Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 oct 2017

Sí cuentan los que no cuentan.............................Javier Marías..

Votar en el engañoso referéndum planteado por la Generalitat es participar en un golpe de hechos consumados y en un nueva sociedad autoritaria.
Javier Marías
CUANDO ESCRIBO esto (dos semanas antes de que pueda leerse), no se sabe qué pasará el 1 de octubre en Cataluña, y menos aún en los días siguientes.
 Es dudoso que nadie tenga previsto nada, porque demasiada gente lleva años instalada no sólo en la negación de la realidad, sino en la del futuro como si el tiempo fuera a detenerse en el “momento culminante, inaugural y apoteósico”.
Y el tiempo jamás se detiene.
 Abducidos por la CUP, a Puigdemont y a Junqueras ya no les importa que, declarada la independencia de Cataluña (tal como hoy está planteada), su país se quedara aislado, súbitamente empobrecido, casi apestado. 
Que saliera de la Unión Europea y careciera de reconocimiento internacional (con alguna exótica excepción perteneciente a la categoría de “amores que matan”), que su economía cayera por debajo del bono basura en que ya se encuentra, que se largaran numerosas empresas. 
Que se ganara la animadversión de Francia, la cual lo vería como una amenaza territorial, ya que esa Cataluña “independiente” es o sería expansionista e imperialista y querría apropiarse del Rosellón al cabo del tiempo, Valencia y Baleares aparte. 
Y la de Italia, que vería un peligroso precedente para las aspiraciones de la Lega Nord, ese partido fascista tan semejante al llamado “bloque soberanista”, y que pretende separar la Lombardía, el Piamonte y el Véneto (las zonas más ricas) del resto de la nación.
 Y la de Alemania, Holanda, Bélgica, probablemente la del Reino Unido y sin duda la de los Estados Unidos, que se mostrarían contundentes si, por ejemplo, Texas o California decidieran desgajarse. 

Pero les importa nada a quienes han sometido a los catalanes a algo parecido a las preguntas-trampa, del tipo “¿Ya no pega usted a su mujer?”
 Si uno contesta que sí, malo. Si contesta que no, también malo, porque está admitiendo que “antes” sí le pegaba. 
Ante esas añagazas sólo cabe negar la pregunta y, por supuesto, no contestarla. 
Darle la espalda.
 Hoy, en Cataluña, en el instante en que alguien se presta a votar “Sí” o “No”, está dando carta de naturaleza a una pantomima y a una farsa.
 Más allá de que el Gobierno central impida efectivamente el referéndum, estar dispuesto a participar en él (insisto: tal como se ha planteado) es estarlo a participar en un golpe de hechos consumados y en una nueva sociedad autoritaria.
 Hace ya mucho que la elección democrática de un Gobierno no garantiza que éste lo sea.
 No lo es el que no respeta a la oposición (es decir, a los ciudadanos que no lo han votado), ni a las minorías; ni el que inventa e impone nuevas leyes a su conveniencia, ni el que atropella la división de poderes; no lo es el que hostiga y arruina a la prensa poco complaciente con él y al final la suprime, ni el que acaba con la independencia de los jueces y los nombra a dedo (como sucede en Venezuela);ni el que impide debatir asuntos muy graves en el Parlamento y ni siquiera permite leer sus informes a sus propios letrados o intervenir a su Comisión de Garantías, como hizo Forcadell hace menos de un mes, despóticamente.
 Pero sobre todo no lo es el que, con desprecio absoluto, excluye a una gran parte de la población, la mitad o más seguramente, y decide que los que no se pliegan a sus designios simplemente no cuentan, y por ende se puede actuar y se actúa como si no existieran.
 O como si fueran “anticatalanes”, “traidores”, “botiflers”, “fascistas”, “unionistas”, “españolistas”, “escoria”, se ha dicho hasta la saciedad todo esto.
 Si ustedes se fijan, nadie en Cataluña, y muy pocos en el resto de España, insultan a los independentistas.
 Se trata de una opción legítima y desde luego legal, siempre que no se intente imponerla a los demás mediante la intimidación, la exclusión, el chantaje, la represalia o la amenaza directa: la que han sufrido ya muchos alcaldes reacios a ceder sus ayuntamientos para la pantomima.
Porque es pantomima, si es que no pucherazo, un referéndum con ocultaciones, con un censo fantasma, una transparencia inexistente, un control llevado a cabo por los partidarios del “Sí”, sin cabinas, sin plazo cuerdo, sin una participación mínima para considerarlo válido y sin más requisito para dar por cierto su resultado que un solo voto más para la opción ganadora, que además ya está decidida y cantada: si sólo acuden a votar los que votan “Sí”, me dirán ustedes dónde está el misterio.
 Este referéndum es tan sólo un mal adorno.
 La Generalitat lleva tiempo obrando como si se hubiera celebrado ya, con el resultado propugnado por ella, casi impuesto (su “neutralidad” es un chiste). 
La prueba es que ha aprobado “leyes de transitoriedad” o “desconexión” tranquilamente.
 Nos encontramos ante un caso claro de absolutismo: esto va a ser así porque así lo queremos nosotros; los que no estén de acuerdo son anticatalanes y ya no cuentan.
 Franco hizo algo muy parecido al final de la Guerra Civil: los que no me acaten y aclamen son la “antiEspaña”. 
La única manera de oponerse hoy a eso es negar la pregunta, y que la cantidad de votantes —ingenuos o no— sea ridícula. 
Es decir: de participantes en la farsa. 

