Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 abr 2013

Las ventas del comercio siguen a la baja aunque moderan su caída en febrero

Las ventas del comercio minorista a precios constantes -eliminado el efecto de la inflación- cayeron en febrero el 10,6 % respecto al mismo mes de 2012, con lo que este indicador encadena 32 meses a la baja, después de empezar el año con un descenso del 8,8 %. EFE/Archivo / EFE

Las ventas del comercio minorista a precios constantes -eliminado el efecto de la inflación- y corregido de efecto calendario cayeron en febrero el 8% respecto al mismo mes de 2012, con lo que este indicador encadena 32 meses a la baja. No obstante, el descenso es inferior en dos puntos al registrado en enero.
Además, el empleo en el sector retrocedió el 2 % y sumó 55 meses consecutivos de caídas, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si se descuentan las ventas correspondientes a las estaciones de servicio, que disminuyeron un 13,5%, la facturación en el resto de la distribución minorista disminuyó el 10,2%.

La telerrealidad mata

'Supervivientes’ incrementa su leyenda mortífera con dos fallecimientos en su versión francesa.

 

La telerrealidad mata. En Francia ya lo sabían desde 2010, cuando Jean-Pierre, un participante de un programa titulado Engáñame si puedes, acabó son su vida dos meses después de la grabación del programa. Al año siguiente un concursante de Gran Hermano, François-Xavier Leuridan, de 22 años, se arrojaba bajo las ruedas de un coche y ahora, en el entorno paradisiaco de una playa perdida en el golfo de Tailandia, Supervivientes ha ratificado su fama de programa letal con dos nuevos fallecimientos que se suman a las bajas que ya habían registrado las versiones búlgara y paquistaní del programa. Entre polémica y engranaje mediático, el juego de aventura acaba así en pesadilla.
Era la primera jornada de rodaje, el viernes 22 de marzo. Los candidatos llevaban apenas unas horas en la isla de Koh Rong, en Camboya. Estaban frescos. No habían tenido que pasar por las innumerables pruebas de resistencia ni acumulado días de privación de necesidades básicas, como la comida y el sueño, que conforman la base de este programa de éxito, creado en 1997 en Suecia y con adaptaciones en unos 40 países por medio mundo.
Durante la primera prueba, un simple tira y afloja entre el equipo rojo y el amarillo, Gerald Babin, de 25 años, se queja de repente de calambres y es atendido por el médico del programa, Thierry Costa. Este decide evacuarle en barco hasta la enfermería, según explica la productora, al considerar que su estado no es crítico. A bordo de la embarcación, Babin sufre un primer paro cardiaco. Reanimado por el médico, es trasladado, esta vez en helicóptero, hasta el hospital más cercano. De camino al centro médico sufre un segundo paro. Una vez allí se confirma su muerte. La productora anuncia de inmediato el cese del programa y la repatriación del cuerpo y de todo el equipo a Francia. La tragedia no había hecho más que empezar.
Desde 2010, los ‘reality’ de la televisión francesa han registrado hasta cuatro muertes, tres de ellas por suicidio
El caso se enreda en Francia cuando, a los pocos días, aparece un misterioso y demoledor testimonio anónimo de una persona presentada como integrante de la productora. Asegura que el médico tuvo que esperar a que finalizara la prueba antes de poder tratar al enfermo, un intervalo de unos diez minutos durante los cuales Babin permanece tirado boca abajo en la arena y a pleno sol. “La intervención del médico es filmada, y como la primera toma no es buena, le hacen interpretar de nuevo su entrada”, asegura esta fuente, según los medios digitales que publican su declaración. Un segundo y tercer testimonio, también anónimos, confirman esta versión.
El segundo drama está listo. Thierry Costa, de 38 años, el médico que atendió a la víctima, se suicida apenas una semana después de la muerte del concursante, en su habitación de hotel en Camboya, donde esperaba todavía a ser repatriado. Acusa directamente a los medios de comunicación. “Reconstruir esa reputación destruida” por las informaciones difundidas por la prensa “me sería insoportable, es así la única opción posible”, indica en la carta que deja manuscrita, escrita en el papel con el encabezado del hotel.
El caso está ahora en manos de la justicia, que ha abierto una investigación por homicidio involuntario por la muerte de Babin. Para François Jost, sociólogo y profesor de Ciencias de la Información y de Comunicación de la Universidad de París III, la tragedia pone al descubierto la contradicción de base del concepto del programa, uno de los dos pioneros, junto a Gran Hermano, de la llamada telerrealidad. “Nos hacen creer que los participantes son náufragos voluntarios, totalmente abandonados en una isla, en condiciones extremas de calor, de hambre, etcétera. Si es cierto, efectivamente, es extremadamente peligroso”, relata. “Pero por otra parte la productora dice que no es más que un juego y está todo controlado, pero eso quitaría interés al programa”.
