Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

29 dic 2017

Las infantas Elena y Cristina despiden juntas el año

Las dos hijas de los Reyes eméritos se reúnen en Vitoria, donde las acompaña Victoria Federica, la menor de los hijos de Elena de Borbón.

Infantas Elena y Cristina
La infanta Cristina pasea junto a su hermana Elena de Borbón y su hija, Victoria Federica, por las calles de Vitoria esta mañana. GTRESOLINE
 

 Las infantas Elena y Cristina han paseado esta mañana por Vitoria, hasta donde se ha desplazado la primogénita de los Reyes eméritos para reencontrarse con su hermana menor, que reside habitualmente en Ginebra con su familia.

 Las dos hermanas, sin esconderse de los fotógrafos, han recorrido la ciudad tranquilamente, vestidas de forma informal y abrigadas para combatir las bajas temperaturas de esta ciudad, en donde la presencia de la hermana menor del rey Felipe VI es ya habitual por estas fechas.

 La capital del País Vasco es el lugar de residencia de gran parte de la familia de Iñaki Urdangarin, marido de Cristina de Borbón desde hace 20 años y que se encuentra en libertad a la espera del fallo definitivo del Tribunal Supremo sobre su implicación en el caso Nóos.

Falta el hermano que es el Rey pero ellas son infantas y Letizia sea Reina no la lleva en la sangre solo se cree una Reina Modelo, de ella se habla por su vestuario, su alimentación su gimnasio, vamos que igualito a Isabel Presley.

Las dos hijas mayores de los reyes Juan Carlos y Sofía, durante su paseo por Vitoria.
Las dos hijas mayores de los reyes Juan Carlos y Sofía, durante su paseo por Vitoria. GTRESONLINE
Las infantas Elena y Cristina iban acompañadas por Victoria Federica, hija menor de la primera de ellas. 
Estos encuentros de las hermanas son relativamente frecuentes desde que saltó el escándalo por el caso Nóos y la infanta Cristina desapareció paulatinamente de los actos públicos de la Familia Real.
 Las infantas y Victoria Federica pasearon relajadas y sonrientes, en las que pueden ser las últimas Navidades de Iñaki Urdangarin en libertad.
 2018 será un año decisivo para él y la familia que constituye junto a Cristina de Borbón y sus cuatro hijos, Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene, que se supone acompañan a su madre en estos días de despedida de año junto a su familia paterna.
Vitoria y el entorno de la familia Urdangarin ha sido el refugio de la infanta Cristina durante los cinco años que dura el temporal judicial.
 Y su hermana mayor no ha dudado en volver a demostrar con este viaje que les une una estrecha relación y que Cristina de Borbón tiene su apoyo incondicional en mitad de los acontecimientos que están por llegar
 Así ha ocurrido durante los ocho años de exilio que vive la familia desde que los entonces duques de Palma se mudaron, en 2009, a Washington sin explicación oficial aunque con rumores de que Urdangarin estaba implicado en asuntos comprometidos.
 La condena de seis años y tres meses de cárcel para el exjugador olímpico de balonmano pesa sobre este matrimonio, pero la infanta Cristina cerró filas desde el primer momento en favor de su marido y junto a él defiende a su familia hasta que la Justicia dictamine si la sentencia de cárcel es o no firme.
La infanta Cristina pasea junto a su hermana Elena de Borbón y su hija, Victoria Federica, por las calles de Vitoria esta mañana
La infanta Cristina pasea junto a su hermana Elena de Borbón y su hija, Victoria Federica, por las calles de Vitoria esta mañana

 

Jane Birkin | Musa de Saint Laurent..................... María Ballesteros.

La británica ha sido el último fichaje de la casa francesa que, últimamente, solo escoge a 'celebrities old school' como reclamo publicitario.

 Repasamos algunos de los 'looks' más icónicos de la artista.

  Podría ser 2016 pero es 1978. De pies a cabeza Birkin acierta de pleno: cabello ondulado, camiseta blanca, jean de campana francesa, calcetines morados –para aportar una nota de color chic al look– y unas All Star en blanco. Podría ser 2016 pero es 1978.

 De pies a cabeza Birkin acierta de pleno: cabello ondulado, camiseta blanca, jean de campana francesa, calcetines morados –para aportar una nota de color chic al look– y unas All Star en blanco.

  • Cannes 1974. La playa del pueblo que alberga el festival se erigió un estudio fotográfico improvisado por el que han pasado todas las celebrities. En la imagen, Birkin pasea con Serge Gainsbourg por la orilla con un estilismo similar al anterior, aunque algo más folk gracias a los pamtalones de campana de patchwork y pata de elefante. Como complemento, una cesta de miembre de la que Birkin se hizo inseparable durante décadas.
    Cannes 1974. La playa del pueblo que alberga el festival se erigió un estudio fotográfico improvisado por el que han pasado todas las celebrities. En la imagen, Birkin pasea con Serge Gainsbourg por la orilla con un estilismo similar al anterior, aunque algo más folk gracias a los pamtalones de campana de patchwork y pata de elefante.
     Como complemento, una cesta de miembre de la que Birkin se hizo inseparable durante décadas.
    La virtud de vestirse con sencillez, aunque asequible, no está al alcance de todos. En la imagen, Birkin con sus dos hijas mayores – Kate Barry y Charlotte Gainsbourg– luce vaqueros oscuros y camisa blanca. O lo que es lo mismo: un maravilloso ejercicio de estilo 'norm core'. 

 La virtud de vestirse con sencillez, aunque asequible, no está al alcance de todos.

 En la imagen, Birkin con sus dos hijas mayores – Kate Barry y Charlotte Gainsbourg– luce vaqueros oscuros y camisa blanca. O lo que es lo mismo: un maravilloso ejercicio de estilo 'norm core'.

En 1975 se cortó el cabello (cual Juana de Arco) y, ante la cámara, endureció su actitud. Sus dos básicos fetiche –los vaqueros y una sencilla camiseta blanca– se combinan con un cárdigan de punto y sus adoradas All Star en blanco para dar como resultado otro look de notable alto.  

En 1975 se cortó el cabello (cual Juana de Arco) y, ante la cámara, endureció su actitud. 

Sus dos básicos fetiche –los vaqueros y una sencilla camiseta blanca– se combinan con un cárdigan de punto y sus adoradas All Star en blanco para dar como resultado otro look de notable alto. 

La playa de Cannes, en 1969, vuelve a ser el escenario en el que Birkin lucio uno de sus looks más icónicos: 'crop top' de ganchillo, vaqueros ligeramente acampanados, mocasines Gucci y cinturón de cuero de estilo rústico. Como complemento, una cadena dorada con una llave. Y como detalle, la ausencia del sujetador; uno de signos qué más identificaban los looks de Birkin.  

La playa de Cannes, en 1969, vuelve a ser el escenario en el que Birkin lucio uno de sus looks más icónicos: 'crop top' de ganchillo, vaqueros ligeramente acampanados, mocasines Gucci y cinturón de cuero de estilo rústico.

 Como complemento, una cadena dorada con una llave. 

Y como detalle, la ausencia del sujetador; uno de signos qué más identificaban los looks de Birkin.

