Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 abr 2011

Guillermo, la sombra de Carlos

Cada uno es hijo de su padre y de su madre, pero quizás el príncipe Guillermo lo sea un poco más que la mayoría de los ciudadanos.
La tormentosa relación que vivieron Carlos y Diana de Gales desde que se casaron en 1981 marcó su infancia.
La trágica muerte de lady Di en 1997 marcó su adolescencia.
Y las presiones para que sea él, y no su padre, quien suceda en el trono a Isabel II amenazan con marcar su vida adulta.
Aunque, digan lo que digan las encuestas, muy poca gente cree que eso pueda realmente ocurrir.




La sombra de sus padres amenaza con marcar no solo su vida, sino la de su futura mujer, Catalina Middleton.
 Las comparaciones entre Kate y Diana por un lado y entre Carlos y Guillermo por el otro, van a ser el pan suyo de cada día.
 Son parejas muy distintas por muchas razones.
 Entre otras, porque les separan 30 años y una crisis que llegó a hacer temblar los cimientos de la monarquía británica pero que ha acabado por acercarla un poco a la tierra, aunque el carácter estirado de los Windsor ayuda poco.
Carlos y Diana se casaron por conveniencia y formaban una pareja desequilibrada: por edad, por formación, por carácter, por objetivos en la vida. Guillermo y Catalina parece que tienen una relación mucho más equilibrada.






Diana llegó virgen al altar de la catedral de San Pablo, como mandaban los cánones de la corte.
 Kate ha convivido durante ocho años con su pareja, pero a nadie le importa ya la virginidad de la futura princesa.






Guillermo afronta, sin embargo, otra comparación más complicada. No porque salga malparado, sino por lo contrario. Su espejo no es un mito muerto una noche de verano junto al Sena.
Su espejo es un hombre vivo, despreciado por la prensa y del que la mayoría de los británicos desconfía.
El reto de Guillermo no es superar a su padre: el reto de Guillermo es no hacerle sombra. Porque una vez casado, y sobre todo en cuanto tenga descendencia, se multiplicarán las voces pidiendo que Carlos renuncie a heredar el trono de Isabel II y sea Guillermo el próximo rey.
Algo que, si hace unos años parecía un imposible, hoy parece una quimera.






Todo hace pensar que Guillermo se lleva bien con su padre y con su madrastra, Camila. Los agoreros pronósticos de que la muerte de Diana alejarían al padre y al hijo no se han visto confirmados por la realidad.
 No hay ni un solo indicio de que el joven príncipe tenga ambición de desbancar al padre, que esta semana se ha convertido en el heredero de la corona que lleva más tiempo esperando para alcanzar el trono: casi 60 años.






No es que Guillermo genere un enorme entusiasmo popular, pero tampoco despierta el rechazo que Carlos suscita entre muchos ciudadanos.
 El príncipe de Gales, sin embargo, ha tenido las cosas más difíciles que su hijo. Las relaciones con su padre, el duque de Edimburgo, han sido siempre tormentosas.
Con su madre, la reina, siempre frías.
El contraste queda en evidencia viendo las añejas imágenes del niño Carlos saludando a Isabel II con un gélido apretón de manos al volver la reina de un largo viaje.
 Qué diferencia con los cariñosos abrazos con los que Diana premiaba a Guillermo y a su hermano Enrique en las mismas circunstancias.

El turbante hipnótico de la jequesa de Catar

El emir de Catar, Hamad Bin Jalifa al Thani, y su esposa, Mozah Bint Nasser, aterrizaron ayer en Madrid para una visita oficial de dos días a España.
 Los reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, acudieron al aeropuerto de Barajas a recoger a sus invitados.




Los Reyes reciben al emir de Catar y su esposa

El glamour de Mozah

Vida secreta de las princesas del harén



Tras ser alojados en el palacio de El Pardo, los Reyes -acompañados por los príncipes de Asturias y la infanta Cristina- les ofrecieron un almuerzo, y por la noche una cena de gala en el Palacio Real.




La jequesa Mozah, la segunda de las tres esposas del emir de Catar, acaparó las miradas por su indumentaria.
 Apareció tocada por turbantes de colores, a juego con sus vestidos, que cambió en varias ocasiones.
La jequesa -defensora de la modernización de la educación y la libertad de prensa en el pequeño emirato- es habitual de grandes marcas de moda, como Chanel o Dior.



La pareja se reunirá hoy con el presidente del Gobierno para firmar varios acuerdos. José Luis Rodríguez Zapatero visitó Catar hace dos meses.
Entonces el emirato se comprometió a invertir 3.000 millones de euros en empresas españolas, 300 de ellos en cajas de ahorros.
Que ironía una mujer estilizada, supongo que bella, es la 2ª esposa del Jeque, no sé que tendría la 1ª para no traerla.Turbantes imagino que serán de Chanel, pero no sé por qué esa mania de taparse la cabeza.
 Un Pais que derrocha en glamour femenino, eso si cubierta la cabeza, como la Begum, es una terrible historia de Clases, su país estará enfrentado entre muchos pobres y pocos ricos riquisimos, que encima no los tragamos porque nos regalan dinero, y ya se sabe, poderoso caballero es Don Dinero, no digo que no nos falte, pero hacer ostentación de ricos frente a un Pais, el nuestro que con todas las libertades está endeudado y tiene que hacer pleitesia a quien nos lo va a dar.
Me pierdo en paises del tercer mundo que son muy ricos para ellos y que no tienen ni derechos sino deberes, pero se le recibe como al pariente rico para que afloje la pasta.

Revelación de verdades ocultas

. .En mayo de 1933, el compositor polaco Karol Szymanowski visitó Madrid para hablar sobre el futuro de la cultura en la Residencia de Estudiantes, dentro de una reunión del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones.
Refiriéndose al foco de su actividad creadora afirmó: "Es precisamente la música, con su elemento abstracto y trascendental la que, al actuar de esa forma tan directa sobre la sensibilidad humana, crea ese clima único en el que las verdades ocultas parecen revelarse".
No sé si el equipo escénico de esta producción, y en especial su máximo responsable, Krzysztof Warlikowski, conocían este pensamiento del compositor, pero la puesta en escena que han propuesto para El rey Roger sigue al pie de la letra en el sentido teatral lo que Szymanowski esperaba que debía transmitir su música, es decir, la revelación de verdades ocultas.




EL REY ROGER

De Karol Szymanowski. Con Mariusz Kwiecien, Olga Pasichnyk, Will Hartmann y Stefan Margita. Director musical: Paul Daniel. Director de escena: Krzysztof Warlikowski. Escenógrafa y figurinista: Malgorzata Szczesniak. Sinfónica de Madrid, Coro Intermezzo. Producción de la Opera Nacional de París, 2009. Estreno en Madrid. Teatro Real, 25 de abril.





No se limita el equipo escénico a una lectura naturalista.
En una obra que habla del deseo, de la duda, de anhelos latentes y del misterio de la existencia, un planteamiento descriptivo sin más habría sido insuficiente.
Hay un tono inquietante en todo lo que se está contando.
A veces, hasta con un toque de alucinación, rompiendo las barreras entre el sueño y la realidad, entre las fuerzas inconscientes y la imposibilidad de certezas inmediatas.
En los diferentes círculos concéntricos en los que se sitúa la narración hay también una lectura política, desde la inflexibilidad y autoritarismo que muestran los coros en el primer acto, hasta el elogio al consumismo en el que desembocan las doctrinas de los falsos profetas, con esos juegos y disfraces turbadores a lo Mickey Mouse.
 Las imágenes se mueven a nivel de sugerencias y el espectador tiene que componer su propia interpretación.
 Se puede apoyar en Eurípides, en Nietzsche o en la fascinación del Sur. O dejarse llevar por la propia música y sus evocaciones.
Paul Daniel fuerza los elementos expresivos en su lectura orquestal pero no se le va de las manos en ningún momento la capacidad de matización.
La Sinfónica de Madrid le sigue en todos los terrenos, revelando a cada paso verdades inesperadas.



