Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

31 may 2011

Oprah DAVID TRUEBA

Quizá en España nos resulta difícil calibrar la dimensión del final de The Oprah Winfrey Show en Estados Unidos tras 25 años de reinado.
Después de la versión homenaje llena de amigos e invitados asiduos, la última emisión fue un largo monólogo con el obligado "Thank you, America", vídeos de sus primeros programas y hasta su profe de 4º curso.
La televisión, medio inmediato, concede a sus protagonistas una última edición nostálgica, donde abrir el baúl de los recuerdos.
Ellos no han sido nunca tan delicados con el pasado ajeno, pues viven obsesionados con el presente.
Pero los profesionales de la tele se reservan para sí, sucede siempre, una lagrimita de recuerdos propios. Al fin y al cabo juegan en casa.






Dejar un programa tras 25 años es algo así como enterrar a la familia. Uno se imagina el día siguiente como un desierto espinoso.
Y más para Oprah.
 Su programa ha servido de confesionario, de trampolín, de lavado y hoguera para una enorme cantidad de personajes de la Norteamérica contemporánea.
Nosotros lo asociamos al forzado Tom Cruise dando saltitos en el sofá de su anfitriona, pero el significado profundo de gestos así, delata la trascendencia en el negocio del espectáculo de quedar bien en la ventana de Oprah.
Para muchos sería inimaginable que un presidente negro hubiera llegado a la Casa Blanca si ella antes no hubiera tendido el puente.
Puente de Misisipi a la televisión, con el eslabón definitivo apoyado en la blanca imaginería de Spielberg y El color púrpura, película donde Oprah fue enorme revelación.



Oprah, con revista a su nombre, funda un canal propio de televisión, llamado así, propio, OWN, a juego con sus iniciales.
 Catapultó 65 libros en su club de lectura de dos millones de fieles, aunque algunos escritores no se dejaron, y cada vez que elegía un producto para recomendar lo bañaba de éxito.
 Era la amiga lista del vecindario y el abanico de recomendaciones iba desde fundas para el móvil a chocolatinas.
Rompedora de la distancia televisiva, daba miedo, con esa autoridad de diosa en posesión del juicio definitivo.
 A un mundo desamparado, ella regaló una madre, una profe, una compañera de trabajo liberada, que habló de abusos, incesto y aborto en una tele que pone pitidos a las palabrotas.

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