Hace 70 años el Nobel colombiano empezó a ejercer un oficio que le sirvió para su exploración literaria. Ahora se publica una antología de sus artículos
En una noche de viernes de parranda, donde antes había sido un
arrabal de esclavos en Cartagena de Indias, se encendió la mecha del
periodismo y del futuro en Gabriel García Márquez.
Tenía 21 años, estaba sin trabajo y el destino le había arrebatado sus planes de estudiar Derecho y escribir cuentos para ofrecerle un porvenir que él vio aterrorizado cuando un amigo, con la música a todo timbal, le propuso probar suerte como periodista.
“Supo aprender el oficio y poetizarlo desde aquellos días del origen del reportero ligado al escritor y al novelista que se está buscando a sí mismo”, explica Dasso Saldívar, autor de su biografía El viaje a la semilla.
Pasajes de esa geografía periodística-literaria están en El escándalo del siglo (Literatura Random House), con prólogo de Jon Lee Anderson, una antología de medio centenar de crónicas, reportajes y artículos seleccionados por Cristóbal Pera.
Tenía 21 años, estaba sin trabajo y el destino le había arrebatado sus planes de estudiar Derecho y escribir cuentos para ofrecerle un porvenir que él vio aterrorizado cuando un amigo, con la música a todo timbal, le propuso probar suerte como periodista.
“Supo aprender el oficio y poetizarlo desde aquellos días del origen del reportero ligado al escritor y al novelista que se está buscando a sí mismo”, explica Dasso Saldívar, autor de su biografía El viaje a la semilla.
Pasajes de esa geografía periodística-literaria están en El escándalo del siglo (Literatura Random House), con prólogo de Jon Lee Anderson, una antología de medio centenar de crónicas, reportajes y artículos seleccionados por Cristóbal Pera.
Todo empezó hace setenta años.
García Márquez (Aracataca, 1927-Ciudad de México, 2014) se sentía en un callejón sin salida.
A regañadientes comenzó a escribir en el periódico El Universal, de Cartagena de Indias, y a convertir el periodismo en campo de pruebas y laboratorio de su vocación literaria que continuaría en medios como El Heraldo, de Barranquilla, y El Espectador, de Bogotá.
“Los habitantes de la ciudad nos habíamos acostumbrado a la garganta metálica que anunciaba el toque de queda”.
Con esta frase inauguró su mundo periodístico en un artículo del viernes 21 de mayo de 1948.
Desde entonces se centró en originales temas diarios, enfoques, estilos y búsqueda de frases que atraparan al lector desde la primera línea hasta convertirse en un maestro de arranques novelísticos y títulos de obras que han sido copiadas, imitadas y trucadas hasta el aburrimiento:
El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, Del amor y otros demonios…
El periodismo “le enseñó a dar la noticia con un principio que atrajera al lector.
Una especie de golpe que despertara la curiosidad en la gente y siguiera leyendo”, explica Elena Poniatowska, periodista mexicana, Premio Cervantes 2014 y quien fuera amiga del Nobel colombiano. Uno de los célebres comienzos que menciona es el de Cien años de soledad:
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía, había de recordar el día en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Piedad Bonnett, poeta y narradora colombiana, opina que sus arranques “tienen el don de los mejores leads de noticias.
Pero hay más: en novelas como El Coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada el lenguaje tiene un grado de economía enorme, una sequedad que no equivale a simplicidad ni a pobreza sino a contención, pero cargada de poder comunicativo y de sentido”.
Tras pasar por El Universal y El Heraldo, García Márquez regresó a Bogotá a trabajar en El Espectador donde, señala Jon Lee Anderson en el prólogo, pronto adquirió un gran nombre “con su dramática crónica serializada Relato de un náufrago, de 1955”.
Un estilo con menos adjetivos y más verbos
Para Gerald Martin, su biógrafo inglés, “su nuevo estilo tenía menos que ver con los sustantivos y los adjetivos y mucho más con los verbos: el tránsito desde nombrar y describir hasta narrar”, escribió en Gabo.
Periodista, editado por Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano que el autor creó en 1994.
Uno de los mejores ejemplos de simbiosis de periodismo y literatura es Crónica de una muerte anunciada:
“El día que lo iba a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”.
Esta novela, recuerda Saldívar, tiene que ver con la antología que se va a publicar porque el reportaje El escándalo del siglo, que da título al volumen, es su antecedente.
La novela recrea el asesinato de un conocido de su madre y da una visión de la sociedad del pueblo, mientras en El escándalo del siglo García Márquez reconstruye, en 1955, con lujo de detalles la misteriosa muerte de Wilma Montesi en 1953 en Roma y ofrece un panorama de la sociedad italiana.
Fue su primer gran texto desde Europa, y después de Relato de un náufrago.
“Lo más fuerte” que el escritor le dejó a Wendy Guerra, escritora cubana que conoció al autor, fue pedirle “SIEMPRE que al leer su obra supiera que establecía un paralelo con la realidad, pero que no perdiera de vista una premisa: que fuera verdad no siempre hace verosímil una historia”.
Una verosimilitud que el escritor aprendió de autores como Daniel Defoe y su Diario del año de la peste, según Saldívar.
E, incluso, de Robinson Crusoe por la abundancia de detalles, descripciones y datos que trasladan al lector al lugar.
“Tengo una enorme gratitud hacia el periodismo porque creo que sería un novelista diferente si no tuviera la experiencia del periodismo”, confesó García Márquez, en 1993, a los alumnos de la Escuela de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
Una labor que García Márquez hizo con la realidad desde aquel mayo de 1948 cuando el destino lo empujó a trompicones hasta ese oficio en el que no creía, para luego reconocer:
“Yo, que tengo bastantes motivos para decir que el mejor oficio del mundo es el del novelista, creo de verdad, sigo creyéndolo, que es el del periodista”.