Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 dic 2017

Las joyas de Louis Vuitton, un nuevo concepto rock & roll

louis vuitton
Foto: Estudio Antártica

La maison francesa ofrece para estas fiestas una vuelta de tuerca a la estética rockera: mucho más depurada, sofisticada y minimal, pero sin perder el espíritu urbano y millennial que define a la colección. 

Pendientes, chockers y juegos de anillos de oro con piedras preciosas engarzadas sobre el emblemático monogram de Louis Vuitton se convierten en el mejor regalo de esta Navidad. 


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Piezas de diferentes tonos, diseños y líneas se combinan para destacar la personalidad única de cada mujer.

 Aro Blossom pequeño de oro amarillo y diamantes (900 euros). Colgante Color Blossom BB Star de oro blanco, ónix y diamante (2.000 euros).  

Colgante Blossom de oro rosa y diamante (1.570 euros). Todo de Louis Vuitton.

 Vestido de piel de manga larga de Uterqüe (229 euros). 

 Piezas rígidas y formas geométricas potencian la fuerza de lookPulsera Lockit de oro rosa (5.800 euros). Anillo Lockit de oro rosa (2.000 euros).
 Pendiente de botón Idylle Blossom LV de oro amarillo y diamante (730 euros). 
Todo de Louis Vuitton. Top de piel con cinturón de Uterqüe (179 euros).

El demonio en el móvil....................................... Carlos Boyero

No hay bajones ni pasotes en el talento que despliega Álex de la Iglesia.

De izquierda a derecha, Belen Rueda, Eduardo Noriega, Juana Acosta, Ernesto Alterio, Eduard Fernández, Dafne Fernández y Pepón Nieto, en 'Perfectos desconocidos'.
PERFECTOS DESCONOCIDOS
Dirección: Álex de la Iglesia.
Intérpretes: E. Alterio, J. Acosta, E. Fernández, B. Rueda, D. Fernández, P. Nieto, E. Noriega.
Género: tragicomedia. España, 2017.
Duración: 96 minutos.
Perfectos desconocidos, me cuentan, es la adaptación muy fiel de una película italiana con el mismo título que no he visto. 
Y de entrada, siento una notable desidia ante una temática protagonizada por esos aparatos que marcan actualmente hasta extremos enfermizos, obsesivos e inapelables la existencia de la gente
Hablo de cosas al parecer más adictivas que los opiáceos e imprescindibles para sobrevivir (o vivir, en casos afortunados) llamadas teléfonos móviles, que además son presuntamente inteligentes y que ofrecen cataratas de whatsapps, fotografías, correos electrónicos, SMS, Instagram, Facebook, y no sé cuántos más inventos maravillosos de Dios o de Belcebú.
 Bastante desgracia, angustia y descoloque tengo constatando en las calles, aceras, semáforos, bares, restaurantes, hogares e incluso en la oscuridad de los cines, el siniestro parecido de la realidad con La invasión de los ladrones de cuerpos y otros retratos de zombies aparentemente muy normales, como para prolongar esa estupefacción en una película habitada por lo que ocurre en esos teléfonos y sus consecuencias en la vida familiar, sentimental, amistosa, adultera, profesional y secreta de sus esforzadamente transparentes dueños.
 
Pero, a pesar de mi alergia hacia el uso de ese mundo que aseguran enriquecedor y fascinante, a los cinco minutos estoy enganchado a las situaciones tragicómicas, tensas, patéticas, surrealistas, corrosivas que plantea esta película impecablemente dirigida, con el ritmo modélico que precisa cada plano y cada secuencia, rodada en un par de escenarios, ágil y sorprendente, muy divertida para los que estamos observando y escuchando a unos personajes con supuesta intensa y ancestral comunicación entre ellos pero que también tienen muchas y turbias cosas que ocultarse.
Cuentan que Álex de la Iglesia se desvía mínimamente del guion original de la italiana, algo insólito en alguien que ha contado tantas veces historias originales. 
También ocurre a veces con su cine que los arranques y planteamientos brillantes no tienen continuidad y que siendo dueño de un poderoso sentido visual, opta en los desenlaces por el dilatado y gratuito desmadre, que disfruta mucho más con los alardes de su cámara que el espectador. 
Aquí demuestra en un espacio cerrado que puede ser un narrador sutil, revelador en los pequeños gestos, consciente del valor de una mirada, un pequeño gesto, un silencio incómodo, una elipsis.
El argumento de Perfectos desconocidos lo protagoniza algo tan cotidiano como varias parejas de amigos que se reúnen a cenar en la casa de uno de ellos. 
Con el aditivo de que en la terraza les espera una noche de eclipse. Y para romper la rutina que pueden deparar esas cenas proponen un juego aparentemente inofensivo y lúdico que acabará en desastre, sabiendo cada uno de sus colegas no lo que no quieren conocer o jamás intuyeron. 
Miserias, engaños y traiciones entre otras cosas.
 Eso ocurre al plantar sus teléfonos encima de la mesa al comienzo de la cena para que todos sean testigos del material que va a apareciendo a lo largo de la noche.
 Y, por supuesto, nada es lo que parece.
 Y como ocurre en El ángel exterminador, lo que en principio era festivo puede acabar en destrucción.
 La perfecta sincronización de imágenes y diálogos se complementa con intérpretes que funcionan muy bien, que bordan a sus personajes. 
No hay bajones ni pasotes en el talento que despliega Álex de la Iglesia en esta película hilarante en varios momentos, incómoda en sus conclusiones.
 Existe arte en esta adaptación que pudo iniciarse con vocación artesanal. 

