Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

1 abr 2019

Bauhaus, la escuela que cambió el arte (y el mundo), cumple 100 años

Alemania se vuelca en las celebraciones del aniversario de la institución, reparando el error histórico de hace un siglo, cuando los nazis forzaron su cierre y provocaron el exilio de sus líderes.

 
Una mujer posa en 1926 con una máscara de Oskar Schlemmer sobre la silla Wassily, de Marcel Breuer. En vídeo, el centenario de la Bauhaus en dos minutos. Vídeo: EPV
La Bauhaus abrió sus puertas hace un siglo.
 El 1 de abril de 1919, los estudiantes cruzaron por primera vez el umbral.
 Los profesores, todavía alojados en hoteles, empezaron a trabajar en seminarios que alternaban la artesanía y los saberes técnicos, con el objetivo de generar un arte adaptado a las necesidades de la sociedad alemana de posguerra. 
Las facciones más conservadoras de Weimar pusieron el grito en el cielo: en sus aulas había mujeres y hasta extranjeros.
 El cataclismo bélico había dejado la moral nacional por los suelos, pero también provocado la ilusión de un nuevo comienzo. 
Cientos de jóvenes llegaron a la ciudad donde murieron Goethe y Schiller para participar en la gran aventura de la escuela, que terminaría cambiando el rumbo del arte. 
“Juntos, déjenos desear, concebir y crear la nueva estructura del futuro, que un día se elevará hacia las alturas, como el símbolo de cristal de una nueva fe”, rezaba su rimbombante manifiesto, escrito en letra gótica y poco minimalista dirigiéndose al público.

Un siglo después, el poderoso mito de la Bauhaus ha terminado imponiéndose respecto a la realidad, adornada casi desde el primer día con una infinitud de leyendas apócrifas.
 Por ejemplo, la sede de la escuela no siempre tuvo aspecto de fábrica: el primer edificio fue un pabellón art nouveau heredado del siglo anterior.
 Y esa nueva escuela tampoco brotó de la nada ni hizo tabula rasa con el pasado. 
En realidad, empezó siendo la refundación de una escuela de arte fundada en Weimar en 1860. 
El duque de Sajonia confió su liderazgo a Walter Gropius, arquitecto visionario que había tenido una iluminación en las trincheras de la Primera Guerra Mundial: el viejo mundo había desaparecido y de poco servía aferrarse a sus certezas. 
En la modernidad que adivinaba en el horizonte, se iban a volver inservibles.
 “Bauhaus fue un nuevo nombre para una vieja escuela”, resume el rector de la Bauhaus-Universidad de Weimar, Winfried Spielkamp, heredera de la institución original, que sigue apostando por un programa interdisciplinar en el que “la tecnología, la ciencia y el diseño suman fuerzas para alcanzar nuevas ideas y formas de trabajar”.
El grupo The bauhauschapel, en 1930.
El grupo The bauhauschapel, en 1930.
En la ciudad donde todo empezó, los vecinos exhiben un orgullo ante el centenario que contrasta con la furia que la escuela despertó entre sus antepasados.
 Hasta el punto de provocar, en 1925, su traslado a Dessau, enclave industrial situado a un centenar de kilómetros al noroeste, donde la escuela alcanzó su plenitud de la mano de un claustro donde había profesores como Mies van der Rohe, Marcel Breuer, Josef Albers, László Moholy-Nagy, Paul Klee y Vasili Kandisnki. 
Todos ellos convivieron en ese mítico renglón de viviendas situado en un bosque cercano a la escuela.
 Como las dos ciudades que le sirvieron de cuna, toda Alemania saca pecho, encadenando homenajes y conmemoraciones, corrigiendo lo sucedido hace un siglo, cuando los nazis forzaron el cierre de la escuela en 1933 y provocaron el exilio de sus líderes.




