Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

18 abr 2020

La polémica envuelve a los Bardem incluso en tiempos de solidaridad

Javier, Carlos y Mónica son objeto de críticas continuas por su posicionamiento proclive a las ideas que se identifican con la izquierda política.

Javier Bardem besa a su madre Pilar, en presencia de su hermano Carlos, en la alfombra roja al llegar a la gala de los Oscar de 2019.
Javier Bardem besa a su madre Pilar, en presencia de su hermano Carlos, en la alfombra roja al llegar a la gala de los Oscar de 2019.EFE

 Maite Nieto

No corren buenos tiempos para los que no se muestran de perfil y deciden expresar abiertamente lo que piensan.

 Así al menos parece interpretarse de la lluvia de críticas, incluso virulentos ataques, que cualquier acción de la familia Bardem genera entre un sector de los españoles. 

 Arremetidas que poco o nada tienen que ver con su desempeño profesional como parte de una de las sagas de actores con más tradición de España, y mucho con las ideas políticas que defienden y gustan poco o nada a los sectores más reaccionarios. 

“Da igual lo que se haga, todo se basa en un bulo permanente de la derecha de este país contra nosotros”, dice Carlos Bardem, el mayor de los tres hijos de Pilar Bardem

“No soportan que no nos pueden callar, lo han intentado de mil maneras, pero no lo han conseguido y lo llevan mal", concluye. 


El clan va más allá de Pilar, Carlos y Javier, los más conocidos de la familia.
 Sus abuelos, Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro eran actores; su tío, Juan Antonio Bardem (fallecido en 2002) un reconocido director de cine; sus primos, Miguel, María, Juan y Rafael han trabajado como director de cine y guionista, script, compositor de bandas sonoras y actor respectivamente.
 Mónica, la mediana de la familia, es también actriz aunque se encargó de regentar durante años La Bardemcilla, el restaurante que la familia tenía en el madrileño barrio de Chueca y que cerró en 2013. 
Carlos, el mayor de los hermanos, tiene una carrera consolidada como actor y guionista dentro de España y en Latinoamérica (“aunque es un bulo que soy millonario”, afirma), y Javier Bardem ha alcanzado el nivel de estrella internacional y en su haber figura el único Oscar con el que ha sido galardonado un actor español. 
El único concedido a una actriz española lo tiene su mujer, Penélope Cruz.
Así las cosas se podría vaticinar cierto orgullo patrio por el trabajo de una saga que ha situado al cine español en lo más alto, pero el posicionamiento ideológico de la familia les ha convertido en objeto de reiterados juicios sumarísimos.
 La crisis del coronavirus solo ha supuesto un nuevo campo de batalla de algunos sectores contra todos ellos. 
Penélope Cruz y Javier fueron objeto de miles de críticas por su escasa rapidez en hacer una donación cuando se les supone millonarios y además críticos con la gestión del Partido Popular respecto a los recortes de Sanidad. 
De nada sirvió conocer que la pareja había donado 100.000 guantes y 20.000 mascarillas al Hospital de La Paz de Madrid y que Penélope Cruz contara en sus redes sociales que habían contado con la logística de Inditex para conseguirlo después de días buscando la manera de ayudar a los sanitarios. 
Ahora, fuentes próximas al matrimonio, que se prodiga poco en los medios españoles, afirman que siguen ayudando en la crisis consecuencia de la pandemia pero que lo hacen de forma anónima, sin publicidad y centrados en casos muy concretos que van conociendo en ocasiones a través de los medios de comunicación
Pilar Bardem y sus tres hijos, más el actor Asier Etxeandia, en el homenaje que recibió la actriz en 2017.
Pilar Bardem y sus tres hijos, más el actor Asier Etxeandia, en el homenaje que recibió la actriz en 2017.
Carlos tampoco se ha librado de los ataques por formar parte del numeroso elenco de actores del reparto de la serie Diarios de la Cuarentena que emite TVE.
 Los dudosos argumentos consisten en afirmar que la televisión pública ha encontrado una forma de premiar a un actor de tendencias de izquierda y, la más retorcida, que la serie se ríe de los muertos causados por el coronavirus.
Carlos Bardem afirma sobre este proyecto del director Álvaro Longoria que ruedan con sus propios móviles y desde sus casas que “el humor es un mecanismo básico de supervivencia, hecho desde el máximo respeto y cuyo éxito lo demuestra que países como Francia, México, Estados Unidos, China y Sudáfrica han comprado los derechos para hacer sus propios remakes”.
Hasta Mónica Bardem, la menos conocida de los tres hermanos, ha recibido su parte cuando se la descubrió la semana pasada en el estreno de la nueva edición de MasterChef, donde se presentó como aspirante anónima a concursante. 
Ni ser rechazada para entrar en el concurso en el primer programa sirvió para evitar que arreciaran las críticas que también la querían situar como beneficiaria del agradecimiento ideológico de la televisión pública española.
Ella, precisamente, generó otra polémica en 2013 al cerrar el negocio hostelero familiar y realizar un ERE a la plantilla que se planteó con la indemnización mínima para los trabajadores que estableció la reforma laboral del PP que precisamente habían criticado públicamente sus dos hermanos.
 Una polémica que incluso puso en tela de juicio el distanciamiento personal que provocó entre los tres. Carlos Bardem también contesta a eso:
 “Otro mantra permanente. Mi hermana no hizo las cosas de la mejor manera posible.
 No queríamos cerrar pero lo tuvimos que hacer y los trabajadores fueron indemnizados por encima de lo que obligaba la ley”.

