Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

31 may 2015

El juego de tronos de la feria es protagonizado por Manuela Carmena...................... Winston Manrique Sabogal

Manuela Carmena, la posible alcaldesa de Madrid, se convierte en la protagonista inesperada del primer domingo del evento cultural.

Manuela Carmena firma libros en la Feria. / carlos martínez

El juego de tronos del escritor con más fila de gente para firmar libros en la feria de Madrid ya no está vacante este año.
 Y no es ninguno de los autores habituales o previsibles
. Al menos ayer ese monarca tuvo nombre propio en cuanto a popularidad: Manuela Carmena, la candidata de Ahora Madrid para la alcaldía a la que llegará si las negociaciones con los partidos siguen como van.
 Y firmaba su libro del 2012 que da pistas de este presente político madrileño: Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza (Clave intelectual)
A la larga cola de gente que esperaba a Carmena bajo el sol, desde una hora y media antes de que llegara a firmar a las doce, con su arribo se creó un enjambre de fotógrafos profesionales y, sobre todo, espontáneos que con sus teléfonos móviles revolotearon todo el tiempo frente a su caseta durante las dos horas que firmó libros
. En Por qué las cosas pueden ser diferentes. Reflexiones de una jueza
  Carmena aparece en la portada con una bicicleta.
 Su protagonismo este domingo fue tan inesperado que ni siquiera la editorial,
 Clave Intelectual, llevó el número de ejemplares suficientes y a los pocos minutos se agotaron.
 Y en el resto de la feria apenas había alguno.
 La promesa es que este lunes se imprimirá otra edición.
Carmena recordó que el año pasado firmó libros en la feria pero sin el alboroto de ahora.
 Incluso charló con su editora sobre los candidatos de progreso para la alcaldía y ella le propuso que por que no se presentaba ella misma.
 Un año después la autora-casialcaldesa ha tenido su primer encuentro con el público de manera masiva tras las elecciones del domingo pasado que la dejaron como virtual ganadora, con un concejal menos que Esperanza Aguirre del Partido Popular.
 Entre tanto, en la caseta de al lado estaba Jaime Peñafiel que no bostezaba porque sabe que no está bien visto hacerlo en público, aunque no tuviera a nadie delante para que le firmara su Reinas y princesas sufridoras (Grijalbo).
Arturo Pérez-Reverte firma su novela 'Hombres buenos', en la Feria. / Claudio Álvarez (EL PAÍS)
En las otras 367 casetas el domingo transcurrió con más o menos buenas ventas.
 Sobre todo donde había firma de escritores que no paraban de anunciar por la megafonía de la feria. Que el El Gran Wyoming en tal, que Javier Marías más allá, que Almudena Grandes en esta otra, que Pablo Gutiérrez más acá, que Blue Jeans en esta otra, que Luis Goytisolo a este lado, que Elvira Lindo en aquella esquina, que Jöel Dicker más acá, que Andrés Neuman en esa de allá, que Rosa Montero allí, que Cristina Fernández Cubas en la otra punta…
Pero hubo tres autores que empezaron a firmar antes que los demás: Rafael Chirbes, María Dueñas y Arturo Pérez-Reverte.
 Y no empezaron firmando para los lectores del Paseo de Coches del Parque del Retiro, donde se realiza este evento cultural, sino que llevaron ese ritual del encuentro con sus lectores a los que tienen en el resto de España, algunos países europeos y otros en América Latina
. Lo hicieron para la sección Vídeo-firma virtual de los escritores dentro de la programación de la sección de Cultura de EL PAÍS, en respuesta a una convocatoria del blog Papeles perdidos.
Chirbes, Dueñas y Pérez-Reverte firmaron cada uno cinco de sus últimas novelas, en el estand de Babelia, el suplemento cultural de este periódico.
 Los vídeos de las firmas se emitirán este lunes (Chirbes), miércoles (Dueñas) y viernes (Pérez-Reverte) y los libros llegarán a sus destinatarios una vez termine la feria el 14 de junio.
 Cada uno de esos días los lectores sabrán quiénes han sido los seleccionados y verán el mensaje que les ha dejado en vídeo cada uno de estos escritores.

 

Armani todopoderoso............................................................................. Pablo Ordaz

La reciente moda de abdicar no va con él.

