Viéndote llegar, te pregunté tu nombre y no me diste más respuesta que un puñado de letras con el que escribí un cuento, improvisado y sin final, como si fuese un juego.
Me diste tu nombre y aún intento pagarte contando tu historia, la que no conozco, a los cuatro vientos.
Escribiendo tu nombre, después de otros que lo escribieron, sin oírlo como ellos lo oían, con la mente enajenada a merced de los pensamientos a los que rondaban la pena de no encontrarse con tus gestos.
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Viéndote llegar,
te pregunté tu nombre
y no me diste más respuesta
que un puñado de letras
con el que escribí un cuento,
improvisado y sin final,
como si fuese un juego.
Me diste tu nombre
y aún intento pagarte
contando tu historia,
la que no conozco,
a los cuatro vientos.
Escribiendo tu nombre,
después de otros
que lo escribieron,
sin oírlo
como ellos lo oían,
con la mente enajenada
a merced de los pensamientos
a los que rondaban la pena
de no encontrarse con tus gestos.
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