Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 jun 2011

Midnight in Paris

Midnight in Paris


Director: Woody Allen



Intérpretes: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Kathy Bates, Adrien Brody, Carla Bruni, Michael Sheen, Léa Seydoux





.Por Sergi Sánchez

En El episodio Kugelmass, uno de los cuentos más delirantes de Woody Allen, un hombre aplastado por la monotonía de su matrimonio recibe la llamada de un mago que le ofrece hacer realidad su más lúbrico sueño: cometer adulterio.
 Sólo tiene que meterse en un armario con la novela, obra de teatro o poema que prefiera, y se proyectará en su universo. Quiero tener un affaire con una amante francesa. ¿Qué le parece Emma Bovary?, pregunta, ansioso.UFFFFF una plasta incunable.



Midnight in Paris explota ese punto de partida –que también estaba en el epicentro de una de sus películas más hermosas, La Rosa Púrpura de El Cairo (1985)-, no solo para ratificar la francofilia de su autor sino para reírse de la imagen idealizada que los americanos tienen sobre la vieja Europa como cuna de la cultura, para poner contra las cuerdas a todas aquellos que lo tachan de turista accidental (y, por extensión, de cineasta superficial) y para elaborar una furibunda diatriba contra la nostalgia.Pues eso se debe a algunos porque yo no lo vi.



Midnight in Paris es, en ese sentido, una película paradójica: por un lado, celebra los clichés de una ciudad que Allen adora tanto como Nueva York, y, por otro, siente la necesidad de desmontar la dimensión simbólica de esos clichés, materializada en un dream team de la vida bohemia del París de los años 20 que parece un parque temático para intelectuales de pacotilla, y que Allen recrea sin miedo a hacer el ridículo. Pues lo hace



Es en los requiebros de esa fantasía imposible donde Allen logra que Midnight in Paris se convierta en su película más original desde Desmontando a Harry (1997). Más allá del ingenio de la premisa, con sus hilarantes gags sobre El Ángel Exterminador (Luis Buñuel, 1962) y sus parodias de Hemingway y Dalí, el viaje en el tiempo que emprende su alter ego en la pantalla le permite reivindicar el presente como tabla de salvación. El hombre siempre quiere lo que no tiene, nos dice Allen, y ese deseo no es otro que el de escapar de la muerte, el de dejar su huella para la posteridad.
 Y por muy ligera y cálida y deliciosa que sea esta comedia, el poso que deja es pura melancolía.
Y de aburrimiento. Me ha aburrido hasta decir basta, Quría ver si me equicovaba oero no. Un Peñazo

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