La 'Juno' ha recorrido ya 10 millones de kilómetros .
La nave interplanetaria Juno que se dirige a Júpiter ha recorrido ya unos 10 millones de kilómetros (9,6 millones el pasado viernes), según informa la NASA, y ha enviado una foto de la Tierra y la Luna tomada a esa distancia.
El vehículo fue lanzado al espacio el pasado 5 de agosto y, pese a cubrir en menos de un día la distancia de la Tierra a la Luna (casi 384.000 kilómetros), tiene todavía por delante un viaje muy largo, de cinco años, en los que recorrerá 2.800 millones de kilómetros hasta llegar al planeta gigante.
Ilustración de la nave automática interplanetaria Juno sobre una imagen de fondo del planeta Júpiter.- NASA
Los expertos de la misión dedican las primeras semanas de vuelo a realizar pruebas exhaustivas y calibraciones de todos los instrumentos de a bordo, y la fotografía de la Tierra y la Luna, tomada con la cámara JunoCam el 26 de agosto, forma parte esas pruebas.
En la imagen se distingue dos manchas blanquecinas, una más grande y brillante, el planeta, y otra pequeña y muy tenue, su satélite natural. "Es una visión extraordinaria que la gente ve muy raramente", ha comentado Scott Bolton, investigador principal de la misión Juno.
"Esta imagen de la Tierra muestra como se ve desde fuera, ilustrando una perspectiva especial de nuestro papel y lugar en el universo.
Es una humillante pero bella perspectiva de nosotros mismos".
31 ago 2011
Angelina Jolie dice a todo que no (Que mujer más guapa)
La actriz desmiente los rumores que rodean a su familia: no hay boda ni más hijos a la vista .
Cada vez que Angelina Jolie y Brad Pitt reciben un nuevo miembro en su numerosa familia, los rumores del próximo empiezan a poblar las páginas de los periódicos. Y cuando no es el fantasma de la separación el que los rodea, los medios aseguran que ahora sí que están a punto de contraer matrimonio.
Brangelina o el don de la ubicuidad
La vida de un agente secreto resucita el polémico triángulo Pitt-Aniston-Jolie
Las actrices de los 30 millones de dólares
Angelina Jolie, premiada con el Corazón de Sarajevo
Angelina Jolie: cuatro horas con los refugiados sirios en Turquía
Cansada de tanta habladuría, Angie, como la llama su pareja, ha dejado claro en una entrevista con la edición estadounidense de Vanity Fair, que aparecerá en el número de octubre, que ni se casa ni está planeando agrandar aún más la familia.
"No estoy embarazada", asegura la actriz. "Y, de momento, tampoco vamos a adoptar". Y añade: "Tampoco hay boda secreta".
Lo que sí hay, según cuenta Angelina, es mucho nerviosismo a la espera del estreno de su ópera prima como autora y directora, In the land of blood and honey, película que creó "por casualidad" cuando estaba recuperándose de una gripe.
"Tuve que estar en cuarentena durante dos días para no contagiar a los niños", cuenta la actriz. "Estaba en el ático de una casa en Francia, totalmente aislada. No veo televisión y en ese momento no estaba leyendo nada, así que me puse a escribir".
De esos manuscritos nació la película que la tuvo a caballo entre Austria, Bosnia Herzegovina, Croacia y Alemania y cuyo estreno se espera para diciembre.
En cuanto a la relación con el padre de sus seis hijos, Jolie deja entrever que sigue reinando el amor, especialmente cuando se refiere a lo mucho que Brad Pitt la ha apoyado en todos sus proyectos y cómo la ayudó a perfeccionar su filme.
"Como cualquier mujer, siempre escucho sus críticas y pocas veces discuto", asegura. "Pero es difícil separar a la persona que te ama del crítico, así que no creo que él sea un jurado justo".
Cada vez que Angelina Jolie y Brad Pitt reciben un nuevo miembro en su numerosa familia, los rumores del próximo empiezan a poblar las páginas de los periódicos. Y cuando no es el fantasma de la separación el que los rodea, los medios aseguran que ahora sí que están a punto de contraer matrimonio.
Brangelina o el don de la ubicuidad
La vida de un agente secreto resucita el polémico triángulo Pitt-Aniston-Jolie
Las actrices de los 30 millones de dólares
Angelina Jolie, premiada con el Corazón de Sarajevo
Angelina Jolie: cuatro horas con los refugiados sirios en Turquía
Cansada de tanta habladuría, Angie, como la llama su pareja, ha dejado claro en una entrevista con la edición estadounidense de Vanity Fair, que aparecerá en el número de octubre, que ni se casa ni está planeando agrandar aún más la familia.
"No estoy embarazada", asegura la actriz. "Y, de momento, tampoco vamos a adoptar". Y añade: "Tampoco hay boda secreta".
Lo que sí hay, según cuenta Angelina, es mucho nerviosismo a la espera del estreno de su ópera prima como autora y directora, In the land of blood and honey, película que creó "por casualidad" cuando estaba recuperándose de una gripe.
"Tuve que estar en cuarentena durante dos días para no contagiar a los niños", cuenta la actriz. "Estaba en el ático de una casa en Francia, totalmente aislada. No veo televisión y en ese momento no estaba leyendo nada, así que me puse a escribir".
De esos manuscritos nació la película que la tuvo a caballo entre Austria, Bosnia Herzegovina, Croacia y Alemania y cuyo estreno se espera para diciembre.
En cuanto a la relación con el padre de sus seis hijos, Jolie deja entrever que sigue reinando el amor, especialmente cuando se refiere a lo mucho que Brad Pitt la ha apoyado en todos sus proyectos y cómo la ayudó a perfeccionar su filme.
"Como cualquier mujer, siempre escucho sus críticas y pocas veces discuto", asegura. "Pero es difícil separar a la persona que te ama del crítico, así que no creo que él sea un jurado justo".
Diana de Gales...y todo esto ha pasado sin ti
A los 14 años de la muerte de la princesa Diana, la familia real británica y el entorno de la princesa han cambiado radicalmente .
Tenía 36 años, dos hijos pequeños, un divorcio reciente a cuestas, un novio nuevo y una familia política, cuanto menos, complicada.
Pero el 31 de agosto de 1997, hace ahora justamente 14 años, su coche se estrelló en el parisino Pont d'Alma, matando a Diana Spencer, Lady Di, la que fue Diana de Gales y Princesa del Pueblo en mayúsculas; a su acompañante, Dodi Al Fayed, y al chófer que los llevaba, que conducía ebrio y demasiado rápido.
En estos 14 años de ausencia el mundo de la princesa ha cambiado por completo, aunque su vida sigue siendo objeto de expectación -su muerte ha llenado páginas y páginas, tanto de periódicos como de libros- y sus pertenencias siguen rompiendo récords en las subastas.
Diana y Dodi siguen ocupando titulares: su padre, Mohamed, sigue rindiendo homenaje a la pareja año tras año y luchando en los tribunales y los medios de comunicación para demostrar que, en su opinión, el accidente en el que murió la pareja fue fruto de un complot en el que estaba involucrada hasta la propia familia real.
La reina de Inglaterra hace público el acuerdo de divorcio de Carlos y Diana
Kate: "Lady Di ha sido una gran inspiración para mí"
DIVORCIO PARA CHARLES SPENCER
Muere a los 101 años la reina madre de Inglaterra
Príncipe Harry de Inglaterra: "Diana nos hizo felices e hizo feliz a mucha gente"
El príncipe metepatas se despide
Funeral regio y entierro privado para Diana
La investigación de la muerte de Diana de Gales, en su fase final
Sarah Ferguson vende influencias
Carlos bate el récord de espera al trono británico
El que fue su marido, el príncipe Carlos, se ha casada con Camila, y en febrero batió el récord de espera como sucesor al trono británico
Isabel II ha tratado de modernizar la imagen de la monarquía: tiene web, Twitter y Facebook
Ahora las estrellas son Beatriz y Eugenia, hijas del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, implicados en diversos escándalos
Guillermo y Catalina son el futuro de la casa: su historia de amor es completamente diferente
En este 2011, cuando Diana habría cumplido 50 años, se la ha recordado más que nunca: la boda de su primogénito, Guillermo, la ha devuelto a la memoria colectiva. Pero, ¿cuánto ha girado su mundo en todos estos años?
Camila y Carlos, una pareja reconocida
Diana Spencer se casó en 1981 y se divorció en 1996 del príncipe Carlos de Inglaterra, heredero al trono.
Lo que parecía un cuento de hadas se convirtió en una historia tortuosa con infidelidades de por medio y una siempre presente Camila Parker-Bowles, entonces amante del príncipe.
Ahora, Carlos se ha convertido en un personaje popular y Camila es la duquesa de Cornualles: su segunda esposa, aceptada por la reina Isabel II y por el pueblo.
El príncipe está centrado en su activismo ecologista y en aguardar a que llegue su turno: en febrero batió el récord de espera al trono británico, 59 años, dos meses y 13 días
La modernización de la reina
El papel de la reina Isabel II en estos 14 años ha cambiado en cuanto a sus apariciones públicas y su encuentro con los súbditos.
La muerte de Diana la obligó a salir a las calles y mostrar su duelo por la fallecida, y tras ello la monarca ha tratado de darle un giro a la institución.
Presume de haber modernizado la imagen de los Windsor: Clarence House tiene página web y perfiles en Twitter y Facebook.
Y la monarca -que el año que viene cumplirá 60 primaveras en el trono- se enorgullece de hasta jugar a la Wii.
Por su parte, el que fue suegro de Diana, Felipe de Edimburgo, se retiró de la vida pública el pasado noviembre, al cumplir los 90 años, y ya apenas aparece en público. Además, en 2002 falleció la Reina Madre a los 101 años.
Excuñados: entre divorcios, bodas y escándalos
Fue Diana quien presentó a su amiga Sarah Ferguson a su entonces cuñado, el príncipe Andrés. La cosa acabó en boda... y en divorcio.
La pareja se casó en 1986 y se separó en 1992. La relación entre la pareja ha sido cordial a lo largo de los años, quizá demasiado: los escándalos llegaron por los turbios negocios de la pareja.
Él ha sido acusado por estar implicado en supuestos lavados de dinero, y ella fue sorprendida (y grabada) al aceptar un soborno de un periodista disfrazado de empresario para que le pusiera en contacto precisamente con el príncipe Andrés.
Ahora las estrellas de todo evento social son sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia.
Además, Diana tiene ahora una nueva excuñada: el pequeño de los Windsor, el príncipe Eduardo, se casó en 1999 con Sophie Rhys-Jones.
Tienen dos hijos. Otra que ha contraído matrimonio es Zara Phillips, nieta mayor de la reina Isabel, hija de la princesa Ana.
Tenía apenas dos meses cuando Diana y Carlos se casaron.
Los líos de los Spencer
Tras la muerte de Diana, su hermano Charles ha actuado como representante de la familia y de la princesa, que fue enterrada en la finca familiar de Althorp, que él gestiona. A los pocos meses de morir su hermana él se divorció de su primera esposa, al exmodelo Victoria Lockwood, madre de cuatro de sus hijos: lady Kitty, las gemelas lady Eliza y lady Amelia y Louis, su sucesor. El conde Spencer se volvió a casar en 2001 con Caroline Freud, con la que tuvo dos hijos más. Se separó de ella en 2007.
Enrique, príncipe de la fiesta
"Mi madre nos hizo felices e hizo feliz a mucha gente.
Así queremos que sea recordada".
El príncipe Enrique, que estaba a punto de cumplir 13 años cuando Diana murió, hablaba así de su madre en el décimo aniversario de su muerte.
Ahora se ha convertido en uno de los miembros más polémicos de la familia real británica, con su sucesión de fiestas, borracheras y novias de ida y vuelta.
