PÉREZ-REVERTE
21 - enero - 2007
Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.
Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.
Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño.
Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra.
Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña.
Nadie dijo que fuera fácil.
El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca.
Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia.
Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.
Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles.
ARTURO PÉREZ-REVERTE
21 - enero - 2007
Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.
Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.
Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño.
Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra.
Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña.
Nadie dijo que fuera fácil.
El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca.
Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia.
Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.
Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles.
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