Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

3 may 2011

Gafas oscuras, vestuario hiperbólico,

Gafas oscuras, vestuario hiperbólico, peluquería impoluta, perfume en el aire y más de una lágrima. Nadie celebraba la muerte de Bin Laden, pero sí la vida de Alexander McQueen. Pocas conferencias de prensa adquieren el tono emotivo y glamuroso que ayer ofreció la primera presentación en público de la exposición Savage beauty (Belleza salvaje) que el Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York dedica desde mañana al hombre que hace algo más de un año dejó un vacío irreemplazable en la moda de este siglo.








La exposición coincide con el aniversario del suicidio del creador

La presencia entre cientos de reporteros de varias modelos, benefactores del museo y gente de la industria como Anna Wintour, la diseñadora británica Stella McCartney o Sara Burton -la mujer que ha tomado las riendas de la firma del británico tras su muerte y que diseñó el vestido de Catalina Middleton- subrayaba la expectación despertada por una retrospectiva exuberante e hipnótica.
Mientras la prensa se rendía ante una de las puestas en escena más espectaculares que ha vivido el Costume Institute, una armada de obreros ultimaba preparativos para la gala anual que organiza este centro y que habitualmente es una cita obligada en el calendario internacional de la moda. En este caso, además pasará a la historia por el simbolismo que adquiere al haberse cumplido ya un año desde el suicidio de McQueen.
La gala y la exposición aspiran a ser una celebración y un homenaje de su vida y su genialidad.



"Es un honor que el trabajo de un diseñador británico se muestre en este museo donde se guardan algunos de los mejores tesoros de la historia del arte. Además, ese hombre era mi amigo". Así se expresaba ayer McCartney durante la presentación de una muestra en la que se despliegan 19 años de carrera, 100 piezas y 70 accesorios.



McQueen era conocido por sus espectaculares y extravagantes presentaciones, con escenarios dramáticos y estructuras narrativas cercanas a la performance. De ahí que la puesta en escena de esta exposición haya tratado de recrear esas sensaciones, transportando al visitante a ese particular universo que siempre provocaba reacciones viscerales y en el que la fascinación por lo gótico se mezclaba con su debilidad por el exotismo, su admiración por el naturalismo y sus homenajes al primitivismo.



El prólogo a la exposición arranca con dos vestidos históricos de la colección de primavera/verano 2001 VOSS, uno rojo escotadísimo hecho con plumas rojas de avestruz y otro blanco construido con conchas pulidas de navajas de mar. Brillando en la oscura espectacularidad de un ambiente imbuido en luces muy bajas, el comisario de la muestra, Andrew Bolton, ha querido hurgar en los temas que fascinaban al diseñador, con particular hincapié en su obsesión "esquizofrénica" por el lado más oscuro de la estética romántica. Misoginia, sadomasoquismo, pero también sensualidad y atrevimiento han tomado vida a través de las seis colecciones en las que se ha centrado Bolton y cuyo poder estético se multiplica gracias al cuidado puesto en decorar las salas con el objetivo de remover todos los sentidos del visitante. Este queda transportado a un lugar fantasmagórico y fascinante gracias a espejos gigantes envejecidos en cuyos reflejos se intuyen las formas de algunas piezas de la polémica colección The Horn Plenty; voces de robot que envuelven una sala dedicada a los accesorios oscuros e irreales como una mandíbula de plata o un cuerno de unicornio; o el viento que suena junto a aullidos de lobo para arropar la sala titulada Gótico romántico (en ella, un vestido vaporoso se seda negra satinada se mueve como si estuviera vivo).



"Encuentro la belleza en lo grotesco, como la mayoría de los artistas. Tengo que obligar a la gente a mirar", reza una de las frases de McQueen que se pueden leer en los muros de una exposición cuyas galerías también albergan el holograma de Kate Moss ante el que se rindió el mundo de la moda cuando lo mostró en París en 2006. Las salas se dividen por temas, siempre relacionados con su admiración por la estética romántica y por el constante diálogo entre horror y belleza.



En la muestra también pueden verse algunas de las piezas de su primera colección de estudiante en Saint Martins cuyo título marcaba una voluntad estética y, en cierto modo, también su propia tragedia personal: Jack el destripador persigue a sus víctimas.

No hay comentarios: