La comentada foto de Edurne por el calzado que De Gea llevó a una boda.
"Está claro que la clase no se paga con dinero", dicen algunos.
La cantante Edurne y David de Gea, portero de la selección y del Manchester United, forman una de las parejas más mediáticas actualmente. Por eso, cada foto que ambos suben a sus redes sociales es examinada con lupa. Mientras que muchos usuarios han criticado al guardameta por ir con
deportivas a una boda, son numerosos los que le defienden asegurando que
no hay nada malo en ello.
Estas son algunas de las reacciones que ha generado la imagen:
“Ella
vestida de princesa y el en zapatillas deportivas.... El día que te des
cuenta de que no te llega este chaval ni al suela de los Jimmy choo,
verás”.
“Gente estancada en el pasado que sigue pensando en
zapatos como única opción para traje de hombre. Hace mucho q las
zapatillas son una opción. A ver si evolucionamos mas y criticamos
menos.
“En zapatillas. Está claro que la clase no se paga con dinero. Hay que ser ridículo”.
“Muy guapa tu, pero tu novio en tenis?? No pega, error”.
“En zapatillas? 🤦♂️ Con lo guapa que vas y el se viste así...”
“Menudo hortera el De Gea”.
Como
ejemplo, la última imagen que Edurne ha publicado en Instagram. En ella
aparecen ambos perfectamente vestidos en la boda que unos amigos
celebraron este fin de semana.
Manuel Carrasco: “Fueron muchos años de tragármelo todo. No era feliz. Fue cuando decidí ir a terapia”.
El
cantante andaluz ha protagonizado una larga travesía hacia la felicidad.
Dentro de una semana llena el Wanda Metropolitano con 50.000 personas.
Se llama Dulce y a ella le debe mucho Manuel Carrasco. Dulce está ya jubilada, pero durante cuatro años se empleó a fondo
profesionalmente para tratar de que el cantante andaluz localizara a sus
demonios interiores y, una vez encontrados, los domara para poder
convivir con ellos. Porque estos miedos nunca desaparecen. Dulce fue la
terapeuta psicóloga de Carrasco. Sin ella probablemente el artista no
hubiese llegado a lo que pasará dentro de una semana (el 29 de junio):
llenará el Estadio Wanda Metropolitano con 50.000 personas. Hace aproximadamente un año, Manuel Carrasco (Isla Cristina,
Huelva, 1981), ya convertido en estrella de la música española, fue a
visitar a Dulce. “Quería decirle lo bien que me iba, agradecerle. Ella
está muy alejada de todo. Sabía que seguía en la música, pero poco más.
Así que se lo conté”, señala el músico onubense. El cantante se refiere a dos circunstancias con las que ha tenido que
fajarse para poder mantener la estabilidad. La primera cuando vivió en
primera persona el lado más perverso de la fama, cuando salió de Operación Triunfo y se vio rodeado de tiburones que sabían
lo que él debía hacer. La segunda es una más personal: su pavor a la
fama, tanto que le atenaza, muchas veces alentado por una timidez
extrema.
El cantante afirma que no quiso involucrar a su familia, que prefirió
pasarlo solo, viviendo en Barcelona (exigencia de la discográfica). Lo
que está contando Carrasco no ha cambiado mucho en la actualidad. Se
hace de forma más sutil, menos brava, pero la manipulación es la
herramienta que se impone a estos artistas neófitos que en algunos casos
no han realizado ni un concierto y se encuentran con una fama colosal. Con el segundo disco, el artista decidió coger las riendas. Se fue a su
casa y compuso hasta el agotamiento. “Hice un montón de canciones: no
eran las mejores, pero eran las mías”, dice. Y ahí despegó todo.
Para conocer la personalidad de Carrasco hay que mirar a Punta de Caimán, el barrio de Isla Cristina (Huelva)
donde creció. Olor a mar, familias humildes numerosas (la suya, de
cinco hermanos), alto nivel de abandono escolar (Manuel es el único de
sus hermanos que llegó a 8º de EGB), vida callejera, profusión de
buscavidas, padres pescadores, madres amas de casa… Un día lluvioso de
invierno, un delgadito crío de ocho años corría por las calles del
barrio. Un coche avanza sin precaución y, ¡zas!, le embiste. El chaval
era Manuel Carrasco. Se le descolocan tres vértebras. Pasa un mes en el
hospital. Cuando sale, lo hace con un aparatoso corsé que le cubre desde
el cuello hasta la cintura. Lo tendrá que llevar tres años. Sufre el
pitorreo de otros niños. Al recordarlo el cantante no dramatiza: “Había
otro chico que llevaba una pierna con un aparato. Éramos los dos robocops.
Ya sabes, los niños… Pero no tengo la sensación de haber sido
excluido”. Hubo juicio y la familia Carrasco acabó con un millón de
pesetas. “Para nosotros eso era una locura”, exclama el cantante. Habla de 2002, cuando participó en la segunda edición de Operación Triunfo
y quedó segundo. Nada más terminar la final empezaron a pasar cosas:
“Llega un momento en el no controlas tu vida. Hay gente que la controla.
Te dicen lo que tienes que hacer: por aquí no vayas, por aquí sí. Cuando yo preguntaba algo ya estaba hecho. ‘¿Pero qué está hecho? ¿El
disco? Es que no estoy de acuerdo con ese disco’. Muchas veces me dije: ‘Mira, esto no me merece la pena, me marcho para casa’. Tuve ataques de
ansiedad… Lo pasé mal, muy mal”.
Dejó de fumar y de beber y casi inmediatamente su voz subió dos
tonos. “Me dije: ‘Tengo una oportunidad en esta vida, que por mí no
quede’. Iba a los botellones y en lugar de irme a las ocho de la mañana,
como siempre hacía, me aburría y me iba a las dos. Todos mis amigos
estaban con el puntito y yo me aburría. Bebía agua o refrescos. Es que sentía que me iba a cambiar la vida con la participación en OT.
Sentía miedo, sentía vértigo por todo lo que me iba a pasar. Pero era
una oportunidad que no iba a dejar pasar. Y mi vida no volvió a ser la
misma”.
Lo primero que hizo cuando empezó a ganar dinero de verdad con la
música fue pagar la hipoteca de la casa a sus padres. A continuación,
les compró una casa nueva. “Todo eso antes de tener yo casa. Sentía esa
necesidad. Me sentía en deuda con ellos. Tengo una sensación de que
estas cosas no suelen pasar en los sitios donde yo me he criado. Las
grandes capitales se ven muy lejos desde donde yo soy”, explica, con los
ojos acuosos de la emoción. Y cuando todo parecía que iba de maravilla… Los demonios. “Estoy en
una profesión que voy contra natura. No soy el tipo que quiera ponerse
ahí en medio, no. Pero lo tengo que hacer. De alguna manera quería ser
artista, pero no me hacía feliz. No disfrutaba haciendo discos ni en el
escenario”. Es cuando entra en escena la psicóloga, Dulce, que estará
con él cuatro años: de 2012 a 2016. “Y cambió mi vida. Me ayudó
muchísimo. Además, leí bastante sobre el autoconocimiento, libros de
autoayuda. Me empecé a conocer, a ubicar las cosas. Al miedo hay que
enfrentarse y mirarlo a los ojos. En esta profesión no te puedes fiar.