En Weimar, se inaugura este sábado el nuevo Bauhaus Museum, a cargo de la arquitecta Heike Hanada.
 En mayo, le sucederá la restauración de la única huella arquitectónica de la escuela que queda en la ciudad: la Haus am Horn, vivienda de ángulos rectos que fue decorada con muebles diseñados por los estudiantes.
 En Dessau se abrirá otro museo en septiembre, que acogerá una colección de 50.000 objetos de la Bauhaus, proyectado por la agencia barcelonesa Addenda.
 Y en Berlín, a la espera de la ampliación del Bauhaus-Archiv de cara a 2022, la Haus der Kulturen der Welt acaba de inaugurar una exposición que rememora los vínculos del movimiento con las culturas no occidentales.
 La muestra levanta la sospecha de la socorrida apropiación cultural. 
La Bauhaus bebió de otras tradiciones, pero luego estas se reapropiaron de sus máximas, utilizándolas para afianzar el paso a la modernidad en arte y arquitectura, como sucedió desde Brasil hasta China.
Walter Gropius.
Walter Gropius.
A diferencia de otros movimientos, la Bauhaus ha envejecido bien. “Gropius dijo una vez que no era un estilo, sino una actitud.
 Su herencia consiste en permanecer abiertos y buscar otros enfoques en todos los campos, de la arquitectura a la performance, para lograr encontrar nuevas soluciones a los desafíos de hoy”, señala la directora de Bauhaus Dessau, Claudia Perren, al frente de una fundación creada en 1994 para preservar el legado de la escuela y seguir propagando sus ideas. 
Junto al edificio histórico, con sus conocidos espacios funcionales, paredes pintadas de colores básicos, escalinatas de estilo náutico y talleres bañados en la luz, se ha renovado el antiguo edificio que albergaba a los estudiantes, donde es posible pasar la noche a precio asequible en habitaciones casi desnudas.
 En 1932, cuando la presión del poder se volvió inaguantable, la escuela terminó parapetándose durante nueve meses en una antigua central telefónica en Berlín.
 El exilio de sus profesores fue un brutal desarraigo que, pese a todo, permitió que la escuela propagase su filosofía en todo el mundo. 
En Estados Unidos, la Bauhaus logró implantar su ideario en las grandes ciudades. Moholy-Nagy creó la Nueva Bauhaus y logró alterar el paisaje de Chicago, mientras que Gropius formó en Yale a arquitectos como I.M. Pei o Paul Rudolph, que luego sería mentor de Richard Rogers y Norman Forster. 

“Hoy vemos su huella por todas partes, aunque la nostalgia no sea un sentimiento nada propio de la Bauhaus”, señala el director de la Fundación Josef y Anni Albers, Nicholas Fox Weber.
 “Para mí, el objeto que mejor simboliza su herencia es el iPhone: es funcional, fue diseñado para resultar simple y lo vemos en todos los rincones del mundo”, añade Weber, asegurando que Steve Jobs estaba “muy familiarizado” con el legado de la escuela. 
Ese móvil parece inspirarse, de hecho, en el trabajo del diseñador industrial Dieter Rams, que siempre ha sido considerado un sucesor de la Bauhaus.
Los nazis no dudaron en meter a los artistas vinculados a esta escuela en la categoría del arte degenerado, pese a que su trabajo resultase bastante menos fiero que las cruentas caricaturas de la llamada Nueva Objetividad, que retrataban sin concesiones la trágica deriva de la sociedad alemana de entreguerras.
 Cuesta entender qué peligro vieron en este diseño de línea blanca e interiores diáfanos, más allá de la ideología de sus creadores. “Algunas de las figuras de la Bauhaus tuvieron carreras que prosiguieron durante el III Reich.
 La estética del modernismo podía ser desvinculada de la política que le sirvió de impulso inicial, como sucedió en la Italia fascista”, confirma el historiador Eric D. Weitz, autor de La Alemania de Weimar, que acaba de reeditar Turner. 
“Sin embargo, el rápido cierre de la Bauhaus y el exilio de sus astros demuestra que el régimen consideraba que la escuela y sus practicantes eran un peligro.
 La Bauhaus representaba una política abierta, democrática y socialista, lo que, para los nazis, suponía una gran infracción”. 
Un siglo después, el tiempo termina poniendo, como acostumbra, las cosas en su lugar.

 

 

La condena de hacerse popular en Instagram para una playa de Fuerteventura

Un paraje canario sufre un expolio de sus algas calcáreas por su parecido con las palomitas de maíz.

 
Una de las fotografías de Instagram de la playa del Hierro, en Fuerteventura. En vídeo, el problema de 'popcorn beach'.
La fama tiene su precio, y la playa del Hierro, al norte de Fuerteventura, lo está pagando desde hace algo más de un año, desde que la red social Instagram la hizo viral.
 La playa en vez arena tiene pequeñas algas calcáreas que parecen palomitas de maíz.
 Y los visitantes se están llevando unos diez kilos al mes, según los expertos. 
Ese expolio ha hecho que se pongan en marcha campañas de sensibilización por parte del Ayuntamiento de La Oliva, al que pertenece.
  A partir de ahí, el número de fotos subidas ha ido aumentando hasta sumar más de 1.000. Incluso fue noticia a finales del año pasado en medios de todo el mundo, desde la cadena estadounidense Fox News al diario británico Daily Mail. Y esta playa de 850 metros de largo —a la que se accede por una pista de tierra tras varios kilómetros de recorrido desde la localidad turística de Corralejo— y que hasta ese momento solo era frecuentada por surfistas salió del anonimato.
Estos rodolitos o algas calcáreas, un caso peculiar en el mundo por la gran cantidad que acumula, se reproducen en el mar a unos 20 metros de profundidad. 
El biólogo Francisco Otero, del Instituto Ecoaqua de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, señala que su crecimiento es muy lento, de aproximadamente un milímetro al año. 
“Algunos de ellos llegan a medir hasta 25 centímetros, lo que significa que han vivido más de 250 años. 
Durante su periodo vital combaten el cambio climático por su absorción del dióxido de carbono del mar, a la vez que por sus formas llenas de cavidades sirven de depósito para que otras especies pongan sus huevos”.
 Con las grandes mareas son arrastrados hasta la superficie, donde ya muertos, y después de miles de años de erosión, se convierten en arena.