Para aumentar “el elemento de realidad”, el programa hace hincapié desde hace años en las considerables pérdidas de peso de los candidatos. “Lo que funciona es el concepto de realidad, aunque al mismo tiempo sabemos que no es del todo real, por lo que de vez en cuando tienen que mostrar elementos como que carecen de comida”, dice Jost. En la anterior edición de Koh-Lanta, la imagen de candidatos con aspecto famélico ya había provocado la controversia.
A la izquierda, el médico Thierry Costa. A la derecha, el concursante Gerald Babin, fallecido durante el rodaje.
“El caso de Koh-Lanta es de alguna forma un caso aislado, pero a la vez es uno que se repite”, analiza por su parte Patrick Eveno, catedrático de la Universidad París 1 Pathéon-Sorbonne, especialista en medios de comunicación. “Es el principio mismo de la telerrealidad, se trata de empujar los límites de los participantes, sean psicológicos o físicos”, añade. “Esto desemboca inevitablemente en casos de personas que muestran debilidades que no se habían previsto, accidentes como el de Babin, o suicidios como han ocurrido con el tiempo”.
Según una investigación televisiva emitida por Canal Plus el pasado mes de septiembre, en total, 18 personas se han suicidado desde 1997 en todo el mundo después de pasar por programas de telerrealidad.
“No se prepara psicológicamente lo suficiente a los candidatos”, relata Jost. Estos no acaban de asumir el hecho de que son productos con una fecha de caducidad muy corta, una fama muy repentina y efímera difícil de gestionar emocionalmente. “Hasta ahora sabíamos que el acompañamiento psicológico era insuficiente, la pregunta se plantea hoy también respecto al acompañamiento físico”, concluye.
Noncho Vodenicharov, de 53 años, fue la primera víctima de Supervivientes.
 Concursante de la versión búlgara del formato, murió de un paro cardiaco durante el rodaje en Filipinas en 2009.
 El mismo año, la versión paquistaní, rodada en Tailandia, sumó la segunda víctima mortal, Saad Khan, de 32 años. Se ahogó delante de las cámaras en una prueba en la que debía atravesar el lago de Bangkok cargando con un peso de siete kilos.
 A diferencia de Francia, en ninguno de los dos casos se detuvo la emisión.
La falta de preparación es el principal argumento que esgrime el abogado de la familia de Babin, Jérémie Assous. El drama, asegura en una entrevista al diario Le Parisien, se podría haber evitado “con un verdadero equipo médico y medios materiales de evacuación mucho más eficientes”. La productora asegura que hay permanentemente un médico, una enfermera y un helicóptero listo para realizar cualquier traslado. Unos medios que Assous considera insuficientes.
“Es totalmente anormal que un solo médico se encargue de 150 personas, entre los participantes y los equipos técnicos del rodaje. ¿Cómo hacía para descansar? ¿Disponía de todos los medios necesarios?”, pregunta.

FERNANDO VICENTE

Chacas está más cerca del cielo que cualquier otro lugar del planeta.
 Para llegar allí hay que escalar los nevados de la Cordillera de los Andes, cruzar abismos vertiginosos, alturas que raspan los cinco mil metros y bajar luego, por laderas escarpadas que sobrevuelan los cóndores, al callejón de Conchucos, en el departamento de Ancash
. Allí, entre quebradas, riachuelos, lagunas, sembríos, pastizales y un contorno donde se divisan todas las tonalidades del verde está el pueblo, de mil quinientos habitantes y capital de una provincia que alberga más de veinte mil.
La extraordinaria belleza de este lugar no es sólo física, también social y espiritual, gracias al padre Ugo de Censi, un sacerdote italiano que llegó a Chacas como párroco en 1976.
 Alto, elocuente, simpático, fornido y ágil pese a sus casi noventa años, posee una energía contagiosa y una voluntad capaz de mover montañas
. En los 37 años que lleva aquí ha convertido a esta región, una de las más pobres del Perú, en un mundo de paz y de trabajo, de solidaridad humana y de creatividad artística.
Las ideas del padre Ugo son muy personales y muchas veces deben haber puesto a los superiores de su orden —los salesianos— y a los jerarcas de la Iglesia, muy nerviosos.
 Y a los economistas y sociólogos, no se diga.
