Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

1 feb 2015

Esos pobres políticos............................................................................. Rosa Montero

El político no tiene tiempo para nada. Además de estar perpetuamente agotado, pierde todo contacto con la realidad.

 

Aprovechando la gripe anual me he visto de una tacada los últimos capítulos de la primera temporada de la serie Borgen; no sé si la fiebre habrá distorsionado mi atención, pero me han parecido fascinantes.
 Borgen es esa producción danesa que narra la llegada a la jefatura de Gobierno, por vez primera en la historia del país, de una mujer que, perteneciente a un partido minoritario, alcanza el puesto casi por carambola y ha de gobernar en coalición
. Se empezó a emitir en 2010 y justo un año después llegó de verdad al cargo la primera danesa, también inesperadamente y en minoría: la guapa y muy rubia Helle Thorning-Schmidt, la misma que provocó el ataque de celos de Michelle Obama al hacerse sonrientes selfies con el presidente de Estados Unidos en el entierro de Mandela.
Pero el valor de la serie no tiene que ver con esta coincidencia ni estos cotilleos.
 Lo que me ha impactado es la sencillez carente de estridencias (salvo un personaje que es un verdadero miserable, no hay gente muy buena ni gente muy mala, no hay grandes conspiraciones ni tremendas corrupciones) con la que refleja de manera demoledora cómo el poder te cambia, te empobrece y te enajena.
 La protagonista llega al cargo de primera ministra entre otras cosas por su frescura, por su veracidad, por su falta de fingimiento, por su genuino anhelo de mejorar la sociedad danesa.
 Pero basta con que pase un año, sólo un año, para que esa mujer se haya traicionado a sí misma innumerables veces.
 Con dolor, con inmenso sufrimiento, porque no es una cínica; pero con una evidente pérdida de contacto con la realidad.
 Cuando están preparando el discurso de apertura del nuevo año parlamentario, su jefe de comunicación le pregunta exasperado: “Pero ¿qué política quieres hacer? ¿Qué quieres hacer como primera ministra, además de mantenerte en el poder?”
. Y ese es el quid de la cuestión: en tan sólo 12 meses, la lucha feroz por el mantenimiento en el poder parece haberse convertido en casi el único juego que es posible jugar en Borgen, que es como llaman a su palacio de Gobierno, a La Moncloa danesa.
La soberbia es la madre de errores garrafales y el caldo de cultivo para la necesidad de adulación de casi todos los políticos
Acabo de leer, precisamente, un ensayo interesantísimo sobre este mismo tema: Las leyes del castillo, de Carles Casajuana (Península), un diplomático de carrera que ha trabajado en La Moncloa y ha visto muy de cerca los engranajes del poder.
 Casajuana nombra algunos de los graves problemas que padecen los políticos; el primero, el de la pura incompetencia.
“Creemos que, porque son poderosos, los gobernantes tienen más capacidad que los demás para dirigir los asuntos públicos.
 Pero no siempre es así. (…) Los gobernantes, de media, no poseen un talento especial para gobernar. Poseen únicamente un talento especial para alcanzar el poder y conservarlo, que no es lo mismo”.
 Y cita una frase genial de Bioy Casares: “El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez”.
Por añadidura, y esto es esencial, importantísimo, y se ve claramente en Borgen, el político no tiene tiempo para nada.
Vive una vida ri­dículamente cargada de trabajo y de compromisos, una agenda tan extenuante y delirante, en fin, que no duerme, no piensa, no lee, no habla con sus hijos, con su cónyuge, con su familia, no pisa la calle, no hace nada, en fin, de lo que hacen el resto de los humanos.
 Además de estar perpetuamente agotado, pierde todo contacto con la realidad
. Un cansancio que fomenta otro grave error, según Casajuana, y es que “cuanto más poderosa se siente una persona, más fácil es que, en vez de meditar cuidadosamente sus decisiones, saque conclusiones precipitadas de la información de que dispone, aunque sea incompleta. (…)
 Tiende a pensar que, si ha sido elegida para el puesto, es que vale para ello”.
 Esa soberbia, avivada por la falta de tiempo, es la madre de errores garrafales.
 Y además es el perfecto caldo de cultivo para la necesidad de elogio y adulación que casi todos los políticos sienten, según Casajuana, en mayor o menor medida
. Y cita a La Rochefoucauld:
“A veces imaginamos que detestamos la adulación.
Pero en realidad sólo detestamos la manera en que nos adulan”.
Borgen y Las leyes del castillo te hacen sentir pena por los políticos.
No me refiero a los corruptos, a los grandes canallas, sino al que entra en la gestión pública lleno de buenas intenciones y a los pocos meses cae en una orgía de trabajo embrutecedora que sólo le deja tiempo para dedicar todas sus energías a mantenerse en el sillón. Pobres políticos, sí, pero sobre todo pobres de nosotros, condenados a ser dirigidos por estos enfermos.
No sé, algo habría que hacer, prohibirles trabajar más allá de las siete de la tarde, mandarlos a casa el fin de semana, echarlos obligatoriamente cada tres años.
No parece fácil escapar de esta trampa.
 “Creo que con el tiempo mereceremos no tener Gobiernos”, dice Borges, citado también por Casajuana.
@BrunaHusky
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Héroes de la taquilla....................................................... Gregorio Belinchón

