Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 jul 2012

Todas enamoradas de Iker?

Iker Casillas

Ágil, rápido, listo y con unos reflejos envidiables, Casillas, quien ha pasado su niñez y adolescencia bajo los palos ha saboreado entre sus manos el sabor dulce de la victoria y el gusto amargo de la derrota pero siempre demostrando una profesionalidad y una madurez increíble, dos cualidades que le han hecho mantener los pies en la tierra.
RECIEN LLEGADOS A MADRID http://twitpic.com/2579sg
hace un año
CAMPEONES http://twitpic.com/24mc93
hace un año
http://twitpic.com/17qk5v - hoy a ganar al Ol.Lyon!!
hace más de 2 años
estamos llenos de ilusion, pero poco a poco.. y el miercoles partido contra francia. gracias a todos, nos vemos pronto.
Horóscopo : Tauro

Llamado por muchos San Iker, por sus increíble apariciones bajo la portería, Iker, quien ostenta el título de mejor portero del mundo en 2008 y 2009 nació y creció en la localidad madrileña de Móstoles, a la que nunca ha renunciado. Orgulloso de sus orígenes mostoleños y abulenses de sus abuelos, el guardameta ha afirmado: “Me siento 'español, madrileño y abulense'. Cuando tan solo tenía seis años, Iker disfrutaba jugando con su padre en el patio de colegio cercano a su casa, aunque nada hacia presagiar cual sería su brillante destino.

Su padre, profesor de profesión, fue el que decidió un buen día llevar a su hijo al Santiago Bernabéu para que realizara una serie de pruebas y parece que el pequeño Casillas convenció a Antonio Mezquita, su “padre futbolístico”. Debido a su precocidad, Iker pasó por todas las categorías inferiores, alevines, infantiles y juveniles para dar el gran saltó al primer equipo en la temporada 97/98 cuando contaba con tan solo 16 años. El entrenador del Real Madrid por aquel entonces, Jupp Heyncker sufrió dos bajas, Illgner y Contreras, para el partido de la Champions League que enfrentaba al Real Madrid contra Noruega e Iker era la mejor baza para estar en el banquillo mientras Santiago Cañizares guardaba la portería blanca.

Su salto al terreno de juego y por lo tanto su debut oficial se produjo tan solo un año después (1999) frente al Athletic en San Mamés y en el año 2000 ganaba su primera liga. Los merengues comenzaron adorarle e Iker comenzó a corresponderles con buen juego. Su contrato con el Real Madrid se extiende hasta 2017 y su cláusula de rescisión es de 113 millones de euros.

Iker no solo tiene en su palmarés 4 Ligas de España, 3 Supercopas de España, 2 Copas de Europa, 1 Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental (2002), sino que también tiene una Eurocopa con la ‘la roja’ y es el segundo jugador que más partidos ha jugado junto a la Selección Española, solo superado por Andoni Zubizarreta.

Ágil, rápido, listo y con unos reflejos envidiables, Casillas, quien ha pasado su niñez y adolescencia bajo los palos ha saboreado entre sus manos el sabor dulce de la victoria y el gusto amargo de la derrota pero siempre demostrando una profesionalidad y una madurez increíble, dos cualidades que le han hecho mantener los pies en la tierra. Comprometido con el mundo en el que vive, el portero del Real Madrid ha utilizado su imagen para fines benéficos en los que ha ayudado a luchar contra la malaria o aportar su particular granito de arena a proyectos educativos para niños desfavorecidos.

Admirado por su deportividad, Iker también ha entusiasmado con su físico y simpatía. Amante de la estabilidad y de la intimidad al guardameta tan solo se le han conocido dos relaciones serias, la primera de ellas con la Miss España 2003, Eva González, y la segunda con la presentadora, Sara Carbonero.

Iker y Eva González comenzaron a salir a finales de 2004 aunque no dieron a conocer su amor hasta 2005, junto a Eva, Iker vivió unos de los años más felices de su vida y hasta eran muchos lo que apuntaban que la pareja acabaría pasando por el altar a pesar de sus continuos altibajos. Sin embargó su amor acabó rompiéndose y con el verano de 2008 llegó el final definitivo de su después de cinco años de idas y venidas, Eva, en distintas ocasiones, había reconocido que sus caracteres chocaban con frecuencia y ahí llegaban las rupturas y reconciliaciones.