 Cree que el dinero y la inteligencia son el diablo, que los enrevesados discursos y teorías abstractas de la teología y la filosofía no acercan a Dios, más bien alejan de él, y que tampoco la razón sirve de gran cosa para llegar al Ser Supremo.
A éste, en vez de tratar de explicarlo, hay que desearlo, tener sed de él, y, si uno lo halla, abandonarse al pasmo, esa exaltación del corazón que produce el amor
. Detesta la codicia y el lucro, el piélago burocrático, el rentismo, los seguros, las jubilaciones y cree que si hay que hacer alguna crítica a la Iglesia Católica es haberse apartado de los pobres y marginados entre los que nació.
Ve a la propiedad privada con desconfianza.
 La palabra que en su boca aparece con más frecuencia, impregnada de ternura y acentos poéticos, es caridad.
Cree, y ha dedicado su vida a probarlo, que la pobreza se debe combatir desde la misma pobreza, identificándose con ella y viviéndola junto a los pobres, y que la manera de atraer a los jóvenes a la religión y a Dios, de los cuales todo en el mundo actual tiende a apartarlos, es proponiéndoles vivir la espiritualidad como una aventura, entregando su tiempo, sus brazos, sus conocimientos, su vida, a luchar contra el sufrimiento humano y las grandes injusticias de que son víctimas tantos millones de seres humanos.
Los utopistas y grandes soñadores sociales suelen ser vanidosos y auto referentes, pero el padre Ugo es la persona más sencilla de la tierra y cuando, con ese sentido del humor que chispea en él sin descanso, dice: “Me gustaría ser un niño, pero creo que soy sobre todo un revoltoso y un stupido” (palabra que, en español, se debe traducir no por estúpido sino por sonsito o tontín) dice exactamente lo que piensa.
Hay que ver de cerca
y tocar todas estas
obras para maravillarse
y conmoverse
Lo curioso es que este religioso algo anarquista y soñador es, al mismo tiempo, un hombre de acción, un realizador de polendas, que, sin pedir un centavo al Estado y poniendo en práctica sus peregrinas ideas, ha llevado a cabo en Chacas y alrededores una verdadera revolución económica y social. Ha construido dos centrales eléctricas y canales y depósitos que dan luz y agua al pueblo y a muchos distritos y anexos, varios colegios, una clínica de 60 camas equipada con los más modernos instrumentos clínicos y quirúrgicos, una escuela de enfermeras, talleres de escultura, carpintería y diseño de muebles, granjas agrícolas donde se aplican los métodos más modernos de cultivo y se respetan todas las prescripciones ecológicas, escuela de guías de altura, de picapedreros, de restauración de obras de arte colonial, una fábrica de vidrio y talleres para la elaboración de vitrales, hilanderías, queserías, refugios de montaña, hospicios para niños discapacitados, hospicios para ancianos, cooperativas de agricultores y de artesanos, iglesias, canales de regadío, y este año, en agosto, se inaugurará en Chacas una universidad para la formación de adultos.
Esta incompleta y fría enumeración no dice gran cosa; hay que ver de cerca y tocar todas estas obras, y las otras que están en marcha, para maravillarse y conmoverse
. ¿Cómo ha sido posible?
 Gracias a esa caridad de la que el padre Ugo habla tanto y que desde hace casi cuatro décadas trae a estas alturas a decenas de decenas de voluntarios italianos —médicos, ingenieros, técnicos, maestros, artesanos, obreros, artistas, estudiantes— a trabajar gratis, viviendo con los pobres y trabajando hombro a hombro con ellos, para acabar con la miseria e ir haciendo retroceder a la pobreza.
 Pero, sobre todo, devolviendo a los campesinos la dignidad y la humanidad que la explotación, el abandono y las inicuas condiciones de vida les habían arrebatado
. Los voluntarios y sus familias se pagan los pasajes, reciben alojamiento y comida pero no salario alguno, tampoco seguro médico ni jubilación, de modo que formar parte de este proyecto les significa entregar su futuro y el de los suyos a la incertidumbre más total.
Y sin embargo allí están, vacunando niños y tirando lampa para embalsar un río, levantando casas para comuneros misérrimos en San Luis, diseñando muebles, vitrales, estatuas y mosaicos que irán a San Diego y a Calabria, dando de comer o haciendo terapia a los enfermos terminales del asilo de Santa Teresita de Pomallucay, levantando una nueva central eléctrica, cocinando las setecientas comidas diarias que se distribuyen gratuitamente y formando técnicos, artesanos, maestros, agricultores, que aseguren el futuro de los jóvenes de la región. Uno de estos jóvenes voluntarios se llamaba Giulio Rocca, y trabajaba en Jangos, donde lo asesinó un comando de Sendero Luminoso, explicándole antes que lo que él hacía allí era un obstáculo intolerable para la revolución maoísta.