  • Podría ser 2016 pero es 1978. De pies a cabeza Birkin acierta de pleno: cabello ondulado, camiseta blanca, jean de campana francesa, calcetines morados –para aportar una nota de color chic al look– y unas All Star en blanco.
    1Podría ser 2016 pero es 1978. De pies a cabeza Birkin acierta de pleno: cabello ondulado, camiseta blanca, jean de campana francesa, calcetines morados –para aportar una nota de color chic al look– y unas All Star en blanco.
  • Cannes 1974. La playa del pueblo que alberga el festival se erigió un estudio fotográfico improvisado por el que han pasado todas las celebrities. En la imagen, Birkin pasea con Serge Gainsbourg por la orilla con un estilismo similar al anterior, aunque algo más folk gracias a los pamtalones de campana de patchwork y pata de elefante. Como complemento, una cesta de miembre de la que Birkin se hizo inseparable durante décadas.
    2Cannes 1974. La playa del pueblo que alberga el festival se erigió un estudio fotográfico improvisado por el que han pasado todas las celebrities. En la imagen, Birkin pasea con Serge Gainsbourg por la orilla con un estilismo similar al anterior, aunque algo más folk gracias a los pamtalones de campana de patchwork y pata de elefante. Como complemento, una cesta de miembre de la que Birkin se hizo inseparable durante décadas.
  • La virtud de vestirse con sencillez, aunque asequible, no está al alcance de todos. En la imagen, Birkin con sus dos hijas mayores – Kate Barry y Charlotte Gainsbourg– luce vaqueros oscuros y camisa blanca. O lo que es lo mismo: un maravilloso ejercicio de estilo 'norm core'.
    3La virtud de vestirse con sencillez, aunque asequible, no está al alcance de todos. En la imagen, Birkin con sus dos hijas mayores – Kate Barry y Charlotte Gainsbourg– luce vaqueros oscuros y camisa blanca. O lo que es lo mismo: un maravilloso ejercicio de estilo 'norm core'.
  • En 1975 se cortó el cabello (cual Juana de Arco) y, ante la cámara, endureció su actitud. Sus dos básicos fetiche –los vaqueros y una sencilla camiseta blanca– se combinan con un cárdigan de punto y sus adoradas All Star en blanco para dar como resultado otro look de notable alto.
    4En 1975 se cortó el cabello (cual Juana de Arco) y, ante la cámara, endureció su actitud. Sus dos básicos fetiche –los vaqueros y una sencilla camiseta blanca– se combinan con un cárdigan de punto y sus adoradas All Star en blanco para dar como resultado otro look de notable alto.
  • La playa de Cannes, en 1969, vuelve a ser el escenario en el que Birkin lucio uno de sus looks más icónicos: 'crop top' de ganchillo, vaqueros ligeramente acampanados, mocasines Gucci y cinturón de cuero de estilo rústico. Como complemento, una cadena dorada con una llave. Y como detalle, la ausencia del sujetador; uno de signos qué más identificaban los looks de Birkin.
    5La playa de Cannes, en 1969, vuelve a ser el escenario en el que Birkin lucio uno de sus looks más icónicos: 'crop top' de ganchillo, vaqueros ligeramente acampanados, mocasines Gucci y cinturón de cuero de estilo rústico. Como complemento, una cadena dorada con una llave. Y como detalle, la ausencia del sujetador; uno de signos qué más identificaban los looks de Birkin.
  • París, 1969. Un mini vestido decorado con un cinturón de cuero es más que suficiente para elevar a la categoría de icono este atuendo. Como apoyo, Gainsbourg haciendo dos de las cosas que más le gustaban: presumir de novia y fumar. 
    París, 1969. Un mini vestido decorado con un cinturón de cuero es más que suficiente para elevar a la categoría de icono este atuendo. Como apoyo, Gainsbourg haciendo dos de las cosas que más le gustaban: presumir de novia y fumar.
    En la Gala de la Unión de Artistas de París de 1969 Serge Gainsbourg quedó totalmente eclipsado con este vestido de crochet floreado de color blanco y escote en uve hasta el ombligo. Además del vestido, lo mejor que ofrece la imagen es la actitud de relajada y despreocupada de Birkin; demouestra que solo una gran personalidad puede lucir un gran vestido sin que parezca que la prenda domina a la persona. En la Gala de la Unión de Artistas de París de 1969 Serge Gainsbourg quedó totalmente eclipsado con este vestido de crochet floreado de color blanco y escote en uve hasta el ombligo. 
     Además del vestido, lo mejor que ofrece la imagen es la actitud de relajada y despreocupada de Birkin; demouestra que solo una gran personalidad puede lucir un gran vestido sin que parezca que la prenda domina a la persona. 
     

  Desde luego que Cannes fue la marmita en la que se cocinaban gran parte de los momentos de Jane Birkin y Serge Gainsbourg. Corría el año 1972 y la pareja, come era habitual, no se cortaba en demostrar su afecto ni en divertirse ante los ojos de todos. En la imagen bailan 'La decadanse', una canción que ambos interpretaban con ese característico savoire faire que a todos dejaba con la boca abierta. 

Desde luego que Cannes fue la marmita en la que se cocinaban gran parte de los momentos de Jane Birkin y Serge Gainsbourg.

 Corría el año 1972 y la pareja, come era habitual, no se cortaba en demostrar su afecto ni en divertirse ante los ojos de todos. En la imagen bailan 'La decadanse', una canción que ambos interpretaban con ese característico savoire faire que a todos dejaba con la boca abierta.

 

Jane Birkin, el mito erótico se hizo actriz.................... Álex Vicente....

La Cinemateca Francesa reivindica su trayectoria como intérprete a través de una retrospectiva integral de sus películas.