Javier Gomá Lanzón: "Soy un iluso sin fronteras"


El filósofo, autor de 'Tetralogía de la ejemplaridad' sale del armario y confiesa que es poco ejemplar y ve 'Gran Hermano VIP'.

 


Javier Goma Lanzón.
Esta es una entrevista manipulada. 
La primera versión tenía 20 folios. 
Y eso que se le pidió al entrevistado que fuera breve, porque bueno ya se suponía que sería un autor cuya Tetralogía de la Ejemplaridad figura entre los libros más vendidos y citados en tiempos poco ejemplares. 
Después de meterle la motosierra al original y de llamar al orden al incontinente, este es el destilado de una charla de una hora. El texto primigenio tiene otro precio.
Dice que, tras acabar su obra, por primera vez no tiene un plan en su vida ¿se siente vacío?
Al revés. Me he quedado tan a gusto. 
Me preocupa más cómo se sienten los demás: hartos, saturados, olímpicamente indiferentes.
Sintió la vocación literaria a los 16 años. ¿Se le apareció la virgen en el instituto?

Sí, y me dio tres mensajes que no puedo revelar hasta 2050.
 Uno de ellos habla del futuro de los medios de comunicación escritos. No va bien.
 No puedo decir más.
Oído, cocina. Una vocación salvaje y precoz. ¿Eso a los 16 cómo se doma? Tendría otras urgencias, ¿o fue puro desde joven?
Ni pastorcito, ni monje, ni malote. 
Mi adolescencia fue una medianía que una vocación literaria brutal hizo más compleja.
 Me costó mucho lograr la normalidad.

¿Qué es un filósofo hoy día?
Todos somos nativamente filósofos porque tenemos una interpretación del mundo. 
Luego una minoría extravagante escribe libros de filosofía, que es literatura conceptual. 
Nace de una vocación literaria. Elegir el concepto, el verso o la novela es sólo una cuestión de estrategia comunicativa.
Pero los filósofos nos regañan. Anda que no nos dio la chapa con la ejemplaridad pública
El primer perjudicado soy yo. 
Todos me juzgan por mi doctrina y la presión es insoportable. Trato de escapar.
 La ejemplaridad me persigue pero yo soy más rápido.

Se define “filósofo mundano”. ¿Sus colegas son marcianos?
Mis colegas por lo general me parecen estupendos y los admiro. Es más probable que sea yo quien les parezca marciano a ellos.
¿Es el humor la última esperanza en este valle de lágrimas?
Neecesitamos de vez en cuando unas vacaciones de realidad, que se suspendan sus leyes y nos creamos la ilusión de un mundo incruento y sin dolor
. Eso es el humor. Derrama dulce liviandad en la realidad, que nos esclaviza, y hace la vida más soportable.

