Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

14 dic 2012

Embestir....Maruja Torres

Desde que el ministro Von Wert asumió que él es como un toro bravo, esta antitaurina probada sueña, qué digo soñar, deliro, por el deseo de convertirme en picadora, lanza en mano.

La anhelada manifestación cibersacrade Benedictuit-16 no debería distraernos de otros placeres concretos y terrenales, de los que disfrutamos en la Piel de Toro.
 Son múltiples y variados, pero todos proceden del mismo vivero de estupideces malsanas: el Gobierno (la oposición, inexistente, da para lo que da).
Me refiero al placer de llevarles la contraria
. Desde que el ministro Von Wert asumió que él es como uno de esos animales bravos, y que se crece ante el castigo, nuestros alicientes brotan por doquier.
 Desde dicho momento confesional crecido —porque el hombre sin duda se refería a sus atributos: los tengo como un toro, era el burdo mensaje subyacente en sus bajos fondos—, esta antitaurina probada sueña, qué digo soñar, deliro, por el deseo de convertirme en picadora, lanza en mano.
Consumidos por el ánimo de contradicción estamos ya unos cuantos, hasta el punto de que, escuchando a otro soberbio de cabecera, Gallardón, echando mierda sobre la judicatura, yo, que generalmente sostengo que cuanto más lejos se quede una de los juzgados, mejor, estoy dispuesta a rodear amorosamente cuantos edificios emblemáticos de la justicia haya, y a abrazarlos y restregarme contra sus muros como una frenética. Lo de la sanidad ya lo están viendo ustedes: empezaron los de arriba acusando a los profesionales de no mirar más que por sus intereses, y cada día somos más quienes nos solidarizamos con su lucha, que es la nuestra.
Llegados a este punto me deleito con una fantasía cuya materialización superaría cualquier otra.
 Y es que si la María Antonieta barbuda que nos gobierna sigue en este plan con los croissants, muy pronto estaremos todos —incluida esa parte de sus propios votantes a la que van arrollando— listos y dispuestos para iniciar, por fin y con dos siglos y pico años de retraso, la Revolución Francesa. Allons, enfants.

 

Carlos y Camilla felicitan la Navidad


El christmas de la familia real británica en 2012. / WPA Pool (Getty Images)
Carlos y Camilla posan sonrientes, sin mirar a la cámara, saludando a los ciudadanos que han salido a las calles para celebrar, el pasado verano, el Jubileo de Diamante de la reina Isabel II.
 Así de poco navideña es la tarjeta de felicitación que este año ha decidido enviar el palacio de Buckingham en nombre de la pareja real.
2012 ha sido un año muy especial para la familia real británica
. El príncipe de Gales tenía este año multitud de imagines para elegir a la hora de felicitar la Navidad. Los exitosos Juegos Olímpicos de Londres, el anuncio del primer bebé de su hijo Guillermo y Kate Middleton. Sin embargo, el heredero se ha decantado por rememorar el paseo en barco que todos los miembros de la monarquía llevaron a cabo el pasado 3 de junio por el río Támesis.
El Jubileo de la reina, que ha cumplido los 60 años en el trono, acaba 2012 despidiéndose a través del christmas de Carlos y Camilla.
Y cierra el año con el mismo espíritu de celebración con que lo abrió: el viaje a través de los países de la Commonwealth, el lanzamiento de una colonia con el aroma del reino de Su Majestad, los festejos masivos del pueblo británico. Sin duda, el Jubileo de Diamantes es el acontecimiento más importante de la monarquía británica en el año que se va.
La imagen, obra del fotógrafo Danny Martindale, muestra a la pareja sonriente, saludando al público. La duquesa de Cornualles lleva un abrigo de Anna Valentine y un sombrero de Philip Treacy, mientras su marido luce su uniforme de ceremonias de la Marina Real.
 En el barco, ese día, iban acompañados por la reina, el duque de Edimburgo, los duques de Cambridge y el príncipe Enrique.

Jacques Audiard: “Vivimos tiempos de un cinismo realmente odioso”

El director francés estrena en España 'De óxido y hueso', un drama amoroso protagonizado por Marion Cotillard y Matthias Schoenaerts.