Tras la separación Iker comenzó a disfrutar de su soltería y aprovechó estos meses para dedicarse a sus amigos con los que siempre les gusta escaparse. Pero en febrero de 2010 el amor volvió a llamar a su puerta e Iker no dudó en dejarlo pasar. Sara Carbonero, una de las periodistas deportivas más atractivas de la televisión cayó en sus brazos e Iker volvió a enamorarse.

Iker Casillas: “Somos como el Tetris: encajan todas las piezas”José Sámano

La primera camiseta que se puso fue la del Athletic. Hoy es capitán del Real Madrid y de la selección española, con la que afronta en Kiev su tercera gran final consecutiva, después de Viena 2008 y Johanesburgo 2010. Iker Casillas (Madrid, 1981) lidera a un grupo irrepetible, por lo mucho que gana y, sobre todo, por la cercanía que transmite. Es viernes, acaba de cenar y cuando aparece por el salón del Hotel Ópera de Kiev, donde tiene instalada la selección española su cuartel general, un niño se le acerca a pedirle un autógrafo. Como siempre que ve la ilusión en los ojos de un chaval, al mejor portero del mundo se le dibuja una sonrisa en la cara que desaparece tan pronto como comienza la entrevista y asume su papel de capitán a las puertas de un momento histórico. Ha ganado en seguridad y desenvoltura y habla relajado, nada tenso.
Pregunta. Da la sensación de que han convertido el ganar en un hecho natural. Verles por los hoteles con las familias deja la sensación de que transmiten una naturalidad en la victoria que no es normal.
Respuesta. Prácticamente, durante dos años hemos mantenido el mismo grupo y la mitad de la pasada Eurocopa. Hay un vínculo más personal, de cariño y de amistad, los padres se conocen la mayoría. Es un poco un círculo en el que va entrando gente, pero en el que la mayoría ya se conoce y que nos vamos viendo.
P. Y que llevan ganando mucho tiempo.
R. Hemos hecho de lo difícil algo normal. No sé si será porque los seleccionadores, de Luis a Vicente, han dado en la tecla, pero el caso es que somos como el Tetris, las piezas encajan perfectamente. Y estamos en ello, hasta que llegue el final de la pantalla y se acabe la partida.
P. ¿Y cómo está la pantalla?
R. Nosotros no vamos a engañarnos: el final de esta generación se acerca, claro, es ley de vida. En 2008, el núcleo fuerte del grupo tenía cuatro años menos, 26 o 27. Ahora estamos en los 30. La edad pasa para todo el mundo. Esto es un ciclo, en dos años ya… Es responsabilidad del entrenador empezar a combinar gente más joven con los que ya estaremos por encima de los 30.
“Hay muchas estrellitas, pero ninguna brilla más que otra sobre el campo”
P. Se siente partícipe de cierta emancipación generacional del deporte español. Antes eran quijotes los que salían por ahí y ahora están ustedes, Pau Gasol, Nadal, Alonso… Todos han ganado desde pequeñitos y nada les asusta.
“El día que no me sienta nervioso antes de un partido, que me falte esa tensión, lo dejo”
R. Faltábamos nosotros, faltaba el fútbol. Era un país ganador en todo, menos en fútbol. Dominábamos en todos los deportes: tenis, baloncesto —¡con Pau se han ido tantos a lo que llaman la ÑBA!—, fútbol sala, balonmano, waterpolo, hockey… en todos los deportes dominábamos. Faltaba el fútbol. Nos educaron a ganar desde pequeños y creo que hemos llegado a un punto en que la madurez, la suerte, la casualidad y esa mezcla que ha habido han dado sus frutos.
P. Además de los éxitos, destilan serenidad, se comportan sin extravagancias. ¿Cree que a Xavi le conocerían en un día de barullo por la Gran Vía?
