Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 dic 2012

1976 ......por Juan Cruz

Dentro de esta tormenta perfecta en la que estamos lo que hace falta, como decían en Colombia, es que venga un poeta y regale una palabra para que al menos en 2013 estemos como en 1976.

 

Cada uno puede hacer su apuesta con respecto al año en que estamos
. Un alto ejecutivo español que viaja mucho me dijo hace año y medio que en un año y medio estaríamos, en términos económicos, como a mediados de los sesenta del siglo XX, probablemente en 1967
. Ha pasado el año y medio y, no sé, a mí me parece que ya estamos cerca de 1976, al menos la policía no viste de gris y los telediarios no son en blanco y negro, sino en color, y hay muchos, aunque todos tengan más o menos el mismo color.
 Lo cierto es que todo apunta a que en seguida vamos a estar como en 1976.
 Treinta y siete años después, varias generaciones más tarde, instalados en el futuro de Internet, y viviendo como cuando usábamos patillas.
1976 fue el año del cambio; se acabó el franquismo, se acabaron incluso los estertores del franquismo (o eso creíamos); Arias Navarro fue apeado del poder con un empujoncito del rey Juan Carlos, y se abrió una etapa que Adolfo Suárez convirtió en un vértigo del que salimos vivos y mejores, eso dijo todo el mundo
. La palabra clave, que aquel prestidigitador se sacó de la manga, fue consenso.
 La aplicó como un entrenador tozudo que trata de sacar a su equipo de segunda regional para colocarlo en medio de la tabla nacional, y tuvo éxito.
Seis años después el país se sintió tan maduro, tan capaz de dar otro salto al vacío, que se produjo el cambio al socialismo, y unos imberbes y otros barbudos que no sabían gobernar aprendieron muy pronto la tarea de hacer que a este país no lo conociera ni la madre que lo parió.
Veinte años más tarde de aquel 1976 en el que se inauguró casi todo vino otro cambio, que Aznar quiso bautizar como el de la segunda transición, aunque él no hizo muy convencido la primera
. Antes, en 1993, Felipe González había escuchado un aviso, la corrupción manchaba los juzgados, los despachos y las portadas, y se preparó el terreno para una crispación que puso de los nervios a la población española, y ya desde entonces no hemos dejado de escuchar ruidos y venablos.
 Nadie se ha puesto de acuerdo en medio del guirigay, y el desacuerdo nos acompañó hasta este mismo instante, cuando creíamos que estábamos en 2013, 37 años después del estallido más potente del siglo XX.
Ahora estamos a cuatro años de cumplir otros veinte después de 1996, y por tanto, a cuarenta años de aquel año inaugural, 1976. Si miramos atrás, el país es otro, pero la sensación térmica es de frío, de muchísimo frío; frío como para estar en casa, y frío como para irse corriendo.
Los signos de 1976 empiezan a ser apreciables.
 Después de un año exacto de Gobierno en el silencio autogestionario, el presidente Rajoy ha despertado a la población diciendo que regresamos a la época en que consenso es aún una palabra con cierto valor de cambio.
 Pues claro que lo es. La jugada la inició el Rey, el día de Navidad, en su discurso insulso que dentro tenía esa piedra, la del consenso deseable, y ahora el presidente del Gobierno amaga con centrar el balón.
 El puzzle terrible de este tiempo tendrá solución si se olvida el ruido, se sientan hasta el amanecer los que están en desacuerdo y dan de sí un tono distinto.
 Dentro de esta tormenta perfecta en la que estamos lo que hace falta, como decían en Colombia, es que venga un poeta y regale una palabra para que al menos en 2013 estemos como en 1976.
jcruz@elpais.es