El año 2014 queda para la posteridad como el mejor del cine español, el de los ‘Ocho apellidos vascos’. 

Ha alcanzado los 21 millones de espectadores y 123 millones de euros.

Con la gala de los Premios Goya el próximo sábado, reunimos a rostros históricamente más rentables de la industria, de Juan A. Bayona a Javier Fesser.

Las actrices Belén Rueda (izquierda) y Carmen Maura. / Sergi Pons

Hace casi 25 años, en cine una eternidad, Emilio Martínez Lázaro estrenó Amo tu cama rica, que aunque no fue un taquillazo, estuvo tres años en cartel.
 Y cuando la quitaron fue porque el cineasta estrenaba Los peores años de nuestra vida, que, esta vez sí, superó los 723.000 espectadores.
Hace 13 años, en 2002, Martínez Lázaro estrenó un extraño musical, El otro lado de la cama, que llegó a los 2,8 millones de entradas vendidas, y que tuvo su continuación, Los dos lados de la cama, con 1,5 millones de espectadores.
 El pasado mes de marzo, Martínez Lázaro presentó Ocho apellidos vascos, que actualmente ha superado los 56 millones de euros en taquilla y los nueve millones de espectadores, dos cifras que nunca antes había alcanzado un filme español.
 Toda esta avalancha de datos y de dinero la resume Ernesto Alterio, que protagonizó las musicales de las camas, con una frase certera: “Emilio Martínez Lázaro tiene un taquillazo por generación”.
Y así se mueve el cine español, a golpe de excepciones que confirman la regla: un año la taquilla la salva una comedia de Santiago Segura, otro una película de Juan Antonio Bayona, Javier Fesser o Alejandro Amenábar.
 A impulsos, a tirones, como ha sido costumbre desde los noventa
. Excepciones que provocan estupendas carambolas: esta temporada Karra Elejalde se ha convertido en uno de los actores españoles más taquilleros de la historia porque a su papel de vasco, vasco de Ocho apellidos vascos se suma su voz para Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo (él da vida al rey del disfraz), con su trabajo en A esmorga, un exitazo regional en Galicia, la única comunidad donde se ha estrenado de momento.
De marzo de 2014 a febrero de 2015, más de 58 millones de euros
. Elejalde, en todo caso, ya vivió glorias similares con Airbag (dos millones de espectadores en 1997), película que durante muchos años parecía que iba a tener segunda parte.
Luego están las películas con una recaudación mediana, que suelen además coincidir con las que acumulan más categorías en los Premios Goya
. En esta edición –los galardones se otorgan el próximo sábado– ese papel corresponde a El niño, La isla mínima, Relatos salvajes o Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo.
 Y alguno de sus directores apunta que le hubieran ido mejor las cosas si el distribuidor hubiera tenido más claro el público al que iba dirigido.
 Es decir, que el tan cacareado 25,5% de cuota de mercado obtenida por el cine español en 2014 –algo que no se lograba desde hacía 37 años– podía haber sido un poco mayor.
 Ha sido el mejor año desde que se tienen datos, por cuota de mercado, con 21 millones de espectadores, y por taquilla total (123 millones de euros, que no es tan valorable porque las entradas suben y no se pueden comparar los dineros de 2014 con los de, por ejemplo, 1994), y también por una percepción entre los espectadores más recelosos con el cine patrio de que hay cosas que están cambiando
. Aunque ya fueran diferentes desde hace años: las percepciones y los prejuicios marcan mucho el mercado.
Sonia Grande (izquierda), Enrique López Lavigne, Clara Lago y Daniel Monzón. / Sergi Pons