 Años después, otro miembro del proyecto, el padre Daniele Badiali, fue asesinado también porque se negó a entregar el rescate que le pedía un puñado de ladrones.
Sin salario ni seguro,
los voluntarios entregan
su futuro y el de los suyos a la incertidumbre más total
En la actualidad hay unos cincuenta voluntarios en Chacas y unos 350 en toda la región. Viven modestísimamente, en comunidad los solteros y en viviendas las parejas con hijos, mezclados con los pobres y, repito, no ganan salario alguno. Las obras que construyen, apenas terminadas, las ceden al Estado o a los propios usufructuarios; según la filosofía del padre Ugo, el proyecto Mato Grosso no tiene bienes propios; todos los que crea, los administra sólo temporalmente y en beneficio de los necesitados, a quienes los cede apenas son operativos. La financiación de las obras proviene, además de la exportación de muebles, de donativos de instituciones, empresas o personas de muchos lugares del mundo, pero principalmente de Italia.
Los voluntarios vienen por seis meses, uno, dos, tres, diez años, y muchos se quedan o regresan; traen a sus niños o los tienen aquí, en esa modernísima clínica donde los usuarios sólo pagan lo que pueden o son atendidos gratuitamente si no pueden.
Es divertido ver a esa nube de niños y niñas de ojos claros y cabellos rubios, en la misa del domingo, entreverados con los niños y las niñas del lugar cantando en quechua, italiano, español y hasta en latín
. A muchos de estos voluntarios les pregunté si no los angustiaba a veces pensar en el futuro, el de ellos y el de sus hijos, un futuro para el que no habían tomado la menor precaución, ni ahorrado un centavo. Porque sólo en Chacas los pobres tienen asegurado un plato de comida, una cama donde dormir y un médico que los atienda en caso de enfermedad.
 En el resto del mundo, donde reinan aquellos valores que el padre Ugo llama diabólicos, los pobres se mueren de hambre y la gente mira para otro lado.
 Se encogían de hombros, hacían bromas, siempre habría un amigo en alguna parte para echarles una mano, la Madonna proveerá.
La confianza y la alegría son como el aire puro que se respira en Chacas.
Estoy convencido de que, pese a la notable grandeza moral del padre Ugo y sus discípulos y de la fantástica labor que vienen realizando en los cuatro países donde tienen misiones —Perú, Bolivia, Ecuador y Brasil— no es éste el método gracias al cual se puede acabar con la pobreza en el mundo.
 Y no lo creo porque mi escepticismo me dice que no hay, en el vasto planeta, suficientes dosis de idealismo, desinterés y caridad como para producir transformaciones como las de aquí. Pero qué estimulante es vivir, aunque sea sólo por un puñado de días, la experiencia de Chacas y descubrir que todavía hay en este mundo egoísta hombres y mujeres entregados a ayudar a los demás, a hacer eso que llamamos el bien, y que encuentran en esa entrega y ese sacrificio la justificación de su existencia.
 ¡Ah, si hubiera tantos stupidi en el mundo como en Chacas, querido y admirado padre Ugo!
© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2013.
© Mario Vargas Llosa, 2013

Galaxia Inditex

De un taller creado hace medio siglo a un emporio con 120.00 empleados. Con la marca Zara a la cabeza, la compañía que ha hecho de Amancio Ortega el tercer hombre más rico del mundo, se expande con su fórmula imbatible: dar al cliente lo que quiere.

El equipo de diseño formado por Socorro, Loreto, María y María Jesús, y la modelo Tere (de izquierda a derecha). / CATERINA BARJAU

"Como Hawai, pero tropical”
–“¿Y la flor japonesa?”.
Las cuatro mujeres no hablan de botánica, sino de moda. Sobre la mesa tienen telas, bocetos y un estadillo de ventas.
 Mejor flores grandecitas, pero sin pasarse
. En cinco semanas –dos para fabricar el tejido y tres para confeccionar las prendas–, este algodón con motivos que evocan margaritas dará forma a miles de modelos repartidos en las tiendas de 86 países.
 Esto es Zara, la madre de la moda rápida, el corazón de un gigante llamado Inditex.