Mi casa es un activo tóxico


Paulo Marques y Galina Roubina, en su casa de Torrejón de Ardoz, el pasado 23 de diciembre. / SAMUEL SÁNCHEZ
Esta casa está en Torrejón de Ardoz. Pero la hipoteca está en Nueva York. En plena burbuja inmobiliaria, alguien puso en un papel que valía 224.500 euros.
 Ahora, otro papel dice que vale 17.486. En realidad da igual la cantidad, porque los deudores apenas pueden pagarse la comida.
 Esta casa es un activo tóxico. Un crédito incobrable que ya no se puede seguir escondiendo.
Nadie sabe cuántos hay
. Pero el caso da una idea de cuánto valen.
Paulo Jorge Feliciano Marques es portugués, tiene 44 años y llegó a España en 1995 a trabajar de camarero. Galina Roubina, rusa de 51 años, vino como guía turística. Se conocieron hace una década en el bar donde trabajaba Paulo.
 A finales de 2006 entraron en una oficina de la inmobiliaria Tecnocasa en Torrejón de Ardoz, Madrid
. A preguntar.
“A mí me parecía muy raro desde el primer día que me dieran una hipoteca cuando en varios bancos me habían dicho que no”, dice Galina.
 Pero su historia era habitual en aquellos tiempos. Tecnocasa los envió a una financiera llamada Kiron que en mayo de 2007 les consiguió un crédito con Credifimo por 224.500 euros para comprarse el piso 2ºB del número 3 de la calle Cal de Torrejón.
 Paulo tenía una nómina de 837 euros como camarero, aunque en realidad ganaba 1.200 bajo cuerda. Galina había trabajado cuidando personas mayores, pero en ese momento estaba de baja con una minusvalía reconocida del 70% por una grave enfermedad y había pedido una pensión de invalidez permanente.
 Hoy cobra 357 euros de esa pensión. Paulo está en paro, sin ingresos. Cómo esta pareja pudo entrar por una puerta a mirar anuncios de casas y salir por otra con una hipoteca a 33 años de 1.050 euros al mes es una pregunta a la que la banca todavía no ha respondido en España
. Dejaron de pagar, después de intentarlo todo, en marzo de 2011
. La hipoteca tiene dos avalistas. Eran amigos.
Paulo tenía una nómina de 837 euros y Galina una invalidez total cuando les dieron el crédito
Un mes después de cerrar la compra, la oficina de Tecnocasa desapareció. Por su parte, Credifimo, era una empresa de servicios financieros, vinculada a Cajasol, a través de la cual se conseguían hipotecas que los bancos no podían dar de acuerdo a sus esquemas de riesgos.
El crédito se completó con un préstamo personal de 8.000 euros concedido por una oficina del BBVA que Paulo nunca había pisado.
El día que iban a firmar al notario, pasaron por allí acompañados por el intermediario y le dieron el dinero casi sin preguntar.
 Todavía lo cuenta hoy como una de las cosas más raras que le han pasado en la vida.
El activo tóxico que Paulo y Galina llaman casa cambió de manos el 6 de mayo de 2011, cuando ya habían dejado de pagar
. Credifimo le vendió el crédito a una sociedad llamada Promontoria Holding XXII, con sede en la calle Oude Utrechtseweg en Baarn, Holanda.
 El precio: 17.486 euros. Apenas un 8% de lo que Credifimo tenía oficialmente apuntado en sus balances como un crédito hipotecario más, que en realidad jamás cobraría. La hipoteca era el activo número 1.826 de un “contrato marco” entre las dos entidades del que no constan los detalles en la escritura.
El 'fondo buitre' Cerberus, con sede
en Nueva York, compró la hipoteca por el 8% de su valor y ahora reclama el 100% más intereses
Javier Massana, abogado especialista en casos de sobreendeudamiento, explica que el negocio está en comprar tan bajo que luego cualquier acuerdo es rentable
. “Normalmente, estos fondos buitre ejecutan por vía notarial. Van al notario con el deudor y allí mismo llegan a un acuerdo por una cantidad”
. El mayor descuento que había visto Massana hasta ahora era del 87%.
 A veces, que la hipoteca la compre un fondo buitre puede ser bueno para el deudor. Los precios son tan bajos que es habitual obtener la dación en pago (liberación de la deuda a cambio del piso).
