La noche del 31 de agosto de 2001, Sara Montiel y su novio de
entonces, el polémico cubano Tony Hernández, cenaron pechugas de pollo a
la plancha y ensalada verde.
Pasadas las once, los dos se sentaron
frente al televisor para “hacer la digestión” mientras veían una
película.
A unos metros de distancia, dos hombres altos, fornidos y
armados con punzones los observaban en silencio
. Estaban decididos a
llevar a cabo su fechoría y no tardaron en abrir con sigilo el ventanal
de la terraza para entrar en el salón.
Pero la pareja no se dio cuenta
hasta que los tenían encima.
“¡Sara, dónde está la caja fuerte!”, gritó uno de los atracadores,
“con acento moro y así, llamándome por mi nombre”, le diría después la
actriz a la policía. “Tranquilos”, respondió ella, “os lo voy a dar
todo. La vida está antes que nada”.
Y los llevó a su dormitorio. “Los
brillantes los tengo en el banco.
Pero se llevaron millones de pesetas y un montón de joyas”,
añadió en su declaración.
Presurosos, los asaltantes salieron con el
botín por la verja del edificio contiguo. “Tanto llevaban que les
pareció una tontería que se les cayera un collar de perlas”.
Para nadie era un secreto que Sara Montiel fue en su momento la
artista mejor pagada de España.
Y ella misma, en cada acto público (y
privado) al que asistía, se encargaba de reafirmar tal aseveración.
Tocados, pendientes, collares, anillos, pulseras… adornaban sin falta su
figura.
Disfrutaba contando dónde había comprado esas finas y valiosas
prendas.
O quién se las regalaba. Incluso a partir de ellas narraba
anécdotas con estrellas de cine, intelectuales y empresarios. Pero lo
hacía con toda naturalidad, como corresponde a una diva: sin petulancia
socarrona, alimentando el mito que la envolvía. En el guion de su propia
vida, Sara Montiel siempre actuaba como una señora rica, fina y
distinguida.
Su colección de arte iba a ser valuada en estos días, quién sabe si con la intención de vender algo"
Pero las cosas empezaron a torcerse cuando en febrero de 2010 anunció
que Francisco Fernández, su administrador, la había estafado y la
prensa rosa lanzó una pregunta: “¿Saritísima está en la ruina?”.
Se dijo
una y otra vez que Fernández le había robado hasta 15 millones de
euros, pues ella echó en falta nueve en sus cuentas bancarias españolas y
otros seis en supuestas cuentas suizas.
La querella que la actriz y
cantante interpuso fue, sin embargo, por 350.000 euros.
Hace más de dos decenios, Francisco Fernández comenzó a trabajar como
asistente de Jaime Borrás, “hombre de confianza” de José Tous Barberán,
el empresario mallorquín que estuvo casado durante casi 30 años con
Sara Montiel.
Cuando Borrás murió, Fernández tomó el relevo como gestor
de Tous.
Poco después, en agosto 1992,
Pepe Tous murió
a causa de un feroz cáncer de colon e hígado, y heredó a su viuda y a
sus hijos adoptivos (Thais y Zeus) dos teatros, un bingo, una plaza de
toros, una librería, un barco, un chalé y un piso en Mallorca, entre
otras propiedades.
Y una cantidad de millones de pesetas jamás revelada.
Ante la querella, no tardaron en desatarse los dimes y diretes.
Desde
entonces, Francisco Fernández no ha perdido la oportunidad de pasearse
por los canales de televisión para contar su versión de lo ocurrido.
Ha
dicho que Sara Montiel lo ha “calumniado” porque “sus hijos ya son
mayores y le estarían pidiendo la herencia de su padre, y al no
podérsela dar, tendría que justificar por qué”. Según Fernández, la
protagonista de
El último cuplé vendió la mayoría de las
propiedades que le dejó su marido y “despilfarró” el dinero que obtuvo.
“No es que esté arruinada, porque todavía tiene mucho patrimonio. Pero
tendría que venderlo para tener liquidez”.
Rocío Fernández Domínguez es la abogada de la intérprete de
Fumando espero.
Afirma que “la querella [contra Francisco Fernández] es un
procedimiento que sigue vivo. Hoy día, el juzgado sigue practicando
diligencias.
Se han mandado oficios a los bancos para que nos informen
acerca del patrimonio de este señor.
Luego esperamos pasar al juzgado de
lo penal o a la Audiencia Provincial. Quizá todo esto tarde todavía un
año o año y medio más”.
Sara Montiel decía que jamás le pasó por la mente gastarse la
herencia de sus hijos (“son infamias”) y varias veces aclaró que no
estaba en la ruina
. No obstante, en septiembre de 2011, el portal
inmobiliario Idealista publicó
un vídeo en el que ella misma mostraba su casa con la intención de venderla
por poco más de tres millones de euros.
Pero hasta el momento, según
Carmen Grey, su amiga y representante, nadie ha comprado la propiedad.