R. ¡Hombre, yo creo que sí! Y la gente le mostraría su cariño como todo el mundo. Es verdad, somos una selección cercana. Yo he vivido un cambio generacional en la selección. Cuando llegué hace 12 años había una serie de jugadores que yo veía en la tele, como aficionado, y me parecía imposible llegar a la selección, algo muy diferente de lo que pasa ahora. Todo evoluciona, todo va cambiando y todo va teniendo el carácter que le dan a las cosas la gente que está dentro, en especial los más veteranos, para que cuando vengan los más jóvenes vean lo que hay aquí ahora mismo. Somos un grupo muy humano, vivimos dentro y convivimos fuera, nos queremos mucho…
P. Es usted el mejor portero del mundo… ¿y el más normal?
R. No creo. No me siento tampoco el mejor del mundo, pero le digo una cosa. Prefiero que me recuerden por buena persona que por buen o mal portero.
Iker Casillas / ALEJANDRO RUESGA
P. Dijo el otro día que contra Croacia estaba “nerviosito”… ¿A estas alturas, con 136 partidos internacionales?
R. Claro, el día que no sienta esa sensación antes del partido, esa inquietud, esa tensión, será mi último partido. El día que me falte eso, lo dejo.
P. En la celebración de los penaltis ante Portugal, dos de los compañeros que acuden de forma más alborotada a abrazarle son Pepe Reina y Víctor Valdés. ¿Qué le dice eso?
R. Muy bien. Nuestra posición de porteros no es la más cómoda, solo puede jugar uno y no se le cambia durante el partido. Yo he de agradecerles que me hagan mejor, porque el míster no dudaría un momento en darle el puesto a Reina o Valdés, puede jugar cualquiera.
“El final de esta generación se acerca, claro, es ley de vida, estamos en los 30 años”
P. ¿No cree que si usted se lesiona habría canguelo?
R. ¡Qué va! ¿Con Pepe o con Valdés? Todo lo contrario. Creo que en el puesto de la portería, si le preguntan a los españoles, verán que no tienen ningún agobio ni problema si no juego yo. Los tres somos referentes como porteros para los jóvenes. Estamos hablando de los porteros titulares del Barça, del Liverpool y del Madrid. Pero es que hay más… Palop y Diego López han estado con nosotros, De Gea está en la sub-21, Guaita, Moyà… Miras Italia y De Sanctis y Buffon, pero es que aquí…
P. En cuanto a la convivencia, ¿qué le transmite esa secuencia con sus suplentes?
R. Que estamos muy juntos, que hay mucho compañerismo… El míster siempre lo ha dicho, que la gente del lado amargo es la que nos hace en verdad campeones. Aquí hay 23 jugadores que son titulares cada día en sus clubes y algunos vienen a la selección y no juegan. Para 12 tíos que se quedan cada día sin jugar es duro y difícil. Como para Víctor y Pepe.
P. ¿Qué se le pasó por la cabeza cuando vio a Ramos tirar el penalti?
Casillas detiene el penalti de Moutinho en semifinales / Matthias Schrader (AP)
R. Cuando lo metió, chapeau. Un alivio. Con Sergio y con los demás. Cuando ves a Xabi fallar te entran muchas dudas, pero cuando has aprendido de la experiencia de hace solo un mes y medio [en referencia a la eliminatoria con el Bayern] intentas sobreponerte y ves a Iniesta meterlo, a Piqué meterlo, a Sergio meterlo, te van dando confianza. Es importante que respondan ellos, lo tiren como Panenka o como quieran.
P. ¿Firma con llegar a penaltis y ganar? Ochotorena, su entrenador en la selección, dice que a los porteros no les gusta pasar por ello.
R. Si podemos, mejor evitarnos ese sufrimiento. Los penaltis se trabajan, pero al final deciden detalles, centímetros y hay demasiados aspectos que no controlas. Yo prefiero no tener que pasar por eso, la verdad.
P. ¿Por qué se quitó los calentadores y los vendajes de las muñecas antes de la tanda contra Portugal?
R. ¡Porque tenía demasiada presión en mi cuerpo y me apretaban! Quería sentirme más liberado, más relajado.
