DOLOR Y gloria es algo más que la nueva película de Pedro
Almodóvar. Podría ser la definitiva. No solo porque arroja nueva luz
sobre su filmografía anterior, sino porque a partir de ahora será
difícil disociar al cineasta de Salvador Mallo, ese alter ego
que encarna de forma asombrosa uno de sus actores fetiche, Antonio
Banderas. Un juego de espejos donde la realidad llama a la ficción con
un fin: desnudar el alma (que no la vida) del director. El cine como
tabla de salvación de un creador que convoca a su pasado para ajustar
cuentas consigo mismo. Como una vieja sala de cine, Dolor y gloria, que se estrena el próximo 22 de marzo, extrae luz de la oscuridad y, como la vida misma, fluye entre el drama, la comedia y la inevitable melancolía.
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