El centro de ese corazón, hasta ahora vedado a la prensa, es el departamento de diseño en la localidad coruñesa de Arteixo, donde se asienta el cuartel general del grupo. Una inmensa nave con 300 almas –sobre todo jóvenes, de 30 nacionalidades–, ordenadores, percheros que delimitan las zonas de trabajo, rollos de tela y máquinas para coser prototipos. En el centro, la espina dorsal: la línea de mesas donde se hace el seguimiento diario de las ventas en los cinco continentes; las encargadas de todas las tiendas reportan detalladamente cada jornada. La información es clave para cumplir el mantra de la empresa: lo que se vende es lo que gusta, luego hay que hacer lo que gusta para que se venda… pero sin repetir lo anterior. Esta especie de silogismo rige el imperio del tercer hombre más rico del mundo según Forbes y Bloomberg, Amancio Ortega, el creador de la mayor cadena mundial de moda a partir de un taller de batas nacido hace 50 años. Su fórmula combina modelo certero y rápido, logística impecable y gusto global. La misma chaqueta en Toledo y en Shanghái.
Diseñadores y comerciales de 30 países trabajan juntos para acertar con el gusto del cliente
En una esquina, las cuatro trabajadoras tienen claro el estampado. Tocan los distintos tejidos –seda, viscosa, algodón; unos son más versátiles que otros– y echan un vistazo a la media docena de folios con bocetos a lápiz. Esbozos de chaquetas, pantalones, blusas… Hechuras y tejidos deben casar en armonía. A eso también contribuye Tere, la maniquí, que camina con el prototipo de un conjunto de seda –se cose uno antes de dar el visto bueno–. La duda ahora está en si el pantalón combina mejor con chaqueta o túnica, pero también hay que ver la caída de la prenda. Las patronistas, María José y Socorro, siempre piensan en la comodidad, en una pinza aquí o allá. “Opinamos todas. Somos clientas de nuestro propio negocio. Es importante que te guste la prenda, aunque no siempre te la pondrías tú”, afirma Loreto, diseñadora. Ninguna facilita sus apellidos. Esto es trabajo en equipo y sin egos, el sello de una casa que esgrime discreción y humildad. “Buscamos el consenso”, añade María, la comercial, que está al tanto de las ventas –al día o acumuladas, de cualquier modelo y tienda–. Si no se logra el acuerdo, decide quien maneja los números.
Para acertar con lo que gustará al cliente –sobre todo clienta–, la creación parte de la experiencia: las ventas, las demandas del público que reportan las tiendas, los fracasos cuando los hay. Pero debe ir de la mano de la intuición para lograr algo nuevo, a veces similar. Hay que hacer una apuesta por los colores –¿la gama de los que triunfan en tienda o innovar?–, decidir entre lisos o estampados –¿grandes, pequeños, geométricos?–, elegir las hechuras.
 El objetivo es seguir la tendencia, esa línea a menudo vaporosa y de duración incierta que separa lo que es moda de lo que no lo es. Intervienen el gusto propio y ajeno, los tonos dominantes en una gala televisada, lo que lleva la gente por la calle y, por supuesto, Internet. 
“El mundo está en un ordenador. Haces una ensalada con todo y ves puntos en común”, explica Loreto. Esa confluencia es una especie de eureka: por ahí va la tendencia.
“La moda rápida es la reacción a lo que sucede en la calle, a la gala de los Oscar, al último artículo de Vogue”, explica el profesor José Luis Nueno, autor de una investigación sobre el modelo Zara para la Universidad de Harvard –Inditex es un caso de estudio en muchas escuelas de negocios–. 
Para él, en la base de la ensalada están “los desfiles de las grandes casas de moda, las indumentarias televisivas y la calle”. ¿La inspiración tiene parte de copia? “No se llama copiar, se llama orientación moda y lo hace todo el mundo”, señala este profesor de la escuela de negocios IESE.
Los talleres externos como este de Arteixo deben cumplir un código ético. A veces lo sortean, como se descubrió hace poco en un incendio en Bangladesh. / CATERINA BARJAU
Loreto y María siguen la tendencia, pero también contribuyen a ella. Para el cliente, la moda es en gran medida lo que encuentra de nuevo en las tiendas. En las suyas –6.009 en 86 países–, Inditex ofrece 27.000 diseños al año –18.000 de Zara–. Se reproducen en una cantidad ingente de artículos: el mundo tiene 960 millones de prendas de la galaxia Ortega y algo más de 7.000 millones de habitantes, a tenor de los datos del año pasado. “Cuando algo gusta, triunfa en todas partes”, sentencia María. Si no gusta, hay flexibilidad para paliar el error. La producción se puede modular y el tinte permite afinar con el color. Ventajas del sistema de producción vertical, que controla todos los pasos.