Retrato de Jane Birkin en los sesenta.
Retrato de Jane Birkin en los sesenta. Getty
La voz tenue y conmovedora de Jane Birkin, esa mujer inmersa en una emoción casi siempre rayana con las lágrimas, ha logrado eclipsar una destacada trayectoria en el cine, donde fue un icono erótico y pop antes de convertirse en una interesantísima actriz e incluso en directora ocasional.
 Para rendirle justicia, la Cinemateca Francesa le dedica una retrospectiva integral de sus películas hasta el 11 de febrero.
 El conjunto dibuja algo muy parecido a una emancipación. 
A lo largo de las décadas, Birkin dejó de colocarse a la sombra de los hombres con los que compartió su vida.
 El principal fue Serge Gainsbourg, a quien conoció rodando la semiolvidada Slogan, y que la dejó reclusa durante años en la incómoda categoría que ocupan siempre las musas. 
Pero Birkin terminó abrazando papeles de una gran complejidad dramática, que revelaron un potencial como intérprete en el que no parecía creer ni ella misma.
La actriz y cantante británica, que acaba de cumplir 70 años, abrió la semana pasada el ciclo con un emotivo discurso en un francés todavía imperfecto, pese a llevar cinco décadas en París. 
"Gracias a los directores que se sirvieron de mí y me hicieron un lugar entre personas a las que no creía poder tener acceso”, dijo con su voz titubeante, vestida con ropa de hombre y un par de tallas demasiado grande.
 Birkin tuvo un recuerdo especial para “los dos Jacques”, Rivette y Doillon.
 Especialmente el segundo, quien sería su compañero durante los ochenta. 
“Gracias a él, me tomaron en serio por primera vez”, afirmó.

 

Jane Birkin en 1975.
Jane Birkin en 1975. Cordon Press
Su carrera en el cine habrá estado ligada a distintas metamorfosis. “Nos apetecía volver a analizar su recorrido y juntar sus películas para que sobresaliera la singularidad de una trayectoria que no se parece a ninguna otra”, explica el director de la Cinemateca Francesa, Frédéric Bonnaud.
 Hija de un comandante de la Royal Navy y de la actriz Judy Campbell, Birkin se instaló en Francia tras separarse del compositor John Barry en 1968. 
Al principio, sus papeles en el cine no tenían ni nombre.
 Fue “la chica de la motocicleta” en El knack, de Richard Lester.
 Y encarnó a “la rubia” en Blow up, de Michelangelo Antonioni, que le valió la fama en pleno Swinging London.
 “Provocó un miniescándalo, porque aparecía desnuda durante veinte segundos…”, protestó ante Agnès Varda en el documental Jane B. por Agnès V.
 Le seguirían la sensual La piscina, de Jacques Deray, y la sulfurosa Cannabis, de Pierre Koralnik, recordada por sus escenas de orgía.
En los albores del Mayo del 68, aquellos papeles fijaron su imagen pública, convirtiéndose en “un cuerpo erotizado”, como apunta el programador del ciclo, Bernard Payen.
 Pese a todo, Birkin fue un peculiarísimo sex symbol, “de silueta totalmente andrógina y el pelo muy corto, confundida por un chico por Joe Dallessandro”, en Je t’aime moi non plus, dirigida por Gainsbourg (e inspirada en la tórrida canción que compuso, originalmente, para Brigitte Bardot). 
A partir de los setenta, Birkin tomó una dirección inesperada: la del cine comercial.
 Directores como Claude Zidi o Patrice Leconte, que supieron sacar partido a su supuesta ingenuidad en distintas comedias. 
“Cuando Zidi me entregó el guion, le dije que era para alguien como Bardot, para una estrella de verdad. Él me respondió: “Al final de esta película, tú también serás una estrella”.
 Y tenía razón, porque me convertí en alguien popular.
 Ya no era solo la chica sexy que aparecía desnuda en la portada de Lui —Dios sabe cuántas veces aparecí en ella…—, sino también un personaje conocido”, recordó la semana pasada.
Retiro y regreso
Birkin supo encarnar más de un único papel.
 Georges Franju, figura central del cine fantástico francés, solía decir que ningún otro rostro lograba “expresar tan intensamente el pánico” como el suyo. 
La parte más interesante de su carrera en el cine llegó a partir de los ochenta, junto a Doillon y Rivette.
 Este último le regaló el que tal vez sea su mejor personaje: Liz, la compañera del gran pintor que protagonizaba La bella mentirosa, sustituida por una modelo más joven y voluptuosa, a quien encarnó Emmanuelle Béart.