Estudiante del prestigioso colegio Eton, Enrique realizó parte de su entrenamiento militar en Afganistán, país al que ha asegurado en más de una ocasión que le gustaría volver.
Guillermo y Kate: el futuro
Guillermo, el hijo mayor de Diana de Gales, se ha convertido este año en el estandarte de la familia Windsor.
Se ha casado en Westminster y con una mujer ajena a la realeza, como hicieron sus padres 30 años atrás.
En todo lo demás, la historia de Guillermo y Catalina es completamente diferente a la de Carlos y Diana.
Este matrimonio es, como han declarado tanto él como su esposa, por amor.
La pareja lleva junta casi una década, se conoció en la Universidad y ha convivido antes de casarse.
Kate es una mujer preparada y, pese a los intentos de comparación y a que ella misma ha reconocido la influencia de Diana, distinta a la princesa.
"No espero que Kate ocupe los zapatos de mi madre", explicó Guillermo el día de su pedida de boda, "quiero que ella tenga su propio futuro".
Ya durante su noviazgo Guillermo exigió a la prensa no persiguiera a Kate tanto como hacía con su madre, y Clarence House pidió expresamente que se parara "persecución agresiva y potencialmente peligrosa".
Aun así, su hijo la ha tenido presente durante los preparativos del enlace: para la pedida de mano decidió utilizar el mismo anillo azul que le regaló su padre a su madre, hace 30 años.
Y es que la historia, evitando repetirse, continúa.
Tenía 36 años, dos hijos pequeños, un divorcio reciente a cuestas, un novio nuevo y una familia política, cuanto menos, complicada.
Pero el 31 de agosto de 1997, hace ahora justamente 14 años, su coche se estrelló en el parisino Pont d'Alma, matando a Diana Spencer, Lady Di, la que fue Diana de Gales y Princesa del Pueblo en mayúsculas; a su acompañante, Dodi Al Fayed, y al chófer que los llevaba, que conducía ebrio y demasiado rápido.
En estos 14 años de ausencia el mundo de la princesa ha cambiado por completo, aunque su vida sigue siendo objeto de expectación -su muerte ha llenado páginas y páginas, tanto de periódicos como de libros- y sus pertenencias siguen rompiendo récords en las subastas.
Diana y Dodi siguen ocupando titulares: su padre, Mohamed, sigue rindiendo homenaje a la pareja año tras año y luchando en los tribunales y los medios de comunicación para demostrar que, en su opinión, el accidente en el que murió la pareja fue fruto de un complot en el que estaba involucrada hasta la propia familia real.
La reina de Inglaterra hace público el acuerdo de divorcio de Carlos y Diana
Kate: "Lady Di ha sido una gran inspiración para mí"
DIVORCIO PARA CHARLES SPENCER
Muere a los 101 años la reina madre de Inglaterra
Príncipe Harry de Inglaterra: "Diana nos hizo felices e hizo feliz a mucha gente"
El príncipe metepatas se despide
Funeral regio y entierro privado para Diana
La investigación de la muerte de Diana de Gales, en su fase final
Sarah Ferguson vende influencias
Carlos bate el récord de espera al trono británico
El que fue su marido, el príncipe Carlos, se ha casada con Camila, y en febrero batió el récord de espera como sucesor al trono británico
Isabel II ha tratado de modernizar la imagen de la monarquía: tiene web, Twitter y Facebook
Ahora las estrellas son Beatriz y Eugenia, hijas del príncipe Andrés y Sarah Ferguson, implicados en diversos escándalos
Guillermo y Catalina son el futuro de la casa: su historia de amor es completamente diferente
En este 2011, cuando Diana habría cumplido 50 años, se la ha recordado más que nunca: la boda de su primogénito, Guillermo, la ha devuelto a la memoria colectiva. Pero, ¿cuánto ha girado su mundo en todos estos años?
Camila y Carlos, una pareja reconocida
Diana Spencer se casó en 1981 y se divorció en 1996 del príncipe Carlos de Inglaterra, heredero al trono.
Lo que parecía un cuento de hadas se convirtió en una historia tortuosa con infidelidades de por medio y una siempre presente Camila Parker-Bowles, entonces amante del príncipe.
Ahora, Carlos se ha convertido en un personaje popular y Camila es la duquesa de Cornualles: su segunda esposa, aceptada por la reina Isabel II y por el pueblo.
El príncipe está centrado en su activismo ecologista y en aguardar a que llegue su turno: en febrero batió el récord de espera al trono británico, 59 años, dos meses y 13 días
La modernización de la reina
El papel de la reina Isabel II en estos 14 años ha cambiado en cuanto a sus apariciones públicas y su encuentro con los súbditos.
La muerte de Diana la obligó a salir a las calles y mostrar su duelo por la fallecida, y tras ello la monarca ha tratado de darle un giro a la institución.
Presume de haber modernizado la imagen de los Windsor: Clarence House tiene página web y perfiles en Twitter y Facebook.
Y la monarca -que el año que viene cumplirá 60 primaveras en el trono- se enorgullece de hasta jugar a la Wii.
Por su parte, el que fue suegro de Diana, Felipe de Edimburgo, se retiró de la vida pública el pasado noviembre, al cumplir los 90 años, y ya apenas aparece en público. Además, en 2002 falleció la Reina Madre a los 101 años.
Excuñados: entre divorcios, bodas y escándalos
Fue Diana quien presentó a su amiga Sarah Ferguson a su entonces cuñado, el príncipe Andrés. La cosa acabó en boda... y en divorcio.
La pareja se casó en 1986 y se separó en 1992. La relación entre la pareja ha sido cordial a lo largo de los años, quizá demasiado: los escándalos llegaron por los turbios negocios de la pareja.
Él ha sido acusado por estar implicado en supuestos lavados de dinero, y ella fue sorprendida (y grabada) al aceptar un soborno de un periodista disfrazado de empresario para que le pusiera en contacto precisamente con el príncipe Andrés.
Ahora las estrellas de todo evento social son sus hijas, las princesas Beatriz y Eugenia.
Además, Diana tiene ahora una nueva excuñada: el pequeño de los Windsor, el príncipe Eduardo, se casó en 1999 con Sophie Rhys-Jones.
Tienen dos hijos. Otra que ha contraído matrimonio es Zara Phillips, nieta mayor de la reina Isabel, hija de la princesa Ana.
Tenía apenas dos meses cuando Diana y Carlos se casaron.
Los líos de los Spencer
Tras la muerte de Diana, su hermano Charles ha actuado como representante de la familia y de la princesa, que fue enterrada en la finca familiar de Althorp, que él gestiona. A los pocos meses de morir su hermana él se divorció de su primera esposa, al exmodelo Victoria Lockwood, madre de cuatro de sus hijos: lady Kitty, las gemelas lady Eliza y lady Amelia y Louis, su sucesor. El conde Spencer se volvió a casar en 2001 con Caroline Freud, con la que tuvo dos hijos más. Se separó de ella en 2007.
Enrique, príncipe de la fiesta
"Mi madre nos hizo felices e hizo feliz a mucha gente.
Así queremos que sea recordada".
El príncipe Enrique, que estaba a punto de cumplir 13 años cuando Diana murió, hablaba así de su madre en el décimo aniversario de su muerte.
Ahora se ha convertido en uno de los miembros más polémicos de la familia real británica, con su sucesión de fiestas, borracheras y novias de ida y vuelta.
Estudiante del prestigioso colegio Eton, Enrique realizó parte de su entrenamiento militar en Afganistán, país al que ha asegurado en más de una ocasión que le gustaría volver.
Guillermo y Kate: el futuro
Guillermo, el hijo mayor de Diana de Gales, se ha convertido este año en el estandarte de la familia Windsor.
Se ha casado en Westminster y con una mujer ajena a la realeza, como hicieron sus padres 30 años atrás.
En todo lo demás, la historia de Guillermo y Catalina es completamente diferente a la de Carlos y Diana.
Este matrimonio es, como han declarado tanto él como su esposa, por amor.
La pareja lleva junta casi una década, se conoció en la Universidad y ha convivido antes de casarse.
Kate es una mujer preparada y, pese a los intentos de comparación y a que ella misma ha reconocido la influencia de Diana, distinta a la princesa.
"No espero que Kate ocupe los zapatos de mi madre", explicó Guillermo el día de su pedida de boda, "quiero que ella tenga su propio futuro".
Ya durante su noviazgo Guillermo exigió a la prensa no persiguiera a Kate tanto como hacía con su madre, y Clarence House pidió expresamente que se parara "persecución agresiva y potencialmente peligrosa".
Aun así, su hijo la ha tenido presente durante los preparativos del enlace: para la pedida de mano decidió utilizar el mismo anillo azul que le regaló su padre a su madre, hace 30 años.
Y es que la historia, evitando repetirse, continúa.
Venecia: se ha cocinado un crimen
Un día entre libros y fogones con Donna Leon, una de las autoras de novela negra más exitosas .
."Muchas cosas han cambiado en Venecia en los últimos 40 años, y pocas para bien". Lo dice, y con conocimiento de causa, Donna Leon (Monclair, Nueva Jersey, 1942), una de las escritoras estadounidenses de género negro más populares del mundo. Vive en Venecia desde 1981 y allí parió a su personaje estrella, el inspector Brunetti, que ha acabado inspirando visitas guiadas por la ciudad tras los pasos del personaje.
La cocina huele a madera, guiso y guerras libradas con el tomate y la cebolla
Pero el último libro de Leon no habla de casos sin resolver, de misterio o de cuerpos que aparecen flotando en un canal.
En su última incursión literaria ha dejado la soledad de la autora para trabajar a cuatro manos en una faceta que conoce muy bien: la cocina veneciana.
Su cómplice en este trabajo ha sido su amiga Roberta Pianaro, quien acompaña los minirrelatos de Leon con un impecable recetario que huele a pescado, a pasta, a aperitivos elaborados con materias primas de esas que solo se sirven en lugares como el mercado de Rialto.
Un oasis de comida a pocos metros del famoso puente, pero asombrosamente alejado del meollo de las masas.
Allí es, precisamente, donde EL PAÍS se cita con las sospechosas. El volumen en cuestión se llama El sabor de Venecia (editado en España por Seix Barral), con el que miles de fans han saciado su apetito de nuevos casos de Brunetti, a la espera de la próxima entrega de la saga, prevista para principios de 2012. Las páginas de El sabor de Venecia rezuman la "simplicidad" de la comida de las calles estrechas de la ciudad de los canales.
Pianaro, veneciana de pro, cocinera, pintora y joyera, conoce esa otra urbe como la palma de su mano y recorrerla con ella es saludar a troche y moche, un bella por aquí, otro por allí: a la pescadera que lleva 30 años guiándola por los vericuetos de gambas, lubinas y doradas; la verdulera con los tomates más jugosos y la menta más verde... Incluso al tipo que vende los vinos y se enfada cuando le piden permiso para hacer fotos pero que después sonríe y da su consentimiento en uno de esos ademanes inequívocamente venecianos.
Leon firma autógrafos y se hace fotos con al menos media docena de turistas a lo largo de un recorrido que finalizará en una pequeña bodega de cuatro palmos y vinos exquisitos donde dos personas ya ocupan el aforo completo. "Esta es la Venecia que nos gusta, la que amamos. No sé lo que están haciendo con ella, con toda esas tiendas insulsas, quitando bancos donde podías sentarte para poner tenderetes. Cada vez somos menos los que resistimos aquí [censo de Venecia en 2011: 59.000 almas]. Los extranjeros se compran una casa, están una semana aquí y luego se cansan, se dan cuenta de lo difícil que es vivir aquí, sin ascensores, con problemas cada dos por tres, sin aires acondicionados, con la suciedad que dejan los turistas... Así es como están descuidando esta ciudad maravillosa. ¿Crees que hay algo en el mundo como Venecia?", clama Pianaro en flagrante pregunta retórica.