 Prefiere la línea clásica de reyes y papas que viven como si la eternidad existiera.

 A los 80 años de edad y los 40 de carrera, el monarca —en su caso absolutista— de la moda italiana montó el jueves en Milán una fiesta que, en otro caso, habría sonado a despedida, pero en el suyo pareció un desafío al destino.

Giorgio Armani durante la celebración del 40 aniversario de la marca.

Después de asistir a la inauguración del edificio que albergará su museo, su laboratorio y su sala de exposiciones, los 600 invitados —entre los que figuraban Tom Cruise, Tina Turner, Janet Jackson, Lauren Hutton, Glenn Close, Sophia Loren o Pierce Brosnan— cruzaron una calle que no solo se había cerrado al tráfico, sino convertido en un jardín, para presenciar en el Teatro Armani un desfile retrospectivo en el que participaron 179 modelos.
En la fiesta posterior, Antonia Dell’Atte, que fue su modelo y su musa en los años ochenta, le dijo con aire pícaro al primer ministro italiano, Matteo Renzi: “Giorgio no solo saber vestir a las mujeres, sino también desnudarlas”.
El actor Pierce Brosnan.
Dicen los colaboradores de Armani, y corrobora él, que su ansia de perfección lo lleva a controlar personalmente cada detalle, algo que no debe de ser tan fácil en un emporio que cuenta con 4.700 empleados, casi 8.000 millones de euros de ingresos y una producción que va de la alta costura a los hoteles pasando por la moda joven, las gafas, la ropa infantil, los perfumes, el maquillaje o los restaurantes.
De todos los ejemplos, uno de los que más llama la atención tiene que ver con el teatro en el que el jueves se desarrolló el desfile.
Fue diseñado por el prestigioso arquitecto japonés Tadai Ando sobre una antigua fábrica de chocolate y consta de 628 asientos alrededor de un rectángulo de luz.
En octubre de 2001, cuando el teatro ya estaba terminado pero aún faltaban unos días para la inauguración, Giorgio Armani apareció y se sentó en cada uno de los asientos para comprobar que la visión era perfecta desde todos los ángulos. Solo entonces dio su visto bueno.
La gran fiesta en Milán reunió las tres características que, tal vez, marcan la exitosa carrera del diseñador nacido en Piacenza el 11 de julio de 1934.
 La primera es su manejo del tiempo, del de sus colecciones y del suyo propio.
Visitando su museo, al que ha llamado Silos, se percibe claramente que casi cualquiera de sus creaciones sigue siendo actual, llevable.
 Hasta Glenn Close lo subrayó durante la fiesta:
 “Tengo mi armario lleno de hermosos trajes de Armani, incluido el primero que compré, allá por 1985. Y todavía me los sigo poniendo de vez en cuando”.
 La clave tal vez esté en que la apuesta del diseñador italiano nunca fue por el asombro. “No me gusta la moda cuando propone creaciones buenas solo para la pasarela o para las revistas”, explica en declaraciones a EL PAÍS, “para mí, el oficio del diseñador tiene que ser el de vestir a la gente”.
Roberta Armani, Leonardo DiCaprio, Tina Turner y Giorgio Armani, durante la celebración.
