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Palomo Linares no deja herencia que repartir............ Antonio Lorca
Tras vivir una época de esplendor como torero, terminó sus días sin patrimonio
y enfrentado a sus tres hijos.
FOTO: Sebastián Palomo Linares, con uno de sus cuadros.. SANTOS CIRILO / EPV “Palomo Linares carecía de patrimonio; a su muerte solo tenía a su nombre una modesta cuenta bancaria. Vivía en la finca El Palomar
por deferencia de sus propietarios, los hermanos Lozano, y sus ingresos
se limitaban a su trabajo como pintor y a sus colaboraciones en la
televisión de Castilla la Mancha. Sus hijos no tendrán herencia que
repartir”. Así lo cuenta una persona del entorno del torero, que conoce
bien los avatares de la familia y prefiere soslayar detalles íntimos que
solo pertenecen a la privacidad de sus protagonistas. Lo cierto, sin embargo, es que el cuento de hadas que se inició a
finales de los años sesenta cuando un vivaracho torero famoso conoció en
Palma de Mallorca a una bellísima adolescente colombiana, Marina Danko,
nieta de un rico hacendado cafetero, ha degenerado en una triste pesadilla. El torero ha fallecido, inesperadamente, cuando gozaba de una joven
madurez —el jueves habría cumplido los 70—, disfrutaba con la pintura y
parecía feliz junto a un nuevo amor, Concha Azuara, que ha sido su ángel
de la guarda en los últimos cuatro años.
Sebastian Palomo Linares, en una capea. Luis Davilla Cover/Getty Images
Pero detrás de la sonrisa siempre pícara de Palomo Linares había una
dolorosa realidad. El matrimonio se separó tras 34 años de convivencia,
aquejado por graves problemas económicos. La ruptura afectó gravemente a la relación con sus tres hijos, y Palomo y Marina
—aficionada a las joyas, primero, y diseñadora de estas, después—, una
de las parejas más glamurosas de este país, se convirtieron en enemigos
irreconciliables. El torero se ha ido alejado de sus hijos y del entorno de
amigos de la familia.
Ni siquiera ha podido asistir a la inauguración de
su última exposición de pintura, que abrió sus puertas el pasado día
21, en Boadilla del Monte, ni ha vuelto a la plaza de Las Ventas para
recibir el último homenaje de la afición que un día de 1972 se sintió
conmovida, emocionada y también dividida por los máximos trofeos que
paseó en su arena el torero de Linares.
“He sido siempre radical y mal perdonador”, confesó el
torero en mayo de 2015, cuando se descubrió en la plaza madrileña un
azulejo que recordaba el rabo que cortara en ese ruedo.
Ya en aquel acto
se mostró como había sido siempre: un hombre de fuerte carácter y amor
propio, avispado y rebelde, nada fácil, aparentemente, para los avatares
de la convivencia.
Algunos de sus amigos añaden algo más: fue un hombre
generoso y manirroto también; un mal gestor de su patrimonio, que no
acertó en sus inversiones empresariales y recibió con frecuencia los
requerimientos de la Agencia Tributaria.
Palomo Linares, exhibe el rabó que cortó al ejemplar de Atanasio Fernández en la feria de 1972. © BOTAN Solo así se puede entender que tuviera que vender su finca El Palomar
a los hermanos Lozano (Pablo, José Luis y Eduardo), sus apoderados
desde que comenzara su andadura en los ruedos y verdaderos padres
adoptivos del torero, que lo han considerado como de su propia familia
hasta el día de su muerte.
El Palomar , situada en el término de la localidad
toledana de Seseña, de 72 hectáreas y una vivienda de 1.335 metros
cuadrados, la compró Palomo en el año 1981, y fue adquirida en 1997 por
Agrícola la Sagra, propiedad de Eduardo Lozano, para saldar una deuda
con Hacienda que superaba los sesenta millones de pesetas de la época.
Se ha publicado que la venta ascendió a 211,4 millones de pesetas, y el
acuerdo incluía que Palomo y su familia podían seguir viviendo en ella,
como así ha ocurrido, lo que ofrece una muestra del ejemplar
comportamiento de los Lozano con Palomo Linares.
El hijo del torero Palomo Linares, Miguel Linares, a su llegada al tanatorio La Paz de Alcobendas (Madrid), el pasado martes. Víctor Lerena EFE
Lo que no está tan claro es cómo pudo el matrimonio
dilapidar la fortuna que el torero ganó honestamente en los ruedos.
Sus
allegados se limitan a decir que el matrimonio “tenía un modo muy
diferente de ver la vida”.
La realidad es que parece que Palomo no
contaba, siquiera, con liquidez para pagar la pensión compensatoria de
4.000 euros que debía abonar mensualmente a su exesposa (el torero
intentó rebajarla sin éxito cuando Marina Danko inició una nueva
relación sentimental), y 1.000 euros a su hijo menor, cantidades ambas
que han abonado los hermanos Lozano.
El torero llegó a recibir requerimientos judiciales por
impago de los gastos de comunidad de la vivienda donde vivían Marina
Danko y su hijo Andrés, piso situado en la calle madrileña de Diego de
León, y que está a nombre de Explotación Ganadera Hermanos Palomo SL,
cuyo administrador único es su hijo Miguel.
Palomo Linares se ha ido de repente y ha dejado tras de sí una honrosa
trayectoria taurina y una vida personal y familiar con luces y sombras.
A
fin de cuentas, no era más que un ser humano.
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