La primera publicación con la etiqueta #PopCornBeach, el sobrenombre con el que se la conoce en Instagram, data del 27 de junio de 2015.
La paleontóloga y conservadora del Museo de la Naturaleza de Tenerife, Esther Martín, destaca que, a pesar de que la zona en la que se encuentra la playa no está catalogada como espacio natural protegido, “la Ley de Costas no permite llevarse los rodolitos, al igual que ningún otro elemento como arena o piedras, y que hacerlo lleva aparejada una sanción”. 
Señala que la mayoría de los esqueletos de algas de esta playa tiene unos 4.000 años, aunque en determinadas zonas los hay en estado fósil después de haber pasado a la intemperie más de 120.000 años. Calcula que, en una estimación conservadora, y solo por el aeropuerto, los visitantes que abandonan la isla podrían estarse yendo con diez kilos al mes, 120 kilos al año, más de una tonelada en una década. 
Y lamenta que con ello están obstaculizando el proceso natural de formación de la futura playa de arena.
El alcalde de La Oliva, Isaí Blanco, explica que, desde siempre, la población local ha cogido pequeñas cantidades de rodolitos para utilizarlos como elemento decorativo en sus casas, pero en los últimos años, con la paulatina afluencia de turistas se está “saliendo de madre”. “Se los están llevando con cubos”, se queja.

 El Ayuntamiento está desarrollando un campaña de sensibilización: Pasa sin huella por La Oliva, dirigida a residentes y visitantes de un municipio que recibe medio millón de turistas al año y donde más de la mitad de sus 25.000 habitantes son extranjeros. 
Con esta iniciativa imparten charlas en centros educativos del municipio y también trabajan con turoperadores y guías turísticos.
Jaime Coello, jurista, divulgador ambiental y director de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello, que colabora en la campaña de concienciación, lamenta que muchas casas de Fuerteventura tengan rodolitos en el jardín como elemento decorativo, o que hasta uno de los hoteles del municipio exhiba jarrones llenos de ellos. 
“Es necesaria más vigilancia y sanciones. Es ridículo que en Fuerteventura, una isla de más de 1.500 kilómetros cuadrados, solo haya siete agentes del Cabildo encargados del control de los espacios naturales”.
 Coello resalta que los atentados contra el patrimonio natural, que están registrando “un crecimiento exponencial”, se dan en no solo en la playa del Hierro sino toda la isla, con daños como pintadas en yacimientos arqueológicos y dunas fósiles o la construcción de montículos de piedra en espacios protegidos.
!!Ay los godos, realmente los necesitamos? aqui vienen muchos extrajeros de los de antes y Cruceros. De la Península vienen pocos y encima nos expolian con "piedritas" como ellos dicen!!!!

 

La Fiscalía pide tres años de cárcel para Borja Thyssen por fraude fiscal

El representante del ministerio público le acusa de haber defraudado 336.417,89 euros.

Borja Thyssen y su mujer Blanca Cuesta en 2016.
Borja Thyssen y su mujer Blanca Cuesta en 2016.
La Fiscalía provincial de Madrid ha solicitado tres años de prisión y el pago de una multa de un millón de euros para Alejandro Borja Thyssen-Bornemisza Cervera y su mujer Blanca Cuesta Unkhoff por un delito de fraude fiscal. 
El representante del ministerio público acusa a la pareja de haber defraudado a Hacienda 336.417,89 euros del ejercicio fiscal del año 2010. 