"Mira, yo trabajaba en Arabia Saudí como profesora de literatura inglesa para mujeres y ya no podía más con aquellos aires y aquel machismo. Un día llamé a unos amigos para que me ayudarán a buscar otro sitio donde vivir. Me encontraron una casa y me fui. Estuve yendo y viniendo hasta principios de los ochenta cuando me instalé definitivamente.
No soy veneciana pero me siento como en casa", explica la escritora en lo que parece ser un respetuoso turno de palabra.
Leon es más callada que su amiga, más observadora, más "anglosajona", remarca ella misma, pero las dos parecen formar un binomio indivisible en la que Pianaro marca el tempo y Leon la pausa.
El paseo hasta la casa de la primera, un precioso apartamento pegado al canal pero alejado de las hordas de turistas, es otro rosario de saludos y bendiciones. La cocina de Pianaro, que se ha propuesto demostrar al periodista las bondades de la gastronomía local, es casi tan pequeña como aquel garito visitado al principio y huele a madera, a guiso, a guerras libradas con el tomate y la cebolla, las zanahorias o los calabacines.
Cuando la veneciana se pone el delantal no quiere ayudantes ni curiosos, así que desalojar el campo de batalla es prioritario. "Berta lleva dándome de comer desde hace 40 años, no sé ya cuántas veces me he sentado en esta mesa", cuenta Leon mientras Pianaro trae una botella de Prosecco frío. "La literatura es impredecible", dice Leon, "nunca sabes qué va a funcionar o no.
Recuerdo cuando me enviaron las galeradas de El código Da Vinci, de Dan Brown. Leí 20 páginas y lo tiré a la basura.
Al cabo de un año era el autor más vendido del mundo. Quién sabe cómo funciona esto, yo ya he dejado de intentar averiguarlo".
Es la una y media y el aroma que llega de la cocina empieza a ser peligroso.
Pianaro está en su salsa, peleándose con una avispa, una cacerola, una paella y dos bandejas: "Es una maravilla verla cocinar. Lo mejor es que ella se cocina cada día algo para sí misma". Por fin llegan a la mesa los higos con jamón, las bases de alcachofa al pesto y una bandeja de calamares rellenos en jugosa salsa de tomate con gambas. "¿Ves? Es muy simple.
Es lo que tiene la cocina veneciana: gran materia prima y simplicidad". Ante la cara de circunstancias del periodista por lo de "simple", la cocinera se ríe con ganas. "Bueno, en Venecia también hay que tener algo de dinero".
Leon anda ahora metida en un proyecto orquestal y habla de batutas y cantantes entre patas de calamar y trozos de pan bañados en salsa. Pianaro anda metida en probar el vino Vermentino que hay en la mesa y en mostrar la traducción de su libro al finlandés mientras reconoce no entender ni papa.
Con la clásica grappa encima de la mesa, toca preguntarle a la cocinera por el mejor cocinero del mundo: "¿Ferran Adrià? ¿Y ese quién es? No había oído hablar de él.
Yo es que nunca voy a restaurantes".
."Muchas cosas han cambiado en Venecia en los últimos 40 años, y pocas para bien". Lo dice, y con conocimiento de causa, Donna Leon (Monclair, Nueva Jersey, 1942), una de las escritoras estadounidenses de género negro más populares del mundo. Vive en Venecia desde 1981 y allí parió a su personaje estrella, el inspector Brunetti, que ha acabado inspirando visitas guiadas por la ciudad tras los pasos del personaje.
La cocina huele a madera, guiso y guerras libradas con el tomate y la cebolla
Pero el último libro de Leon no habla de casos sin resolver, de misterio o de cuerpos que aparecen flotando en un canal.
En su última incursión literaria ha dejado la soledad de la autora para trabajar a cuatro manos en una faceta que conoce muy bien: la cocina veneciana.
Su cómplice en este trabajo ha sido su amiga Roberta Pianaro, quien acompaña los minirrelatos de Leon con un impecable recetario que huele a pescado, a pasta, a aperitivos elaborados con materias primas de esas que solo se sirven en lugares como el mercado de Rialto.
Un oasis de comida a pocos metros del famoso puente, pero asombrosamente alejado del meollo de las masas.
Allí es, precisamente, donde EL PAÍS se cita con las sospechosas. El volumen en cuestión se llama El sabor de Venecia (editado en España por Seix Barral), con el que miles de fans han saciado su apetito de nuevos casos de Brunetti, a la espera de la próxima entrega de la saga, prevista para principios de 2012. Las páginas de El sabor de Venecia rezuman la "simplicidad" de la comida de las calles estrechas de la ciudad de los canales.
Pianaro, veneciana de pro, cocinera, pintora y joyera, conoce esa otra urbe como la palma de su mano y recorrerla con ella es saludar a troche y moche, un bella por aquí, otro por allí: a la pescadera que lleva 30 años guiándola por los vericuetos de gambas, lubinas y doradas; la verdulera con los tomates más jugosos y la menta más verde... Incluso al tipo que vende los vinos y se enfada cuando le piden permiso para hacer fotos pero que después sonríe y da su consentimiento en uno de esos ademanes inequívocamente venecianos.
Leon firma autógrafos y se hace fotos con al menos media docena de turistas a lo largo de un recorrido que finalizará en una pequeña bodega de cuatro palmos y vinos exquisitos donde dos personas ya ocupan el aforo completo. "Esta es la Venecia que nos gusta, la que amamos. No sé lo que están haciendo con ella, con toda esas tiendas insulsas, quitando bancos donde podías sentarte para poner tenderetes. Cada vez somos menos los que resistimos aquí [censo de Venecia en 2011: 59.000 almas]. Los extranjeros se compran una casa, están una semana aquí y luego se cansan, se dan cuenta de lo difícil que es vivir aquí, sin ascensores, con problemas cada dos por tres, sin aires acondicionados, con la suciedad que dejan los turistas... Así es como están descuidando esta ciudad maravillosa. ¿Crees que hay algo en el mundo como Venecia?", clama Pianaro en flagrante pregunta retórica.
"Mira, yo trabajaba en Arabia Saudí como profesora de literatura inglesa para mujeres y ya no podía más con aquellos aires y aquel machismo. Un día llamé a unos amigos para que me ayudarán a buscar otro sitio donde vivir. Me encontraron una casa y me fui. Estuve yendo y viniendo hasta principios de los ochenta cuando me instalé definitivamente.
No soy veneciana pero me siento como en casa", explica la escritora en lo que parece ser un respetuoso turno de palabra.
Leon es más callada que su amiga, más observadora, más "anglosajona", remarca ella misma, pero las dos parecen formar un binomio indivisible en la que Pianaro marca el tempo y Leon la pausa.
El paseo hasta la casa de la primera, un precioso apartamento pegado al canal pero alejado de las hordas de turistas, es otro rosario de saludos y bendiciones. La cocina de Pianaro, que se ha propuesto demostrar al periodista las bondades de la gastronomía local, es casi tan pequeña como aquel garito visitado al principio y huele a madera, a guiso, a guerras libradas con el tomate y la cebolla, las zanahorias o los calabacines.
Cuando la veneciana se pone el delantal no quiere ayudantes ni curiosos, así que desalojar el campo de batalla es prioritario. "Berta lleva dándome de comer desde hace 40 años, no sé ya cuántas veces me he sentado en esta mesa", cuenta Leon mientras Pianaro trae una botella de Prosecco frío. "La literatura es impredecible", dice Leon, "nunca sabes qué va a funcionar o no.
Recuerdo cuando me enviaron las galeradas de El código Da Vinci, de Dan Brown. Leí 20 páginas y lo tiré a la basura.
Al cabo de un año era el autor más vendido del mundo. Quién sabe cómo funciona esto, yo ya he dejado de intentar averiguarlo".
Es la una y media y el aroma que llega de la cocina empieza a ser peligroso.
Pianaro está en su salsa, peleándose con una avispa, una cacerola, una paella y dos bandejas: "Es una maravilla verla cocinar. Lo mejor es que ella se cocina cada día algo para sí misma". Por fin llegan a la mesa los higos con jamón, las bases de alcachofa al pesto y una bandeja de calamares rellenos en jugosa salsa de tomate con gambas. "¿Ves? Es muy simple.
Es lo que tiene la cocina veneciana: gran materia prima y simplicidad". Ante la cara de circunstancias del periodista por lo de "simple", la cocinera se ríe con ganas. "Bueno, en Venecia también hay que tener algo de dinero".
Leon anda ahora metida en un proyecto orquestal y habla de batutas y cantantes entre patas de calamar y trozos de pan bañados en salsa. Pianaro anda metida en probar el vino Vermentino que hay en la mesa y en mostrar la traducción de su libro al finlandés mientras reconoce no entender ni papa.
Con la clásica grappa encima de la mesa, toca preguntarle a la cocinera por el mejor cocinero del mundo: "¿Ferran Adrià? ¿Y ese quién es? No había oído hablar de él.
Yo es que nunca voy a restaurantes".
30 ago 2011
Chavez y sus 'cadenas' BORIS IZAGUIRRE
La última semana de agosto me encuentro en Caracas, rodeado de las distintas tormentas tropicales que conforman el temible huracán Irene.
Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte.
Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis.
Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia.
Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.
El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'
La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción
En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez.
Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada.
El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana.
A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos.
La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente.
Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos.
La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos.
He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando".
Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas.
"Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.
Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana.
Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador.
Nadie se atreve a describir cómo se ve.
Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos.
La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta.
"Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción.
A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.
En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi.
Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela.
Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo.
"Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería".
A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba.
Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges.
Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto.
"Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma.
"Esta boda debería ser una Cadena", concluye.
Las tormentas tropicales no asustan a los caraqueños, al aparato eléctrico lo llaman rayos y la lluvia es algo que destroza favelas en buena parte de la ciudad y peinados en la otra parte.
Pero en la creencia de que el sistema montañoso que rodea la urbe les protege de cualquier contrariedad meteorológica, los caraqueños van de un sitio a otro, consumiendo gasolina casi gratis.
Es cierto que la inseguridad les trae de cabeza, y reaccionan ante ella con una insólita mezcla de resignación y violencia.
Asumen que el hecho de ser asaltado por bandas de armamento semimilitar "forma parte de una estadística" que engorda titulares periodísticos donde se asegura que en Caracas en los últimos años han muerto más personas que en la guerra de Irak.
El presidente no puede evitar que sus discursos en la tele parezcan un 'reality'
La oposición comenta que se le detectó el cáncer en una liposucción
En medio de todo ese bululú tropical, Caracas tiene sus otras preocupaciones y distracciones. Por ejemplo, las llamadas Cadenas, los discursos televisados del presidente Hugo Chávez.
Ocupan sin límite de tiempo toda la programación televisiva y radiofónica, tanto pública como privada.
El jueves 24 pude ver una Cadena donde se entregaban en directo pisos de 72 metros cuadrados a oficiales del Ejército nacional, al mismo tiempo que se emitía el Consejo de Ministros de esta semana.
A pesar de ser un discurso presidencial, Chávez no puede evitar que la televisión lo convierta en un reality político-militar, con apetitosos ingredientes como la visita en directo al piso de 72 metros que enseña el ministro de Defensa con la propietaria, una teniente de apenas 26 años, casada, con un hijo y padres minusválidos.
La cámara va enseñando las tres habitaciones con idéntico mobiliario y colchas (los caraqueños, chavistas o no, militares o civiles, duermen bajo potente refrigeración), mientras Chávez interroga a la afortunada sobre sus valores, su año de graduación y qué perspectivas ve para el socialismo de su país. "Excelente", responde la teniente.
