Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 abr 2012

Sylvie Vartan: La Plus Belle Pour Aller Danser (1964)

Telecinco suspende 'La noria'

El presentador Jordi González
La noria abandona la parrilla de Telecinco. La cadena privada ha decidido suspender "temporalmente" la emisión del programa y ampliar la duración de El Gran debate, espacio que ocupó el lugar de La noria en el prime time del sábado de la cadena privada.
En antena desde 2007, La noria ha ido perdiendo protagonismo en la programación de Telecinco tras la gran polémica que generó en octubre de 2011 una controvertida entrevista realizada a Rosalía García, la madre del El Cuco, menor condenado por encubrimiento por el caso de Marta del Castillo, previo pago.
 La emisión, que fue seguida por cerca de dos millones de espectadores, creó un importante revuelo en las redes sociales y motivó una importante fuga de anunciantes del espacio de Mediaset.


A pesar de las críticas, la cadena mantuvo en antena al espacio de Jordi González pero en enero decidió retrasar su emisión hasta la madrugada y estrenar El gran debate
Este espacio- de la misma productora (La Fábrica de la tele) y con los mismos presentadores (Jordi González y Sandra Barneda)-  deja de un lado la crónica social para apostar por una tertulia de actualidad con la participación de representantes políticos, periodistas y expertos.
 El programa ha heredado la audiencia de su predecesora y el pasado sábado reunió a 1.677.000 espectadores (13,6% de cuota de pantalla). Unos datos que le colocaron como el segundo programa más visto de la noche tras el cine de Antena 3.
Mediaset asegura que la ausencia de La noria no es definitiva pero sí "indefinida" y viene motivada por la necesidad de ampliar el horario y diversidad de El gran debate, por "el momento político y social de gran intensidad que está viviendo la sociedad española".
Este espacio pasará a tener ahora una duración aproximada de cuatro horas y según ha anunciado la cadena introducirá algunas novedades en las próximas ediciones, como la incorporación de entrevistas personalizadas y debates cara a cara relacionados con los temas que hayan marcado la actualidad de la semana.
Mientras tanto La noria se queda a la espera y volverá a la parrilla "en función de las futuras ofertas de programación" de Telecinco, según Mediaset España.

"Los años infelices son los interesantes"