“Somos una selección cercana, un equipo muy humano. Nos queremos mucho”
P. ¿Sabe quién fue el último que le metió un gol en un cruce, no en la fase de grupos?
P. … En Alemania 2006… Zidane. Ha pasado muchísimo tiempo. Es un dato curioso, pero es un mérito de todos. Es un dato increíble, pero es que tenemos una consigna que es defender muy bien y aprovechar alguna de las ocasiones que, seguro, vamos a tener.
P. Ha dicho Bixente Lizarazu, exinternacional francés: “España es una selección con mucho amor a la que le falta sexo”.
R. (Sonríe sin disimulo). Nosotros hemos tenido bajas muy serias. Puyi y Guaje son fundamentales. Pero el míster ha buscado gente que se ha acoplado muy bien. Les hemos echado de menos por lo que son como personas, pero hemos sabido amoldarnos para salir adelante en el campo sin ellos.
Casillas levanta la Eurocopa en 2008 / ALEJANDRO RUESGA
P. Eso habla muy bien del equipo.
R. ¡Mucho! Tengan en cuenta de quién hablamos: de Carles Puyol, el capitán del Barcelona, y de David Villa, el máximo goleador del último Mundial. Ellos no están aquí, bueno, vienen al partido, claro, pero son partícipes de todo esto de una manera evidente. Guaje ha metido no sé cuántos goles en la fase de clasificación y Puyi, que les voy a decir de lo que le da Puyi al equipo… Es vital.
P. ¡No tenían quién organizara la porra!
R. Por eso Busi dio un paso al frente y asumió responsabilidad. Estamos tristes por ellos, pero muy contentos por la gente que le ha dado vida a este grupo sin ellos. Creo que es un buen síntoma perder a dos jugadores tan determinantes y seguir compitiendo.
P. En detalles así se observa la madurez de este grupo.
Casillas recoge la Copa del Mundo en Sudáfrica / ALEJANDRO RUESGA
R. El jugador español ha dado un salto de calidad a nivel mundial. A mí lo que me parece una vergüenza es que no se reconozca eso. Vale, Messi y Cristiano son muy buenos, pero el futbolista español está a esa altura.
P. ¿Echa de menos un Balón de Oro para Iniesta, para Xavi, para usted?
R. No, para mí no, yo soy portero. Es mucho más complicado. Lo consiguió Yashin y eso invita a pensar que algún día volverá a ganarlo un portero. Pero vamos, hay que tener ya un gesto con un jugador español sencillamente porque se lo ha ganado. Xavi, Iniesta… se lo merecen.
P. Llevan una estrella en el pecho pero, a diferencia de otros equipos que lograron el Mundial, ustedes no tienen una estrella en el campo.
R. Es cierto, eso es así. Me quedo con eso, somos muchas estrellitas pero ninguna brilla más que la otra. En la Eurocopa El Guaje metió cuatro goles, pero en la semifinal dimos un recital, Torres decidió la final…
P. Ante Italia la estrella fue usted y siempre lo ignora… ¿Por qué?
R. Si Cesc no mete el quinto… Además, no me gusta hablar de mí, nunca me he sentido más determinante que nadie. Volviendo a lo que le decía, en el Mundial pasó lo mismo, El Guaje marcó muchos goles, pero Puyi lo hizo en semifinales, Iniesta en la final… Es un mérito muy compartido, y eso es lo bueno, esta selección no se focaliza en un solo jugador y, además, es difícil encontrar siempre quién ha sido el mejor. Somos muy equipo en ese aspecto. Es una de las grandezas, qué duda cabe, de este equipo.
P. ¿Sin Xavi y sin usted, este grupo sería igual?
R. No lo sé, pero es evidente que somos los que más tiempo llevamos. Con Puyi cogimos el testigo de los veteranos y se lo estamos pasando ahora a los que vienen.
P. Ustedes restablecieron la paz en un momento muy complicado tras los clásicos...
R. ¿Ah, lo dicen por eso? Bueno, había que tomar una decisión, se habló y, por suerte, las cosas fueron cambiando. Se ve y se palpa que las cosas vuelven a ser como eran y ese es mérito de todos, pero se tenía que tomar la iniciativa y lo hicimos.