Es una profesión donde te regalan el oído, vives en un lugar falso de
brillo, luces. No es un mundo real. Te rodeas de mucha gente que siempre
quiere algo”, explica. Cuando habla de exposición no exagera. Manuel Carrasco está
protagonizando la gira más multitudinaria del momento: 10.000 personas
en Bilbao, 50.000 en Sevilla, 50.000 en el Metropolitano de Madrid. En
ellos presenta su último disco, La cruz del mapa,
y da un repaso a una carrera de 15 años y ocho álbumes. “Después de lo
que te he contado me parece que mi historia es muy a tener en cuenta. No
lo he tenido nada fácil”, Solo espera que la noche antes de los conciertos su hija Chloe no
haga lo mismo que ha hecho el día antes de la entrevista: “A las tres de
la mañana le ha dado por cantar la canción de Dumbo”, dice con una sonrisa.
Abandonó
su brillante porvenir al entender que la condición trágica del hombre
del siglo XX no pasaba por la ciencia y cimentó su gran carrera
literaria en tres novelas.
Ernesto Sabato
fue una mente prodigiosa que acabó convirtiéndose en uno de los
intelectuales más desafiantes de Argentina. Su prometedora carrera
profesional iba orientada a la Física, en la que se doctoró y gracias a
la que obtuvo una beca para trabajar en París, en el laboratorio que
fudó la célebre Marie Curie. Esa etapa parisina, sin embargo, cambió su
concepción de la realidad y del mundo. Allí conoció a los escritores y
pintores del movimiento surrealista, en especial a André Breton, y
surgió la vocación literaria de Sabato y, sobre todo, su fascinación por
el inconsciente, motivo que sería recurrente en su escasa obra, formada
por solo tres novelas.
Sin embargo, esas tres novelas de Sabato han sido traducidas a 30
idiomas, aunque él tenía la costumbre (o más bien la manía) de quemar
todos sus manuscritos y por eso no se conserva más material suyo. De
hecho, casi quema su segunda novela, aunque finalmente su mujer le
convenció para no hacerlo. En la actualidad es considerada una obra
maestra: “puede ser porque pensé que todo mi trabajo era imperfecto,
impuro, y descubrí que el fuego era purificador”, dijo una vez para
justificar su afán destructivo.
Lo que sí se conservan de Sábato son ensayos políticos y
morales, muchos de ellos publicados en periódicos, y que al igual que le
valieron tener que dejar la enseñanza por sus críticas a Juan Domingo
Perón, lo convirtieron en “la voz de la conciencia de Argentina” una vez
que fue adquiriendo reconocimiento internacional. Poco a poco se fue
alejando de la literatura pero investigó la represión del gobierno
militar de Videla y presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición
de Personas (Conadep) en Argentina. Ernesto Sabato fue el segundo argentino galardonado
con el Premio Miguel de Cervantes (1984), después de Jorge Luis Borges
(1979), y su longevidad, casi cien años de vida, lo convirtieron en un
personaje clave del pasado siglo y de la primera década de éste. El ensayista, físico, novelista y pintor Ernesto Sabato
nació el 24 de junio de 1911 en una ciudad de la actual provincia de
Buenos Aires llamada Rojas. Fue el décimo de los 11 hijos que tuvo la
familia, formada por padres inmigrantes italianos. Su formación
académica y universitaria tuvo lugar en La Plata, donde consiguió su
título universitario en Física en 1937. Gracias a su brillante carrera
académica logró una beca en el laboratorio Joliot-Curie en París en 1938
y en el Instituto de Tecnología de Massachusetts en 1939. Ese mismo año, con 28 años, publicó un documento profesional sobre su
especialidad, la radiación cósmica, y regresó a Argentina, a la
Universidad de La Plata, para comenzar su carrera como docente, aunque
la dictadura de Perón lo obligó en 1945 a renunciar a ella por ser
considerado políticamente indeseable debido a sus escritos y a las
críticas a la dictadura. Sabato había estado siempre profundamente involucrado en la protesta
contra la manipulación militar en su país, y su estancia en París y su
amistad con los escritores y pintores del movimiento surrealista alentó
su interés por la filosofía y la literatura. En París se dio cuenta de
que la situación del hombre en el siglo XX no pasaba por la ciencia:
“durante ese tiempo de antagonismos, por la mañana me sepultaba entre
electrómetros y probetas y anochecía en los bares, con los delirantes
surrealistas”, explicó el propio autor.