Y eso que era la temporada de la crisis, del IVA al 21% –un inciso para señalar que si alguien se ha forrado con el taquillazo ha sido el Ministerio de Hacienda: 26 millones de euros con ese impuesto; a ver quién le convence de que en realidad es una pésima medida–, de falta de películas por el descenso de producciones, de 10 años de caída de la asistencia de los espectadores a las salas: si en 2004 se vendieron 143,9 millones de entradas, en 2013 solo fueron 77.
 La mitad. En 2014 se superarán los 86 millones (aún no hay cifras oficiales).
Y, sin embargo, Ocho apellidos vascos
 . Con asistencias tan exiguas a las salas, se logra un taquillazo con menos espectadores
. Como en la industria discográfica: con poco ya has logrado un disco de oro. Pero la comedia de Telecinco Cinema y Lazona, dirigida por Martínez Lázaro y con guion de Diego San José y Borja Cobeaga, no pertenece a esa categoría.
 Ha logrado récords absolutos, espectadores como nunca antes nadie había obtenido. Su carrera comercial empezó el 14 de marzo.
 Gran primer fin de semana. Hasta cierto punto esperable.
Lo prodigioso vino después.
 Este periodista fue testigo de la enorme sorpresa de José Luis Hervias, presidente de Universal España, distribuidora de la película, en la inauguración del festival de cine de Málaga, que coincidió con el segundo fin de semana en taquilla de Ocho apellidos vascos. Hervias vio en su móvil la taquilla del día. Crecía. Mucho.
Tanto que acabó ese segundo fin de semana recaudando 4,4 millones de euros, un 52% más que el de su estreno.
 Empezó a crecer la leyenda. Ocho apellidos vascos se mantuvo.
 No cedía ni ante capitanes américa ni ante otras amenazas hollywoodienses.
 Aprovechó el espaldarazo de la Fiesta del Cine de inicios de abril.
Durante dos meses no levantó el pie del acelerador. “Si yo supiera a priori por qué funciona una película, repetiría el esquema”, cuenta ahora Álvaro Augustin, productor de la comedia y director general de Telecinco Cinema. “Antes de rodar cualquier filme pienso en la taquilla, porque nosotros presentamos planes de financiación y de recuperación de nuestros largometrajes
. No hablamos de ganar, sino de recuperar
. Le ponemos cara al monstruo: escribimos la cifra que debemos alcanzar.
Una vez lanzada la película, poco podemos hacer. De alguna forma condiciona nuestros proyectos, porque nos autoimponemos el objetivo de la recuperación económica. Y creo que muchos productores piensan en la taquilla, pero no todos”, señala Augustin.
 “Ahora bien, es que si solo se pensara en la taquilla se perderían películas maravillosas. Y nosotros hemos hecho películas de difícil recuperación”. Sobre Ocho apellidos vascos, a día de hoy, aún no sabe exactamente por qué funcionó:
 “Conocemos la mayor parte de los ingredientes, pero no tenemos la receta, la fórmula secreta de la Coca-Cola. Todos tienen su teoría”.
 Lo que no impide que en primavera el mismo equipo repita para empezar el rodaje de la segunda parte.
Conocemos algunos ingredientes, pero no tenemos la fórmula secreta de la Coca-Cola”
Álvaro Agustín, productor de Ocho apellidos vascos
Y allí estará Emilio Martínez Lázaro, el director de la película española más taquillera en España (sumado todo el mundo, Los otros, de Amenábar, es inalcanzable por ahora, con 200 millones de euros), una comedia que, por cierto, no ha logrado candidaturas a los Goya ni en mejor película, ni en dirección ni en guion. Entre risas, niega la mayor:
 “No sé yo si hay un Martínez Lázaro para cada generación, pero sí que se pueden comparar El otro lado de la cama y Ocho apellidos vascos.