El mayor de los hermanos vuelve referirse a la serie en la que ahora trabaja desde su confinamiento para dar por zanjados los varapalos que le llueven a su familia: 
“Necesitamos el sentido del humor, practicar y disfrutar de la ironía, pero eso precisa inteligencia y hay gente que anda cortita”.

Los bulos que mataron a Cleopatra.........................Vicente G. Olaya

Una investigación de universidades europeas sobre los rumores en la historia rescata las falsedades que los dirigentes romanos extendían para su propio interés con fines políticos o militares.

'La muerte de Cleopatra' (1874), de Jean André Rixens.
'La muerte de Cleopatra' (1874), de Jean André Rixens.

 

El senador Lucio Sergio Catilina nunca quiso quemar Roma, pero gran parte de los ciudadanos de la ciudad así lo creyó, lo que le costó la vida.
 El político romano Escipión Nasica le hizo una broma a un campesino sobre sus excesivamente callosas manos, pero la anécdota denigrante se extendió y se deformó, así que perdió las elecciones para convertirse en edil.  
Julio César nunca cruzó el río Rubicón —la frontera entre Italia y la Galia— con un inmenso ejército; sin embargo, eso creyeron sus adversarios, que huyeron despavoridos.
 Y hasta Marco Antonio y Cleopatra terminaron sus vidas por una burda falsedad que no pudieron detener.
El artículo científico Noticias falsas, desinformación y opinión pública en la Roma republicana, de Francisco Pina Polo, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza, explica que la propagación de bulos también se empleó con fines interesados en la Antigüedad. 
La publicación del experto forma parte de un proyecto de investigación de varias universidades europeas denominado False testimonianze, copie, contraffazioni, manipolazioni e abusi del documento epigrafico antico (Testimonios falsos, copias, falsificaciones, manipulaciones y abusos del antiguo documento epigráfico). 
Pina Polo recuerda que “la expansión de estas falsedades ha existido siempre a lo largo de la historia, y en todo caso lo que ha ido variando es el modo en que han sido difundidas”.
 Ahora, la diferencia fundamental radica en el fulminante poder de propagación instantánea que tienen las redes sociales.