“Hay una generación de niños que estará flipando; yo veía ganar a Brasil, Alemania...”
P. Usted dijo antes de la final del Mundial, en una entrevista concedida a este periódico, que a veces los sueños se hacen realidad. ¿Cuántos sueños se le han hecho realidad?
R. Desde que empecé a jugar, todos. Soñaba con jugar en el Madrid y jugué. Soñaba con ganar títulos y los gané, soñaba con llegar a la selección y llegué, soñaba con ganar un título para España y ganamos la Eurocopa y el Mundial. Básicamente, soñaba con hacer feliz a la gente, porque yo era de los que se sentaba delante de la tele a ver jugar a la selección y al final siempre perdíamos. Yo quería retirarme ganando algo para mi país y lo conseguí. La Eurocopa me sació ese deseo, y luego vino el Mundial y sabía que era una oportunidad única. Y alcanzamos ese sueño también.
P. ¿Mantiene ahora ese deseo, ese hambre, o en eso gana Italia?
Iker Casillas / ALEJANDRO RUESGA
R. Nos ganarán en muchas cosas, pero en hambre no. Sabemos lo difícil que es llegar a una final y sabemos que podemos estar súper orgullosos y súper contentos, que ya hemos hecho historia, pero sabemos que nos queda un paso para hacer algo que no ha hecho nadie y no tenemos ninguna intención de dejar escapar esta oportunidad.
P. ¿Qué le parece Italia como equipo?
R. Es un equipazo, no fue ninguna sorpresa que ganara a Alemania. Mostró sus características y está en la final porque ganó con solvencia. Sabe a lo que juega y no somos favoritos, estamos a partes iguales.
P. ¿Usted piensa mucho en la gente cuando afronta un partido como este?
R. Sí, mucho. Yo creo que todos los que estamos aquí somos conscientes de que la gente viene haciendo un esfuerzo enorme. Me gusta entrar en Youtube para ver esas imágenes de cómo siguió la gente las finales en España, he visto mil veces los penaltis de Italia de hace cuatro años, de cómo se siguió en las plazas de España, en las carpas de Madrid, Bilbao, Sevilla... Yo soy de los que acaba el partido y piensa en lo felices que estarán en Navalacruz (el pueblo de los padres). En cada rincón del país se vive de una manera, unos con sus hijos en casa con una cerveza, otros con los amigos en el bar del pueblo, 30.000 personas en el descampado del Bernabéu… Yo lo hacía antes.
“Nos queda un paso para lograr lo que no ha hecho nadie y no vamos a desaprovecharlo”
P. Y al final perdía España...
R. Sí, perdíamos. Por eso he dicho que hay una generación de niños que estará flipando, porque ellos han visto ganar siempre a la selección. A lo mejor les estamos mal acostumbrando. Yo, de pequeño, veía ganar a Brasil, a Alemania; siempre estaban Italia y Argentina, pero España nunca, no llegaba… Y ahora estamos nosotros. Cuando tienes 9, 10 años, crecer con esto… Yo solo tuve la alegría del 92 —todavía me emociono al recordar el gol de Kiko—, pero ellos el de Torres, el de Iniesta. Deben de estar flipando.
P. A usted le preocupan mucho los niños, colabora con muchas obras sociales…
R. Sí, creo que debo hacerlo… Me gustan muchos los niños y me preocupa lo mal que lo pasan muchos… Es lo mínimo que puedo hacer, ayudar en lo que puedo.
P. ¿Y para cuando piensa tener uno?
R. Me gustan mucho, pero ya llegará el momento.
P. ¿Lo peor de esta Eurocopa es el #graciasSara?
R. No, eso hay que tomárselo con humor. Hay que saber los tiempos que corren, que el Twitter es como la Biblia para mucha gente que se cree todo lo que se escribe. A medida que te haces mayor estas cosas las llevas mejor, te duelen menos.
Ya sabes, en Twitter hay mucha gente que no da la cara. Y ya sabemos cómo es la envidia.