“El cliente quiere hoy lo que vio ayer. Le mueve ir a la última a buen precio. Hay muy poco riesgo en la adquisición, porque el desembolso no es muy elevado”, analiza Nueno
. E Inditex se lo pone en tres semanas en el escaparate gracias a un complejo engranaje. La velocidad también es clave para el comprador: si la prenda agrada, mejor adquirirla sobre la marcha, porque no se repite hasta la saturación. La novedad –llegan modelos distintos dos veces por semana– es el mejor gancho para visitar con frecuencia unas tiendas que se cuidan con mimo y se ensayan con antelación en Arteixo. Aquí nada queda al azar, ni siquiera la música ambiental de los establecimientos. Ya están en pruebas los escaparates del próximo otoño, con negros y dorados.
El enorme ejército de la aguja templa sus armas. El tejido se analiza en laboratorio para comprobar que cumple la normativa. Del diseño a los patrones. En las fábricas –Inditex tiene 10 en este polígono industrial– se cortan las piezas de la moda rápida, la seña de identidad de la compañía. Cuellos, delanteros, espaldas, mangas… 
Un gigantesco puzle etiquetado parte rumbo a una maraña de empresas de confección cercanas. Las ocho marcas de la galaxia Inditex –Pull & Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Uterqüe, Zara Home y la propia Zara, que incluye Kiddy’s Class y Lefties– funcionan con autonomía y disponen de una red de 1.490 talleres en 60 países. En ellos se dan las puntadas.
Las prendas más actuales se realizan en “proximidad”, que para Inditex significa España –sobre todo Galicia–, Portugal, Marruecos y Turquía. Concentran en torno al 51% de la producción, según la compañía. El resto se confecciona en países más lejanos, sobre todo asiáticos, con mano de obra más barata, como China, Camboya, India y Bangladesh. Los plazos son mayores.
La proximidad es hoy el mismo Arteixo, el concejo de 30.700 habitantes junto a A Coruña cuna del imperio textil. Allí, entre la carretera y un huerto donde campan las gallinas, Matilde Matas, exempleada de Inditex, y Juan Campos, exvendedor de maquinaria, han creado uno del centenar de talleres gallegos que trabajan para el grupo.
 Esta mañana toca hacer camisas a cuadros de Pull & Bear, 3.000 al día en un trabajo en cadena. Taylorismo en estado puro, decenas de mujeres afanadas sobre las máquinas: una da el pespunte exterior; otra cose puños; otra, botones; otra, ojales. “Es la forma de tener productividad”, explica Campos. Aunque la música alivie, la confección “es un trabajo duro”. No le faltan candidatos, ni en España, ni en los países donde se hace la moda más lenta, como las camisetas y buena parte de las prendas básicas del fondo de armario.
El mundo tiene 960 millones de prendas de Inditex y algo más de 7.000 millones de habitantes
Cerca o lejos, todos los talleres que trabajan para Inditex han de cumplir un código de conducta que obliga a ofrecer un trato justo y digno y condiciones de trabajo y salario correctas. Pero a veces dan disgustos. El último, el incendio en una factoría de Bangladesh donde fallecieron siete personas el pasado enero. En Arteixo destacan que un proveedor local había subcontratado ese taller sin el preceptivo permiso previo de Inditex. Han roto con los dos.
 “Hemos compensado económicamente a los heridos, a las familias de los fallecidos y a los trabajadores que perdieron el empleo”, explica Félix Poza, directivo de responsabilidad social corporativa (RSC).
Cualquier escándalo puede ser tan global como la moda y muy dañino. La compañía ha reforzado la política de responsabilidad desde 2007. Ha suscrito acuerdos de alcance mundial, con los sindicatos por ejemplo, y aumentado las inspecciones por sorpresa. Cuando se detectan incumplimientos, se ofrece un plazo para corregirlos y se evalúan después. El control es el punto que critican los sindicatos españoles, en general satisfechos con las condiciones en las fábricas propias y algo menos con las de las tiendas –más de 1.900 en España–, sobre todo por el empleo a tiempo parcial que permite flexibilidad a la compañía.
 “Cuando se produce una denuncia, reaccionan bien, pero falla la prevención”, asegura Paula Alves, delegada de UGT. “La empresa no logra impedir que los subcontratistas incumplan el código ético”, añade Carmen Expósito, de la Federación de Industria Textil de CC OO. Más radical se muestra la Confederación Intersindical Galega (CIG). “El código de conducta es un lavado de imagen sin efectos prácticos”, afirma su responsable de textil, Dores Martínez.