 Volver a poner en el mercado un piso que se ha comprado a esos precios ya es un importante negocio.
Promontoria Holding XXII es una filial europea del fondo de alto riesgo Cerberus, uno de los fondos buitre más grandes del mundo, con sede en la parte alta de la Tercera Avenida de Manhattan y negocios por valor de 20.000 millones de dólares. La inversión en créditos inmobiliarios impagados es una de sus especialidades, según afirman en su página web. Cerberus no contestó a este periódico.
Cuando Cerberus compró la hipoteca, no solo estaba en mora, además Paulo y Galina habían denunciado a los intermediarios por presunta estafa. Entre otras irregularidades, hicieron un seguro de vida para Galina (dice que no lo firmó) cuando tenía reconocida una minusvalía del 70%. Credifimo no devolvió las llamadas de este diario para dar su versión.
La cesión del crédito
se hizo cuando ya estaba en impago, y  se ejecutó
a pesar de estar denunciado por estafa
Cerberus ejecutó la hipoteca en mayo de 2012. Después de comprarla por 17.485 euros, reclama a Paulo y Galina 235.877,22 euros en concepto de principal e intereses más 70.763,17 euros de costas.
 El procedimiento de ejecución 287/12 del Juzgado número 2 de Torrejón sigue su curso, ajeno a la denuncia por estafa e imparable hacia el desahucio.
Rafael Mayoral, el abogado que interpuso la denuncia, asegura que Cerberus ni siquiera se ha personado para conocer el procedimiento.
Dentro del ajuste que está teniendo que hacer la banca española, las entidades se vienen deshaciendo de créditos que nadie sabe lo que valen
. Es una auténtica liquidación por derribo. Entre ellos hay hipotecas subprime de libro como la de Paulo y Galina. Bankia, el agujero de crédito más grande de España, anunció el 25 de julio que había vendido 127.000 “créditos fallidos de pymes y particulares sin garantía real” por valor de 800 millones de euros a dos fondos buitre, el noruego Aktiv Kapital y el luxemburgués Oko Investments.
El 10 de octubre, anunció la venta de otros 16.000 créditos por valor de 126 millones a Aktiv. El presidente del grupo, José Ignacio Goirigolzarri, se propone reducir los “activos improductivos” a la mitad. Cuando lo logre, todavía le quedarán en sus balances 30.000 millones de euros de créditos inútiles.
Ante las amenazas, Galina
les contestó: "Yo sólo puedo pagar con mi enfermedad y mi sufrimiento"
También en julio, BBVA puso a la venta activos por valor de 2.000 millones
. En octubre, Santander anunció una venta de activos a Bank of America Merrill Lynch que valían 2.500 millones en sus libros. El pasado 13 de diciembre, Banco Popular comunicó que había vendido “créditos fallidos” que sumaban 1.143 millones a un consorcio de fondos.
El importe de estas transacciones es confidencial, pero fuentes del sector consideran normal asumir descuentos entre el 80% y el 90%. A pesar de todo, ha hecho falta que el Estado cree un banco malo (Sareb) para que asuma, con dinero público en parte, aún más créditos de difícil cobro con descuentos del 60% de media.
 Nadie sabe cuántas hipotecas de todo a 100 hay que limpiar de los bancos españoles. El Gobierno tuvo que encargar una auditoría a dos empresas independientes.
 Una de ellas, Oliver Wyman, dijo que las entidades estaban disfrazando sus créditos inmobiliarios.
Para que el crédito de Paulo y Galina fuera sacado del balance de Credifimo con semejante descuento (el 92%) en su valor, alguien tuvo que decidir que era absolutamente incobrable y problemático.
 Los mismos que en abril de 2007 decidieron que esta pareja era válida para darles un crédito de 224.000 euros. Desde que dejaron de pagar, como es tristemente habitual, han recibido todo tipo de llamadas desagradables. En una de esas llamadas, una voz de mujer le recordó una vez más a Galina que tendría que pagar la hipoteca con todos sus bienes, sí o sí. Y si no lo pagaba ella, perseguirían a su hijo, que vive en Minsk. Ella contestó: “Yo solo puedo pagaros con mi enfermedad y mi sufrimiento”.