Y el ministro marca una equis inmensa en la carpeta que lleva en sus manos.
La emisión regresa al Consejo, donde Chávez arremete contra el capitalismo: "Causante de todo lo que está pasando ahora en Europa y en Estados Unidos.
He estado viendo cómo el presidente de Francia y la cancilleresa (sic) alemana están obligando a constitucionalizar un tope de gasto para la obra social, mientras nosotros, humildemente, lo estamos ampliando".
Los ministros presentes, que son más de veinte en torno a una mesa ovalada de brillante caoba, le aplauden. Chávez pregunta, porque no le ve, dónde está el vicepresidente de Finanzas.
"Tiene gripe", informa otro de los vicepresidentes (hay más de seis) y el líder bolivariano se contraria. "Que se cure y pronto", ordena.
Hugo Chávez tiene cáncer y recibe radioterapia en La Habana.
Se ha rapado el pelo y su aspecto actual es... difícil de definir porque es la viva imagen del cuento infantil El traje del emperador.
Nadie se atreve a describir cómo se ve.
Porque está enfermo, porque se le teme mucho o porque a líderes como él se les termina por construir una burbuja donde flotan sin saber realmente qué se piensa de ellos.
La oposición a su régimen insiste en que su enfermedad no es cierta.
"Es una estrategia para presentarlo como superviviente en las próximas elecciones", asegura una voz disidente desde su programa de radio. ¡Un líder superviviente! Otros dejan colar que Chávez detectó su cáncer durante el posoperatorio de una liposucción.
A esa parte de la oposición no le asombra el hecho de que el líder socialista no se resistiera a la vanidad capitalista. "Lo indignante es que, siendo el presidente del país de las misses, se opere en otro régimen", declaran.
En Caracas atienden las Cadenas esperando oír qué va pasar con Gadafi.
Pero Chávez no suelta prenda sobre si lo acogerá o no en Venezuela.
Decepcionados, la oposición venezolana se ha volcado en la boda de la duquesa de Alba, que por esas maravillas del mundo es una nueva líder global para mujeres y hombres maduros también en esta parte del mundo.
"Tiene lo que hay que tener", asegura una madre divorciada de 46 años. "Una se pasa la vida creyendo que el verdadero amor es el primero, el de muchachita, y ahora con la duquesa te das cuenta de que te puede llegar a los 80 años". Otro alaba su capacidad negociadora: "Ha hecho concesiones, a 100 millones de euros por hijo, pero ha conseguido lo que quería".
A chavistas y opositores les ha apasionado la lista de invitados de la boda en la Casa de Alba.
Enloquece que la duquesa invite a su enlace a todos sus hijos, pero también a los ex de sus hijos y los actuales cónyuges.
Algunos recuerdan que a la reina Sofía no le gustan este tipo de familias que son mezcolanza y afecto.
"Cayetana Fitz-James es tan aristócrata que lo es también para este tipo de relaciones", detalla un boliburgués, que son los nuevos ricos del régimen bolivariano. "La duquesa necesita este matrimonio para comprobar en primera persona cómo ha cambiado su país desde su último matrimonio", expone un chavista experto en ¡Hola! "Si en los años setenta todavía se podía mantener una cierta privacidad, hoy la cultura de la celebridad democratiza hasta a la Casa de Alba", afirma.
"Esta boda debería ser una Cadena", concluye.
La hija del 'grunge' se hace mujer
Frances Bean Cobain se convierte en la nueva 'it girl' de la moda estadounidense .
. .Hijos de famosos hay muchos.
La última cosecha incluye entre los galanes a Jack Huston, 28 años y parte de una saga donde John era su abuelo y Angelica es su tía; a Max Iron, 25 años e hijo de Jeremy Irons; o a Henry Hopper, que a sus 20 años es el retrato de su padre, Dennis Hopper. Pero ninguna de estas nuevas estrellas ha tenido la entrada de Frances Bean Cobain. La hija de Kurt Cobain y Courtney Love lo ha hecho por la puerta grande.
Los principales blogs del mundo de la moda reclaman: "Más Frances, por favor"
No se cimentado en ningún escándalo como los que jalonaron la carrera de su familia. El rey del grunge se suicidó en la cúspide de la fama, y su viuda sigue empeñada en cargarse su trayectoria con drogas, peleas y exabruptos.
Sencillamente, Frances Bean Cobain se ha limitado a dejarse ver.
Y el mundo entero no puede retirar la vista de las fotografías que ha difundido en la Red.
Su mirada intensa, su piel pálida y ese aire que embruja recuerdan a su padre, aunque en ella no hay ni una gota de grunge.
Su voluptuosidad, la determinación de su gesto y sus tatuajes devuelven a la memoria a su madre en sus mejores épocas, pero en ella tampoco hay nada de rocker.
A sus 19 años, recién cumplidos, Frances Bean Cobain ya ha sido bautizada como la nueva chica it, esa que tiene lo que hay que tener.
Las fotografías pertenecen a Heidi Slimane y a Rocky Schenck, y son dos sesiones que no se han publicado en ninguna revista, pero que circulan por muchas ediciones de los medios digitales.
El lanzamiento es oportuno, dado que en septiembre se cumple el 20º aniversario de Nevermind, álbum de Nirvana con el que su padre se dio a conocer y que ha vendido más de 30 millones de copias hasta la fecha.
Sin embargo, aquellos que la conocen dudan que se trate de una operación de marketing.
La joven Cobain nunca ha buscado la fama. Al menos hasta ahora. "Solo entiendo que alguien se interese por mí si es un seguidor de Nirvana o de Hole.
Pero yo no soy mis padres", declaró cuando solo tenía 15 años a la revista Harper's Bazaar en una de las pocas entrevistas que ha concedido.
Frances Bean Cobain ha cambiado en este tiempo. Desde luego, físicamente, perdiendo la inocencia e incluso sus formas de adolescente a favor de un glamour desconocido para sus padres. Desde la página web de la MTV la petición es unánime: "Más Frances, por favor". Un reclamo que recorre los principales blogs y perfiles de Twitter del mundo de la moda. "Nos dejó a todos con la boca abierta", dijo Amina Ahktar, directora de moda de FashionEtc.com.
Hay algo de escandaloso en esta aparición de la precoz Cobain, al devolver a la memoria las trifulcas de esta nueva ninfa con su madre.
La joven acabó bajo la tutela de su abuela paterna y de la hermana de Courtney cuando solo tenía 17 años.
"Mi hija no siempre es honesta", la criticó entonces Love desde Facebook.
Por el momento, la joven Cobain siempre ha preferido mantenerse al margen de ambas situaciones, inmersa en el mundo de la moda y del arte siempre desde el anonimato, incluso recurriendo a seudónimos para presentar sus trabajos.
Pero eso ha sido hasta ahora, cuando su nombre aún no se había dado claramente a conocer.
. .Hijos de famosos hay muchos.
La última cosecha incluye entre los galanes a Jack Huston, 28 años y parte de una saga donde John era su abuelo y Angelica es su tía; a Max Iron, 25 años e hijo de Jeremy Irons; o a Henry Hopper, que a sus 20 años es el retrato de su padre, Dennis Hopper. Pero ninguna de estas nuevas estrellas ha tenido la entrada de Frances Bean Cobain. La hija de Kurt Cobain y Courtney Love lo ha hecho por la puerta grande.
Los principales blogs del mundo de la moda reclaman: "Más Frances, por favor"
No se cimentado en ningún escándalo como los que jalonaron la carrera de su familia. El rey del grunge se suicidó en la cúspide de la fama, y su viuda sigue empeñada en cargarse su trayectoria con drogas, peleas y exabruptos.
Sencillamente, Frances Bean Cobain se ha limitado a dejarse ver.
Y el mundo entero no puede retirar la vista de las fotografías que ha difundido en la Red.
Su mirada intensa, su piel pálida y ese aire que embruja recuerdan a su padre, aunque en ella no hay ni una gota de grunge.
Su voluptuosidad, la determinación de su gesto y sus tatuajes devuelven a la memoria a su madre en sus mejores épocas, pero en ella tampoco hay nada de rocker.
A sus 19 años, recién cumplidos, Frances Bean Cobain ya ha sido bautizada como la nueva chica it, esa que tiene lo que hay que tener.
Las fotografías pertenecen a Heidi Slimane y a Rocky Schenck, y son dos sesiones que no se han publicado en ninguna revista, pero que circulan por muchas ediciones de los medios digitales.
El lanzamiento es oportuno, dado que en septiembre se cumple el 20º aniversario de Nevermind, álbum de Nirvana con el que su padre se dio a conocer y que ha vendido más de 30 millones de copias hasta la fecha.
Sin embargo, aquellos que la conocen dudan que se trate de una operación de marketing.
La joven Cobain nunca ha buscado la fama. Al menos hasta ahora. "Solo entiendo que alguien se interese por mí si es un seguidor de Nirvana o de Hole.
Pero yo no soy mis padres", declaró cuando solo tenía 15 años a la revista Harper's Bazaar en una de las pocas entrevistas que ha concedido.
Frances Bean Cobain ha cambiado en este tiempo. Desde luego, físicamente, perdiendo la inocencia e incluso sus formas de adolescente a favor de un glamour desconocido para sus padres. Desde la página web de la MTV la petición es unánime: "Más Frances, por favor". Un reclamo que recorre los principales blogs y perfiles de Twitter del mundo de la moda. "Nos dejó a todos con la boca abierta", dijo Amina Ahktar, directora de moda de FashionEtc.com.
Hay algo de escandaloso en esta aparición de la precoz Cobain, al devolver a la memoria las trifulcas de esta nueva ninfa con su madre.
La joven acabó bajo la tutela de su abuela paterna y de la hermana de Courtney cuando solo tenía 17 años.
"Mi hija no siempre es honesta", la criticó entonces Love desde Facebook.
Por el momento, la joven Cobain siempre ha preferido mantenerse al margen de ambas situaciones, inmersa en el mundo de la moda y del arte siempre desde el anonimato, incluso recurriendo a seudónimos para presentar sus trabajos.
Pero eso ha sido hasta ahora, cuando su nombre aún no se había dado claramente a conocer.
El arte y la tormenta
En un par de meses se estrenará entre nosotros el remake de La cosa. Los hay que afirman que en realidad es el remake de un remake, ya que el original, El enigma que vino de otro mundo, es de Christian Nyby, estrenado en 1951, y La cosa, el clásico de John Carpenter, llegó 31 años después. Lo cierto es que no: lo primero es una obra con el filtro de Howard Hawks (las malas lenguas dicen que dirigió la película) que parece un western en la Antártida y donde los indios son alienígenas.
El filme de John Carpenter es una adaptación más fiel (y salvaje) del libro de John W. Campbell, Who goes there?, inspiración del original.
La tercera entrega, que se prevé innecesaria, es entonces el remake de La cosa, que no de El enigma que vino de otro mundo. ¿Y a qué tanto rollo? Para empezar, en la película de Nyby-Hawks todos/as trabajaban en grupo para acabar con el monstruo. Ya de paso estaba muy claro quién o qué era el monstruo. Por haber, había tiempo hasta para el romance. En la de Carpenter el malo podía ser uno o quizás todos, la paranoia era el eje central de la historia, eso y la idea de que el enemigo se esconde a plena vista, donde es imposible encontrarlo.
La película de Hawks fue un triunfo, un taquillazo, grandes críticas y colas por doquier. Lo de Carpenter provocó su despido fulminante y descalificaciones varias como la que le tildaba de pornógrafo de la violencia. No le llamaron asesino, pero casi. Aun así, La cosa es ahora un gigantesco filme de culto y su mensaje, respecto a la fragilidad de nuestras estructuras sociales, emocionales y jerárquicas, sigue intacto. En la sociedad de la información todo es más vulnerable que antes y estamos dispuestos -a la de tres- a degollar al enemigo aunque no sepamos muy bien quién es, basta con que nos lo señalen con el dedo y allí que vamos: la justicia es lenta y no tenemos tiempo que perder. Nos hemos cargado la equidistancia: el que no esté en mi bando es -automáticamente- mi enemigo.