También en lo personal, si no con el diablo, Giorgio Armani tiene un pacto con el tiempo
. De hecho, algunas de las celebridades que asistieron a su fiesta —entre ellas Leonardo DiCaprio, cuya actual figura se hace difícil de imaginar haciendo equilibrios en la proa del Titanic— parecen empeñadas en demostrar que nadie se cuida como Armani, siempre en forma y con aspecto de llegar de la playa.
Otra de las características de Armani es la de su negativa absoluta a dejar el timón.
 La pregunta de si se va a retirar se la han hecho mil veces, al derecho y al bies, pero la respuesta es siempre la misma: “No”.
  En una ocasión le preguntaron si, al menos, no se le había pasado alguna vez por la cabeza, y la contestación fue lo suficientemente explícita como para dejar el asunto zanjado para siempre. “Sí”, dijo un Armani no exento de retranca, “algunas mañanas lo pienso, sí.
Visitaré mis casas, navegaré en mi barco, iré al campo, pasearé a mis perros y compraré picassos. Pero eso sería el fin, porque mi vida es el trabajo.
 Mi vida estaría vacía. ¿Qué haría? No podría viajar con gente de mi edad, porque no siento ninguna inclinación por pasar el tiempo con viejos.
 Prefiero tener jóvenes a mi alrededor que me supongan un reto.
 Me mantienen despierto y en contacto con lo que ocurre. Por eso continúo”.
 En cualquier caso, y por si en los últimos meses hubiese cambiado de opinión, se lo volvimos a preguntar. ¿Ha pensado en retirarse?: “Honestamente no. No podría prescindir del trabajo”.
No me gusta la moda cuando propone creaciones buenas solo para la pasarela o las revistas”
Una de las cosas con la que más orgulloso está Armani —además de haber ocupado en una ocasión la portada de Time— es la de no haberse vendido a las multinacionales.
La globalización de la economía, unida a la fuerte crisis que viene sufriendo Europa en general y los países del sur en particular, ha provocado en los últimos años una desamortización de la marca Italia. Un gran número de los productos italianos por excelencia —ya sea en la gastronomía, la moda o la automoción— ya solo lo son de nombre.
  Tras el lujoso escaparate de un tiempo que se fue se esconden accionistas chinos, árabes o estadounidenses
. El diseñador se niega en redondo: “La independencia es el único valor al que no puedo y no quiero renunciar
. Todo lo que he construido se ha basado en mis decisiones autónomas, a veces incluso arriesgadas y temerarias
. Decisiones que, si formase parte de una multinacional, no podría tomar. Pienso además que el poder excesivo de las finanzas no le viene bien a la moda”.
Dice Antonia Dell’Atte que entre el mundillo que pivota alrededor de Armani también existe una cierta preocupación en ese sentido. “Hay que tener en cuenta”, dice la exmodelo, “que él es el único que es él mismo y no una multinacional.
 Todos estamos rezando que sea como Mathusalem, que siga otros 100 años al frente.
 El día que nuestro querido Giorgio se vaya… No, no lo quiero pensar, espero que sea eterno, porque todos estamos preocupados por qué pasará con sus empresas.
Pero, dejémoslo, ahora vivimos el momento”.