 

Puigdemont y Junqueras :La Extraña Pareja

Esos dos tipejos han conseguido que los que no seamos catalanes oigamos !Que hartos estamos de Catalunya, y Catalunya no se lo merece.
 Pero esos tipejos independentistas no reflejan lo que desean los catalanes y consiguen que la gente diga, que se vayan y se queden solos, pero eso no es posible.
Salvo en el Campo de Futbol porque hoy juega Las Palmas contra el Barcelona.
 Ahi se oiran todos los pitidos contra Piqué que se los lleva siempre pero hoy más. 
Yo recuerdo viviendo y trabajando en Catalunya que iba a las manifestaciones para que el catalán fuera obligatorio.
Un Grupo de Canarios nos decíamos, verás que con el tiempo esto se volverá contra nosotros....y así fue.
Aunque yo recuerde que nunca me hicieron el vacío y que eran muy amables conmigo....y les gustaba el acento canario. Y más cosas , pero ahora , creo que ya no serían así o puede que si....

Carnaval político en Cataluña................................ Juan Luis Cebrián..

El desafío independentista no atenta tanto a la posibilidad de una ruptura de la unidad española, que no se va a producir, como a la estabilidad del proceso político y económico y a la supervivencia misma del actual Estado.

Carnaval político en Cataluña
La primera vez en mi vida que tuve ocasión de depositar mi voto en una urna fue con ocasión del referéndum que la dictadura franquista organizó en diciembre de 1966 para ratificar la Ley Orgánica del Estado, según dio en llamarse el patético intento de institucionalizar el régimen en torno a algo que pudiera parecerse a una Constitución. 
Como estaba cumpliendo el servicio militar, lo hice vistiendo mi uniforme de soldado raso y siguiendo las órdenes que había recibido bajo seria amenaza de arresto si no lo hacía así.
 De modo que solicité también en la mesa una certificación de que efectivamente había cumplido con mi deber (que no ejercido mi derecho) en aquella ocasión. 
Naturalmente voté no,sin ninguna esperanza de que sirviera para algo, con lo que me alineé, de acuerdo a los resultados oficiales, con el escaso 1,5% del censo que mostró su repulsa a aquella carnavalada franquista que se organizó con todo cinismo en nombre de la democracia.
Días antes de la votación, un periodista europeo que vino a cubrirla me preguntó entre ingenuo y sarcástico dónde estaba la oficina del NO, pues pretendía hacer un reportaje sobre los pros y los contras de la propuesta. 
“No existe tal oficina —le respondí—, la única propaganda permitida es el SÍ, que se promueve por los organismos oficiales, mediante el uso de dinero público y la masiva utilización de la televisión del Estado, la única existente”. 
En definitiva, añadí, la pretendida consulta no era tal, no expresaba la libre voluntad de los españoles y acabaría no sirviendo para nada una vez que el dictador muriera, como así sucedió.

Las imágenes de aquella época me vienen irremediablemente a la memoria, guardando todas las distancias, que quizás no sean tantas en muchos aspectos, con motivo de la votación convocada para hoy de manera abiertamente ilegal por el Gobierno autónomo de Cataluña. 
Este y el de Madrid se han enzarzado en una polémica de perfiles casi ridículos si no afectara seriamente a la estabilidad política española.
 Mientras la Generalitat insiste en que habrá referéndum, el presidente Rajoy se ha cansado de decir que no se iba a celebrar.
 Y ambos podrán proclamar su victoria al caer la noche. 
Unos dirán que pese a las trabas impuestas por los tribunales y la represión de Madrid, se logró que una masa considerable de ciudadanos se acercara a las urnas o intentara hacerlo: en resumidas cuentas, que la consulta se celebró salvo cuando lo impidió la fuerza pública.
 El otro, que no hubo tal referéndum porque efectivamente no podía haberlo.
La convocatoria de hoy es ilegal no solo porque la ha suspendido el Tribunal Constitucional, habida cuenta de que los referenda en la Constitución Española son competencia exclusiva del Gobierno central. 
Lo es también porque se convocó vulnerando el Estatuto de Autonomía de Cataluña y el reglamento de su Parlamento autónomo; porque no existe Junta ni Sindicatura electoral que garantice y sancione los resultados; no hay censo, ni locales autorizados, ni mesas, ni papeletas oficiales; ninguna legislación española o internacional la amparan y, naturalmente, tampoco ha habido oficina del NO, mientras el Gobierno autónomo se ha dedicado a promover el SÍ por todos los medios a su alcance, en vulneración consciente de las leyes y con desprecio a los derechos de todos los ciudadanos catalanes.
 