De eso sabían mucho ciertas órdenes paramilitares en la Segunda Guerra Mundial cuyo lema rezaba Con nosotros o contra nosotros.
Visto así no parece alocado pensar que tratar de sumarizar el estado de las cosas con una película de terror nihilista dirigida por un señor holandés (Matthijs van Heijningen Jr) al que no conoce nadie, sería una buena idea.
Al fin y al cabo estamos tan mal que está bien que nos recuerden que podríamos estar peor.
Sin embargo, todo hace sospechar que el mensaje despiadado del filme de Carpenter habrá pasado aquí por el tamiz maximalista de un gran estudio de Hollywood y que todo saldrá bien.
De momento ya han puesto en la película una señorita de buen ver y han tirado de CGI. Seguro que el mensaje primerizo de Carpenter sobre la soledad, la desconfianza y el pánico que genera una amenaza (in)visible ha sido borrado en beneficio del público.
Quizás, al final, toda especulación quede en agua de borrajas y la película sea un fenomenal recordatorio de lo cerquita que estamos del abismo. Quizás esta metacrítica cognitiva sea una gigantesca metida de pata.
Quizás La cosa sea una disección en clave minimalista de todo lo que nos falta para sobrevivir, de lo que nos une y lo que nos separa. Ojalá.
Si es así, si es una gran película, prometo rectificar e invocar aquella frase de Vargas Llosa: "La vida es una tormenta de mierda y el arte nuestro único paraguas".
El filme de John Carpenter es una adaptación más fiel (y salvaje) del libro de John W. Campbell, Who goes there?, inspiración del original.
La tercera entrega, que se prevé innecesaria, es entonces el remake de La cosa, que no de El enigma que vino de otro mundo. ¿Y a qué tanto rollo? Para empezar, en la película de Nyby-Hawks todos/as trabajaban en grupo para acabar con el monstruo. Ya de paso estaba muy claro quién o qué era el monstruo. Por haber, había tiempo hasta para el romance. En la de Carpenter el malo podía ser uno o quizás todos, la paranoia era el eje central de la historia, eso y la idea de que el enemigo se esconde a plena vista, donde es imposible encontrarlo.
La película de Hawks fue un triunfo, un taquillazo, grandes críticas y colas por doquier. Lo de Carpenter provocó su despido fulminante y descalificaciones varias como la que le tildaba de pornógrafo de la violencia. No le llamaron asesino, pero casi. Aun así, La cosa es ahora un gigantesco filme de culto y su mensaje, respecto a la fragilidad de nuestras estructuras sociales, emocionales y jerárquicas, sigue intacto. En la sociedad de la información todo es más vulnerable que antes y estamos dispuestos -a la de tres- a degollar al enemigo aunque no sepamos muy bien quién es, basta con que nos lo señalen con el dedo y allí que vamos: la justicia es lenta y no tenemos tiempo que perder. Nos hemos cargado la equidistancia: el que no esté en mi bando es -automáticamente- mi enemigo.
De eso sabían mucho ciertas órdenes paramilitares en la Segunda Guerra Mundial cuyo lema rezaba Con nosotros o contra nosotros.
Visto así no parece alocado pensar que tratar de sumarizar el estado de las cosas con una película de terror nihilista dirigida por un señor holandés (Matthijs van Heijningen Jr) al que no conoce nadie, sería una buena idea.
Al fin y al cabo estamos tan mal que está bien que nos recuerden que podríamos estar peor.
Sin embargo, todo hace sospechar que el mensaje despiadado del filme de Carpenter habrá pasado aquí por el tamiz maximalista de un gran estudio de Hollywood y que todo saldrá bien.
De momento ya han puesto en la película una señorita de buen ver y han tirado de CGI. Seguro que el mensaje primerizo de Carpenter sobre la soledad, la desconfianza y el pánico que genera una amenaza (in)visible ha sido borrado en beneficio del público.
Quizás, al final, toda especulación quede en agua de borrajas y la película sea un fenomenal recordatorio de lo cerquita que estamos del abismo. Quizás esta metacrítica cognitiva sea una gigantesca metida de pata.
Quizás La cosa sea una disección en clave minimalista de todo lo que nos falta para sobrevivir, de lo que nos une y lo que nos separa. Ojalá.
Si es así, si es una gran película, prometo rectificar e invocar aquella frase de Vargas Llosa: "La vida es una tormenta de mierda y el arte nuestro único paraguas".
Homenaje al rigor y la ética de Josefina Aldecoa
La UIMP recuerda la obra de la fallecida escritora y pedagoga .
"Mi madre nunca hubiera podido elegir entre literatura o enseñanza". Desde luego, eran dos pasiones inseparables para la escritora y pedagoga Josefina Aldecoa, fallecida en marzo a los 85 años.
Su hija Susana lo atribuía ayer a una "profunda implicación en el compromiso, ese que falta en generaciones posteriores".
En recuerdo del enorme e inolvidable legado que dejó a su muerte, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) quiso rendir ayer homenaje a una de las mayores defensoras de la enseñanza laica centrada en el desarrollo personal y el pensamiento crítico.
"Enseñar a pensar", en palabras de Emiliano Martínez, presidente del Grupo Santillana y amigo de la familia, fue uno de los pilares sobre los que Aldecoa levantó una escuela "diferente" en Madrid, el colegio Estilo, fundado en el franquismo de 1959 y que recogió la herencia de la Institución Libre de Enseñanza.
"Mi madre siempre pensó que la gran medida de un país es la educación", dijo.
Susana se pondrá al frente de la dirección de la escuela desde el próximo curso. Insistirá en la idea de combinar las asignaturas obligatorias, como lengua o matemáticas, con las artísticas. "Es importante acercar al niño el mundo superior".
De su vertiente literaria, el presidente del Grupo Santillana afirmó que "construyó una obra de interés, sostenida a lo largo de toda su vida, y que fue iniciada cuando pocas mujeres alcanzaban el reconocimiento, en un mundo sobre todo de hombres" durante el franquismo.
Susana Aldecoa eligió palabras como "justa, ética y rigurosa" para referirse a su madre, de quien destacó "su capacidad de trabajo y autodisciplina, que fueron impresionantes hasta sus últimos días".
Durante el acto leyó unas emocionantes palabras en recuerdo de la fallecida.
La escritora Carme Riera se refirió a Josefina como "una de las personas más elegantes, y no solo por fuera sino en el interior", tras comentar algunos momentos de la vida de la escritora que iban acompañados de una proyección de imágenes, la mayoría en blanco y negro, en las que aparecía la escritora junto a sus compañeros de facultad, con algunas promociones del colegio Estilo o junto a su marido, el también escritor Ignacio Aldecoa.
La lectura de un fragmento de su primera obra La enredadera, "la que más quería", le sirvió a la escritora Soledad Puértolas para destacar una cuestión siempre presente en su obra: "La dificultad de acceder al fondo de las personas".
"Mi madre nunca hubiera podido elegir entre literatura o enseñanza". Desde luego, eran dos pasiones inseparables para la escritora y pedagoga Josefina Aldecoa, fallecida en marzo a los 85 años.
Su hija Susana lo atribuía ayer a una "profunda implicación en el compromiso, ese que falta en generaciones posteriores".
En recuerdo del enorme e inolvidable legado que dejó a su muerte, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) quiso rendir ayer homenaje a una de las mayores defensoras de la enseñanza laica centrada en el desarrollo personal y el pensamiento crítico.
"Enseñar a pensar", en palabras de Emiliano Martínez, presidente del Grupo Santillana y amigo de la familia, fue uno de los pilares sobre los que Aldecoa levantó una escuela "diferente" en Madrid, el colegio Estilo, fundado en el franquismo de 1959 y que recogió la herencia de la Institución Libre de Enseñanza.
"Mi madre siempre pensó que la gran medida de un país es la educación", dijo.
Susana se pondrá al frente de la dirección de la escuela desde el próximo curso. Insistirá en la idea de combinar las asignaturas obligatorias, como lengua o matemáticas, con las artísticas. "Es importante acercar al niño el mundo superior".
De su vertiente literaria, el presidente del Grupo Santillana afirmó que "construyó una obra de interés, sostenida a lo largo de toda su vida, y que fue iniciada cuando pocas mujeres alcanzaban el reconocimiento, en un mundo sobre todo de hombres" durante el franquismo.
Susana Aldecoa eligió palabras como "justa, ética y rigurosa" para referirse a su madre, de quien destacó "su capacidad de trabajo y autodisciplina, que fueron impresionantes hasta sus últimos días".
Durante el acto leyó unas emocionantes palabras en recuerdo de la fallecida.
La escritora Carme Riera se refirió a Josefina como "una de las personas más elegantes, y no solo por fuera sino en el interior", tras comentar algunos momentos de la vida de la escritora que iban acompañados de una proyección de imágenes, la mayoría en blanco y negro, en las que aparecía la escritora junto a sus compañeros de facultad, con algunas promociones del colegio Estilo o junto a su marido, el también escritor Ignacio Aldecoa.
La lectura de un fragmento de su primera obra La enredadera, "la que más quería", le sirvió a la escritora Soledad Puértolas para destacar una cuestión siempre presente en su obra: "La dificultad de acceder al fondo de las personas".
Orígenes de la medicina
Orígenes de la medicina
Artículo principal: Medicina en la prehistoria y la protohistoria
Cráneo datado en el Neolítico, con gran orificio de trépano, descubierto en Nogent-les-Vierges (Seine-et-Oise, Francia).
Conservado en el Musée de l'Homme, París.Para hablar de los orígenes de la medicina, es preciso hacerlo antes de los rastros dejados por la enfermedad en los restos humanos más antiguos conocidos y, en la medida en que eso es posible, de las huellas que la actividad médica haya podido dejar en ellos.
Mark Armand Ruffer (1859-1917), médico y arqueólogo británico, definió la paleopatología como la ciencia de las enfermedades que pueden ser demostradas en restos humanos de gran antigüedad.
Dentro de las patologías diagnosticadas en restos de seres humanos datados en el Neolítico se incluyen anomalías congénitas como la acondroplasia, enfermedades endocrinas (gigantismo, enanismo, acromegalia, gota), enfermedades degenerativas (artritis, espondilosis) e incluso algunos tumores (osteosarcomas), principalmente identificados sobre restos óseos.
Entre los vestigios arqueológicos de los primeros homo sapiens es raro encontrar individuos por encima de los cincuenta años por lo que son escasas las evidencias de enfermedades degenerativas o relacionadas con la edad.
Abundan, en cambio, los hallazgos relacionados con enfermedades o procesos traumáticos, fruto de una vida al aire libre y en un entorno poco domesticado.
La excepción a esta norma la encontramos en la tuberculosis, considerada por varios autores como la enfermedad humana más antigua que se conoce.
Una de las hipótesis más aceptadas sobre el surgimiento del Mycobacterium (el germen causante de esta enfermedad) propone que el antepasado común denominado M. archaicum, bacteria libre, habría dado origen a los modernos Mycobacterium, incluido el M. tuberculosis.[2]
La mutación se habría producido durante el Neolítico, en relación con la domesticación de bóvidos salvajes en África.