 

Los pobres apestan......................................................... Rosa Montero

Cuando las condiciones son muy duras para todos, el animal que somos colabora para salvar al animal vecino.

Los pobres apestan.
En ocasiones se trata de un hedor literal, de un tufillo a alerón y pie mal enjuagado, porque algunos son tan marginales que ni casa tienen, o que, de tenerla, carecen de agua caliente e incluso de agua corriente, por no mencionar que tampoco andan muy sobrados de mudas.
 Pero no me refiero a una peste real, sino a la metafórica.
 Al desasosiego, desagrado y hartazgo que a menudo provocan en quienes no son pobres.
 Fastidia y desanima vivir más o menos bien cuando alrededor hay gente pasando apuros.
La crisis, la larga y oscura crisis que hemos atravesado, fomentó la empatía.
 Las sociedades pobres son siempre más solidarias; es un reflejo de supervivencia, una estrategia de resistencia de la especie.
 Cuando las condiciones son muy duras para todos, el animal que somos colabora para salvar al animal vecino, porque al hacerlo sabe que contará con la misma ayuda cuando lo necesite.
 De modo que, en lo más álgido de la crisis, cuando sus sucias ondas nos pasaban muy cerca, cuando la marea llegaba hasta nuestros sobrinos, nuestros primos, nuestros amigos, cuando todos conocíamos a algún despedido, si es que no se había producido la baja en nuestra propia casa, todos o casi todos teníamos en cuenta el dolor social de este país.
Pero ahora la gente no hace más que repetir que la crisis se ha acabado; o, al menos, que estamos saliendo de ella a toda prisa.
 Es cierto que el dinero parece moverse
. En mi barrio se abren locales nuevos cada mes, los hoteles se llenan en vacaciones, los restaurantes están de bote en bote
. Por no mencionar el impactante, espeluznante hecho de que se ha vuelto a disparar el sector del ladrillo: ya hay nuevas empresas lanzadas a la fiebre constructora y, según los expertos, en este año las transacciones inmobiliarias moverán unos 10.500 millones de euros, una cifra mayor que la que manejó el sector en 2007, el mejor año antes de que estallara la burbuja
. Cómo demonios consideran posible salir de la crisis repitiendo los mismos errores que nos hundieron en ella es un enigma que merece la pena pensarse con cuidado, pero lo dejaré para otro artículo.
El caso es que el dinero se mueve y la gente está harta de la crisis. 
Pero uno de cada cinco ciudadanos sigue en la miseria y el desamparo social
El caso es que el dinero se mueve y la gente está harta de la crisis. Es decir, están hartos cuatro de cada cinco españoles, cifra que engloba a los ricos, los menos ricos, los acomodados y los que van tirando.
 Pero uno de cada cinco ciudadanos sigue en la miseria y el desamparo social
. Repito: uno de cada cinco. Es una proporción muy alta. Justamente se llamaba así la campaña que lanzó Ayuda en Acción hace medio año: 1 de cada 5.
Hicieron unos breves y estupendos documentales con historias reales de familias necesitadas y los presentaron el 17 de septiembre en un acto público en Madrid.
Entre los participantes de la mesa redonda estaba Gonzalo Fanjul, un investigador y activista contra la pobreza de prestigio internacional.
Y recuerdo que me llamó poderosamente la atención algo que dijo: antes de la crisis, explicó Fanjul, el número de pobres en España era casi el mismo que después
. Es decir, nuestra supuesta riqueza en los años de las vacas gordas siempre fue frágil, mal distribuida y volátil.
La única diferencia era que aquellos pobres tenían más ayudas sociales (luego los Ayuntamientos y comunidades se endeudaron y ya no contaron ni con eso) y que además descendieron medio escalón en su precarísimo equilibrio: se terminaron los trabajos eventuales y las chapuzas.
Eso marcó la diferencia entre la pobreza y la miseria.
Entre familias con los euros contados y familias que no podían ni mandar a los niños a clase porque les habían crecido los pies y ya no tenían zapatos para calzarlos.
Mejor dicho: que ya no tienen zapatos para calzarlos.
 Hablemos en presente, porque esas familias desamparadas aún existen.
 Por pura casualidad, porque se me ocurrió meterme en la plataforma solidaria Teaming hará un par de años, sigo teniendo contacto constante con una veintena de esas familia
s. Es una relación que me ha dado mucho, porque me ha impedido ignorar su presencia, me ha impedido olvidar que eso existe.
 Todos tenemos la tendencia a creer que nuestro pequeño mundo es el mundo entero; todos solemos medir la realidad por la vara de lo poquito que conocemos.
 Y, sobre todo, intentamos no ver lo que nos duele, lo que nos incomoda.
Esto es algo muy humano; es un rasgo incluso positivo para nuestro equilibrio psicológico, una buena defensa de nuestra mente.
 Lástima que, en este caso, tenga el coste de volver a hundir a los más desfavorecidos en el limbo de la inexistencia.
Ahora que estamos empezando a recuperar la confianza y a ponernos contentos, seguir emperrado en mencionar a los pobres es cosa incómoda y que apesta.
 Allá van los desheredados, camino de la más completa oscuridad social.
 Donde estuvieron siempre, por otra parte.
@BrunaHusky
www.facebook.com/escritorarosamontero
www.rosamontero.es

 

Apestando la tierra......................................................... Javier Marías

Siempre he creído que cada uno debe librar sus batallas de frente y en solitario, otro anacronismo más que achacarme.