De todas formas algunos colegios se abrirán, algunas urnas se llenarán y desde luego no es previsible que abunden las papeletas negativas, por lo que los independentistas podrán decir, si quieren, que ha ganado el sí, al margen de cual sea el índice de participación y aunque la falta de transparencia del proceso sea absoluta. 
Eso le permitirá al Govern y al Parlament proclamar la independencia unilateral, o también podrán aseverar que lo hacen porque se les impidió represivamente su derecho a votar.
 Y si no es esta su decisión última podrían entonces convocar elecciones autonómicas, marcadas desde ya por la ola populista e insurreccional que ellos mismos han desencadenado y que mantiene desde hace días movilizaciones populares en muchas ciudades catalanas. 
Es imposible desconocer que la protesta en la calle supera a todas las previsiones que el Gobierno de Madrid pudiera haber hecho, aunque en realidad parece no haber previsto casi nada en este caso. La torpeza de la fiscalía, la ausencia de la política, la incapacidad estática del presidente, son también muy culpables de este monumental desatino, que mezcla independentismo con derecho a decidir, y en el que las gentes se levantan y abarrotan los espacios públicos con un aire festivo, como si estuviéramos en Río de Janeiro, pero indignadas también, y con un objetivo previo y diferente a la independencia: acabar con el Gobierno de Rajoy y las políticas del Partido Popular.
El desafío independentista no atenta tanto por eso a la posibilidad de una ruptura de la unidad española, que no se va a producir, como a la estabilidad del proceso político y económico y a la supervivencia misma del actual Estado. 
Los dirigentes de la Generalitat han instaurado por su cuenta y riesgo, de manera tumultuaria y agitando las emociones y pasiones populares, una legalidad contraria a la del Estado español. 
Hoy en Cataluña coexisten dos legalidades: la democrática, que emana de la Constitución del 78, aprobada por cierto por los ciudadanos catalanes por inmensa mayoría, y la que trata de instaurar mediante toda serie de amenazas y medidas coactivas, con desprecio a las leyes, a las minorías políticas, a las libertades ciudadanas y a la convivencia entre los españoles, la Generalitat de Cataluña.
 Necesariamente el Gobierno de Madrid tiene que restablecer la legalidad del Estado como la única vigente en todo el territorio nacional si no quiere el presidente Rajoy situarse al frente de un Estado fallido, con todas las consecuencias que eso conllevaría. Suceda lo que suceda hoy, habrá que dar paso después a la negociación y al pacto. 
El problema añadido es que ninguno de los líderes confrontados, ni Puigdemont ni Rajoy, podrán ser interlocutores.
 Lo que no significa que no se empeñen en ello. 

La carnavalada independentista, como la franquista del 66, en ningún caso producirá los efectos deseados por quienes la idearon y promovieron.
 Ni el régimen de Franco sobrevivió a su muerte, ni habrá independencia en Cataluña como consecuencia de la consulta, la proclame o no el histriónico Puigdemont. 
Pero los daños emergentes, ya muy visibles, serán profundos: división y confrontación entre los ciudadanos catalanes; desconfianza mutua entre Cataluña y el resto de España; crecimiento de la hispanofobia en la comunidad autónoma y deterioro perdurable de la democracia española si no se atajan cuanto antes el proceso y sus derivadas. 
Asistiremos, por si fuera poco, a un reverdecer del nacionalismo español, agitado por la derecha en el poder; a una fragmentación de la izquierda, ya muy acusada tras el destrozo interno producido por los actuales dirigentes del PSOE, y a un reforzamiento de las pulsiones conservadoras y centralistas, con perjuicio considerable para el futuro de todo el país.
 Malas noticias para los españoles. Para los europeos en general, también.