Xavier Velasco en su casa de Ciudad de México. / PRADIP J. PHANSE
La casa de Xavier Velasco refleja el particular universo del escritor que uno intuye cuando habla con él. En el salón tiene un ajedrez con las figuras de Astérix y sobre la mesa reposa un puño americano.
 En una misma habitación se mezclan decenas de discos de música brasileña con los libros que se amontonan sin orden aparente.
 Del techo cuelga la marioneta de un vampiro y tienes la impresión de que, en cualquier momento, Boris, su perro, puede ponerse a escribir en uno de los teclados desperdigados por la estancia que no están conectados a ningún ordenador. Incluso puede encontrarse el manuscrito - sí, Velasco escribe siempre con la misma pluma sobre papel- de su última novela, ‘La edad de la punzada’.
En esa edad (la del pavo, la adolescencia) el escritor -que ganó el premio Alfaguara en 2003- empezó a convertirse en esa “persona irresponsable” que asegura que sigue siendo a sus 48 años. En la páginas de la novela, Velasco no tiene ningún pudor en contar su peregrinaje por varios colegios por su mal comportamiento, su paso por el Tribunal de menores, cómo perdió la virginidad con una prostituta o cómo le robó el rifle a su padre para vengarse de un vecino con un escopetazo.
Pregunta. El protagonista del libro tiene una ‘edad de la punzada’ de lo más trágica. ¿Cuánto de Xavier Velasco hay en el Xavier de la novela, además del nombre?
Respuesta. Sin exagerar, un 99,7%. No es un libro de memorias pero cuento una historia de mi vida, de esos años infelices, que son los realmente interesantes para un personaje.
 Cambian cosas como nombres, algunos lugares… Pero por lo demás, era exactamente igual, metiéndome en problemas e intentando demostrar que no era el niño bueno que esperaban. O al menos así lo dice mi memoria.
P. ¿Y qué tiene de especial esa adolescencia para que se convierta en un libro?
"Cuando me meto en problemas, el escritor que llevo dentro brinca de alegría"
R. Cuando me pasaban todas esas cosas me preguntaba: “¿Por qué me tiene que pasar todo esto a mí?” La respuesta es porque lo tenía que escribir
. Durante todos esos años ha sido como un deber impuesto, una obligación moral, y nunca dejé de darle vueltas.
 Ahora que ya he contado lo que tenía que contar, puedo escribir sobre cualquier cosa.
P. ¿Se sentiría identificado un joven de ahora con lo que le ocurría a ese niño de clase alta que no paraba de meterse en líos?
R. A veces la gente no lee mi novela, sino que lee su propia adolescencia, que es muy parecida para todo el mundo independientemente del tiempo y el lugar.
 La diferencia es que ahora existe Internet y mientras yo me las tenía que arreglar para ver a una persona desnuda, ahora te las encuentras por kilos.
P. Hace unos años publicó una novela sobre su infancia (Este que ves, Alfaguara, 2006) y ahora una sobre su adolescencia. Si tuviera que hablar sobre el presente ¿cómo sería el argumento?
R. No, ya no habrá más continuaciones porque no hay nada tan divertido, tan interesante o tan fuerte como para que me sienta obligado a contarlo
. Cuando termina ‘La edad de la punzada’ empiezo a vivir como un adolescente normal y feliz y eso ya no es interesante.
 Ahora escribiría una historia de una larga serie de felices frustraciones, porque cuando te dedicas a escribir recibes frustraciones todo el tiempo. Tal vez sería divertido pero no puedo imaginar cuál sería el clímax de la historia.
P. ¿Y qué queda de aquella época?
R. El resto de tu vida te dedicas a hacer con más ganas todas esas cosas que no pudiste hacer entonces. Durante esa edad aprendí a sobrevivir y a reírme en mitad de la desgracia.
A disfrutar de la vida desfachatadamente, algo que continúo haciendo en la medida en que puedo.
Xavier Velasco y Boris. / P. J. Phanse
P. Tiene pinta de pasárselo muy bien todo el rato
R. Soy enfermizamente optimista y no se me pasa. Pero tengo una tendencia congénita a meterme en problemas.
P. Todo pensando en libros futuros, claro
R. Lo cierto es que cada vez que estoy en un problema, el escritor que está dentro de mí se frota las manos. Por más que esté desesperado tratando de salvarme, el escritor brinca de alegría.
 Y cuando salgo del problema, brincamos los dos.
P. ¿Antes de escribir sobre algo necesita experimentarlo?
R. Sí. O vivir algo equivalente porque si no es imposible dotar de humanidad a los personajes.
 La vida vale en la medida en la que sirve para la obra. Eso me da todas las coartadas para vivir todo lo que se me antoje.
Por otra parte, la única manera de justificar esa coartada es que, cuando tienes información, la uses entera. Tienes que aguantarte.
P. Eso es un ejercicio de honestidad
R. No me importa mi reputación si eso sirve para que la novela funcione.
"A mí México no me preocupa, me divierte"
En esta novela de adolescencia, Velasco no tiene ningún pudor en contar su peregrinaje por varios colegios por su mal comportamiento, su paso por el Tribunal de menores, cómo perdió la virginidad con una prostituta o cómo le robó el rifle a su padre para vengarse de un vecino con un escopetazo.
P. Antes era publicista y también crítico musical. ¿Cómo ha cambiado desde que recibió el premio Alfaguara?
R. Ahora me dedico 100% a escribir y no pienso en otra cosa
. Es el sueño de mi vida. También estoy mucho más solo.
P. ¿Está mucho más solo?
R. Si, cuando te va bien te vas quedando solo. La gente no quiere escuchar que te va bien. Además, esta profesión tiene algo de vocación de monje, que te aísla de los demás
. No sé si he cambiado tanto porque soy una persona que cambia constantemente de opinión.
 Es un derecho: no soy un intelectual, soy un artista.
P. Y ahora que puede escribir sobre cualquier cosa, ¿no se siente tentado por la narcoliteratura?
R. Si yo hablara de la violencia del narco se reirían de mí porque sé lo mismo que tú. Para eso hay gente como Élmer Mendoza, que lo está haciendo como nadie porque está ahí.
 No conozco el mero drama del narcotráfico.
Como mucho puedo hablar de los narcóticos que he probado.
P. ¿Y qué le preocupa del México actual?
R. A mí México no me preocupa, me divierte muchísimo. Soy muy irresponsable.
Lo único que me preocupa de mi país –y de muchos otros – es la estrategia colectiva contra el narcotráfico que está acabando con nuestra paz.
 Debería haber un consenso elemental para despenalizarlas e invertir todo ese dinero en rehabilitación y prevención. Más que preocuparme, me molesta que haya leyes que sirvan para hacer ricos a los criminales. Intento no leer las noticias hasta la noche porque me enojo.
 Estamos en un país donde las opciones políticas son hijas del PRI.
 Me angustia que no haya una izquierda pensante y progresista que no sea la izquierda jurásica que aún cree en Cuba y Corea del Norte como modelos.