En los últimos años, su presencia en el cine se ha vuelto más discreta. 
En 2007 dirigió Boxes, su primer filme como realizadora, que relataba la historia de una mujer con tres hijas de tres hombres distinto, igual que la propia Birkin en la vida real.
 Le siguió su última colaboración con Rivette en 36 vues du Pic Saint-Loup y una más con otro de sus viejos aliados, Bertrand Tavernier, en Crónicas diplomáticas - Quai d’Orsay
El suicidio de su hija Kate, en 2013, la partió en dos y provocó un retiro temporal.
 Su regreso por la puerta grande tendrá lugar a finales de marzo, cuando publicará su nuevo álbum, Birkin/Gainsbourg (Warner), donde reinterpretará con una orquesta sinfónica las grandes canciones compuestas por el padre de su hija Charlotte.

Charlotte Gainsbourg: “No tengo el talento de mi padre ni la belleza de mi madre”

Charlotte Gainsbourg: “No tengo el talento de mi padre ni la belleza de mi madre”
Charlotte (la más pequeña) de vacaciones en Normandía con su hermanastra, Kate, y sus padres, Serge Gainsbourg y Jane Birkin.
Charlotte (la más pequeña) de vacaciones en Normandía con su hermanastra, Kate, y sus padres, Serge Gainsbourg y Jane Birkin.
No hay que ser bilingüe para entender que este es un disco sobre la muerte
. “Pero también sobre la vida, porque yo sigo aquí. Es un álbum sobre el dolor que provoca la muerte y sobre el arrebato vital que viene después”, resume Gainsbourg. 
“Al llegar a Nueva York, logré recuperar el apetito por la vida.
 Seguía obsesionada con la muerte de mi hermana, pero existía una distancia que la convertía en algo menos real y concreto”.
 Pese a todo, no le gusta ver su disco como una terapia.
 “Es un proyecto artístico y no un proceso de curación.
La actriz y cantante Charlotte Gainsbourg, durante una actuación en Londres en 2010.
La actriz y cantante Charlotte Gainsbourg, durante una actuación en Londres en 2010.
Sus complejos se pronuncian, precisamente, en lo físico. Tal vez porque, en su casa, la hermosura interior era solo una milonga a la que los feos del mundo recurrían para consolarse.
 “Fui educada con la idea de que la belleza física tenía una gran importancia.
 Es algo que les recrimino a mis padres. 
Era lo único que contaba, sobre todo para las mujeres.
 Tal vez había algo misógino en ello: lo primero era ser guapa y después venía el resto”, recuerda. 
A los 12 años, pidió a sus padres que la metieran en un internado.
 “Necesitaba un marco más sólido. Mi casa era demasiado caótica”, recuerda. 
Con el tiempo ha entendido que no todo fue malo.
 Su padre le enseñó lo que era “la exigencia, hasta llegar a extremos un poco maniacos”,
 mientras que su madre, hija de un militar británico, que popularizó el destape en Francia antes de consolidarse como una de las intérpretes más fascinantes de su generación, le terminó legando su modestia.
 La frase que más veces le repitió de pequeña fue: “No te lo tengas creído”.
 Especialmente, después de que se convirtiera en una adorada estrella juvenil gracias a su primer gran éxito, L’effrontée, de Claude Miller, en 1985.
 “Hoy sigue siendo la característica que más me irrita en los demás: la petulancia de quienes alcanzan el éxito.
 No me parece un rasgo de carácter bonito”, suscribe Gainsbourg.