 

Luis de la Radio...................................................... Juan Cruz

Televisión Española rinde homenaje al más veterano amante de la radio, Luis del Olmo.

Luis del Olmo, en una imagen de archivo.
Luis del Olmo, en una imagen de archivo.

En Luis del Olmo, que nació hace casi 81 años cerca de la estación de trenes de Ponferrada, vive una historia de amor por la radio.
 La serie Imprescindibles de Televisión Española lo cuenta en un documental que ha dirigido Elena Sánchez (con Juanma Jiménez en la realización) y que se verá en La 2 el lunes 4 (20.50).
 Este hombre no ha vivido, desde la adolescencia, ni un minuto sin radio. Es Luis de la Radio.
Televisión Española hizo el documental sobre Del Olmo "por su compromiso con el medio, por el placer de haberlo escuchado, por agradecimiento", y porque protagoniza, además, una de las historias más bellas del medio: la "competencia feroz" con Iñaki Gabilondo (Luis en la radio pública y en emisoras privadas, la Cope u Onda Cero o Punto Radio, Iñaki en la SER) que empezó y sigue siendo, además, una hermosa amistad.
En la presentación al público, este jueves, los dos se sentaron juntos.
 En el documental hablan de esa lucha que a los dos les dio salud, y da rabia observar que su ejemplo ha tenido muchos menos seguidores que los que les han escuchado y les escuchan en el medio más cálido.
Luis de la Radio
Luis del Olmo estuvo "loco por la radio" desde muchacho, tuvo como cómplice siempre a la madrugada y no paró ni siquiera cuando consiguió su objetivo: decir desde Radio Nacional aquel "Buenos días, España" con el que despertó su Protagonistas.Es, dijo su también competidor Carlos Herrera, "un prèt a porter" de la radio; "un Beethoven de la radio" (Juan Carlos Ortega); "un exigente que al rato ya te abrazaba" (Julia Otero); "grande como su estatura" (Joan Manuel Serrat); "el que le dio un volantazo a la radio" (Iñaki Gabilondo); "es La Radio" (Miguel de los Santos).
Para él este documental de TVE "es como un premio Ondas" que le diera la emisora pública. Serrat cuenta en el documental cuando Luis siguió emitiendo su música en el momento en que las autoridades decretaron represalia contra el cantante por querer cantar en catalán en Eurovisión.
En el mismo documental aparecen escenas de algunos de los grandes hallazgos de la historia del Del Olmo: desde que sacó la radio a la calle (con Merce Remolí y Mercedes Milá, las Merches) a la saga infinita de El jardín de los bonsáis y los debates del Estado de la Nación, que conjuntó a Tip y Coll con Chumy Chúmez y con Mingote "para hacer humor en tiempos crispados".

Luis de la Radio
Los numerosos episodios se habían perdido, se los dio Alfonso Ussía, que también participaba, y ahora duermen en uno de sus museos de la radio (el de Ponferrada, tiene otro en Roda de Bará) sin poder ser digitalizados porque, contó Luis ante el público asistente a la presentación, el ayuntamiento no dispone de dinero para ello.
Lorenzo Díaz, historiador de la radio, lo muestra como un continuador moderno del Bobby Deglané de la SER, criado en esa cultura y en los seriales (también de la SER) de Matilde, Perico y Periquín, con la que se hicieron adictas a la radio generaciones que perviven recordando imágenes que nunca vieron, pues ya se sabe que la radio es sólo palabra, sonido, música... 
La radio es imprescindible, se dice en el documental, "y Luis del Olmo la hizo más que imprescindible".
En las palabras finales de la presentación Del Olmo volvió a reiterar lo que dice en pantalla: entre las historias de su historia, esa amistad entre competidores (Iñaki y Luis) es en sí misma una gran historia de la radio.

 

Eduardo Mendoza: “Hay una industria del franquismo y del victimismo poco ética”

 

El escritor escribe contra los estereotipos nacionalistas en un libro sobre la crisis catalana.