Las primeras evidencias de tuberculosis en humanos se han encontrado en restos óseos del Neolítico, en un cementerio próximo a Heidelberg, supuestamente pertenecientes a un adulto joven, y datados en torno a 5000 años antes de nuestra era.[3]
También se han encontrado datos sugestivos de tuberculosis en momias egipcias datadas entre los años 3000 y 2400 a. C.[4]
Chamán esquimal fotografiado en Nushagak, Alaska en 1890 por Frank G. CarpenterEn cuanto a los primeros tratamientos médicos de los que se tiene constancia hay que hacer mención a la práctica de la trepanación (perforación de los huesos de la cabeza para acceder al encéfalo).
Existen hallazgos arqueológicos de cráneos con signos evidentes de trepanación datados en torno al año 3000 a. C. en los que se postula la supervivencia del paciente tras la intervención.
Los más antiguos se han hallado en la cuenca del Danubio, pero existen hallazgos similares en excavaciones de Dinamarca, Polonia, Francia, Reino Unido, Suecia, España o Perú.
La etnología, por otra parte, extrapola los descubrimientos realizados en culturas y civilizaciones preindustriales que han conseguido sobrevivir hasta nuestros días para comprender o deducir los modelos culturales y conductuales de las primeras sociedades humanas.
En general, las sociedades nómadas, recolectoras y cazadoras, no poseen la figura especializada del sanador y cualquier miembro del grupo puede ejercer esta función, de manera principalmente empírica.
En cambio, las sociedades asentadas, que han abandonado patrones trashumantes y comienzan a aprovechar y modificar el entorno en su provecho, tienden a especializar a un miembro del grupo en funciones de brujo, chamán o sanador, con frecuencia revestido de algún poder o influencia divina.
Estos sanadores suelen ocupar una posición social privilegiada y en muchos casos se subespecializan para tratar diferentes enfermedades, como se evidenció entre los aztecas, entre los que podía encontrarse el médico chamán (ticitl) más versado en procedimientos mágicos, el teomiquetzan, experto sobre todo en heridas y traumatismos producidos en combate, o la tlamatlquiticitl, comadrona encargada del seguimiento de los embarazos.
Por otra parte, las sociedades primitivas suelen considerar al enfermo como un «impuro», especialmente ante procesos patológicos incomprensibles, acudiendo a la explicación divina, como causa de los mismos.
El enfermo lo es porque ha transgredido algún tabú que ha irritado a alguna deidad, sufriendo por ello el «castigo» correspondiente, en forma de enfermedad.
La evolución de la medicina en estas sociedades arcaicas encuentra su máxima expresión en las primeras civilizaciones humanas: Mesopotamia, Egipto, América precolombina, India y China.
En ellas se expresaba esa doble vertiente, empírica y mágica, característica de la medicina primitiva.
Artículo principal: Medicina en la prehistoria y la protohistoria
Cráneo datado en el Neolítico, con gran orificio de trépano, descubierto en Nogent-les-Vierges (Seine-et-Oise, Francia).
Conservado en el Musée de l'Homme, París.Para hablar de los orígenes de la medicina, es preciso hacerlo antes de los rastros dejados por la enfermedad en los restos humanos más antiguos conocidos y, en la medida en que eso es posible, de las huellas que la actividad médica haya podido dejar en ellos.
Mark Armand Ruffer (1859-1917), médico y arqueólogo británico, definió la paleopatología como la ciencia de las enfermedades que pueden ser demostradas en restos humanos de gran antigüedad.
Dentro de las patologías diagnosticadas en restos de seres humanos datados en el Neolítico se incluyen anomalías congénitas como la acondroplasia, enfermedades endocrinas (gigantismo, enanismo, acromegalia, gota), enfermedades degenerativas (artritis, espondilosis) e incluso algunos tumores (osteosarcomas), principalmente identificados sobre restos óseos.
Entre los vestigios arqueológicos de los primeros homo sapiens es raro encontrar individuos por encima de los cincuenta años por lo que son escasas las evidencias de enfermedades degenerativas o relacionadas con la edad.
Abundan, en cambio, los hallazgos relacionados con enfermedades o procesos traumáticos, fruto de una vida al aire libre y en un entorno poco domesticado.
La excepción a esta norma la encontramos en la tuberculosis, considerada por varios autores como la enfermedad humana más antigua que se conoce.
Una de las hipótesis más aceptadas sobre el surgimiento del Mycobacterium (el germen causante de esta enfermedad) propone que el antepasado común denominado M. archaicum, bacteria libre, habría dado origen a los modernos Mycobacterium, incluido el M. tuberculosis.[2]
La mutación se habría producido durante el Neolítico, en relación con la domesticación de bóvidos salvajes en África.
Las primeras evidencias de tuberculosis en humanos se han encontrado en restos óseos del Neolítico, en un cementerio próximo a Heidelberg, supuestamente pertenecientes a un adulto joven, y datados en torno a 5000 años antes de nuestra era.[3]
También se han encontrado datos sugestivos de tuberculosis en momias egipcias datadas entre los años 3000 y 2400 a. C.[4]
Chamán esquimal fotografiado en Nushagak, Alaska en 1890 por Frank G. CarpenterEn cuanto a los primeros tratamientos médicos de los que se tiene constancia hay que hacer mención a la práctica de la trepanación (perforación de los huesos de la cabeza para acceder al encéfalo).
Existen hallazgos arqueológicos de cráneos con signos evidentes de trepanación datados en torno al año 3000 a. C. en los que se postula la supervivencia del paciente tras la intervención.
Los más antiguos se han hallado en la cuenca del Danubio, pero existen hallazgos similares en excavaciones de Dinamarca, Polonia, Francia, Reino Unido, Suecia, España o Perú.
La etnología, por otra parte, extrapola los descubrimientos realizados en culturas y civilizaciones preindustriales que han conseguido sobrevivir hasta nuestros días para comprender o deducir los modelos culturales y conductuales de las primeras sociedades humanas.
En general, las sociedades nómadas, recolectoras y cazadoras, no poseen la figura especializada del sanador y cualquier miembro del grupo puede ejercer esta función, de manera principalmente empírica.
En cambio, las sociedades asentadas, que han abandonado patrones trashumantes y comienzan a aprovechar y modificar el entorno en su provecho, tienden a especializar a un miembro del grupo en funciones de brujo, chamán o sanador, con frecuencia revestido de algún poder o influencia divina.
Estos sanadores suelen ocupar una posición social privilegiada y en muchos casos se subespecializan para tratar diferentes enfermedades, como se evidenció entre los aztecas, entre los que podía encontrarse el médico chamán (ticitl) más versado en procedimientos mágicos, el teomiquetzan, experto sobre todo en heridas y traumatismos producidos en combate, o la tlamatlquiticitl, comadrona encargada del seguimiento de los embarazos.
Por otra parte, las sociedades primitivas suelen considerar al enfermo como un «impuro», especialmente ante procesos patológicos incomprensibles, acudiendo a la explicación divina, como causa de los mismos.
El enfermo lo es porque ha transgredido algún tabú que ha irritado a alguna deidad, sufriendo por ello el «castigo» correspondiente, en forma de enfermedad.
La evolución de la medicina en estas sociedades arcaicas encuentra su máxima expresión en las primeras civilizaciones humanas: Mesopotamia, Egipto, América precolombina, India y China.
En ellas se expresaba esa doble vertiente, empírica y mágica, característica de la medicina primitiva.
29 ago 2011
El calvario de Miguel de Molina en 140 minutos
Seis jóvenes reviven a través de un viaje musical los momentos que marcaron un antes y un después en la vida del tonadillero malagueño.- Fue el último exiliado del franquismo en 1942,
Corrían tiempos muy difíciles. Eran principios de los años 40. Era la España ya franquista. Sabía que lo intentarían matar, pero Miguel de Molina (Málaga, 1908) estaba ahí. Con sus coplas se paseaba libremente sobre el escenario al compás del flamenco. No tenía miedo a su libertad insultante: gozaba de fama, belleza y arte, pero poseía tres condiciones que el franquismo no toleraba: era republicano, homosexual y amigo de Federico García Lorca. Una noche, sus años de gloria en tierra española llegaron a su fin: tres desconocidos lo apalearon, le desprendieron varias piezas dentales y le desfiguraron su cara mientras le gritaban "esto por rojo y maricón". Le prohibieron volver actuar en España y lo confinaron en Cáceres y Buñol.
La noticia en otros webs
"Es una obra muy modesta, es un montaje muy honesto, que intenta reinvindicar la canción popular que injustamente se relacionó con el franquismo"
"Miguel de Molina es inimitable. Se debe encontrar un equilibrio entre su carácter sensible, pero a la vez muy fuerte. Tenía el ego muy subido"
La obra ha sido capaz de reunir hasta 3,000 espectadores en una misma noche
Fue así como el creador de El día que nací o La bien pagá es obligado al destierro y a su patria nunca más volvió. Así comienza Ojos verdes: Miguel de Molina in memoriam, una apuesta escénica que se presentará en Madrid del 8 de septiembre al 2 de octubre en el teatro Fernán Gómez .
La obra, que nació hace cinco años y que ha recibido numerosos reconocimientos, propone un viaje musical por la crónica de España. Lo hace a partir de los hechos que marcaron la vida personal y artística de De Molina. Su infancia rodeada de miseria, su lucha por alcanzar la fama y su exilio es revivida magistralmente en esta retrospectiva de 140 minutos. "Es una obra muy modesta, es un montaje muy honesto, que intenta reinvindicar la canción popular que injustamente se relacionó con el franquismo", afirma vía telefónica Marc Vilavella, director y creador de la pieza.
La vida del tonadillero malagueño, que murió a los 86 años en un barrio de Buenos Aires tras 50 años de exilio, es recreada por seis catalanes. Entre la sombra y un escenario minimalista , los actores recorren la vida de De Molina. Solo les acompaña una vieja radio, una bandera republicana, varios títeres y las célebres coplas del artista. Vilavella encarna al intérprete deOjos Verdes que durante los años 30 se paseaba con un clavel en la oreja, camisa de lunares anudada a la cintura de avispa, pantalón ajustadísimo, botines y cabello revuelto.
"La historia te lleva al momento del exilio. Y entonces a partir de ahí hacemos una especie de salto y vamos a su infancia y luego el final de su vida", explica Vilavella que vio nacer la obra como un proyecto académico. De la vida y obra del tonadillero, el también director de la compañía Barni Teatre reconoce que no sabía nada.Ojos verdes: Miguel de Molina in memoriam "nació por casualidad" en el seno del Instituto del Teatro de Barcelona.
Una amiga del dramaturgo fue quien marcó la pauta de este periplo teatral. "Marc tú tienes que hacer de Miguel de Molina'; y yo le dije '¿de quién?'. No tenía idea de quién era. Me dejó el libro y empecé a leer y la verdad es que me enamoré de la historia del personaje y de su mundo musical". Rápidamente Vilavella se nutrió de Botín de Guerra, un libro escrito por el mismo Miguel de Molina. También se alimentó de las distintas películas y libros que abordan la vida del tonadillero, entre ellos Las cosas del querer (1989) del cineasta español Jaime Chávarri.
Un personaje difícil de imitar
Interpretar a De Molina, sin embargo, no resulta fácil. Es un personaje complejo. No solo en el escenario, sino también en su vida cotidiana. Era multifacético, resentido, extrovertido, provocador y egocentrista. "Miguel de Molina es inimitable. Se debe encontrar un equilibrio entre su carácter sensible, pero a la vez muy fuerte. Tenía el ego muy subido. Él se encantaba porque también supongo que las apuestas que hacía con su vida eran muy fuertes", afirma Vilavella, quien también ha actuado y dirigido El projecte dels bojos. Una utopía musical .