El escrito de acusación se remonta a una operación realizada hace casi una década, en 2010.
 Entonces se realizó la transmisión de las participaciones sociales de la empresa Cas Capetó S.L., de la que era administradora única Blanca Cuesta Unkhoff, en virtud de tres escrituras públicas de compraventa otorgadas por cada uno de los tres partícipes en la mencionada sociedad.
 Estos eran Borja Thyssen-Bornemisza Cervera, titular del 50% de las participaciones, Blanca Cuesta Unkhoff, con un 40%, y la sociedad Caribean Breeze S.L., titular del 10%. 
Las transmisiones se hicieron en favor de otras tres sociedades holandesas: Princess Four BV, Hermosa Beach Holding BV y Martínez Investments BV.
La Fiscalía destaca que el activo de Cas Capetó S.L. estaba constituido por una casa en Ibiza, por el cual se desembolsaron 9.700.000 euros, ingresados en una cuenta bancaria a nombre de Borja Thyssen-Bornemisza
 De esa cifra, 4.197.345,63 euros se correspondían con la venta de las participaciones de las que era titular Thyssen-Bornemisza; 3.357.881,78 euros a la venta de las participaciones de las que era titular su mujer; y 839.463,85 euros a la venta de las participaciones de Caribean Breeze S.L. 
Los restantes 1.305.308,81 euros procedían de la cesión onerosa de un crédito del que manifestaba ser titular Borja Thyssen-Bornemisza frente a la sociedad Cas Capetó S.L.
Thyssen-Bornemisza y su mujer presentaron la declaración de la renta correspondiente al año 2010 en su modalidad de tributación conjunta, y declararon una ganancia patrimonial de 2.206.527,50 euros por la venta de las participaciones de Cas Capetó S.L. 
En realidad, la ganancia obtenida por el matrimonio ascendió a 3.792.564,92 euros, “ocultando por tanto a la Hacienda Pública la cantidad de 1.586.037,39 euros”, reza la nota de la Fiscalía, que señala que parte de esta cifra procede también de la venta de participaciones realizada a través de Caribean Breeze S. L. y que en realidad se trata de una operación “simulada”.
No es la primera vez que el millonario intenta esquivar el pago de impuestos y acaba teniendo problemas con Hacienda.
 Borja Thyssen (70% de las participaciones) y Blanca Cuesta (30%) eran titulares de Caribean Breeze S. L., de la cual también figuraban como administradores.
 Pese a ello, la Fiscalía destaca que no conste en ninguna base de datos la existencia de trabajadores u operaciones con terceros de la sociedad.
 Tampoco se encuentran depositadas las cuentas anuales de ningún ejercicio en el registro mercantil y o las declaraciones del impuesto sobre sociedades, que no se presentó salvo en el año 2005, tras el inicio de actuaciones inspectoras.
 Esta sociedad “inactiva” fue interpuesta por los acusados en el momento de la adquisición de las participaciones sociales de Cas Capetó S.L., según la Fiscalía.

 

Muere Rafael Sánchez Ferlosio, maestro singular de las letras españolas, a los 91 años

El autor de 'El Jarama' y 'Alfanhuí' y de una amplia y original obra ensayística ganó el Premio Cervantes en 2004.

Rafael Sanchez Ferlosio 
Rafael Sánchez Ferlosio, en 2002.

 