La novela maldita de Hammett

Si existe una novela maldita de Dashiell Hammett, esa es Cosecha roja.
A pesar de ser uno de los títulos pioneros del género negro, con su detective rocoso y su femme fatale, su realismo sórdido y su corrosiva carga contra la corrupción, nunca ha sido llevada al cine. La novela, que se acaba de publicar en una nueva traducción al castellano en el volumen Todos los casos del agente de la Continental (RBA), es la única de sus cuatro grandes que carece de película, aunque es pura carne de celuloide.
Y para probarlo ahí están las dos enormes películas en las que palpita su espíritu: Yojimbo, de Kurosawa, con su samurái indestructible que limpia de bandas criminales un pueblo del Japón decimonónico, y Por un puñado de dólares, de Leone, donde el cowboy Eastwood hace lo propio en un polvoriento villorrio del Oeste mexicano.
Nadie, sin embargo, se ha atrevido con la historia original y esa condena oficiosa ha rodeado a Cosecha roja de un aura de obra de culto.
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Según cuentan los expertos, la maldición de Cosecha roja empezó muy pronto
. Poco después de su publicación, en 1929, el superproductor David O. Selznick compró los derechos y le encargó el guión al prestigioso Ben Hecht.
Pero cuando el estudio se fijó en el veneno que supuraba el relato, se echó atrás.
Al parecer no les gustó nada esa historia con grandes empresarios que compran a senadores y congresistas, que acumulan medios de comunicación y que contratan matones para reventar protestas sindicales.
 Por no hablar de la decena de muertos que caen abatidos a tiros entre sus páginas
. Así que rescribieron el libreto y lo dejaron en una comedia (!) con poco que ver con el original.
 Ellos se lo perdieron, porque Cosecha roja es un hito literario que fijó las señas de identidad del género: su atmósfera, sus personajes y su estilo, como recuerda Eduardo Iriarte, traductor de la nueva edición. “Es uno de los títulos fundacionales del género”.
Las otras tres grandes novelas de Hammett no tuvieron esos problemas (La maldición de los Dain ocupa un lugar menor). La adaptación de El halcón maltés, dirigida por John Huston en 1941 con un reparto difícil de repetir, fue un taquillazo; y en la década anterior, El hombre delgado triunfó y dio lugar a varias secuelas, y La llave de cristal (esa estupenda reflexión sobre si es posible la amistad en el inframundo del hampa) fue llevada al cine dos veces, y más tardé influyó en la citada Yojimbo (reversionada en Por un puñado de dólares y El último hombre) y en la muy negra Muerte entre las flores, de los hermanos Coen. Pero la primera novela de Hammett sigue resistiéndose.

Cosecha roja era la confirmación de lo que el autor, exdetective de la agencia Pinkerton, había ido puliendo en sus relatos de la revista pulp Black Mask. Esos textos suponían un distanciamiento respecto a la tradicional novela de detectives.
 Ahora la resolución del misterio dejaba de ser la cuestión central para dar entrada a la crítica social o la indagación moral más turbia.
En esta novela, que es la suma (fix-up) de varios relatos, Hammett exhibe “su tesón para ir desenterrando la corrupción y adentrándose en las entrañas de la sociedad”, añade Iriarte. Lo resumió bien el periodista estadounidense Allen Barra en Salon.
 “En la novela policiaca, resolver el misterio nunca es completamente el objetivo; es un género mucho más inquietante que todo lo que se pueda imaginar en el mundo de Sherlock Holmes; porque en el mundo real, como sabemos, la responsabilidad del crimen se extiende tan lejos en la sociedad que nadie está libre de culpa.
 No existe ningún final nítido que nos haga sentir que el bien ha triunfado sobre el mal”.