Sartre y sus ex amigos..............Vargas LLosa

PIEDRA DE TOQUE. Era un soberbio polemista; pero después de veinte años de leerlo y estudiarlo

con devoción, quedé decepcionado de sus vaivenes ideológicos, sus exabruptos políticos y su logomaquia.

FERNANDO VICENTE
Estaba ordenando el escritorio y un libro cayó de un estante a mis pies. Era el cuarto volumen de Situations (1964), la serie que reúne los artículos y ensayos cortos de Sartre. Lo encontré lleno de anotaciones hechas cuando lo leí, el mismo año que fue publicado. Comencé a hojearlo y me he pasado un fin de semana releyéndolo
. Ha sido un viaje en el tiempo y en la historia, así como una peregrinación a mi juventud y a las fuentes de mi vocación.
Sus libros y sus ideas marcaron mi adolescencia y mis años universitarios, desde que descubrí sus cuentos de El muro, en 1952, mi último año de colegio. Debo haber leído todo lo que escribió hasta el año 1972, en que terminé, en Barcelona, los tres densos tomos dedicados a Flaubert (El idiota de la familia), otra de las tetralogías que dejó incompletas, como las novelas de Los caminos de la libertad y su empeño en fundir el existencialismo y el marxismo,
 Crítica de la razón dialéctica, cuya síntesis final, prometida muchas veces, nunca escribió.
 Después de veinte años de leerlo y estudiarlo con verdadera devoción, quedé decepcionado de sus vaivenes ideológicos, sus exabruptos políticos, su logomaquia y convencido de que buena parte del esfuerzo intelectual que dediqué a sus obras de ficción, sus mamotretos filosóficos, sus polémicas y sus úcases, hubiera sido tal vez más provechoso consagrarlo a otros autores, como Popper, Hayek, Isaías Berlin o Raymond Aron.
Sin embargo, confieso que ha sido una experiencia estimulante —algo melancólica, también— la relectura de su polémica con Albert Camus del año 1952, sobre los campos de concentración soviéticos, de su recuerdo y reivindicación de Paul Nizan, de marzo de 1960, y del larguísimo epitafio (casi un centenar de páginas) que dedicó a la memoria de su compañero de estudios, aventuras políticas y editoriales, amigo y adversario, el filósofo Maurice Merleau-Ponty (1961).
Era un soberbio polemista y su prosa, que solía ser siempre inteligente pero seca y áspera, en el debate se enardecía, brillaba y parecía insaciable su afán de aniquilación conceptual de su contrincante
. No se equivocó Simone de Beauvoir cuando dijo de él que era “una máquina de pensar”, aunque habría que añadir que ese intelecto desmesurado, esa razón razonante, podía ser también, por momentos, fría y deshumanizada como un arenal.
 Leída hoy, no cabe la menor duda de que su respuesta a Camus era equivocada e injusta, y que fue el autor de El extranjero quien defendió la verdad, condenando la muerte lenta a que fueron sometidos millones de soviéticos en el gulag por el estalinismo a menudo por sospechas de disidencia totalmente infundadas y sosteniendo que toda ideología política desprovista de sentido moral se convierte en barbarie
. Pero, aun así, los argumentos que esgrime Sartre, pese a su entraña capciosa y sofística, están tan espléndidamente expuestos, con retórica tan astuta y persuasiva, tan bien trabados e ilustrados, que suscitan la duda y siembran la confusión en el lector
. Arthur Koestler pensaba en Sartre cuando dijo que un intelectual era, sobre todo en Francia, alguien que creía todo aquello que podía demostrar y que demostraba todo aquello en que creía
. Es decir, un sofista de alto vuelo.
Sartre considera a Nizan como un ejemplo, porque rompe moldes ideológicos
La evocación de Paul Nizan (1905-1940), su condiscípulo en el liceo Louis le-Grand y en la École Normale Supérieure, a quien lo unió una amistad tormentosa, es soberbia y —adjetivo que rara vez merecían sus escritos— conmovedora.
 Hijo de un obrero bretón que, gracias a su talento, recibió una educación esmerada, Nizan fue muchas cosas —un dandi, un anarquista, autor de panfletos disfrazados a veces de novelas que seducían por su violencia intelectual y su fuerza expresiva— antes de convertirse en un disciplinado militante del Partido Comunista.
 Cuando el pacto de la URSS con la Alemania nazi, Nizan renunció al partido y criticó con dureza esa alianza contra natura
. Poco después, apenas comenzada la Segunda Guerra Mundial, murió en el frente de una bala perdida. Pero su verdadera muerte fue la pestilencial campaña de descrédito desatada por los comunistas para envilecer su memoria.
Camus rompió con Sartre por la cercanía de éste con el Partido; Nizan, por las diferencias y reticencias que guardaba con aquél.
En su ensayo, que sirvió de prólogo a Aden, Arabie, Sartre hace un recuento muy vivo de la fulgurante trayectoria de ese compañero que parecía destinado a ocupar un lugar eminente en la vida cultural y que cesó, de aquella manera trágica, a sus 35 años
. En tanto que, cuando refuta a Camus, aparece como un perfecto compañero de viaje, en el que dedica a defender la vida y la obra de Nizan
, Sartre es un debelador implacable del sectarismo dogmático que cubría de calumnias infames a sus críticos y prefería descalificarlos moralmente antes que responder a sus razones con razones.