Un edificio en la Gran Vía de les Corts (Barcelona), con las banderas española, senyera y 'estelada'.
Un edificio en la Gran Vía de les Corts (Barcelona), con las banderas española, senyera y 'estelada'.
Eduardo Mendoza ha abandonado su refugio en Londres para escribir unos ácidos apuntes sobre el conflicto en Cataluña. 
“No lo he escrito para posicionarme en un bando o en otro. Personalmente, no me gusta ninguno de los dos”, escribe Mendoza. El novelista barcelonés ha evitado caer en las trincheras cavadas en torno a la independencia y su intervención en el debate había sido ocasional.
 Qué está pasando en Cataluña (Seix Barral) es un breve compendio de reflexiones que pretende rebatir con provocación, los prejuicios que ondean los nacionalismos de los bandos que él rechaza.
El libro sobre todo carga contra los estereotipos esgrimidos por el nacionalismo catalán pero también por la nueva izquierda. 
“Franco carecía de toda ideología. 
Desde luego, no era fascista. Le repugnaba la mayoría de presupuestos programáticos del fascismo y si no le hubiera sido útil, lo habría combatido”, asegura Mendoza en su libro.
 Sobre las limitaciones para el uso del catalán durante el franquismo, el escritor afirma que “no estuvo prohibido, como últimamente se ha dicho tanto dentro como fuera de Cataluña. Durante el franquismo el uso del catalán no estaba prohibido, pero sí tutelado, lo que es casi peor”.
Mendoza aprovecha para recordar que el triunfo borbónico en la Guerra de Sucesión (1701-1714) no solo tuvo consecuencias terribles para Cataluña, como repite hasta la saciedad el agitprop independentista, que ve en la derrota de los austracistas en el sitio de Barcelona el inicio de 300 años de represión:
 “La industrialización fue posible gracias al capital acumulado en las colonias americanas por los famosos indianos, una aventura que fue posible gracias al Decreto de Nueva Planta, por el cual se transformaba España en un Estado centralizado a la manera de Francia y, en consecuencia, se abría a los catalanes la posibilidad de acceder a las colonias”. 

Utilización del franquismo


El autor de La ciudad de los prodigios, Premio Cervantes de 2016, considera que el franquismo es también utilizado como un espantajo para legitimar los males propios y estigmatizar al rival: “Hay una industria del franquismo y del victimismo poco ética”. Mendoza añade que la instrumentalización del franquismo se da “especialmente en Cataluña: la figura de Franco y su dictadura se sacan en procesión para justificar actuaciones o invalidar las del contrario. [...]
 El franquismo, tal como ahora se le invoca, es una simple manipulación de un concepto que vale para muchas cosas y que, afortunadamente, no tiene nada que ver con el artículo genuino”.
Qué está pasando en Cataluña sirve a Mendoza para hilar una teoría sobre lo que sería el triunfo póstumo del franquismo: 
los estereotipos que parecen determinar a los pueblos de España, no solo los estereotipos con una raíz claramente catalanofóbica (También negativos, por simplones) para el conjunto de pueblos de la Península. Mendoza añade que “lo malo de este remedo patético es que buena parte fue asumida por los propios catalanes”, y afirma que de ello “se derivan dos consecuencias que inciden en los sucesos de los últimos tiempos: la primera es el desapego de la burguesía catalana por todo lo que tenga que ver con una España cuyo estereotipo ha sido también asumido por parte de los catalanes. 
Que los representantes de esta burguesía se alíen con sectores revolucionarios [los antisistema de la CUP] en cuyo programa está incluido el exterminio de la propia burguesía no se entiende si no se tiene en consideración el factor del resentimiento”.

Mendoza escribe también lineas polémicas que no coinciden con la actitud de alguien que ha intentado evitar provocar al soberanismo, como cuando describe a los catalanes como una sociedad cerrada y poco dispuesta a aceptar a la migración española, afirmación que podrán rebatirle con las figuras del expresidente de la Generalitat José Montilla, la jefa de la oposición en el Parlament Inés Arrimadas, con el editor José Manuel Lara o, por qué no, con Gabriel Rufián, el diputado de ERC que ve a Franco en cada rincón de España.

“No hay razón práctica para la independencia”

Eduardo Mendoza ha pasado de puntillas por el debate catalán y cuando ha tomado la palabra ha sido duramente criticado.
 Fue el caso en su conferencia de 2016 en defensa del bilingüismo organizada por Sociedad Civil Catalana.
 Mendoza ha evitado firmar manifiestos contrarios a la unilateralidad. 
Sin embargo, en Qué está pasando en Cataluña abandona la equidistancia: 
“No hay razón práctica que justifique el deseo de independizarse de España.
 Comparativamente, y pese a todo, España no es un mal país. Podría ser mejor, pero dudo de que Cataluña, librada a sus fuerzas, se convirtiera en el paraíso que anuncian los partidarios de la nueva república”.

Mendoza aprovecha para recordar que el triunfo borbónico en la Guerra de Sucesión (1701-1714) no solo tuvo consecuencias terribles para Cataluña, como repite hasta la saciedad el agitprop independentista, que ve en la derrota de los austracistas en el sitio de Barcelona el inicio de 300 años de represión: