Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 may 2011

Montserrat Roig vence al tiempo

De aquí a unos meses, en noviembre, hará veinte años que murió Montserrat Roig. Tenía 45 y estaba en la plenitud de su creación literaria. Todo indicaba que había finalizado una etapa y que se adentraba, con El cant de la juventud (Ediciones 62, 1990), en una espléndida madurez.




Montserrat Roig y el señor Pla



Su muerte prematura fue un golpe terrible, en el mundo literario y entre sus lectores. Dejó un vacío difícil de llenar. Pero, hay buenas noticias: sus libros están vivos.
Se puede encontrar casi todos sus títulos, muchos en bolsillo en su editorial, Ediciones 62, y en otras colecciones.
Sus novelas han entrado en el circuito escolar y en un futuro sus libros aparecerán también en versión electrónica.




Sus amigos se esmeran para rendirle homenajes. Empezó el pasado martes la revista Serra d'Or, donde colaboró. Participaron Josep Maria Benet i Jornet, Frederic Rueda y Lluïsa Julià. La actriz Mariona Casanovas representó algunos de los artículos que publicó en el diario Avui (recogidos en Un pensament de sal, un pessic).





Esta semana, el Amical de Mauthausen conmemora en el antiguo campo de exterminio nazi, en Austria, el 66 aniversario de su liberación y organiza un acto en memoria de Montserrat Roig, la inolvidable autora de Els catalans als camps nazis (Edicions 62, 1977). Estará presente uno de sus hijos, Roger Sempere, profesor de instituto, que viaja con un grupo de alumnos.





El Pen Club catalán y el Memorial Ravensbrück están preparando un festival Montserrat Roig para el próximo 14 de junio. La escritora nació el 13 de junio de 1946. Participarán Josep Maria Castellet, Dolors Oller, Isabel-Clara Simó, Rosa Montero... y actuarán, entre otros, Marina Rossell y Paco Ibáñez. Sólo es el principio.





Montserrat Roig murió el 10 de noviembre de 1991 en Barcelona.
 Todo el mundo sabía que estaba muy enferma, pero la noticia fue un golpe muy fuerte.
 Costaba de creer que una mujer con tanta alegría de vivir, tan divertida y apasionada, con tanta curiosidad, que ponía una enorme ilusión a todo lo que hacía, estuviera muerta.



Estaba dando clases en la Universidad de Arizona cuando empezó a encontrarse mal y volvió a Barcelona, donde, el 1990, le detectaron un cáncer de pecho muy agresivo.
Un día le preguntó a su madre, Albina Fransitorra: "¿Crees que moriré, madre?". "Si te tuvieras que morir no estarías tan tranquila", le respondió. En esta época nefasta, Montserrat pasó mucho tiempo en casa de Albina.




En octubre se celebró la Feria del Libro de Francfort dedicada a España. No pudo ir, sus colegas, encabezados por Manuel Vázquez Montalbán, le organizaron un homenaje. Publicó su último artículo en el Avui el día antes de morir.






Albina Fransitorra, que mantuvo una estrecha relación con su hija, que le hacía de secretaria y que lo acompañaba en muchos viajes, tiene ahora 99 años. Continúa siendo una mujer con mucho carácter, con la cabeza bastante clara, que lee un par de libros a la semana. Los nietos adoran a la abuela Albina.






Montserrat Roig fue la sexta de siete hermanos.
Su padre era el escritor Tomàs Roig i Llop. A los 13 años, después de haber pasado por un colegio de monjas, Montserrat fue al instituto Montserrat, donde ganó un premio con un poema dedicado a la virgen de Montserrat.
En esta época, se acostumbró a dejar sus escritos en la mesa del despacho de su padre, que se los corregía.






Quería ser actriz, como su hermana Glòria, y se apuntó en la Escuela de Arte Dramático Adrià Gual, donde conoció, entre otros, Josep Maria Benet i Jornet y Maria Aurèlia Capmany, que murió un mes antes de que ella.





Estudió Filosofía y Letras (Románicas). Se licenció el 1968. Muchos la recuerdan, en minifalda y medias de colorines, subida en un banco, en el Patio de Letras de la Universidad de Barcelona, intentando que los compañeros se apuntaran a la creación del Sindicato Democrático de Estudiantes. Participó en la Caputxinada, el 1966, en el convento de los Caputxins de Sarriá, donde se celebró la asamblea constituyente del sindicato.





Aunque no le gustaban los despachos, trabajó como redactora de la Gran Enciclopèdia Catalana y del Diccionari de literatura catalana.
Obtuvo una beca para la universidad italiana de Perugia. Fue lectora de catalán y de castellano en la universidad inglesa de Bristol.
De izquierdas, siempre crítica, entró al PSUC, salió, volvió a entrar y volvió a salir. Firmaba en la revista Treball con el seudónimo de Capità Nemo. Defendió las causas feministas, luchaba por sus principios y era solidaria.






Estuvo encerrada en el monasterio de Montserrat en protesta por el proceso de Burgos cuando supo que su primer libro, de relatos, Molta roba i poc sabó... i tan neta que la volen, había ganado el Víctor Català.
Se publicó en 1971. Le siguieron las novelas Ramona, adéu (1972), El temps de les cireres (premio Sant Jordi 1976), La hora violeta (1980), La òpera quotidiana (1982) y La veu melodiosa (1987).




Un ciclo con un mundo común: la ciudad de Barcelona y, sobre todo, el Eixample, donde nació y vivió toda la vida.
"Soy del Ensanche de nuestra estimada ciudad. De un barrio de segunda categoría, con iglesias que se hacen la competencia dominical.
De un barrio de señoras "pones" y de señores que poseen más cordura que oro", dice en el prólogo de Molta roba i poc sabó... i tan neta que la volen, el retrato de la burguesía catalana desde principios del siglo XX a través de diferentes generaciones y la repetición de personajes, en especial, de las familias Miralpeix y Claret. Acertó en el retrato de las generaciones universitarias de la posguerra.
Muchos lectores se sintieron identificados.



Tomó prestado un diálogo entre Sterling Hayden y Joan Crawford de la película Johnny Guitar para otro de sus libros fundamentales, Digues que m'estimes encara que sigui mentida, que salió en 1991.
Es su testamento literario, resultado de apuntes en libretas a lo largo de los años. Vemos su evolución creativa y como mujer y la de su ciudad. "Conciencia de finitud, atrapar el tiempo. He aquí el castigo del oficio de escribir. En la trama de la narración me invento que el tiempo no se acaba. Sueño que tengo palabras y que, con ellas, poseo el mundo", escribió.

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