En la Roma republicana (del 509 al 30 antes de Cristo), las asambleas populares (contiones), servían “como principal megáfono para la propagación entre la población de ideas, propuestas de ley, anuncios de todo tipo y ataques políticos”.
 “Un discurso pronunciado en una contio podía, por lo tanto, servir como punto de partida para transmitir una información", pero los falsos rumores que surgían provocaban su rápida difusión .
El político, escritor y filósofo Cicerón ya alertó de la importancia decisiva de estos rumores, sobre todo en época electoral, hasta el punto de que podían arruinar la reputación de un político o cambiar el signo de una batalla.
 Por ejemplo, el historiador griego Plutarco relata que, en el 49 a. C., Julio César marchaba supuestamente hacia Roma con un enorme ejército (en realidad eran solo 300 jinetes y 5.000 infantes) para atacar a su enemigo Pompeyo Magno.
 La falsa noticia de su gigantesco ejército provocó el pánico y el caos en la ciudad.
 Sus habitantes huyeron. 
“Finalmente, Pompeyo, ante la imposibilidad de conseguir información fidedigna sobre las tropas del enemigo”, abandonó también Roma y dejó vía libre a César.
Otro ejemplo es el del tribuno de la plebe Tiberio Graco, quien en el 133 a. C. quería que se aprobase una ley agraria justo cuando el rey Átalo III de Pérgamo acababa de morir y dejaba al pueblo de Roma su fortuna. 
 Graco propuso que esa enorme cantidad fuese destinada a financiar su reforma. Pero muchos senadores se opusieron y comenzaron a acusarlo de querer convertirse en tirano.
 El senador Pompeyo le acusó entonces de recibir de Átalo una diadema real, como si fuera un rey.
 Pompeyo “no aportó ninguna prueba, ni afirmó haber visto personalmente la entrega, simplemente dijo que sabía que se había producido”, recuerda Pina Polo. 
 El rumor se extendió por Roma. 
Graco fue asesinado y su cadáver tirado al río.

El consulado de Cicerón en el año 63 a. C. quedó marcado por una supuesta conjura. 
Cicerón presentó su lucha contra el senador Catilina, el presunto traidor, como su gran triunfo. 
Primero, sacó a la luz una conspiración que nadie había visto y luego acabó con ella. 
En varios discursos en el Senado y ante el pueblo, subrayó el peligro que representaba para la supervivencia de la res publica que Catilina y sus hombres lograran tomar el poder.
 Según él, la alternativa era o la libertad que él mismo encarnaba o la tiranía de los supuestos conjurados.
Cicerón buscó en sus discursos causar pánico en la población. “Catilina no era sólo una criatura depravada y deshonesta", según la versión no contrastada del filósofo, “que aspiraba a poner fin a las instituciones de la República, sino que, además, quería destruir físicamente la ciudad”. 
Cicerón no ofreció ninguna prueba, ni dijo en qué basaba su acusación, ni explicó con qué propósito Catilina quería quemar Roma, pero lo acusó una y otra vez de querer hacerlo.
 Convirtió la eliminación de Catilina, no sólo en un problema político, sino ante todo de supervivencia para Roma.
 Catilina fue, finalmente, eliminado.
 Cicerón terminó vanagloriándose de haber salvado personalmente Roma de su destrucción por el fuego: 
"Yo he conservado íntegra la ciudad y sanos y salvos a los ciudadanos”, clamó.
Y un último ejemplo de “manipulación pública”. 
Marco Antonio, en el 32 a. C., hizo testamento en vida.
 Octaviano -el futuro emperador Augusto- se enteró de que sus ultimas voluntades estaban custodiadas por las sacerdotisas vestales y se hizo por la fuerza con ellas. 
Leyó solo algunas de sus partes en el Senado y en una asamblea popular.
 Destacó, sobre todo, las cláusulas relativas a sus funerales, ya que Marco Antonio supuestamente había dejado escrito que quería ser sepultado en Alejandría, en Egipto, donde convivía con la reina Cleopatra.
 Octaviano creó así de Marco Antonio una imagen de “lacayo de Cleopatra absorbido por el lujo oriental”. 
Fue la antesala de la declaración de guerra, de la victoria del futuro Augusto en la batalla de Accio frente a la flota de los amantes, de la muerte de Antonio y del suicidio de Cleopatra.
“Hay por lo general una estrecha relación entre bulo, rumor y miedo. El miedo suele desembocar en enfado, incluso odio. 
La indignación activa el deseo de castigar a quien ha sido identificado como enemigo.
 El bulo entendido como noticia está en el origen del rumor que permite modelar la opinión pública y contagiar el pánico, a partir del cual era factible en Roma justificar la muerte de Graco, la represión de los catilinarios o la guerra contra Antonio”, señala Pina Polo.
 O de cualquier otra cosa en el siglo XXI.

