Los VICIOS y los PECADOS
Se llaman vicios capitales aquellos, de los que nacen otros muchos. Se enumeran comúnmente los siete siguientes, que son soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira, y pereza. De estos siete vicios, la lujuria y gula se llaman carnales, y los demás espirituales. No todos los pecados capitales son mortales, pues muchas veces no pasan de veniales; y así no se llaman capitales por ser siempre grave pecado, sino porque, como queda dicho, son cabeza, y raíz de otros muchos.
Hay una diferencia entre pecado y vicio que estriba en que el pecado es un acto transitorio, mientras que el vicio es un hábito permanente y origen de nuevos pecados y desórdenes. En este sentido los pecados capitales son más propiamente vicios, según santo Tomás, porque son el origen y la fuente de la que nacen otros pecados innumerables, por eso son capitales o cabezas.
“El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse, pero no puede destruir el sentido moral hasta su raiz. Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a San Juan Casiano y a San Gregorio Magno. Son la ira, la soberbia, la avaricia, la envidia, la lujuria, la gula, la pereza” (CIC 1865- 1867).
Los vicios capitales se vencen con el ejercicio de las virtudes opuestas. Así, la soberbia se vence con la humildad; la avaricia, con la generosidad; la lujuria, con la castidad; la ira, con la paciencia; la gula, con la templanza; la envidia, con la caridad fraterna; la pereza, con la diligencia y fervor en el servicio de Dios.
Estos vicios se llaman capitales porque son la fuente y causa de muchos otros vicios y pecados.
Los pecados contra el Espíritu Santo son seis: 1) la desesperación de salvarse; 2) la presunción de salvarse sin merecimientos; 3) la impugnación de la verdad conocida; 4) la envidia o pesar de la gracia ajena; 5) la obstinación en los pecados; 6) la impenitencia final.
Estos pecados se dice que son en particular contra el Espíritu Santo porque se cometen por pura malicia la cual es contraria a la bondad que se atribuye al Espíritu Santo.
Los pecados que se dicen clamar al cielo son cuatro: 1) el homicidio voluntario; 2) el pecado impuro contra el orden de la naturaleza; 3) la opresión del pobre; 4) la defraudación o retención injusta del jornal, del trabajador.
Se dice que estos pecados claman al cielo porque lo dice el Espíritu Santo, y porque su iniquidad es tan grave y manifiesta que provoca a Dios a castigarlos con los más severos castigos (Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, pp. 127-128).