En la obra se escenifica uno de los momentos claves del creador de Compuesto y sin novia: la Orden Isabel la Católica que el Rey Juan Carlos le impuso ya en el ocaso de su vida, en 1992. En esa ocasión el artista aseguró que España estuvo "siempre en su corazón", pero afirmó que el reconocimiento le llegaba tarde. Sus palabras fueron un presagio. Al año siguiente murió. La medalla le fue entregada en la embajada española en Argentina, país donde cosechó éxitos y que adoptó y amó como si fuera su tierra. Así lo dejó plasmado en su poema Yo te adoro Buenos Aires .
Pero la España de ahora, no la que un día desterró del escenario y de su patria al artista, se resiste a dejar morir su legado. "La copla forma parte de la cultura popular española. Aunque las nuevas generaciones no tengamos las coplas muy grabadas en nuestra piel, en algún sitio de nuestro ADN o nuestra memoria colectiva están", asegura Vilavella. "Las canciones De Molina no sólo están pensadas para grandes voces sino también para grandes intérpretes. Era un personaje muy expresivo en el escenario".
Era tan compleja la vida y obra de Miguel de Molina, que seleccionar las coplas y melodías que formarían parte del musical tampoco fue fácil. "Fue un largo proceso. Fue un trabajo lento. Se fueron escogiendo a medida que el drama se fue construyendo".
Cada uno vive y respira su personaje
No solo la interpretación de Miguel de Molina resulta compleja en la obra. También lo es para los otros tres artistas que acompañan a Vilavella. En cuestión de minutos el papel de cada uno de los actores varía según el momento que se quiere representar. Gracia Fernández bien lo sabe. En principio Fernández hace de coro, luego encarna a la madre del tonadillero, posteriormente personifica a una prostituta que intenta acostarse con De Molina de cuando era joven, y finalmente figura de pueblo durante la escena que recrea la Guerra Civil.
"En el discurso de Marc Vilavella los actores muchas veces respiramos. Cada uno vive a su manera su interpretación, pero todos comparten un mismo fin: revivir la vida de De Molina. Cada uno interioriza y respira su personaje a su manera cada momento". Además de Vilavella y Fernández, el reparto de la pieza está integrado por Elía Corral, Nacho Melús y Anais López.
"Es un trabajo muy interno. Marc tiene muy claro lo que quiere de cada actor, pero te deja poner de tu propia cosecha, de tu propio talento. Te va invitando para que tú respires los sentimientos y la manera de entender lo que le está pasando a ese personaje", afirma Fernández.
Y aunque en un inicio la obra fue pensada como un proyecto académico para una sola representación, lo cierto es que el espectáculo ya lleva cinco años en el escenario y ha reunido hasta 3.000 espectadores en una misma noche. Además fue nominada a dos premios Butacasy ganó dos premios de teatro musical en Madrid al mejor protagonista y mejor actor secundario. Esta vez vuelve a Madrid.
la maruja de izquierdas
LA impostura en el discurso de la maruja de izquierdas es que su voluntad de liberación lo carga a cuenta del "hombre", a quien representa con los atributos de su propio machismo, y su ilimitado deseo de un escarmiento ejemplar al otro le sirve para mantener su propia castración a la sombra, en el inconsciente.
El castrado, por su parte, que también se dice de izquierdas, necesita de la maruja en su ocupación doméstica de vigilar y castigar, con lo cual, dependientes en el nudo de sus amores odiados, ni la una ni el otro podrán constituirse como sujetos libres, idea que de por sí les genera un soberano pavor y las dosis necesarias de ignorancia para sobrellevarlo.
Quiere el uno a la madre, que le exima de su responsabilidad, y la otra al hijo al que seguir amamantando, crispada Medusa, de su horror.
Así ha visto uno a ciertos amigos, o que lo fueron, sumidos en la transgresión y el remordimiento, mientras la maruja de izquierdas celebraba el castigo como su única razón de ser.
Publicado por José Carlos Cataño
El castrado, por su parte, que también se dice de izquierdas, necesita de la maruja en su ocupación doméstica de vigilar y castigar, con lo cual, dependientes en el nudo de sus amores odiados, ni la una ni el otro podrán constituirse como sujetos libres, idea que de por sí les genera un soberano pavor y las dosis necesarias de ignorancia para sobrellevarlo.
Quiere el uno a la madre, que le exima de su responsabilidad, y la otra al hijo al que seguir amamantando, crispada Medusa, de su horror.
Así ha visto uno a ciertos amigos, o que lo fueron, sumidos en la transgresión y el remordimiento, mientras la maruja de izquierdas celebraba el castigo como su única razón de ser.
Publicado por José Carlos Cataño
Su vida podría inspirar varias películas,
Hay personajes cuya leyenda termina devorando al artista y a su obra. Nico es uno de ellos. Su vida podría inspirar varias películas, dependiendo del tramo de la misma que se quiera contar. La belleza germánica que sobrevive a los horrores de la II Guerra Mundial y triunfa como modelo de alta costura en Europa.
La mujer enigmática que sedujo a Alain Delon y tuvo un hijo con él.
El témpano rubio que irrumpió en el swinging London y fascinó a Brian Jones y a Dylan para, a continuación, anidar en la Factory de Warhol y cantar brevemente con Velvet Underground.
La femme fatale que tuvo idilios imposibles con Jackson Browne y Jim Morrison.
La yonqui que paseó su lúgubre misterio a los largo de los 70 y los 80, dando conciertos para audiencias que no siempre estaban allí por la música, convertida en diosa decadente que murió de un derrame cerebral en Ibiza el verano de 1989, mientras paseaba en bicicleta con su túnica negra bajo un sol abrasador.
La mujer enigmática que sedujo a Alain Delon y tuvo un hijo con él.
El témpano rubio que irrumpió en el swinging London y fascinó a Brian Jones y a Dylan para, a continuación, anidar en la Factory de Warhol y cantar brevemente con Velvet Underground.
La femme fatale que tuvo idilios imposibles con Jackson Browne y Jim Morrison.
La yonqui que paseó su lúgubre misterio a los largo de los 70 y los 80, dando conciertos para audiencias que no siempre estaban allí por la música, convertida en diosa decadente que murió de un derrame cerebral en Ibiza el verano de 1989, mientras paseaba en bicicleta con su túnica negra bajo un sol abrasador.
Espejo de la mujer modelo
En la vida de la moda, una o dos décadas son una eternidad. He visto cómo el minimalismo era conquistado en unos meses por el neojipismo, cómo el deporte se colaba en la ropa de trabajo, cómo los golpes de nostalgia kitsch vencían a las vanguardias. También he contemplado, en este caso como cronista de los despropósitos del marketing, el auge y caída de los hombres metrosexuales y de los implantes de silicona en los labios y pechos de las modelos.
En España, estos 15 años últimos parecen haber dado de sí tres veces más que en otros países, porque en moda, como en otras cuestiones culturales, los fenómenos llegan aquí con retraso, y cuando lo hacen, se abre la caja de Pandora nacional y aparecen a raudales sus estrellas.
Aquí la moda estaba bajo sospecha hasta que las 'top' se instalaron en los noventa en la cultura cotidiana
Hay modelos capaces de generar metamorfosis sorprendentes de sí mismas en un solo minuto
Esta colección de fotografías de moda, muchas de ellas publicadas hace años en revistas y periódicos del país, abarcan tres generaciones de tops españolas con alcance internacional. Sin embargo, parecen estar hechas a propósito de esta publicación, y esto se debe a que su autor las descubrió cuando eran niñas, las ha visto crecer, hacerse famosas y convertirse en madres y, como un notario y también figura paterna, ha ido fotografiándolas a lo largo de sus carreras, ha perfilado el estilo de cada una, y las ha llevado a los editoriales de moda y a todas las portadas de revistas especializadas con ese efecto atemporal que caracteriza la obra del fotógrafo.
En los años ochenta, Manuel Outumuro trabajaba como director de arte, y, como todos nosotros, contemplaba con fascinación el fenómeno de las top models internacionales que traspasaban el umbral de la moda y actuaban como celebridades de alfombra roja y embajadoras de causas benéficas. Mientras que en España la moda se mostraba, aún en plan amateur, en pasarelas nacionales o regionales con una primera generación de modelos y maniquíes tan indisciplinados como la propia institución que las financiaba. Los medios generales, como los periódicos y la televisión, consideraban que este gremio de frívola reputación no merecía ocupar una breve columna, unos minutos de audiovisual o una foto a sangre. En España, la moda siempre estuvo bajo sospecha.
Hasta que, empezados los noventa, se abren en las millas de oro de las ciudades, una tras otra, las boutiques de firmas internacionales y el fenómeno de las firmas top, las top models y las cabeceras top de revistas internacionales se instala de sopetón en la cultura cotidiana de nuestro país. Justo en el momento en que Outumuro decide dedicarse plenamente a la fotografía de moda. Y empieza para él la dinámica "fotógrafo busca modelo, modelo busca fotógrafo", y surge la primera generación de modelos para fotos, la primera que trasciende con nombres propios en la fotografía internacional. "Nos hemos hecho mutuamente", dice el fotógrafo, "he crecido con ellas, nos hemos dado confianza, y me siento como un padre, como si conmigo estuvieran a salvo ellas y sus carreras". Es cierto, he trabajado con él y con algunas de estas chicas, y en el estudio Outumuro ve y captura lo que otros fotógrafos con más prisas ignorarían. Creo que no puede evitar mirar las modas solo de reojo para llegar al retrato puro y duro, como hacen los clásicos. Estas imágenes van más allá de la moda y emergen como retratos de unas mujeres cuyos nombres de pila son repetidos y adorados por miles de adolescentes que quieren ser como ellas: hermosas, sofisticadas, independientes, viajeras, madres y ricas. Modelos que protagonizan editoriales en la prensa, que presentan programas de televisión, dan su cara en contratos millonarios para anunciar cosmética internacional y actúan en campañas publicitarias de ropa y perfumes de firma. Algunas desfilan en las pasarelas del mundo, y todas sin excepción seducen a fotógrafos y revistas de moda para estar en sus portadas una y otra vez.
Aunque no son los rasgos raciales los que distinguen a las modelos y la moda españolas, sino la actitud. De las rusas es más llamativo su arrojo que su esqueleto, y de las brasileñas, más allá de su elasticidad, destaca la libertad con la que la exhiben. En cuanto a las nuestras, yo resaltaría la facilidad con la que se interpretan a sí mismas como arquetipos femeninos de la modernidad nacional. "La coquetería es una categoría de la existencia: pone en evidencia la importancia del Quizá, entre el Sí y el No", escribió el filósofo Georg Simmel (1858-1918) a propósito de la mujer y la moda. Pues bien, en este "tal vez" se muestran estas fotos de moda que revelan, gracias al clasicismo de la mirada de Outumuro, algo más de estas modelos, algo que las transforma en mujeres prototípicas de la sociedad española atrapadas en un instante de sus vidas, en un quizá...
Laura Ponte, Inés Sastre, Judit Mascó, Verónica Blume, Martina Klein... tenían 14 o 15 años cuando aparecieron en el estudio del fotógrafo, acompañadas por sus madres, y Outumuro ha ido dando fe de los cambios habidos en sus vidas. Y no hay photoshop que disimule ese paso del tiempo, afortunadamente. Ellas abrieron las puertas a una segunda generación de modelos: Nieves Álvarez, Marina Pérez, Eugenia Silva, Almudena Fernández, Bimba Bosé, Esther Cañadas, Laura Sánchez, y, todas juntas y nada revueltas, empezaron a colarse en los medios considerados serios, ahora rendidos al fenómeno de la moda como cultura popular y dispuestos a reservarle varias páginas por semana para mostrar editoriales con firma de modelo y fotógrafo.
La última camada y tercera generación -retratada también por Outumuro y de la que ofrecemos aquí algunos ejemplos- ya es tan internacional como la anterior: Carla Crombie, Marta Español, Bárbara García, Ariadne Artiles, Minerva Portillo, Cristina Tosio. Entre todas conforman el grupo de las españolas, que rivaliza con el de las brasileñas o las rusas en pasarelas y, sobre todo, en fotos de moda.