En el testamento de 2008, ahora revocado, les dejaba a sus hijos, Thais y Zeus, únicamente los pisos"
Se trata de un ático ubicado en el séptimo piso de un edificio del
madrileño barrio de Salamanca; el microcosmos de todos los bienes
materiales de la última diva
. En 250 metros cuadrados se reparten un
salón comedor (“tras los cristales / de alegres ventanales”), cuatro
dormitorios, cinco baños, una cocina y un cuarto de servicio.
Y la
terraza, con piscina incluida (“que no es un charco”), ocupa otros 150
metros. Varios de los muebles son antiguos (como “un sillón Luis XVI
auténtico”).
Un montón de cuadros (incluido algún barceló de la primera
época) y fotografías luchan por el espacio de las paredes rojas.
En las
vitrinas, o sobre el suelo, o sobre las alfombras persas, o sobre las
mesas y mesillas se mezclan decenas de esculturas, portarretratos,
jarrones y figurillas.
Aquí vivía con sus dos hijos y aquí
murió la mañana del pasado lunes.
En total tenía siete pisos (que alquilaba) en Madrid, Palma de
Mallorca y Barcelona. Y un chalé en la isla de Tabarca, donde solía
veranear.
No se sabe con certeza cuántas joyas poseía, pero en varias
ocasiones lucía collares de brillantes y esmeraldas, sortijas y
brazaletes con aguamarinas, zafiros, turquesas, rubíes y topacios.
Si
hizo películas taquilleras (“por las que cobraba, como mínimo, un millón
de dólares”), discos superventas, obras de teatro y conciertos en los
que se colgaba el cartel de “entradas agotadas”, ¿por qué no iba a darse
esos lujos? “Su colección de arte iba a ser valorada en estos días, no
sé si con la intención de vender algo”, comenta uno de sus amigos, quien
pide que no revelemos su identidad.
También tenía planeado exponer su
colección de 150 vestidos en enero de 2014 en el Círculo de Bellas Artes
de Madrid. Antes, en noviembre de este año, iba a ser la “estrella
invitada” en el Segundo Festival de Cine Español en Berlín, en el que se
iba a proyectar una selección de su filmografía, que sigue generando
regalías. “Las cantidades que recaudan nuestros socios son
confidenciales.
Sara Montiel tenía registradas 34 obras cinematográficas
y el porcentaje que le correspondía se calculaba dependiendo de dónde
se emitiera la película, el horario y el índice de audiencia que
obtuviera”, explica Fernando Neyra, director de comunicación de Artistas
e Intérpretes, Sociedad de Gestión (AISGE). En la Sociedad de Artistas,
Intérpretes o Ejecutantes de España (AIE) tampoco revelan la cifra que
han generado los derechos de sus discos.
¿Serán únicamente sus hijos quienes heredarán todo su dinero y sus
bienes? ¿O alguien más está incluido en el testamento?
“Eso es algo que
no puedo decir”, responde la abogada Rocío Fernández Domínguez. “Yo sé
que ella ordenó sus últimas voluntades, pero lógicamente no voy a
revelar cuáles son”
. Antonio Bernal es el otro abogado de Sara Montiel y
explica que, “de momento, es incierto decir algo. Tienen que pasar 15
días después de la muerte de una persona para que el Registro de Últimas
Voluntades, dependiente del Ministerio de Justica, diga si hay
testamento.
O varios testamentos. En este caso, el válido sería el
último.
Pero yo no vaticino ningún problema. Tenía dos hijos y a los dos
los quería por igual”. Carmen Grey, la representante de la artista,
agrega que Thais y Zeus “se llevan muy bien”. “Además”, añade, “a pesar
de lo que otros digan, siempre tuvieron una buena relación con su madre y
ella los amaba.
Les habrá dejado a cada uno su parte y ya está”.
Sin
embargo, otras versiones aseguran que la relación entre los hijos es
complicada.
Un hogar en silencio
Unas horas después del entierro de Sara Montiel, la casa donde murió
permanece apagada
. Ana Mendoza, su ama de llaves desde hace dos décadas,
contesta al teléfono con una mezcla de cansancio y tristeza. “La niña
[Thais] está durmiendo. Zeus no está.
Aquí todo está muy solo”.
Cientos
de objetos y reliquias de la artista permanecen mudosa la espera de su
destino.
¿Y qué hay de las cuentas en Suiza? “Sara nunca hablaba de eso, no sé
si existen”, dice Pedro Villora, quien ayudó a redactar a la artista
sus memorias tituladas
Vivir es un placer (Plaza & Janés,
2000).
En 2010, cuando fue demandado por estafa, Francisco Fernández
contó que “en un testamento de 2008, ahora revocado, puesto que luego
hizo otro, Sara les dejaba a sus hijos únicamente los pisos.
Las joyas,
los muebles y los cuadros eran para terceras personas”.
¿Habrá alguna
batalla por la herencia?