En ese ambiente de claroscuros morales nace un personaje como el detective sin nombre de Cosecha roja, un tipo bajo, rechoncho y de mediana edad; un lobo solitario y cínico, de vuelta de mil casos y emocionalmente impermeable, cien por cien pedernal. Como Sam Spade, es el antihéroe de los bajos fondos que Hammett legó como eterno protagonista del noir. Según Iriarte- “Hammett creó un arquetipo de investigador moralmente comprometido con la trama y sumamente realista en sus procedimientos”.
Unos métodos que el autor conocía de primera mano y que transformó en literatura. Su detective "nos relata tanto las líneas de investigación que dan fruto como las que quedan abortadas, lo que hace que la intriga resulte mucho más verosímil, y nos permite experimentar las dificultades, la frustración y, a la postre, la agridulce satisfacción del protagonista”.

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La otra gran innovación de Hammett fue el estilo. “Las frases breves y contundentes, despojadas de adornos innecesarios, la habilidad para describir una situación o un personaje con cuatro pinceladas”, enumera Iriarte, que con esta nueva versión recupera la frescura del original (la versión más popular hasta ahora, de Fernando Calleja, data de hace más de treinta años).
 El traductor destaca de Hammett que “su capacidad de síntesis y su tono descreído sin caer en la melancolía, crítico sin incurrir en el sermoneo; se han convertido en un modelo a seguir para novelistas actuales”. Así construye la personalidad de un tipo granítico capaz de soltar lindezas de este calibre: "Tenía todo el aspecto de estar diciendo la verdad, aunque con las mujeres, sobre todo las mujeres de ojos azules, eso no siempre significa mucho". El muy selecto André Gide consideraba Cosecha roja la mejor novela de Hammett.
“Esos diálogos, conducidos con mano maestra, son cosa para enfrentarla con Hemingway y hasta con Faulkner; todo el relato mismo de una habilidad y un cinismo implacables... En ese género particular es lo más notable que he leído", escribió en el novelista francés.


Cosecha roja es la historia de un detective anónimo de una agencia nacional que llega a Personville (conocida como Poisonville, ciudad envenenada), una pequeña localidad minera atenazada por bandas de gánsters y podrida de corrupción hasta el tuétano.
 Un poderoso empresario local, amo de facto de Poisonville, que mantiene untados a políticos, periodistas y policías, siente amenazado su poder por líderes rivales y decide contratar al sabueso por un buen puñado de dólares para que limpie la ciudad. Así que el agente se plantea una limpieza a fondo. "Ahora voy a pasármelo en grande. Tengo 10.000 dólares suyos para correrme una buena juerga.
Voy a usarlos para abrir Poisonville en canal desde la nuez hasta los tobillos". Su método: desatar una guerra entre facciones criminales que acabe con la destrucción mutua total. Incluso él mismo se ve arrastrado al salvaje despliegue de violencia.
El título de la novela da una idea del resultado.


Esta nueva traducción de Cosecha roja, presentada en un grueso volumen que reúne todos los casos del agente de la agencia Continental (como la novela La maldición de los Dain, considerada menor), se añade a lo que parece un revival hammettiano.
 Recientemente se han publicado el volumen Todos los casos de Sam Spade (RBA) e Interrogatorios (Errata Naturae), que recupera los testimonios del autor durante la Caza de brujas, donde se negó una y otra vez a delatar a otros (aun a costa de la cárcel). Y el próximo capítulo parece que será en el cine.
 El actor Johnny Depp y el cineasta Rob Marshall planean adaptar la novela El hombre delgado, protagonizada por el matrimonio Nick y Nora Charles, dos sofisticados e implacables detectives expertos en chistes y martinis. Depp se reserva el papel de Nick y por el de Nora compiten Rachel Weisz, Emily Blunt, Amy Adams y Kristen Wiig, entre otras. En caso de que la idea se concrete, la película podría suscitar un renovado interés por Hammett y -quién sabe- hasta podría ser que algún productor se acordase de Cosecha roja.