 Son éxitos populares, transversales, que atraen a toda clase de públicos.
 Y más con Ocho apellidos vascos, porque eliminando a los académicos a todos les ha gustado [carcajada]”
. A lo que apostilla, como decía el maestro de guionistas William Goldman: “Nadie sabe nada. Creo que una de mis mejores películas es La voz de su amo, y fue la menos vista”.
El cineasta madrileño sí apunta una curiosidad: un taquillazo se puede oler. “Vi que Ocho apellidos vascos podía llegar lejos en un pase en el salón de actos [un lugar enorme e inhóspito] de la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid, y observé lo que ocurría con ese público.
 Ahora, una cosa es un éxito y otra llegar a los casi 9,5 millones de espectadores.
 Después se nos fue de las manos en la famosa segunda semana en taquilla”.
Ocho apellidos… ha cambiado también el cliché de “yo no veo películas españolas”, aunque obviamente se estrella contra otra sentencia manida: “No parece española”, porque sí lo es, y no tiene sentido en otro lugar, ni probablemente en otro tiempo.
 Otras películas, en cambio, deben buscar otros territorios, obligadas por sus presupuestos. Son los filmes animados, cuyas mayores inversiones necesitan más taquilla. Javier Fesser ha estrenado este año Mortadelo y Filemón contra Jimmy el cachondo, su debut en los dibujos, que no en el mundo de los taquillazos. “A mí me da alergia unir el concepto de taquilla al de película.
 Cuando hablo con la gente del cine que traduce todo a cifras –y admito que esto es un negocio con una industria detrás– se me cortocircuita el cerebro
. Y no tiene relación lo feliz que te puede hacer una película con sus espectadores”
. Dicho eso, continúa:
“Claro que quiero que recupere la inversión y me implico al máximo en la comunicación de la película.
 Para mí un largometraje es una aventura completa que arranca cuando salta la chispa original hasta que su DVD está en las tiendas”.
Para presión, la que apunta a Enrique Gato. Su Las aventuras de Tadeo Jones recaudó en España en 2012 más de 18 millones de euros, y en todo el mundo unos 60 millones.
 “Me di cuenta de lo que habíamos logrado un año después, porque hasta ese momento no había digerido lo ocurrido.
 Era imposible prever que estuviéramos cinco semanas en el número uno en taquilla. Quieres entender el fenómeno para ver si hay alguna tecla que volver a tocar y nos fue muy difícil sacar conclusiones”.
Ernesto Alterio (izquierda) y Javier Fesser. / Sergi Pons
A finales de agosto estrena nuevo trabajo de animación, Capture the flag. ¿Siente la presión en el cogote?
“Siempre he trabajado por puro gusto
. Tenemos los pilares, sabemos que el concepto de base es potente, con la idea de una moderna carrera espacial en la que se compite por recuperar la bandera estadounidense plantada en la Luna en 1969, y que tenemos un buen armazón de guion.
Pero nunca sabes qué dirá el espectador.
 Ante estas incertidumbres solo queda trabajar relajados”.
 Otro de los grandes títulos de animación españoles, Planet 51, del estudio Ilion, en cambio, no acabó de romper en 2009… a pesar de sus casi 100 millones recaudados por todo el mundo. “Personalmente estamos muy orgullosos en el estudio.
Pero sí, no funcionó todo lo bien que quisimos en algunos países.
 El proyecto era la presentación del estudio, el inicio de una carrera de fondo. En ella nos mantenemos, y nos gustaría que las siguientes sean más rentables. La animación no puede vivir solo de España”.
