El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez publica ‘Canciones para el incendio’, su vuelta al género del cuento 17 años después.
Juan Gabriel Vásquez, este lunes en Madrid.ULY MARTÍN
“Entre el cuento y la novela no hay ninguna similitud más allá de que
sean ficción en prosa. Ninguna. Sirven para cosas distintas, hacen
cosas distintas”. El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) regresa con Canciones para el incendio
(Alfaguara, 2018), recién publicado en España, a los relatos cortos, el
género con el que dio un salto de calidad 17 años antes con Los amantes de Todos los Santos
(Alfaguara). “Un cuento captura emociones o movimientos de nuestra
sensibilidad tan pequeños que si los tratáramos de apresar con una
novela se irían, se escurrirían”. Quizá el ejemplo más claro es el relato titulado Aeropuerto, que cuenta su propia experiencia como extra, en 1998, en la película de Roman Polanski La novena puerta. “Una vivencia frívola y ligera acabó generándome una serie de
incomodidades, una sensación de desequilibrio y de inquietud. El cuento
es un intento por explorar, por nombrar lo que no tenía nombre y
descubrí que lo que me había sucedido es el roce con la violencia
sufrida por otro”, explica, en referencia a la trágica muerte en 1969 de
la esposa de Polanski, Sharon Tate, que estaba embarazada, a manos de
los seguidores de Charles Mason. Vásquez vuelve cargado de historias humanas en las que se vislumbran
desde la distancia diversas tragedias. Y con personajes que hasta
podrían haber protagonizado su propia novela. “El cuento vive con esa
paradoja. Cuando uno escribe cuentos lo hace con un fantasma detrás del
escritorio que dice: ‘¿Por qué no haces una novela con esto?’. Pero
parte del esfuerzo es resistirse a todo eso”. Crear Canciones para el incendio fue una tarea distinta a
los relatos de 2001. “Aquel libro lo escribí en un estado de
incertidumbre total porque había publicado dos novelas que me había
dejado profundamente insatisfecho y lo afronté como una especie de
prueba: si fracasaba otra vez, ya me retiraba”. Superada la prueba, se
dedicó de lleno a la novela, con cinco títulos en estos años. La última,
La forma de las ruinas (Alfaguara, 2015), es ahora finalista
del premio Booker International, que se falla la semana que viene. “En
los últimos años lo han ganado dos de los escritores más importantes
para mí, Philip Roth y Alice Munro. Que mi libro pueda vagamente asociarse con ellos me parece extrañamente satisfactorio”.
“Este libro de cuentos está escrito de una manera totalmente
distinta, con total libertad, violando las ideas asentadas que yo tenía,
con la libertad de haberme pasado 15 años leyendo a la gente que me
interesa”. Por ejemplo, ha quebrantado la idea de que cuantos menos
elementos mejor. También, según explica, la de que hay que mostrar las
cosas, no contarlas. O que se debe presentar la acción sin intervenir. “En todos hay un narrador que el lector puede asociar conmigo. El libro
es muy personal, vamos a decir autobiográfico, porque son vivencias mías
que por alguna razón me molestaron, me incomodaron”. Para el autor, la escritura de ficción parte de la curiosidad por las
historias ajenas: “Hay cierta voracidad por la vida oculta de los
otros. Esa idea de que todo el mundo tiene secretos, tiene misterios… Y
la ficción es la manera que hemos inventado para sacar esos misterios a
la luz”. Quizá por darle ese valor a la intimidad, Vásquez se siente
incómodo en estos tiempos de exhibicionismo en Internet. “Las redes
sociales son el reino del narcisismo y la literatura, sin embargo, es un
medio de ir hacia el otro, de curiosidad por el otro, de entender al
otro”. Vásquez, firme defensor el proceso de paz en Colombia, se siente ahora pesimista. “El Gobierno [de Iván Duque]
ha sido, más que negligente, cómplice de todos los que han querido
entorpecer el proceso de paz, y eso puede tener consecuencias sociales
muy graves. Ya las está teniendo, como el asesinato de guerrilleros
desmovilizados, en algún caso por miembros del ejército colombiano”.
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