“Las empresas se mueven con las denuncias, no con la prevención, pero al menos Inditex es de las que se mueven”, concede el activista Albert Sales. Trabaja en la campaña Ropa Limpia –presente en 14 países, en España a través de las ONG que forman Setem–, que denuncia la precariedad laboral en “la industria global de la confección”, marcada “por la difícil planificación y la necesidad de cumplir plazos”. “Inditex es la empresa líder del mundo. Fuerza a otras a posicionarse sobre la RSC y a tener algunos compromisos, pero el tiempo demuestra que son ineficaces”, sostiene.
 El problema de fondo es “estructural”, consecuencia de un modelo de producción que entraña “presiones muy fuertes sobre los productores”. “En la moda rápida, los riesgos del negocio se transfieren a los trabajadores y se convierten en riesgos sociales para ellos”, zanja Sales. “Ya hemos pasado de reactivos a proactivos”, defienden en el equipo de RSC de Inditex. “Somos exigentes, pero no somos de exprimir. Nos creemos la obligación de ser decentes”, añaden un escalón más arriba. “Los derechos humanos y laborales son indisociables”.
Varios trabajadores eligen las fotos de modelos que se incluirán en la página de la venta por Internet. / CATERINA BARJAU
Las factorías externas son vitales, pero también la tecnología –el primer ordenador se compró en 1976– y la logística. La novedad llega por tierra, aire o mar, y siempre acaba en un camión rumbo a las enormes plataformas logísticas. Todo lo de Zara pasa por la de Arteixo para acabar en las 1.925 zaras del mundo.
Los modelos de mayor prestancia, como las chaquetas, hacen escala previa en la fábrica. Ahora está inundada de americanas fucsia –este verano mandan los colores fuertes–
. Se planchan una a una, en cadena, con máquinas informatizadas: unas operarias, las mangas; otras, los delanteros. Suena Cuerpo triste, de Estopa, pero nadie se queja.
 Una docena de empleadas dejan listas 4.000 chaquetas al día.
 Y alguna, como Isabel Naya, elige de paso su compra. “Antes llamaba a una amiga que trabaja en una tienda para que me avisara cuando llegara, pero con Internet ya no hace falta”, dice sonriente.
La venta online es la nueva joya de la corona del imperio Ortega, aunque la compañía se resiste a dar datos. Despegó con cierto retraso,a partir de 2010, y ya está implantada en 23 países, China incluida. Amén de facilitar una gran información que complementa la de las tiendas –“se puede medir hasta la duda”, dicen–, es otro canal de ventas y realimenta al clásico. El cliente suele recoger el encargo en el establecimiento y siempre puede adquirir algo más.
Para quien va de compras por la pantalla, se mima el escaparate electrónico. En la web se presentan primero los modelos con los que posa, “sin pensar en nada”, la maniquí Amanda Moreno en el estudio. Luego se potencian con las combinaciones que conforman el catálogo.
 El público puede enviar sugerencias. Aquí no se da puntada sin hilo. Por aprovechar, hasta se reutilizan media docena de veces las cajas de cartón antes de reciclarlas. La factura eléctrica se atenúa con las placas solares y el molino eólico del cuartel general. La sostenibilidad ambiental empezó con otro criterio muy en el ADN de la casa: el ahorro.
Las prendas de moda rápida se confeccionan en cadena en España, Portugal, Marruecos y turquía
Las chaquetas fucsia avanzan por raíles hasta la plataforma logística.
 Los ordenadores rigen el sistema, ideado a partir del transporte de maletas, la clasificación postal y los códigos de barras. Así se organizan los envíos a cada Zara dos veces por semana. “Pasa un par de días desde que una tienda en Japón nos hace el pedido hasta que lo recibe”, concreta el portavoz de Inditex, Jesús Echevarría.
Ese comercio nipón será como cualquier otro de la cadena: minimalista y glamuroso, ambiente relajado. La tienda, palabra que se pronuncia con devoción en Arteixo, es el principal escaparate de una firma que apenas gasta en publicidad. Un ahorro importante. “Cada cliente debe tener su propia imagen de Zara, ser su juez sin la influencia de los anuncios”, defiende Echevarría. Y si el cliente es una celebridad que viste la marca –detalle que suele trascender–, ¿qué mejor promoción?
Homogéneas, pero también hay zaras en ubicaciones singulares y, cada vez más, en sitios de lujo, Quinta Avenida incluida. Entre marzo de 2011 y junio de 2012, Inditex ha destinado 960 millones de euros a comprar tres locales emblemáticos –tiendas bandera que posicionan la marca– en otras tantas millas de oro de Nueva York , Milán y Londres. Pero aseguran que no viran hacia el inmobiliario. “No es nuestro negocio. Generalmente alquilamos porque el coste y el riesgo son menores”. Pero tampoco iban a dejar pasar oportunidades de inversión como esas, y había caja bastante. Aquí no se desaprovecha nada.