17 abr 2020

Ana de Inglaterra, la hija más discreta de Isabel II, rompe su silencio

La princesa habla sobre sus pocas ganas de retirarse a los 70, que cumplirá en agosto, y echa un rapapolvo a los jóvenes de la familia real británica:

 “Se creen que pueden cuadrar el círculo”

La princesa Ana, en Ascot en junio de 2019.
La princesa Ana, en Ascot en junio de 2019.Patrick van Katwijk / GTRES

 María Porcel

No ha visto The Crown ni tiene interés en hacerlo.
 Pero la llegada de su personaje a la serie, su mayor visibilidad en la familia real –tras las salidas de Enrique y Meghan y los traspiés de su hermano Andrés– y su 70º cumpleaños le han dado a la princesa Ana una visibilidad inédita en estos días de caos real. 
Por ello, la edición estadounidense de la revista Vanity Fair le dedica su portada y un amplio reportaje en el que, de forma excepcional, la sigue durante un par de días y la entrevista.
La charla, además de en varios actos oficiales, tiene lugar en la residencia de Ana. 
Vive en el londinense palacio de Saint James, en un apartamento junto a la Capilla Real, al lado de su hermano Carlos, heredero al trono, y a pocos metros del palacio de Buckingham, donde residen sus nonagerios padres, Isabel II y Felipe de Edimburgo.
Cálida, cariñosa y divertida, la define Katie Nicholls, la periodista que la sigue durante horas. 
Ana es relajada con el protocolo, se acerca, saluda, da la mano y suelta un “encantada de conocerle”. 
Salpica los saludos y las charlas de anécdotas personales y familiares, de viajes, curiosidades.
 “Es una joya. Es la más agradable y trabajadora de todos”, afirma un alto ejecutivo que está en contacto frecuente desde hace años con la familia real británica. 
“Hace muchas cosas que están fuera de lo que la gente ve”, afirman otros.
 Si está interesada en algo, le dedica su tiempo y energías y no duda en alargar sus compromisos por ello. 
 Cumple con su agenda de un tirón y no para, más que a tomar una taza de té.
 Es ágil y poco dada a cuestiones superfluas: se arregla ella misma, escoge su ropa, se maquilla y, si la ocasión lo manda, se coloca su tiara.
Su vida es muy distinta de la de los jóvenes de la familia real que ahora están en el foco.
 De ahí que le preocupe que no terminen de entender bien el concepto y el funcionamiento de los Windsor. 
Se describe como “la vieja aburrida pesada que está detrás diciendo: 'No olvidéis lo básico”.
 Y, en la entrevista, no duda en soltar una pequeña pullita a sus sobrinos, ahora al frente de la casa. “No creo que esta generación más joven entienda lo que yo hacía en el pasado, la verdad. 
No sueles mirar a la generación anterior y decir: ‘¡Vaya! ¿Eso hiciste? ¿Estuviste ahí?’. 
Ahora es mucho más como: ‘Busquemos un modo nuevo de hacerlo’. Pero yo estoy en otra etapa: 
'Por favor, no intentemos cuadrar el círculo. Ya hemos estado ahí, ya hemos hecho eso. Algunas cosas no funcionan. Tenéis que volver a los básicos".
La entrevista tuvo lugar el mismo día que se anunció el divorcio de su hijo mayor, Peter Phillips, de la que es su esposa desde hace 12 años, Autumn Kelly.
 Lejos de crear incomodidad en el ambiente, la princesa obvia el tema y sigue con su día y sus compromisos.
 Sabe lo que es sufrir el escrutinio en lo personal, como le ocurre a buena parte de su familia.
 Sus cartas íntimas con Timothy Laurence, que después se convertiría en su segundo marido, fueron aireadas por la prensa.
Él, junto a los viajes y el mar, son una de sus pasiones. 
Y los caballos. Siempre, siempre, los caballos. 
“Pensé que si iba a hacer algo fuera de la familia real, los caballos eran probablemente la mejor opción", explica sobre su etapa como amazona, que la llevó a ganar medallas en tres campeonatos europeos y a participar en los Juegos Olímpicos de Montreal. Aunque, de haber tenido realmente otra vida, le habría gustado ser ingeniera; de hecho, es patrona de la asociación de Mujeres Ingenieras y en Ciencia. 
“He disfrutado mucho animando a ver la ingeniería como una carrera realista para las chicas”, afirma.
La equina es una pasión heredada de su madre, gran aficionada a los caballos, y que ella ha pasado a sus dos hijos, Peter y, sobre todo, Zara, que también fue a los Juegos Olímpicos, pero de 2012. La princesa tiene sus propias cuadras en su casa de Gatcombe, en la campiña británica, a los que le gusta cuidar y alimentar.
 Sus cuatro nietos, dos de cada uno de sus hijos, también montan a caballo, algo que le encanta.