 Lección aprendida: “Asegurar la distribución mundial desde el inicio. En Planet 51 se nos desbarató al poco de estrenar y tuvimos que ir país a país”.
En Terrassa estos días finaliza el rodaje de uno de los filmes llamados a glorias taquilleras futuras: Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona.
 Este drama fantástico, junto a Palmeras en la nieve, con Mario Casas y dirigida por Fernando González Molina; Regresión, de Alejandro Amenábar; Anacleto: agente secreto, de Javier Ruiz Caldera, o Ma ma, con Penélope Cruz bajo la dirección de Julio Medem, deberían ser esas excepciones que tiren del cine español en la temporada 2015, inicios de 2016. Belén Atienza es la productora de Bayona, la mujer que pone a disposición del cineasta los mimbres para su cesta:
 “Claro que pienso en la taquilla.
 Es mi obligación para proteger la fuerte inversión.
Por encima está la película, su calidad, pero es que el cine se hace con dinero”.
 Atienza aún recuerda la sorpresa que supuso el recorrido comercial de la primera película de Bayona, El orfanato:
“Porque era el debut de alguien desconocido.
 También me acuerdo de El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, otra inmensa sorpresa, porque era una película compleja que enganchó con el público en todo el mundo”.
El resultado fueron 80 millones de euros en taquilla global y tres oscars, dos de ellos para integrantes ahora del equipo Bayona: los responsables de efectos especiales físicos, que ganaron en maquillaje, David Martí y Montse Ribé, y los responsables de dirección de arte Eugenio Caballero y Pilar Revuelta.
Me revienta cuando me dicen que una película mía no parece española”
Juan Antonio Bayona, director
“A unos les gusta jugar a las quinielas, a mí me gusta ver las taquillas. Desde crío siempre me fijaba en ellas”, dice Bayona.
 La habilidad del cineasta por saber lo último de lo último en la industria cinematográfica mundial –no solo taquilla, sino cualquier tipo de datos– es bien conocida por sus amigos y compañeros de trabajo.
 Por ejemplo, tiene claro que Lo imposible no se estrenó correctamente en Estados Unidos
: “Debería haberse proyectado en otros circuitos más comerciales”. Y aun con todo, 160 millones de euros de taquilla mundial. ¿Todo vale por el dinero?
“Quiero que mis películas sean cuanto más vistas, mejor. Eso no quiere decir que se hagan las cosas para ganar dinero.
 Me preocupa ese recorrido cuando empieza su carrera comercial. Está siempre presente, pero no constantemente en primer plano”.
 Y lo confirma lo arriesgado de sus propuestas. “Espero que arriesgado valga como atractivas”. El barcelonés hace un cine pensando en global:
“Y aun así me revienta cuando dicen que una película mía no parece española. ¿Por qué? ¿Por qué está rodada en inglés? ¿El idioma marca la nacionalidad? ¿Los actores?
Yo trabajo con técnicos españoles, levantando la producción desde España, incluso rodando aquí. E intentaré seguir igual en la medida de lo posible, aunque a veces parezca que el Gobierno español está en contra, como en el caso de las exiguas deducciones fiscales aprobadas en 2013”.
Bayona reflexiona en voz alta: “Ya hace unos años que el público español aprecia el cine de aquí. Hay nuevos directores, nuevos géneros
. La percepción ha cambiado. Ocho apellidos vascos ratifica esos cambios”. O como dice Martínez Lázaro:
“Mi película ha devuelto a las salas a gente que no es que no viera cine español, es que no veía cine. Espero que no suene prepotente, porque en el fondo cualquiera de esta industria lo que desea es que haya más y más espectadores.
 Cuantos más, mejor”.