 

Jacques Audiard (París, 1952) es como sus películas.
 Aunque sea un lugar común aplicar el paralelismo entre un creador y sus obras, parece imposible no caer en la tentación con el cineasta francés, un tipo atildado, de traje elegante, siempre de corte moderno, con algún detalle rompedor, al que le gusta llevar sombrero o gorra –no suele descubrir su calva- y unas gafas de sol que aumentan la fiereza de su sonrisa. Es cineasta como podría ser gánster: impoluto y contundente en el vestuario y en la charla
. Le gustan las películas directas, como crochets pugilísticos, la mejor manera de definir Un héroe muy discreto, Lee mis labios, De latir mi corazón se ha parado, Un profeta y la que estrena hoy en España, De óxido y hueso.
El director Jacques Audard / álvaro garcía
No salió bien parado del certamen de Cannes este drama amoroso, la relación entre una entrenadora de orcas que pierde las piernas (Marion Cotillard, reclamando a gritos su segundo oscar) y un exboxeador (sorprendente Matthias Schoenaerts) que sobrevive con un hijo de seis años como puede, con pequeñas chapuzas.
 Cuando Audiard vino a España a la entrega de los Goya, a los que optaba con Un profeta, él y su guionista habitual, Thomas Bidegain, aseguraban que iban a hacer algo romántico
. Con sus desazones morales, su pobreza económica, su crudeza emocional y su violencia física, ¿es De óxido y hueso lo que ellos entienden como romanticismo? “Tengo dudas.
 Queríamos decir que estábamos escribiendo una historia de amor, algo que era nuevo para Tom y para mí. Es cierto que hemos batallado con los relatos del canadiense Craig Davidson que nos inspiraron el filme, porque les hemos pegado algo que no tenían: el personaje femenino.
Se resistían”.
Es la primera vez que Audiard coloca como motor de la historia a una mujer.
 “Cuando estaba montando Un profeta, confirmé que cada película provoca una frustración, y la de Un profeta era que no había mujeres, ni amor, no había espacio o luz, y rápidamente nació el deseo de esa historia de amor y de un personaje femenino. Justo entonces leí los relatos de Davidson
. Entonces eran dos proyectos distintos, y acabamos atornillándolos”.
 En De óxido y hueso hay amor, luz y espacio, pero al estilo Audiard: a la protagonista la enclaustra en una silla de ruedas, la luz y el espacio son angustiosos, casi dolorosos en contraposición a las dificultades de la protagonista, el amor tarda en surgir. “Puede que sean conceptos abstractos, de acuerdo, pero mi deseo no lo era.
Son personajes encerrados en sí mismos que viven una historia de amor, y cuento cómo nace y los distintos casos que hay: de un hijo a un padre, entre hermanos y el de la pareja protagonista, que pasa de la amistad a los servicios sexuales para acabar en el te quiero”.
De óxido y hueso recuerda poderosamente a Una vida mejor, de Cédric Kahn, con Guillaume Canet en ese rol de padre al borde del desahucio económico y moral, oprimido en espacios abiertos, de sentimientos encerrados.
 “Sé de que hablas, aunque no la he visto. Conozco a Cédric, me han preguntado otras veces por ella. También me preguntan por… ¿cómo se llama la película esa de François Cluzet que es parapléjico?”. ¿Intocable? “Ah, esa, pero tampoco la he visto.
 Es el año de las sillas de ruedas”
. Mientras dice esta frase entre risas, Audiard saca lo mejor de su sarcasmo: por el tono y los gestos queda claro que sabe perfectamente el título de Intocable, el descomunal éxito francés en la taquilla mundial, pero que no tiene la categoría fílmica como para que él la vea.
“La fotogenia es una gracia divina.Y Marion Cotillard la posee”
Como en sus restantes películas, Audiard aprovecha para dar pinceladas de descripción social: el trasfondo de la historia de amor es una Costa Azul habitada por pobres, por los criados de los ricos que disfrutan de las playas, las personas que se mueven en el patio trasero de una vida de lujo.
“Forma a los personajes
. A veces choca ver películas con banqueros y modelos.
En los relatos de Davidson ya estaban estas personas devastadas por la crisis.
 ¿Qué les queda? A Alí solo le queda su cuerpo: su hijo y él comen de las basuras y gana dinero en las peleas callejeras
. Como su hermana, cajera de un supermercado que se alimenta de productos caducados.
 Son felices, porque esas privaciones no excluyen la felicidad, sino que te hacen relativizar las cosas.
 Tienen en cambio una vida colectiva, amigos con los que hacen piña”.
 Es el tenue optimismo con el que Audiard ahonda en la brutal crisis económica actual. “Vivimos momentos en los que los pobres se comen a los pobres, viven en la pobreza obligados a la inmoralidad, mientras los ricos siguen ahí arriba.
Hay un cinismo odioso”.
Un profeta dejó el nivel muy alto, pero a Audiard le da igual las expectativas provocadas. “No me importan las opiniones, lo que me inquietan son las ideas
. Y sus consecuencias
. Por ejemplo, que te den un cheque en blanco para tu siguiente trabajo tras un éxito
. No leen tu guion, te dan el dinero que necesitas sin preguntar.
De eso hay que desconfiar porque si lo ves desde el punto de vista del dinero te puede hacer insidioso con los actores, los técnicos, lanzarte a la boutade como mear en un piano y hacerlo pasar por algo ingenioso, genial”.
Marion Cotillard ya tiene un oscar, y su primer valedor para una segunda estatuilla es Audiard. “Fue complejo para ella porque compaginó el rodaje con otro en Estados Unidos.
 Es encantadora. Llenó de detalles su personaje
. Desde luego el mundo es injusto: la fotogenia es una gracia divina
. Ella la posee. Eso juega a favor del personaje
. Esa cara tan marcada”. Hay una secuencia en la que Cotillard, a la que le han borrado las piernas digitalmente, se resbala del asiento de un coche por no llevar cinturón… y no tener punto de apoyo.
Es una ráfaga, mas una ráfaga brillante.
“Creo que Marion ha inventado algo”.
 Y Audiard se tira del sofá dos veces, repitiendo ese momento y otra secuencia que no pudo rodar.
A Audiard ahora le esperan tres proyectos, todos en el aire, entre ellos un western.
 “Pues sí, es un encargo, una historia que se desarrolla en 1870 en mitad de la fiebre del oro.
 No había pensado que es la primera vez que alguien me encarga algo, en este caso adaptar una novela.
Sí, un encargo. Umm, tengo que acostumbrarme a la palabra”.

