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22 may 2019
Naufragio del muy esperado Tarantino................... Carlos Boyero
La trama
de 'Érase una vez en... Hollywood' no se sabe bien adónde pretende
conducir, con diálogos insustanciales y carentes de ingenio.
El
cineasta Quentin Tarantino posa para los medios delante de los actores
estadounidenses Brad Pitt y Leonardo DiCaprio, en Cannes. En vídeo, el
tráiler de la película.IAN LANGSDONEFE
Hay directores tan legendarios como escasos cuya nueva entrega se
espera como agua de mayo, que convierten lo que hayan decidido parir en
algo ansiado por los espectadores, la industria (tan necesitada del
éxito de los más dotados en estos tiempos agónicos), los informadores y
los críticos. La obra de Quentin Tarantino justifica esas expectativas. En Cannes su cine tuvo un bautizo esplendoroso hace 27 años con la revolucionaria Reservoir Dogs y en 1994 dejó flipado a todo el personal con la inclasificable Pulp Fiction,
que logró la Palma de Oro y se ha convertido en un clásico. Por ello,
la película que marcaba esta edición de Cannes, en la que estaban
depositadas las esperanzas colectivas, era Érase una vez en... Hollywood. Tarantino aceleró hasta límites febriles su montaje para que se
celebrara aquí el estreno mundial, la han exhibido en dos sesiones casi
paralelas intentando algo tan democrático como que todos los asistentes a
Cannes la vean al mismo tiempo. Antes ha salido un señor al escenario
hablando en nombre de Tarantino y rogando que nadie cuente su argumento. En fin, un montaje a la altura de lo que se espera de las sorpresas
confirmadas.
Y,
efectivamente, es sorprendente.
Pero no por la exhibición de talento
que tantas veces ha acreditado su creador, sino por su lamentable falta
de gracia, por una trama que no se sabe bien adónde pretende conducir,
por diálogos insustanciales y carentes de ingenio (algo inaudito en el
mejor y más original dialoguista del cine moderno), por situaciones
alargadas hasta el aburrimiento, por actores excelentes como Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Al Pacino, que parecen tan perdidos como su director.
Contaba la rumorología, siempre tan estratega ella, que suponía un
tributo de amor por parte de Tarantino al cine y el mundo de finales de
los sesenta en Hollywood, a sus personajes más pintorescos y también un
retrato de aquel suceso pavoroso en el que la actriz Sharon Tate y sus
amigos fueron masacrados por la banda satánica de aquel demente
excesivamente siniestro llamado Charles Manson. Sabemos que la cultura cinematográfica de Tarantino se educó
tragándose con inmenso placer toda la subcultura del cine más casposo de
los videoclubes, que lo sabe todo no ya del spaguetti wéstern y de la serie Z,
sino también del cine de kárate, Kung-fu y yudo. Igualmente es experto
en las series televisivas de esa época. Ha jugado eternamente con esas
referencias que tanto ama pero dándoles la vuelta con su espectacular
talento. Aquí, los protagonistas son un famoso actor de wésterns en esas
series y el hombre que además de doblarle en las escenas de riesgo le
soluciona todo tipo de problemas en su disparatada estructura cotidiana. Pero su buen momento ha pasado y tendrá que aceptar rodar spaguetti wéstern en Italia y en Almería. La situación de ambos se complica aún más cuando toman accidental contacto con un grupo de hippies
muy inquietantes y puestos hasta arriba de LSD. Y ahí se produce para
mí la única secuencia desasosegante en esta película tan fallida. Es la
visita cargada de señales y amenazas que hace el doble al campamento de
esa gente tan peligrosa. El resto (y dura casi tres horas) es un cansino
modelo del quiero y no puedo, un híbrido en el que no me engancha ni el
argumento ni los personajes, ni lo que hacen ni lo que dicen.
No es el primer fiasco de Tarantino, antes había hecho una cosa
gamberra y horrenda de corredores de coches y pandilleras que se
titulaba Death Proof. Pero es triste que no aprendiera de aquel
fracaso. Se han oído algunos tibios aplausos al terminar la proyección.
Me temo que eran de algún fan voluntariamente ciego y de la gente que
hace la promoción de esa desventurada película. El desenlace, hablando
de hechos reales, pretende ser insólito y gracioso. Da igual. Quentin Tarantino y su equipo revolucionan el festival de Cannes.ATLAS
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