 El ensayo es también una premonición de lo que podría llamarse el espíritu de mayo de 1968, pues en él Sartre propone a Nizan como un ejemplo para las nuevas generaciones, por haber sido capaz de romper los moldes ideológicos y las convenciones y esquemas dentro de los que se movía la izquierda francesa, y haber buscado por cuenta propia y a través de la experiencia vivida un modo de acción —una praxis— que acercara el medio intelectual a los sectores explotados de la sociedad.
El ensayo sobre Merleau-Ponty es, también, una autobiografía política e intelectual, un recuento de los años que compartieron, como estudiantes de filosofía en la École Normale Supérieure, su descubrimiento de la política, del marxismo, de la necesidad del compromiso, y, sobre todo, su toma de conciencia del odio que les inspiraba el medio burgués de que ambos provenían.
 Este odio impregna todas las frases de este ensayo y se diría que, a menudo, es él, antes que las ideas y las razones, y antes también que la solidaridad con los marginados, el que dicta ciertas tomas de posición y pronunciamientos de los dos amigos. Sartre es muy sincero y poco le falta para reconocer que, en su caso, la revolución no tiene otro objetivo primordial que borrar de la tierra a esa clase social privilegiada, dueña del capital y del espíritu, en la que nació y contra la que alienta una fobia patológica. En este ensayo aparece la famosa afirmación sartreana (“Todo anticomunista es un perro”) que llevó a Raymond Aron a preguntar a Sartre si había que considerar a la humanidad una perrera.
Leída hoy, su respuesta a Camus era equivocada e injusta
Merleau-Ponty fue el último de los intelectuales de alto nivel con los que Sartre fundó Les Temps Modernes en romper con la revista que, durante años, fue para muchos jóvenes de mi generación una especie de Biblia política.
 A partir del alejamiento de Merleau-Ponty, en los años cincuenta, sólo quedarían con Sartre los incondicionales, que, durante toda la guerra fría, aprobarían sus idas y venidas y sus retruécanos a veces delirantes en esa danza sadomasoquista que vivió hasta el final con todas las variantes comunistas (incluida la China de la revolución cultural).
Este ensayo impresiona porque muestra la fantástica evolución de Europa en el medio siglo transcurrido desde que se escribió. Cuando Sartre lo publica, la URSS parecía una realidad consolidada e irreversible. La guerra fría daba la impresión de poder transformarse en cualquier momento en guerra caliente y, aunque Sartre y Merleau-Ponty discrepan sobre muchas cosas, ambos están convencidos de que la tercera guerra mundial es inevitable y que, una vez que estalle, el Ejército soviético tardará muy poco en ocupar toda Europa occidental.
La política impregna hasta los tuétanos la vida cultural en todas sus manifestaciones y los extremos apenas dejan espacio a un centro democrático y liberal que tiene pocos defensores en el mundo intelectual.
 No sólo Sartre y Merleau-Ponty ven en De Gaulle y la Quinta República a un fascismo renaciente y en Estados Unidos a un nuevo nazismo. Semejante disparate es en aquellos años de esquematismo e intolerancia un lugar común. Produce vértigo que pensadores que nos parecían los más lúcidos de su tiempo se dejaran cegar de ese modo por los prejuicios políticos.
Ahora bien.
 Pese a las orejeras ideológicas que delatan, aquellos debates tienen algo que en el mundo de hoy ha sido barrido por, de un lado, la banalidad y la frivolidad, y, por otro, el oscurantismo académico: la preocupación por los grandes temas de la justicia y la injusticia, la explotación de los más por los menos, el contenido real de la libertad, cómo conciliar ésta con la justicia e impedir que sea sólo una abstracción metafísica, etcétera. En nuestros días los debates intelectuales tienen un horizonte muy limitado y transpiran una secreta resignación conformista, la idea de que aquellas utopías de los tiempos de Sartre y Camus han quedado para siempre erradicadas de la historia.
 Hoy por hoy, tratándose de política, el sueño está prohibido, ya sólo son admisibles los sueños literarios y artísticos.
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Encasquillada en la nada,

Encasquillada en la nada,
Con mucha frecuencia me sucede, en los últimos tiempos: se seca la tinta. 
Por otra parte, los disparates de la actualidad, la tontería, lo impune, me arrastra durante el día sólo para tratar de zafarme de sus efectos.
Y nada queda anotado. Tampoco importa. A nosotros, en realidad, no nos incumbe la anotación del día, sino el vértigo, el vértigo de todo cuanto se va quedado atrás, olvidado, menudo e insustancial, en el páramo blanco.
Volvamos, pues, a una mayor inocencia, o impulsividad, que ahora para el caso es lo mismo: Se expondrá Islario en sueños a mediados de febrero en Barcelona y quizá habrá libro -algo más tarde- con las prosas que requieren los fotomontajes, lo que me recuerda el otro proyecto por llevar a término, los dibujos y notas de Desdende.
Sí, también a partir del 1 de enero estaré con las olas a los pies del Teyde, sin pasaje de vuelta comprado.
Estocolmo tendrá que esperar. Trieste tendrá que esperar. Lisboa... ¿Acaso podremos saltar a Buenos Aires a comienzos de primavera?
Del diario Virtual de Jose Carlos Cataño