Era de la Indiferencia por Juan Cruz

Era de la indiferencia

Por: | 30 de junio de 2012
Uno de los textos más conmovedores que he leído sobre la amistad, su esencia y sus consecuencias, es el que dedica Natalia Ginzburg a su amigo Cesare Pavese, el escritor italiano que se suicidó en Turín el 27 de agosto de 1950. Delicado, admirativo pero contenido como el abrazo a un padre, en ningún momento cae en el abismo de la melancolía, sino que va describiendo, sin vuelo en el verso, aquel carácter arisco y autodestructivo que llevó a su final más abrupto al autor de El oficio de vivir.
    Ahora he leído, en Flores en las grietas, de Richard Ford, un nobilísimo recuerdo de su abuelo, hotelero en Little Rock, que es también una hermosa descripción de lo que es la vida con otros recordada más tarde como el curso de un aprendizaje.
    La amistad no es tan solo entre los amigos que uno va encontrando en la vida, en la escuela, en el instituto, en los oficios que se derivan de todo ello, sino que se da también entre los parientes, entre los más allegados, y ahí no siempre la amistad tiene los ámbitos purificados que se le suponen a este importantísimo afecto, pues muchas veces ese abrazo al padre, o al hermano, o a la madre, se ve enfriado por múltiples accidentes burocráticos que en otros ámbitos de la amistad no tienen por qué ser tan determinantes.
    El último encuentro, de Sandor Marai, por ejemplo, es la descripción sutil pero descarnada de la amistad cuando ésta se va diluyendo y ya es tan solo un recuerdo que únicamente se puede revivir con palabras, y ya no con hechos. En Rayuela, la novela de Cortázar que dentro de nada cumplirá medio siglo, la amistad es determinante, como tira y afloja y también como tabla de salvación.
    Las revoluciones y las guerras han desembocado en amistades improbables. La Revolución Cubana, por ejemplo, fue la aventura de unos amigos, desembocó en la aventura de otros amigos, y estos amigos, como aquellos, empezaron a dispersarse gravemente cuando comenzaron a agrietarse los fundamentos sentimentales y civiles de aquel gesto que derrocó a un dictador para instalar, finalmente, a otro.
    El boom de la literatura latinoamericana, que tantos frutos dio a la manera de ver y de escribir la realidad y los sueños de América y del mundo, se basó en ese sentimiento, en algún sentido, pero fueron esas desavenencias generadas por los desacuerdos acerca del rumbo cubano las que destruyeron relaciones, que en algunos caso se mantuvieron por razones de estrategia editorial o simplemente por la inercia que hace que los sentimientos sigan pareciendo cuando ya no son.
    ¿Y ahora? En la literatura, en las artes, en la vida, estamos viviendo un instante de enorme dispersión de los afectos; yo me atrevería a decir que, del mismo modo que en los años 50 se vivió, como decía Nathalie Sarraute, la era de la sospecha, ahora estamos la era de la indiferencia. Causada por la crisis económica, quizá, por la ambición de ser más que los otros, de competir a toda costa, en todos los ámbitos de la vida, los seres humanos nos estamos despojando del pudor que lleva a aceptar al otro como igual, y sólo se acepta ya como competidor, como personaje al que mirar de reojo, para verlo caer si es posible, pues la competencia requiere, en esta situación, también la derrota ajena para sentir que nuestro triunfo es grande, único, pleno, planetario.
    Esta voluntad de triunfo a toda costa, esta mezquindad asombrada que busca en el éxito la única razón de la vida, la profesional, la creativa, está causando en el mundo que vivimos esa indiferencia, en la que nadamos como si no pasara nada, como si la destrucción del afecto de la amistad, entre todos los afectos que se van diluyendo, no fuera una derrota mayor, una vergüenza íntima de la que todos somos culpables o, por lo menos, damnificados.
    Acabo de estar en Zaragoza, en la inauguración de la gira que Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina hacen ahora por España con su nuevo espectáculo. Ahí encontré, en esos dos artistas, ese filamento de amistad que, en su caso, ha sostenido la aventura de su encuentro, que a priori se daba por muerta o por imposible. Porque los caracteres iban a chocar, porque quizá no iban a aguantar la presión de tantas noches y de tantos días, dentro y fuera del escenario de sus propios egos. Pues han aguantado. Les pregunté cómo lo habían hecho. Porque se hizo sólida la amistad entre ellos, porque se quieren, porque están dispuestos a aceptar que el otro es, quizá, mejor, y viceversa. Ojalá esta excepción que cuento, entre otras excepciones que habrá, desmienta mi sensación lastimada de que estamos viviendo, en general, en la era de la indiferencia. Un tiempo en que ser amigo ya no es, como dice Manuel Vicent, despertar a otro de madrugada para pedirle dinero o un consejo. O para preguntarle si ya está mejor, si va sobreviviendo al oficio de vivir.