La tesorería no falta. Inditex ha abierto el ejercicio con 4.097 millones disponibles. Año tras año, bate récords. En el último ejercicio (de febrero de 2012 al 31 de enero pasado) sus ventas se han encaramado un 16%, hasta los 15.946 millones de euros –dos tercios corresponden a Zara–. Equivalen a más del 1,5% del PIB español. El beneficio neto supuso 2.361 millones, un 22% más. Es la empresa española con mayor valor en Bolsa.
En la fábrica se planchan miles de chaquetas. Suena la canción ‘Cuerpo triste’, pero nadie se queja
El negocio nacido de la intuición de Ortega crece ajeno a los agujeros de la crisis: este año prevé abrir al menos 440 tiendas más, especialmente en Asia –“una pieza clave para la expansión”, definen–, América y en países europeos como Rusia. En España no. Ahora no toca: aquí la facturación cayó el año pasado un 5%, la mayor bajada de su historia. La compañía la justifica por el “ligero” descenso de las ventas y la absorción del aumento del IVA. Aunque suministra “el 12% de la ropa que se compra”, según el profesor Nueno, la caída “dramática” del gasto ciudadano se deja notar. Ahí inscribe el experto la remodelación de algunas zaras en el sello Lefties. “No son una estrategia contra la crisis. Los lefties nacieron hace 20 años”, defienden en Inditex. Solo existen en España y Portugal –los países donde los precios de Zara son más bajos–, y han aumentado su papel inicial: dar salida al stock sobrante, el santo grial del textil. Los lefties, unos 80, disponen de colección propia y compiten en la gama baja. La necesidad se ha vuelto a hacer virtud, como el reciclaje de las perchas en alarmas electrónicas.
Con la fórmula de ofrecer al cliente lo que quiere comprar y hacerlo deprisa, la compañía ha crecido hasta ser un emporio. Inditex tiene 120.000 empleados, en torno al 80% mujeres –40.000 en España–. Y eso 38 años después de abrir en un esquinazo de la calle coruñesa de Juan Flórez su primera tienda Zara, que luce como nueva y tiene dos generaciones de clientas. Difícil evocar un pasado de batas cuando ha devenido en un presente de casi mil millones de objetos al año entre ropa de mujer, niño, hombre, adolescentes, hogar, calzado, complementos, perfumes. Una marca también para cada tipo de consumidor. “Inditex avanza como una legión romana en la que los militares están enganchados entre sí y caminan al mismo paso
. Ha poblado los centros de las ciudades de marcas propias competidoras que buscan posesionarse de los consumidores de precio mediano, pero también ofrece productos premium”, analiza Josep Francesc Valls, profesor de dirección de mercadotecnia en la escuela de negocios Esade. “No es lo mismo en todos los países. En algunos es de lujo”, añade este experto, que considera “un pionero del low cost” al empresario de un pueblo de León que empezó a trabajar siendo niño.
Amancio ortega juega un papel muy inspirador y siempre está disponible para una consulta”
Amancio Ortega, de 77 años, que nunca ha dado una entrevista, sigue dejándose ver por Arteixo, aseguran en este cuartel general donde las corbatas son una rareza. No es la única huella de un hombre con fama de humilde y padre de un modelo de producción vertical que controla todos los eslabones del producto. En 2011, el creador de Inditex, propietario del 59,6% del capital –lo que le ha reportado 813 millones de euros por el último ejercicio–, dio un paso atrás. Nombró presidente a Pablo Isla, el capitán que ha virado hacia Asia y pasa casi la mitad del tiempo de viaje en el avión de la compañía. “Ortega juega un papel muy inspirador y siempre está disponible para una consulta”, dicen. 
Su hija pequeña, Marta, de baja por maternidad, trabaja de comercial en Zara. Es heredera, pero propiedad y gestión están deslindadas.
Lo que no conoce lindes es el futuro. “Nos queda un recorrido inmenso. Tenemos un potencial enorme de crecimiento. Nuestra presencia es global, pero en el 90% de los mercados estamos empezando”, aseguran en la empresa. “Inditex tiene un modelo excelente y todavía puede crecer mucho”, afirma el profesor Nueno. Y añade: “Tendría que ocurrir algo terrible para que fracasara, un Armagedón”. 
Pero si el Apocalipsis llega, quizá vista de Zara.