Parece del todo olvidado aquel dicho que se sabían todos los niños de cuando yo era niño: “Dos contra uno, mierda para cada uno”
. Es decir, estaba muy mal visto, se consideraba una cobardía impasable, que dos chicos se pelearan contra uno solo, o se metieran con él.
No digamos si eran veinte.
 Quizá por eso, siempre me han desagradado sobremanera esas sesiones en que varios comensales o contertulios se dedican a poner a caldo a alguien y en que, azuzándose unos a otros, compiten por superarse en veneno
. Hasta cuando la persona objeto del linchamiento verbal me resultara detestable y merecedora de todas las críticas, me he sentido incómodo y he preferido abstenerme de participar, precisamente por la diferencia de número.
 Siempre he creído que cada uno debe librar sus batallas de frente y en solitario, otro anacronismo más que achacarme.
La tendencia actual es la contraria, y por eso he leído con preocupación y estupor las informaciones que aparecen sobre el nuevo “deporte de masas”, como lo calificaba Javier Salas en la suya de hace unas semanas en este dominical, consistente en humillar pública y multitudinariamente a alguien, conocido o desconocido, en las redes sociales.
 Lo que más estupor causa es que quienes toman parte en esas campañas sean centenares de miles, incluso a veces millones, escudados muchas veces en el conveniente anonimato de los sobrenombres o apodos
. Uno se pregunta cómo es que hay en nuestras sociedades tantos individuos por un lado ociosos, y por otro con tan mala saña.
 Hay que tener una vida bien vacía, y aburrida hasta la desesperación, para andarse fijando en lo que ha dicho en un tuit cualquier idiota del que nada se sabe, o en la foto desafortunada que ha colgado en Facebook una joven que pretendía ser graciosa.
 Antes, el chiste malo racista u homófobo o misógino se soltaba en el bar, ante cuatro amigos de índole semejante, que reían de buen grado la chanza.
Nadie más se enteraba y nadie podía darle importancia. Se desvanecía en el aire, como si no se hubiera dicho.
 Pero el narcisismo de nuestros tiempos no puede conformarse con eso: los idiotas y chistosos necesitan exhibirse y ansían universales aplausos abstractos.
“Se va a enterar el mundo de lo que opino de esto, o de Fulano”, piensan, y corren a su alrededor para proclamarlo a los cuatro vientos.
 Con lo que al parecer no contaban es con que el mundo está lleno de gente con espíritu policial o inquisidor o justiciero, que se debe de pasar media vida al acecho de las “infracciones” para hundir en la miseria al metepatas que incurra en ellas.
En cuanto alguien susceptible sube el diapasón, todo el mundo se echa a temblar y se apoquina
Cuentan las informaciones sobre el fenómeno que ante una avalancha de insultos no hay actitud recomendable: si se da la callada por respuesta, malo, porque arreciarán los vituperios; si hay retractación e imploración de perdón (lo cual es la tendencia pusilánime de nuestra época), también malo, porque eso no colará ni se obtendrá el perdón suplicado: téngase en cuenta que los injuriadores pueden ser centenares de miles, y de todo el globo; si se pone uno farruco, en plan “sostenella y no enmendalla”, por lo visto es también malo: el griterío irá in crescendo y además nunca se calla, el nombre de la persona “linchada” quedará para siempre asociado a lo que la jauría tildó de baldón imperdonable en su día
. La cosa es tan desproporcionada que algún “incorrecto” se ha visto forzado a “cambiar de móvil, de facultad, de carrera y hasta de nombre”.
Otros han perdido su empleo porque su también pusilánime empresa se ha plegado a las exigencias del coro anónimo de imprecadores y no ha querido arriesgarse a mantener en su plantilla a alguien censurado por millones.
 El miedo hoy en día hace estragos
. Recuerdo haber criticado a este diario por haber retirado inocentes anuncios que una parte quisquillosa de la población juzgaba “sexistas”, por ejemplo.
 En cuanto alguien susceptible sube el diapasón, todo el mundo se echa a temblar y se apoquina. Casi nadie tiene la reacción templada de decir: “Esto es una tontería; ni caso”.
 Y por supuesto casi ningún famoso pillado en algo que esté mal visto –y hoy lo están demasiadas opiniones, prácticas y hábitos– se atreve a responder como Madonna al salir a la luz viejas fotos suyas desnuda: “¿Y qué?”
 Al contrario, todos se dan golpes de pecho, se arrepienten, anuncian contritos que se van a tratar de lo que sea –alcohol, drogas, posturas políticas o religiosas, infidelidades (“adicción al sexo” el nuevo nombre)–; en suma, aceptan la bronca como niños y ejercen tan abyecta autocrítica que las de los disidentes soviéticos obligados por Stalin a su lado eran altanería.
 Lo que no se tiene en cuenta es que achantarse ante cada estallido de indignación y castigo masivo supone fortalecer a la gente “virtuosa”, tan parecida a la que describió Machado en su célebre poema: “En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra … Mala gente que camina y va apestando la tierra …” Los idiotas son millares, pero son peores quienes los juzgan y se ensañan con ellos, sin límite y en manada. S
on éstos, sobre todo, quienes van apestando la tierra hasta hacerla irrespirable.
elpaissemanal@elpais.es