De los seis cantantes principales ayer en Madrid, cinco estuvieron en el estreno de esta producción en París en junio de 2009. Están más que conjuntados escénicamente y muestran un dominio vocal excelente. Fueron especialmente ovacionados Olga Pasichnyk como Roxana y Mariusz Kwiecien como Rey Roger, pero también estuvieron muy en sus papeles Will Hartmann como el Pastor y Stefan Margita como Edrisi.
Los coros hacen también un gran trabajo, incluso el de voces jóvenes.
 Con todos estos factores interrelacionados, la representación alcanzó altas cotas de calidad.
El rey Roger es un espectáculo complejo, pero magníficamente resuelto.
El público siguió la velada con respeto y concentración.
Comparando las premières de París y Madrid el éxito fue mayor en el Real que en la Bastilla.
 Unas protestas aisladas a los responsables escénicos no empañan lo más mínimo el clima de comprensión y hasta de éxito.
 La revelación de verdades ocultas tiene un magnetismo especial.

"Sin escribir no soy nada"

Ana María Matute, la tercera mujer que recibe el Cervantes en más de tres décadas de historia del premio, ensalza el papel de salvavidas de la literatura .
.Los días previos a la entrega del Premio Cervantes tienen dos tradiciones. La primera consiste en preguntarle al galardonado por el contenido de su discurso. La segunda consiste en que este responda con una evasiva.
 Ambas se cumplieron ayer en la Biblioteca Nacional durante el encuentro -otra tradición- entre la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y Ana María Matute, que mañana recibirá en Alcalá de Henares el máximo galardón de las letras españolas.






"Tuve una depresión mala y dejé de escribir. 'Olvidado Rey Gudú' me salvó"


"Fundamentalmente, lo que haré será dar las gracias", dijo la escritora, que añadió que no había comparado su discurso con el de ninguno de sus predecesores.
 "Solo he mirado si había alguno tan cortito como el mío", aclaró. Aunque este año la ceremonia ha pasado -cosas de la Semana Santa- del día 23 al 27, otro clásico de estas fechas es hablar del Quijote.




Matute, que en julio cumplirá 86 años, lo leyó por primera vez a los 14: "Me aburrí muchísimo. No entendí nada". Más tarde, con 20 años e "instalada en escritora", volvió a leerlo.
Ella era ya otra persona y la novela también parecía otra: "Me enamoró. Fue la primera vez que lloré leyendo un libro. Y no solo porque muere don Quijote, también por lo que se moría con él. Esa muerte trae consigo un desencanto".



Ana María Matute pasa sin perder la sonrisa de la silla de ruedas que empuja su hijo a apoyarse en una muleta que sirve de pareja al brazo de alguna de las autoridades.
Ayer, la jornada en la biblioteca de la autora de Primera memoria tuvo también dos partes.
 Al encuentro con la ministra y la prensa le siguió una tertulia con Juana Salabert y Elena Medel presentada por Carmen Amoraga.



Por supuesto, se habló de la mínima presencia de las mujeres en el palmarés del Cervantes desde que arrancara en 1976: la filósofa María Zambrano (1988), la poeta cubana Dulce María Loynaz (1992) y la propia Matute, que llegó al coloquio con la respuesta ya dada a los periodistas.
 "Me gustaría que el premio tuviera larga vida y que lo ganaran muchas mujeres, pero también me gusta que lo gane un hombre que se lo merece".
 Cuando le preguntaron si su premio fue un acto de justicia fue igual de rotunda: "Yo no soy la persona indicada para decirlo. Injusto no ha sido, creo.
Es como si me hubieran dicho: '¿Sabes? Esto a lo que te dedicas ha valido la pena. No has suspendido'. Pues yo tengo la sensación de que he aprobado la vida".



Cuando la sociología dio paso a la literatura, la homenajeada subrayó que, pese al tópico, la infancia no es el eje de su obra.
 "Es recurrente porque nos marca", aclaró, "pero hay otros temas que me hacen pensar y escribir: el amor-odio entre hermanos, la incomunicación, la soledad del hombre actual...".



La autora de Los Abel insistió en su felicidad, pero no dudó al afirmar que "a la literatura grande se entra con dolor y con lágrimas.
 Escribir es una forma de protesta siempre, un modo de expresar nuestro malestar en el mundo". De un largo dolor, dijo, salió con la ayuda de una de sus novelas más populares, Olvidado Rey Gudú: "Tuve una depresión mala y dejé de escribir. No me interesaba nada. Ese libro me salvó. Volver a escribir fue volver a ser yo misma. Sin escribir no soy yo, no soy nada".