 

Cautivos.............................................................................. Javier Marías

Nunca se ha hablado tanto como ahora, y nunca se ha tenido tan poca conciencia de hablar tanto.

Yo creo que nunca se ha hablado tanto como ahora y que nunca se ha tenido tan poca conciencia de hablar tanto.
 Es como una enfermedad
. A veces, en un tren o en la sala de espera de un aeropuerto, oigo a alguien charlar por teléfono y me pregunto si su interlocutor se habrá dormido, o habrá dejado su móvil y se habrá puesto a sus cosas. Lo que es seguro es que no habrá sido capaz de meter baza, de soltar una parrafada, a lo sumo estará intercalando de tarde en tarde un “Ya” o un “Ajá”, no habrá encontrado resquicio para más.
Ya que estoy obligado a escuchar la riada, intento enterarme al menos de lo que cuenta el verborreico, de comprender el problema que plantea o seguir su narración.
 Casi nunca hay manera.
 La catarata es desordenada, digresiva hasta el infinito, ni siquiera se produce eso que a todos nos ocurre a veces, pararnos un instante y preguntarnos:
 “¿Por qué estoy hablando de esto? ¿Qué me ha llevado hasta aquí? ¿Cuándo y por qué me desvié de lo que quería decir?
 De hecho, ¿qué quería decir, por qué llamé?”
 No, a menudo lo que oímos es un torrente sin ton ni son y sin fin, concluye sólo cuando el hablador llega a destino o ve que su vuelo va a despegar, y en alguna ocasión cuando la otra persona, cautiva, anuncia que tiene que colgar, que no puede retrasar más sus quehaceres.
 No es raro, sin embargo, que entonces el charlatán intente retenerla un poco más: “Bueno, pues adiós. Ah, una última cosita”, que se convierte en un montón de minutos más.
No es muy distinta la situación sin teléfono por medio, por ejemplo en las tiendas, en las que los dependientes –gremio digno de compasión– suelen ser capturados por los clientes sin prisa, esos que preguntan ochocientas cosas o explican por qué quieren comprar lo que quizá acaben comprando, es un regalo para su sobrino, a quien el año anterior obsequió algo que no le gustó, y es que los jóvenes son difíciles de satisfacer, y de ahí resulta fácil hilvanar todo un discurso sobre la incomunicación entre las generaciones, o bien precisar que la hermana, la sobrina, sí es en cambio contentadiza, resulta asombrosa la tendencia de mucha gente a radiar sus divagaciones mentales y a relatar su cotidianidad a quien se le ponga delante, venga o no a cuento y sin que medie una sola pregunta que desencadene el borbotón.
 Si la voz de la máquina parlante es además desagradable o estridente (muchas hay así; nos fijamos poco en las voces, pero pueden ser instrumentos de tortura), no entiendo cómo no se dan más suicidios entre los dependientes, o cómo no cometen asesinatos impremeditados.
 No me explico cómo las tiendas no están sembradas de cadáveres.
Resulta asombrosa la tendencia de mucha gente a radiar sus divagaciones mentales
Yo me he sentido cautivo cuando me ha tocado dar una charla.
Y no cautivo de mí mismo, aunque uno sea proclive a enrollarse por temor al vacío y a decepcionar a los oyentes; sino de quien me presentaba en el lugar de turno.
 Me he acostumbrado a temer como a la peste dos frases iniciales frecuentes en los anfitriones: una es “Voy a ser muy breve”, porque, extrañamente, quien anuncia eso siempre miente; la otra es “El autor que hoy nos visita no necesita presentación”, porque acto seguido empieza una retahíla de cuanto he hecho en la vida, e incluso el presentador llega a “pisarme” anécdotas o reflexiones que ha leído en otra parte pero que el público de ese día no tenía por qué conocer.
 He estado tentado de comenzar mi intervención –cuando por fin se me ha cedido la palabra– diciendo:
“La verdad es que después de tan cabal exposición no me queda nada que añadir”.
Recuerdo una oportunidad, en una ciudad, en la que contaba con el tiempo justo para la charla y luego debía correr a coger un tren.
El presentador hablaba y hablaba y yo miraba el reloj y veía cómo se consumía el plazo sin poder decir ni mu.
 Se suponía que la gente había acudido para oír mis sandeces, no las del presentador.
Pero a éste le daba igual, o no se daba cuenta, no tenía conciencia de que pasaba el tiempo, de que yo me habría de ir sin remedio sin apenas pronunciar palabra ni por supuesto firmar un solo ejemplar.
 Lo mismo me sucedió otra vez en un instituto.
 Mi charla ocupaba una hora de clase, luego disponía de sólo esa hora y a los chicos los aguardaba otra clase inmediatamente después.
No obstante, el profesor que decidió presentarme (al cual sus alumnos ya oían a diario) habló durante unos cuarenta minutos, y como no tenía visos de ir a parar, hubo un momento en que me atreví a sugerir: “Esto casi que lo voy a contar yo mismo, que me lo sé mejor”, y así dispuse de un cuarto de hora, más que nada para que los estudiantes no se sintieran totalmente estafados y estupefactos.
Me pregunté para qué diablos se me había invitado a escuchar una conferencia sobre un sujeto para mí tan sobado.
La cosa es general, no crean, y sucede en los ámbitos más elevados.
 En los plenos de la Real Academia Española, a los que asisten unos treinta individuos no precisamente ignorantes, todo el mundo se lleva las manos a la cabeza (más bien mentalmente, pero a veces resulta imposible que no se nos escape el gesto) cuando dos miembros toman la palabra, porque es seguro que nos impartirán una entera lección a los demás, de no menos de veinte minutos y remontándose a la prehistoria.
 No hace falta que les diga que también los académicos estamos tan cautivos entonces como el más paciente tendero, ese gremio tan sufrido y tan digno en verdad de compasión.
Ténganle piedad.
elpaissemanal@elpais.es