Hillary Clinton: “Yo misma me pongo los rulos”

La Secretaria de Estado habla abiertamente de su imagen y reconoce que se siente escrutada por la opinión pública.

La Secretaria de Estado Hillary Clinton. / EFE
Las mujeres que viven expuestas al público son a veces escrutadas en exceso por su imagen.
 Eso le pasa a la Secretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton, que se pasa la vida viajando por todo el mundo
. En concreto ella ha sido criticada por los estilistas por sus peinados.
"No viajo con una peluquería, ni con nadie, que me ayude a peinarme", ha explicado Clinton en el programa de Barbara Walters que ha hecho un especial con los diez personajes más importantes de 2012.
Y confiesa que conseguir ir bien peinada es difícil en especial si tiene que asistir a un gran evento.
 "Tengo que ser muy rápida para tratar de encontrar una peluquería en alguna ciudad, en alguna parte, donde a menudo nadie habla Inglés"
. En ocasiones añade la Secretaria de Estado es "tan complicado" que ella misma se arregla.
 "Soy capaz de ponerme yo misma los rulos".
Sin embargo, Clinton dejó claro que el estilo del pelo no es su fuerte.
 "No soy muy buena en elegir como llevar mi pelo. Lo llevo años admitiendo y creo que es obvio para todos ", bromeó.
Y aunque ella se ocupa de problemas mucho más importantes de qué hacer con su pelo,
 Clinton admite que su apariencia es a menudo un tema candente
. "Es fascinante para mí el que la gente sea tan curiosa al respecto", señala.
En las fotos de joven, Hillary aparece con la melena larga y más oscura, además de con unas enormes gafas graduadas.
 Años después llevó el pelo corto y fue cuando se convirtió en Secretaria de Estado cuando recuperó la melena, que lleva a veces rizadas y en ocasiones recogida en una coleta.
Cuando se le ha preguntado si le importan los comentarios dice: "
 Me siento liberada a estas alturas de mi vida si quiero ponerme la gafas pues me las pongo [en vez de las lentes de contacto] …
Y si me quiero recoger el pelo en una cola de caballo pues me lo recojo” .
 Y añadió: “Simplemente no es algo que merezca que le dedique mi tiempo
. Si otros quieren preocuparse por ello, pues encantada les dejo que sean ellos los que se preocupen”.