Su padre le enseñó lo que era “la exigencia, hasta llegar a extremos un poco maniacos”
Durante su juventud, la joven Charlotte se buscó sin encontrarse.
 A los 13 años, tras regresar de su internado, se apasionó por la religión de sus ancestros paternos, askenazíes rusos emigrados a Francia a comienzos del siglo pasado.
 Decidió convertirse entonces en “una judía secreta”. 
“Iba sola a una sinagoga liberal de París y celebraba Yom Kipur conmigo misma. 
Me compré un libro de plegaria con transcripción fonética para poder rezar en hebreo, aunque no entendiera nada de lo que decía”, dice poniendo los ojos en blanco.
 “Me sentía ofendida cuando me recordaban que nunca sería judía porque mi madre no lo era.
 Gran parte de mi familia era profundamente antirreligiosa, pero yo necesitaba formar parte de algo”, recuerda.
 Ese brote de religiosidad coincidió con la muerte de su abuela, una de las pocas supervivientes de una familia donde había muchos más muertos de los que creía. 
“En mi casa se hablaba mucho de la guerra, pero sus relatos eran felices.
 Me costó mucho tiempo entender que, si se ponían así de alegres, era solo porque eran los únicos que habían logrado permanecer con vida”, explica.
 Por otra parte, su padre también tenía insospechadas aristas trágicas. 
Su nombre real era Lucien Ginsburg y ocultó, casi hasta el final de su vida, que un director de orquesta le salvó la vida al esconderlo en la Francia profunda para escapar del asedio de los nazis. 

Para su padre, Charlotte fue la niña de sus ojos.
 Para algunos, su relación fue incluso limítrofe con la pasión.
 Con su cáustico sentido del humor, que hoy le costaría alguna que otra condena judicial, Gainsbourg le escribió y le hizo cantar Lemon Incest, donde aludía con ambigüedad al amor imposible entre un padre y una hija. 
La Francia de los ochenta se estremeció ante la mayor provocación de Gainsbarre, la última encarnación del compositor: una especie de doble bronquista que deambulaba por los platós televisivos quemando billetes de 500 francos y proponiendo sexo en directo a una incrédula Whitney Houston.
 Su hija entiende la reacción, pero la considera desproporcionada.
 “Nunca ha habido ninguna duda sobre lo que dice la letra de esa canción.
 Mi padre habla de un amor no consumado.
 Me parece una pena que no se pueda hablar de ciertos temas, incluso cuando son graves.
 Creo que hoy sería imposible grabar una canción como esa”, lamenta.
 ¿Vivimos en un tiempo más puritano que hace tres décadas? “Sí, más puritano y más aséptico. 
Hoy todo debe ser biempensante y políticamente correcto”, denuncia con una mueca de hastío.
 Pero luego añade una apostilla inesperada viniendo de la hija de los dos adalides de la revolución sexual en Francia: “A la vez, de este clima ha surgido la posibilidad de que las mujeres se expresen y digan que hay cosas que no son normales.
 Si los escándalos sexuales de los últimos meses se hubieran destapado hace 30 años, ¿nos los habríamos tomado tan en serio como ahora?”.

En la película que la convirtió en una estrella juvenil, L’effrontée (1985).
En la película que la convirtió en una estrella juvenil, L’effrontée (1985).
Gainsbourg se dice preocupada por el alcance de los abusos y vejaciones en la industria para la que trabaja, aunque asegura que no los ha sufrido en primera persona. “No lo he vivido, pese a haber trabajado con Harvey Weinstein y con Brett Ratner. 
Y sé que Lars von Trier también ha sido atacado. 
Solo puedo decir que a mí nunca me hizo nada. Jamás”, afirma sobre el director danés, al que sigue agradeciendo que le diera los papeles protagonistas de Anticristo, Melancolía y Nymphomaniac.
 Sin embargo, tras sus respectivos rodajes, no dudó en señalar lo duro que es enfrentarse a Von Trier. 
“La escena final de Melancolía fue insoportable. Lars me torturó, pero fui yo quien se lo pidió”.
 Hoy reivindica esos papeles como su mejor experiencia en una carrera que también la ha llevado a trabajar con Todd Haynes, James Ivory, los hermanos Taviani, Patrice Chéreau, Michel Gondry, Alejandro González Iñárritu y Roland Emmerich.
 “Siento empatía hacia esas mujeres, es un asunto grave, aunque yo no haya tenido esa experiencia”. 
Afirma, pese a todo, que la seducción no desa­parecerá en la relación que un cineasta mantiene con sus intérpretes. Tampoco le parece intrínsecamente mala. 
 “Un director que te escoge para un papel siente un deseo. Y todo intérprete, sea hombre o mujer, utiliza todos sus encantos para entrar en ese juego.
 Lo inaceptable y lo terrible es que eso se convierta en una lucha de poder y en una voluntad de sumisión.
 Podemos trabajar en condiciones que no sean sucias”, concluirá antes de llevar su mar de fondo, inesperadamente agitado, hacia otro lugar.