 

Así ha cambiado el cuerpo femenino ideal a lo largo de la historia

BuzzFeed, la gran publicación especializada en contenido viral, ha creado el último hit en internet sobre el discutidísimo concepto de la “belleza real”.
 El pasado día 26 de enero subió a su cuenta de YouTube un vídeo de poco más de tres minutos, de producción propia, que pretende mostrar la evolución de los tipos de cuerpo ideal a lo largo de la historia, desde el año 1292 A.C. hasta la actualidad. Ha conseguido más de 10 millones de reproducciones en cinco días, a los que se pueden sumar otros 6 millones logrados en Facebook.
En el vídeo once modelos, todas ellas bellísimas para los cánones actuales, posan al ritmo de una canción pegadiza perfectamente maquilladas y peinadas vistiendo solo un body blanco que resalta el propósito del vídeo: enseñar cómo el peso, anchura de caderas o tono muscular ideales han sido siempre conceptos variables.
El ideal egipcio
Las épocas y estándares del vídeo, que son desarrollados en un artículo dentro de Buzzfeed, son los siguientes:

 http://youtu.be/0tikMKR3rzw Video 

Women Try On Vintage Bras 

 

  • Antiguo Egipto: Delgadez, hombros estrechos, cintura alta, rostro simétrico
  • Grecia Clásica: Cuerpo rollizo, piel clara
  • Dinastía Han: Cintura estrecha, piel clara, ojos grandes, pies pequeños
  • Renacimiento Italiano: Pecho amplio, estómago curvo, caderas rellenas, piel clara
  • Inglaterra Victoriana: Figura llena, cintura ceñida
  • Locos años 20: Pecho plano, cintura inadvertida, corte de pelo bob, figura masculina
  • Edad de Oro de Hollywood: Voluptuosa, silueta reloj de arena, pechos grandes, cintura estrecha
  • Años 60: Delgada, piernas largas y estrechas, físico adolescente
  • Época de las supermodelos: Atlética, figura esbelta pero con curvas, alta, brazos torneados
  • “Heroin chic”: Extremadamente delgada, piel translúcida, andrógina
  • Belleza postmoderna: vientre plano, piel saludable, grandes pechos y trasero, “thigh gap”
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  • Desde hace varios años es habitual que vídeos, textos o fotografías que se cuestionan los cánones de belleza actuales se popularicen en internet.
  •  La creación de Buzzfeed recuerda mucho a “100 años de belleza un minuto”, un vídeo que desde su lanzamiento a mediados de noviembre ha conseguido más de 19 millones de reproducciones y que recientemente tuvo un remake menos exitoso dedicado a la belleza negra.
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