 

Son precisamente sus nietos con quienes, según cuenta su entrevistadora,
 “se le iluminan los ojos” al hablar de ellos y con quienes le encanta pasar tiempo al aire libre.
 “Me resulta muy difícil de entender por qué alguien está pegado a pantallas y dispositivos. 
La vida es demasiado corta, la verdad. Hay más cosas entretenidas que hacer”, reflexiona, para añadir con humor: 
“Supongo que eso me sitúa en el rango de edad de un dinosaurio”.
La entrevista se realizó a mediados de febrero, un mes después de que su sobrino Enrique y la esposa de este, Meghan Markle, decidieran dar el paso de abandonar la familia real británica y dejar atrás sus títulos de Altezas Reales.
 Pero ella ya tomó esa decisión a finales de los años setenta, cuando nacieron sus propios hijos. “Pensé que probablemente sería lo mejor para ellos, y creo que mucha gente podrá debatir sobre que el hecho de tener títulos tiene sus inconvenientes.
 Así que creo que fue lo correcto”, explica.

La princesa Ana, junto a Boris Johnson en una cumbre celebrada el 20 de enero en Londres.
La princesa Ana, junto a Boris Johnson en una cumbre celebrada el 20 de enero en Londres.POOL / Reuters
En lo que sí siguió la tradición fue en mandar a sus hijos a internados, como al que ella acudió (igual que lo hizo el príncipe Carlos que no vivió allí una buena experiencia) y al que tiene mucho que agradecer. 
 “Mi caso fue ligeramente diferente del de mi hermano mayor. Yo estaba lista para ir al colegio, tenía una institutriz y un par de amigas y eso no iba a ser suficiente, así que estaba encantada de ir. Creo que los internados han sido demonizados en ocasiones, cuando son instrumentos para que muchos niños prosperen".
Así, relata que es patrona de una asociación de infancia e internados que “cuida a niños de casas en situación de caos y los manda a internados”: “Solo hay que escucharles para ver cómo transforman por completo sus vidas”.
Una de las cuestiones que más se ha comentado sobre la princesa a lo largo de las décadas es su capacidad de reciclar su ropa. 
Mientras que el director de Vogue en Reino Unido, Edward Enninful, la califica de “icono de estilo” y de ser capaz de llevarlo todo, ella es más crítica y asegura que recicla ropa porque es “bastante mala” en el asunto del vestir. 
“Lo intento, compro material y me lo hacen porque es más divertido. 
Además, ayuda a las manufacturas del país. No debemos olvidar a quienes tienen esas habilidades y hacen un trabajo fantástico", afirma, haciendo constar su papel de presidenta de la Asociación británica de moda y textil.
Un patronato de los que, como tantos otros, no pretende retirarse. Esas tareas para ella no son “marcar una casilla y ya”, como dice, sino implicarse a fondo. 
 “Me llevó unos 10 años sentirme con la suficiente confianza para participar en debates públicos de Save the Children”, pone como ejemplo. 
En agosto cumplirá 70 años.
 “Jubilarse no es igual para mí”, ríe irónica, reconociendo que algunos lo pueden reconocer como una suerte y otros como un castigo, pero que ella ha decidido seguir el ejemplo de sus padres y dedicar tiempo a hacer cosas que le gustan y donde es necesaria, y delegar en otras. 
“Tengo que admitir que ellos han seguido ahí durante mucho más tiempo de lo que yo tenía en mente, pero ya veremos”.


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