Rafael Sánchez Ferlosio ha muerto en Madrid a los 91 años.  
Poco amigo de hablar de sí mismo y de su obra, tituló La forja de un plumífero el que acaso sea su único texto autobiográfico. 
Ahí queda resumida su historia entera. 
“Plumífero: persona que tiene por oficio escribir”. No hizo otra cosa, y el resultado difícilmente tenga paragón en la literatura escrita en español en el último siglo. 
Llevaba siempre consigo unas pequeñas libretas donde apuntaba lo que se le iba ocurriendo.
 De ahí, de esas notas dispersas sobre sus lecturas y sobre sus observaciones y ocurrencias e ideas, fueron surgiendo sus novelas, sus ensayos, sus pecios.
 Trabajaba la escritura con la mayor dedicación y cariño, como quien cultiva una criatura viva, pero jamás quiso darse la menor importancia.
 Así que, pasado un tiempo, despotricaba de algunos de sus mayores logros literarios como si hubieran sido una gran equivocación. 
Le ocurrió con El Jarama, la novela con la que ganó el Premio Nadal en 1955, y que se convirtió en un clásico indiscutible. “En El Jarama está muy cuidado el lenguaje” comentó en una entrevista de 1986, “muy escuchada el habla popular, pero no tiene ni pies ni cabeza. No me gusta nada. 
Sería un libro que si lo hubiera escrito otro diría: ¡pero qué pelmazo!”.
Hijo del escritor y periodista Rafael Sánchez Mazas, nació en Roma el 4 de diciembre de 1927, cuando su padre vivía allí como corresponsal del diario Abc. 
Estudió en los jesuitas del colegio San José de Villafranca de los Barros (Badajoz).
 Recordando sus años como interno comentó alguna vez: “Los jesuitas nos decían que un niño puro puede condenarse si comete un acto impuro.
 Lo decían para que no nos tocáramos la pilila”. Quiso dedicarse a la arquitectura, pero pronto abandonó la carrera para cursar Filología semítica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.
 Estuvo vinculado a la llamada generación de los cincuenta, y tuvo un trato muy estrecho con otros escritores como Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos y Carmen Martín Gaite, con la que se casó y con la que tuvo una hija, que moriría muy joven. 
Tras su separación vivió con Demetria Chamorro, que lo ha acompañado hasta el último minuto.
En 1951 publicó su primera pieza literaria, Industrias y andanzas de Alfanhuí. “Será que solo me quedo con el Alfanhuí”, dijo en una entrevista.
 “Yo vivía entonces en casa y se lo iba leyendo a mi padre y a mi madre conforme lo escribía.
 No me acuerdo qué edad tenía.
 Eran incondicionales de lo que escribía.Mi madre pagó la edición. Costó 13.000 pesetas, 1.500 ejemplares. Fue un negocio particular. Alfanhuí tuvo una crítica decisiva. Estaba en el copito, en el auge, y Camilo José Cela me hizo una crítica muy buena. Le gustó. Y eso le dio un empujón imponente”.
En vídeo, entrevista a Sánchez Ferlosio en diciembre de 2017, cunado cumplió 90 años.
Fueron sus lecturas de gramática, sobre todo de la obra de Karl Bühler, las que a finales de los cincuenta vendrían a cambiarlo todo.
 Su interés por el lenguaje lo arrastró hacia el ensayo, un género que ya no abandonaría más y en el que alcanzó acaso sus mayores logros.
 No tardó en convertirse en uno de los más lúcidos observadores de cuanto ha ocurrido en la historia y la política de España y de buena parte del mundo.
 Sus artículos, la mayoría de ellos publicados en EL PAÍS, son probablemente la mejor radiografía de las vicisitudes de este país en las últimas décadas.
Fue un obsesivo lector de periódicos. Su carta de presentación como ensayista fue Las semanas del jardín (1974) y, hace no mucho, Debate reunió en cuatro volúmenes indispensables toda su trabajo en este género: Altos estudios eclesiásticos; Gastos, disgustos y tiempo perdido; Babel contra Babel y Qwertyuiop. En Vendrán más años malos y nos harán más ciegos, publicado en 1993, reunió por primera vez sus pecios —brillantes iluminaciones, frágiles piezas cargadas de belleza y lucidez— que luego, en Campo de retamas, seleccionaría de forma definitiva.

Ferlosio fue galardonado con el Premio Cervantes en 2004 en reconocimiento a “su espíritu libre y su trabajo como narrador y ensayista”.
 En 2009 recibió el premio Nacional de las Letras Españolas y en 2015 la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes.
 En Gog & gun, otro de sus ensayos, escribió: “El que patina va y viene como quiere, a la velocidad que quiere y todo el tiempo que quiere sin ir a parte alguna, pero, sobre todo, gozando corporalmente a cada instante durante el ejercicio”.
 Si hubiera que resumir cómo fue en realidad este plumífero, quizá esa imagen del hombre que patina sea la que más se ajuste a Ferlosio. 
Fue de un sitio a otro, y gozó permanentemente de su oficio, la escritura.
Hace pocos dias lo nombré con una amiga, me pasa que a veces hablo de alguien y muy pronto me entero que se murió.
Pero de Sánchez Ferlosio lo nombré por haber estado casado con Carmen Martín Gaite, a la que he leído y presenciado en una entrevista sobre un libro que había publicado. 
Muy risueña y con ganas de contarnos cosas con ese estilo tan suyo y su sombrerito tan gracioso y siempre con una sonrisa nos habló de su hija que murió y ella la cuidó sola hasta el instante muy triste cuando su muerte, ahí mencionó al padre Sánchez Ferlosio que las abandonó cuando más lo necesitaban, y lo dijo sin rencor nii amargura , fue generosa con ese hombre que huyó de la realidad que le tocaba pero yo que admiraba a ese escritor, se me cayó al suelo de golpe y le comentaba a mi amiga que si, muy buen escritor pero muy mal como padre y como hombre , las dejó en la estacada porque no supo enfrentarse al dolor.....Carmen lo hizo como mejor pudo y escribia mucho para poder soportar la muerte de su hija. Dicho por ella y solo de forma muy breve se le notó la tristeza.