Quizá Nieves seguía instrucciones del fotógrafo para un editorial de lencería fina en una atmósfera cinematográfica; sin embargo, de ese momento ha salido uno de los probables retratos de su personalidad, la de una neoburguesa cosmopolita y aparatosamente segura de sí misma. Almudena posó con la mirada mística y perdida en el ensueño de quien lleva un vestido con una impresión profana de la Virgen, y tal vez, pienso, ya vivía entonces su conversión a la militancia por una vida sana y sostenible. A Martina, Outumuro la capta rugiendo con una boca poderosa y el ceño fruncido, como una Grace Jones de piel blanca con una energía de armas tomar. ¿No estará interpretando a una pop star patria? ¿A una campeona olímpica recibiendo el oro? De hecho, está glamurizando una marca deportiva según las leyes del mercado, que ella conoce bien, y existen muchas jóvenes que la imitan en los centros comerciales. Hay modelos capaces de generar metamorfosis sorprendentes de sí mismas, como Judit, que da en un minuto a su figura humana una apariencia felina, según le inspire la moda que luce. También Bimba, con su cuidada imagen contracultural à la mode, sabe transformar su androginia impertinente en dulzura atolondrada. Sus contorsiones están justificadas: hay que resaltar y tratar de narrar el look, ese es su trabajo.
Entre el sí y el no, planeando sobre el acaso de la coquetería antes mencionado, se mantienen las modelos españolas más raciales: Laura (Ponte), Eugenia, Inés, Marina, Ariadne, valoradas por la moda internacional por su misterio, su picardía, su orgullo y su belleza tan pronto melancólica, tan pronto feroz. Su seducción frente a la cámara trasciende, intacta, al público que se cuelga de la foto y capta en ella la modernidad de algo tan antiguo como esa inmutable feminidad española, esos rasgos mediterráneos que ni el peor fotógrafo del mundo podría destruir. No creo que para Outumuro estas modelos sean las más fáciles, pues no siempre el fotógrafo requiere perchas con una personalidad tan patente que a veces se comen el vestido. En muchos casos puede preferir a modelos como las de la tercera generación, las que todavía no son legibles y que responden a un patrón, como se ve en las fotografías, de mujer etérea, moldeable, más bien rubia, delgada y que no siempre mira directamente a la cámara, es decir, a los ojos. Al contemplarlas pienso en las numerosas chicas idénticas a ellas que pululan por las calles españolas, delgadas, menguantes, esclavas del look y de la pose, y pienso en todos los clones de este último arquetipo de top model que protagonizan actualmente las fotografías de moda y las calles del mundo industrializado. Acabo de llegar a la conclusión de que hablar de moda española y de modelos españolas ya no tiene sentido. También aquí el mercado se ha impuesto.
La moda es una y es global, y ya no hay lugar para el coqueteo. Es un sí o es un no.
Última parada de esta serie que nos ha acompañado durante el mes de agosto para celebrar los 35 años de nuestro periódico. La abrimos con los retratos de famosos, de la mano de Jordi Socías y Elvira Lindo; terminamos con una buena dosis -intemporal- de belleza y 'glamour'.
En España, estos 15 años últimos parecen haber dado de sí tres veces más que en otros países, porque en moda, como en otras cuestiones culturales, los fenómenos llegan aquí con retraso, y cuando lo hacen, se abre la caja de Pandora nacional y aparecen a raudales sus estrellas.
Aquí la moda estaba bajo sospecha hasta que las 'top' se instalaron en los noventa en la cultura cotidiana
Hay modelos capaces de generar metamorfosis sorprendentes de sí mismas en un solo minuto
Esta colección de fotografías de moda, muchas de ellas publicadas hace años en revistas y periódicos del país, abarcan tres generaciones de tops españolas con alcance internacional. Sin embargo, parecen estar hechas a propósito de esta publicación, y esto se debe a que su autor las descubrió cuando eran niñas, las ha visto crecer, hacerse famosas y convertirse en madres y, como un notario y también figura paterna, ha ido fotografiándolas a lo largo de sus carreras, ha perfilado el estilo de cada una, y las ha llevado a los editoriales de moda y a todas las portadas de revistas especializadas con ese efecto atemporal que caracteriza la obra del fotógrafo.
En los años ochenta, Manuel Outumuro trabajaba como director de arte, y, como todos nosotros, contemplaba con fascinación el fenómeno de las top models internacionales que traspasaban el umbral de la moda y actuaban como celebridades de alfombra roja y embajadoras de causas benéficas. Mientras que en España la moda se mostraba, aún en plan amateur, en pasarelas nacionales o regionales con una primera generación de modelos y maniquíes tan indisciplinados como la propia institución que las financiaba. Los medios generales, como los periódicos y la televisión, consideraban que este gremio de frívola reputación no merecía ocupar una breve columna, unos minutos de audiovisual o una foto a sangre. En España, la moda siempre estuvo bajo sospecha.
Hasta que, empezados los noventa, se abren en las millas de oro de las ciudades, una tras otra, las boutiques de firmas internacionales y el fenómeno de las firmas top, las top models y las cabeceras top de revistas internacionales se instala de sopetón en la cultura cotidiana de nuestro país. Justo en el momento en que Outumuro decide dedicarse plenamente a la fotografía de moda. Y empieza para él la dinámica "fotógrafo busca modelo, modelo busca fotógrafo", y surge la primera generación de modelos para fotos, la primera que trasciende con nombres propios en la fotografía internacional. "Nos hemos hecho mutuamente", dice el fotógrafo, "he crecido con ellas, nos hemos dado confianza, y me siento como un padre, como si conmigo estuvieran a salvo ellas y sus carreras". Es cierto, he trabajado con él y con algunas de estas chicas, y en el estudio Outumuro ve y captura lo que otros fotógrafos con más prisas ignorarían. Creo que no puede evitar mirar las modas solo de reojo para llegar al retrato puro y duro, como hacen los clásicos. Estas imágenes van más allá de la moda y emergen como retratos de unas mujeres cuyos nombres de pila son repetidos y adorados por miles de adolescentes que quieren ser como ellas: hermosas, sofisticadas, independientes, viajeras, madres y ricas. Modelos que protagonizan editoriales en la prensa, que presentan programas de televisión, dan su cara en contratos millonarios para anunciar cosmética internacional y actúan en campañas publicitarias de ropa y perfumes de firma. Algunas desfilan en las pasarelas del mundo, y todas sin excepción seducen a fotógrafos y revistas de moda para estar en sus portadas una y otra vez.
Aunque no son los rasgos raciales los que distinguen a las modelos y la moda españolas, sino la actitud. De las rusas es más llamativo su arrojo que su esqueleto, y de las brasileñas, más allá de su elasticidad, destaca la libertad con la que la exhiben. En cuanto a las nuestras, yo resaltaría la facilidad con la que se interpretan a sí mismas como arquetipos femeninos de la modernidad nacional. "La coquetería es una categoría de la existencia: pone en evidencia la importancia del Quizá, entre el Sí y el No", escribió el filósofo Georg Simmel (1858-1918) a propósito de la mujer y la moda. Pues bien, en este "tal vez" se muestran estas fotos de moda que revelan, gracias al clasicismo de la mirada de Outumuro, algo más de estas modelos, algo que las transforma en mujeres prototípicas de la sociedad española atrapadas en un instante de sus vidas, en un quizá...
Laura Ponte, Inés Sastre, Judit Mascó, Verónica Blume, Martina Klein... tenían 14 o 15 años cuando aparecieron en el estudio del fotógrafo, acompañadas por sus madres, y Outumuro ha ido dando fe de los cambios habidos en sus vidas. Y no hay photoshop que disimule ese paso del tiempo, afortunadamente. Ellas abrieron las puertas a una segunda generación de modelos: Nieves Álvarez, Marina Pérez, Eugenia Silva, Almudena Fernández, Bimba Bosé, Esther Cañadas, Laura Sánchez, y, todas juntas y nada revueltas, empezaron a colarse en los medios considerados serios, ahora rendidos al fenómeno de la moda como cultura popular y dispuestos a reservarle varias páginas por semana para mostrar editoriales con firma de modelo y fotógrafo.
La última camada y tercera generación -retratada también por Outumuro y de la que ofrecemos aquí algunos ejemplos- ya es tan internacional como la anterior: Carla Crombie, Marta Español, Bárbara García, Ariadne Artiles, Minerva Portillo, Cristina Tosio. Entre todas conforman el grupo de las españolas, que rivaliza con el de las brasileñas o las rusas en pasarelas y, sobre todo, en fotos de moda.
Quizá Nieves seguía instrucciones del fotógrafo para un editorial de lencería fina en una atmósfera cinematográfica; sin embargo, de ese momento ha salido uno de los probables retratos de su personalidad, la de una neoburguesa cosmopolita y aparatosamente segura de sí misma. Almudena posó con la mirada mística y perdida en el ensueño de quien lleva un vestido con una impresión profana de la Virgen, y tal vez, pienso, ya vivía entonces su conversión a la militancia por una vida sana y sostenible. A Martina, Outumuro la capta rugiendo con una boca poderosa y el ceño fruncido, como una Grace Jones de piel blanca con una energía de armas tomar. ¿No estará interpretando a una pop star patria? ¿A una campeona olímpica recibiendo el oro? De hecho, está glamurizando una marca deportiva según las leyes del mercado, que ella conoce bien, y existen muchas jóvenes que la imitan en los centros comerciales. Hay modelos capaces de generar metamorfosis sorprendentes de sí mismas, como Judit, que da en un minuto a su figura humana una apariencia felina, según le inspire la moda que luce. También Bimba, con su cuidada imagen contracultural à la mode, sabe transformar su androginia impertinente en dulzura atolondrada. Sus contorsiones están justificadas: hay que resaltar y tratar de narrar el look, ese es su trabajo.
Entre el sí y el no, planeando sobre el acaso de la coquetería antes mencionado, se mantienen las modelos españolas más raciales: Laura (Ponte), Eugenia, Inés, Marina, Ariadne, valoradas por la moda internacional por su misterio, su picardía, su orgullo y su belleza tan pronto melancólica, tan pronto feroz. Su seducción frente a la cámara trasciende, intacta, al público que se cuelga de la foto y capta en ella la modernidad de algo tan antiguo como esa inmutable feminidad española, esos rasgos mediterráneos que ni el peor fotógrafo del mundo podría destruir. No creo que para Outumuro estas modelos sean las más fáciles, pues no siempre el fotógrafo requiere perchas con una personalidad tan patente que a veces se comen el vestido. En muchos casos puede preferir a modelos como las de la tercera generación, las que todavía no son legibles y que responden a un patrón, como se ve en las fotografías, de mujer etérea, moldeable, más bien rubia, delgada y que no siempre mira directamente a la cámara, es decir, a los ojos. Al contemplarlas pienso en las numerosas chicas idénticas a ellas que pululan por las calles españolas, delgadas, menguantes, esclavas del look y de la pose, y pienso en todos los clones de este último arquetipo de top model que protagonizan actualmente las fotografías de moda y las calles del mundo industrializado. Acabo de llegar a la conclusión de que hablar de moda española y de modelos españolas ya no tiene sentido. También aquí el mercado se ha impuesto.
La moda es una y es global, y ya no hay lugar para el coqueteo. Es un sí o es un no.
Última parada de esta serie que nos ha acompañado durante el mes de agosto para celebrar los 35 años de nuestro periódico. La abrimos con los retratos de famosos, de la mano de Jordi Socías y Elvira Lindo; terminamos con una buena dosis -intemporal- de belleza y 'glamour'.
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