Cuando se vio obligado a dejar la enseñanza, en 1945, publicó su primer libro, Uno y el Universo,
una serie de artículos filosóficos en los que criticaba la aparente
neutralidad moral de la ciencia y hablaba sobre la deshumanización en
las sociedades tecnológicas. Con esa obra recibió su primer premio
literario. Dos años después, con graves dificultades económicas, lo nombraron
director de la Unesco, pero renunció a los dos meses. En 1948 su vida
dio un giro con la publicación de su primera novela, aunque no sin
dificultades, ya que sus manuscritos fueron rechazados por todas las
editoriales y acabó publicando El túnel en la revista Sur. El túnel era una novela psicológica narrada en primera persona y enmarcada en el existencialismo. Fue alabada por Albert Camus, quien la hizo traducir al francés.
En 1951 se publicó el ensayo Hombres y engranajes. Al año siguiente se estrenó en Argentina la película de El túnel y en 1953, editó el ensayo Heterodoxia. Sabato comenzaba a ser un autor prolífico al haber encontrado a lo que quería dedicarse. En 1958 Sabato fue designado director de Relaciones Culturales en el
Ministerio de Relaciones Exteriores, puesto al que también renunció al
año siguiente por discrepancias con el gobierno. En 1961 publicó Sobre héroes y tumbas,
que ha sido considerada como una de las mejores novelas argentinas del
siglo XX. La novela narra la historia de una familia aristocrática
argentina en decadencia, intercalada con relato intimista sobre la
muerte del general Juan Lavalle, héroe de la guerra de la Independencia
Argentina, y con los desgarramientos de la historia argentina, como las
guerras civiles del siglo XIX hasta 1955. Además de obtener un éxito impresionante, Sobre héroes y tumbas situó a Ernesto Sabato
en la primera línea del denominado ‘Boom de la literatura
hispanoamericana’, fenómeno editorial que, en la década de 1960, supuso
el descubrimiento internacional de los narradores del continente: sus
compatriotas Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, los mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa que, junto a Ernesto Sabato, construyeron una narrativa de altísimo nivel y aplaudida por los lectores y la crítica a la vez.
En 1955 fue nombrado por el gobierno interventor de la revista Mundo Argentino,
aunque renunció al cargo al año siguiente por haber denunciado la
aplicación de torturas a militantes y los fusilamientos de junio de
1956. Sus nombramientos y renuncias también se convirtieron en algo
habitual por no traicionarse a sí mismo ni a sus principios.
La tercera novela de Sabato fue Abaddón el exterminado
(1974), que se centra en torno a consideraciones sobre la sociedad
contemporánea y sobre el pueblo argentino. El propio autor es uno de los
personajes, que vive y habla con sus criaturas, procedentes algunas de
ellas de Sobre héroes y tumbas. El reconocimiento internacional acabó por convertir a Ernesto Sabato
en una autoridad dentro de la sociedad argentina, un formador de
opinión y una especie de conciencia moral que, precisamente por su nuevo
papel, se fue alejando progresivamente de la actividad literaria. La obra de Sábato, reconocida con numerosos premios internacionales y
numerosas traducciones, incluye además de las tres novelas mencionadas,
multitud de ensayos, como El escritor y sus fantasmas (1963), El otro rostro del peronismo (1956), Tango: discusión y clave (1963), La cultura en la encrucijada nacional (1973), Tres aproximaciones a la literatura de nuestro tiempo (1974), Apologías y rechazos (1979), Antes del fin (1998), La resistencia (2000) y España en los diarios de mi vejez (2004). El narrador y ensayista argentino se dedicó además a la pintura, otra
de sus pasiones; si bien sus últimos años se vio aquejado de un grave
problema de visión.