ERA DE LA INDIFERENCIA, por Juan Cruz

Era de la indiferencia

Por: | 30 de junio de 2012
Uno de los textos más conmovedores que he leído sobre la amistad, su esencia y sus consecuencias, es el que dedica Natalia Ginzburg a su amigo Cesare Pavese, el escritor italiano que se suicidó en Turín el 27 de agosto de 1950. Delicado, admirativo pero contenido como el abrazo a un padre, en ningún momento cae en el abismo de la melancolía, sino que va describiendo, sin vuelo en el verso, aquel carácter arisco y autodestructivo que llevó a su final más abrupto al autor de El oficio de vivir.
    Ahora he leído, en Flores en las grietas, de Richard Ford, un nobilísimo recuerdo de su abuelo, hotelero en Little Rock, que es también una hermosa descripción de lo que es la vida con otros recordada más tarde como el curso de un aprendizaje.
    La amistad no es tan solo entre los amigos que uno va encontrando en la vida, en la escuela, en el instituto, en los oficios que se derivan de todo ello, sino que se da también entre los parientes, entre los más allegados, y ahí no siempre la amistad tiene los ámbitos purificados que se le suponen a este importantísimo afecto, pues muchas veces ese abrazo al padre, o al hermano, o a la madre, se ve enfriado por múltiples accidentes burocráticos que en otros ámbitos de la amistad no tienen por qué ser tan determinantes.
    El último encuentro, de Sandor Marai, por ejemplo, es la descripción sutil pero descarnada de la amistad cuando ésta se va diluyendo y ya es tan solo un recuerdo que únicamente se puede revivir con palabras, y ya no con hechos. En Rayuela, la novela de Cortázar que dentro de nada cumplirá medio siglo, la amistad es determinante, como tira y afloja y también como tabla de salvación.
    Las revoluciones y las guerras han desembocado en amistades improbables. La Revolución Cubana, por ejemplo, fue la aventura de unos amigos, desembocó en la aventura de otros amigos, y estos amigos, como aquellos, empezaron a dispersarse gravemente cuando comenzaron a agrietarse los fundamentos sentimentales y civiles de aquel gesto que derrocó a un dictador para instalar, finalmente, a otro.
    El boom de la literatura latinoamericana, que tantos frutos dio a la manera de ver y de escribir la realidad y los sueños de América y del mundo, se basó en ese sentimiento, en algún sentido, pero fueron esas desavenencias generadas por los desacuerdos acerca del rumbo cubano las que destruyeron relaciones, que en algunos caso se mantuvieron por razones de estrategia editorial o simplemente por la inercia que hace que los sentimientos sigan pareciendo cuando ya no son.
    ¿Y ahora? En la literatura, en las artes, en la vida, estamos viviendo un instante de enorme dispersión de los afectos; yo me atrevería a decir que, del mismo modo que en los años 50 se vivió, como decía Nathalie Sarraute, la era de la sospecha, ahora estamos la era de la indiferencia. Causada por la crisis económica, quizá, por la ambición de ser más que los otros, de competir a toda costa, en todos los ámbitos de la vida, los seres humanos nos estamos despojando del pudor que lleva a aceptar al otro como igual, y sólo se acepta ya como competidor, como personaje al que mirar de reojo, para verlo caer si es posible, pues la competencia requiere, en esta situación, también la derrota ajena para sentir que nuestro triunfo es grande, único, pleno, planetario.
    Esta voluntad de triunfo a toda costa, esta mezquindad asombrada que busca en el éxito la única razón de la vida, la profesional, la creativa, está causando en el mundo que vivimos esa indiferencia, en la que nadamos como si no pasara nada, como si la destrucción del afecto de la amistad, entre todos los afectos que se van diluyendo, no fuera una derrota mayor, una vergüenza íntima de la que todos somos culpables o, por lo menos, damnificados.
    Acabo de estar en Zaragoza, en la inauguración de la gira que Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina hacen ahora por España con su nuevo espectáculo. Ahí encontré, en esos dos artistas, ese filamento de amistad que, en su caso, ha sostenido la aventura de su encuentro, que a priori se daba por muerta o por imposible. Porque los caracteres iban a chocar, porque quizá no iban a aguantar la presión de tantas noches y de tantos días, dentro y fuera del escenario de sus propios egos. Pues han aguantado. Les pregunté cómo lo habían hecho. Porque se hizo sólida la amistad entre ellos, porque se quieren, porque están dispuestos a aceptar que el otro es, quizá, mejor, y viceversa. Ojalá esta excepción que cuento, entre otras excepciones que habrá, desmienta mi sensación lastimada de que estamos viviendo, en general, en la era de la indiferencia. Un tiempo en que ser amigo ya no es, como dice Manuel Vicent, despertar a otro de madrugada para pedirle dinero o un consejo. O para preguntarle si ya está mejor, si va sobreviviendo al oficio de vivir.